España arrastra una memoria musical que habla de quienes fuimos y de qué queda de todo aquello en lo que hoy somos. La vaca lechera hablando del hambre de la posguerra, Tatuaje o La Bien Pagá, del corsé represivo del nacionalcatolicismo, Y cómo es él, del nuevo modelo de masculinidad a partir de las conquistas feministas… La chica yeyé reprobando el fenómeno de liberación femenina de los sesenta o Mi casita de papel, que en los años cuarenta y en pleno éxodo rural -ahí donde los emigrantes buscaban oportunidades e improvisaban chabolas a las afueras- ya cantaba sobre el sueño de tener una casa.

Este pulso patrio hecho banda sonora lo recoge el músico y periodista Fidel Moreno en ¿Qué me estás cantando? (Debate), la memoria de un siglo en canciones. Desde comienzos del XX hasta 1976. Desde las canciones de nuestros abuelos a las de nuestros padres para entender, por fin, qué poso subrepticio y cultural hemos mamado los niños de nuestra era.

La música es política: ese hilo conductor atraviesa todo el ensayo. En los últimos tiempos, y por sentencias como la del caso Valtonyc -que entrará esta misma semana en prisión- o La Insurgencia, se está demostrando que una letra no sólo puede ser considerada ofensiva, sino delictiva. Ahora se silencia a posteriori, una vez hecho público el producto polémico. ¿Qué hay de nuestra tradición a este respecto? “Durante el franquismo, la censura era sobre todo radiofónica. Lo que se prohibía era que las canciones fueran radiables. No se quemaban discos ni anda de eso. Era un contexto tecnológico donde el público era cautivo de lo que ponían por la radio: así se condenaba la existencia de esas canciones. Pero sobrevivían. Las buenas sobrevivían”, explica Fidel Moreno a este periódico.

Música "corruptora de adultos"

Cuenta el experto que en la primera época del franquismo “la censura era, sobre todo, moral”: “Se prohibían algunos boleros porque se consideraba que eran música corruptora de adultos, que incitaban al baile pegado. Canciones como Bésame mucho fueron condenadas en esa lista de canciones no radiables. Es la canción en español más versionada de todas”, relata. Recuerda que, “en su exceso de celo”, la censura se ha cebado con canciones tan aparentemente inocentes como Cachito, de la misma compositora que el tema anterior: Consuelo Velázquez. “La censuraron porque la cantaba Nat King Cole, un negro de dos metros, y claro, la mente calenturienta del censor debió pensar que eso de ‘cachito, cachito, cachito mío, pedazo de cielo que Dios me dio’, se refería al miembro viril”, ríe. “Consuelo Velázquez se la había dedicado al segundo de sus hijos, al que llamaba ‘Cachito’ cariñosamente”.

Fidel Moreno cita más ejemplos: A galopar, España en marcha, Me queda la palabra, Me llamarán… “Todas fueron censuradas. Había dos tipos de censura: por un lado, las canciones se incluían en la lista de no radiables, y luego en cada provincia el gobernador civil iba al cantante de turno y le decía ‘ésta sí, ésta no’. A Paco Ibáñez en algún momento llegan a preguntarle por esto”, cuenta. “A mí me gusta Me llamarán, porque te coloca en un pelotón de fusilamiento: ‘tú y yo nos turnaremos en tornos de cristal, ante la muerte…’”, entona. “Viene de un poema de Blas de Otero. Dura minuto y poco y es suficiente”.

Las de Chicho Sánchez Ferlosio, dice, “no es que estuvieran censuradas, es que no entraban dentro del circuito comercial”, aunque ahora muchas de ellas sigan siendo conocidas. Menta Gallo rojo, gallo negro. Hace poco fue rescatada por Silvia Pérez Cruz. “Mucha gente pensó que eran canciones de la guerra civil, pero son canciones de mediados de los sesenta que hizo Chicho y que grabó en su cuarto de baño, en una cinta magnetofónica. La paloma de la paz, Los mineros en huelga… las publicó en un disco con autoría anónima. Por problemas de seguridad no se va a rebelar el nombre, decía”. Señala que “ese disco se hizo muy famoso, y cantaron sus canciones hasta grupos chilenos; circulaban en el ámbito clandestino”.

'Libertad sin ira', la última canción censurada por Franco

El tema Libertad sin ira -recuperado por la sociedad cuando ETA asesinó a Miguel Ángel Blanco- formó parte de la última lista de canciones no radiables. “Ya se había muerto Franco, era el año 76, y de pronto se conoce que ha sido censurada pese a que está sonando y se ha convertido en la canción sintonía del lanzamiento de Diario 16”, recuerda. ¿Qué más canciones había en esa lista final? “Si se calla el cantor, de Mercedes Sosa, Y en eso llegó Fidel, de Carlos Puebla, o Se va el caimán, que se prohibió bajo la sospecha de que fuera relativa a Franco, aunque yo no he podido demostrarlo. Incluso Rascayú, porque hablaba de un cementerio donde los muertos se revolucionan”.

Ya en democracia, la censura más icónica fue la de Cuervo ingenuo, de Javier Krahe. “La OTAN fue el gran momento de desencanto con el partido socialista. Utilizaron los medios de comunicación de la época para intentar que saliese el ‘sí’ en el referéndum. Krahe se convirtió en el gran proscrito, en el gran censurado del PSOE, que estaba crecido por la soberbia y exigía que toda la intelectualidad le fuera afín. No podía entender una ruptura tan potente con una canción tan ingeniosa...”.

Según la visión del experto, en democracia no ha sido tan preocupante la censura como la autocensura. “Ha habido un largo silencio en estos años de democracia española. La gente ha esquivado las cuestiones más sensibles: canciones policiales, drogas, temas delicados políticamente… ha habido un doble discurso. Decían una cosa en privado y otra en público, algo mucho más amable con el poder. Pero no hay que olvidar que los artistas deben estar atentos a la realidad en la que viven, no a falsearla a favor del gobernante de turno”.

La autocensura (en democracia)

Aunque observó un cambio gracias al 15-M, sigue pensando que “los artistas adecuan sus mensajes buscando el aplauso del público, y eso hace que ahora el cantante viva cautivo de sus audiencias”. La Ley Mordaza le parece “un despropósito y una torpeza por parte del Gobierno”: “Así sólo pone altavoz a lo que quiere censurar”. Su postura es que “no hay que censurar nada”, ni siquiera el Cara al sol, que ahora recuperan jóvenes de extrema derecha en manifestaciones en pos de la unidad de España ante el conflicto catalán. “El Estado tiene que ser gestor, no pastor. No nos tiene que decir por dónde ir. Hay canciones que han tenido un papel histórico muy importante y que deben estar ahí. Yo creo que hay que dotar a la gente joven de herramientas para el análisis y para la crítica, para existir y entender un mundo complejo como el de hoy. No hay que censurar canciones, hay que enseñar a escucharlas”.

Ojo al caso de temas como La mataré, de Loquillo, que a partir de la campaña en contra dejó de tocarse en sus conciertos. "La sociedad evoluciona y cosas que antes nos parecían bien, ahora ya no, pero eso es sano y requiere que vayamos actualizando el repertorio. No debemos olvidar que las canciones son populares porque nosotros las hemos hecho populares, porque la gente se ha apropiado de ellas. El cantante no tiene la culpa. No podemos decir que Sabina es machista si nosotros hemos repicado sus canciones", piensa. "Hagamos autocrítica".

Canciones que evitan "males mayores"

Se refiere a que el oyente tenga cuidado con "las nuevas formas de puritanismo": "Las canciones no deben ser juzgadas desde el punto de vista ideológico o político, porque existen muchos pliegos, muchas complejidades. Hay una canción de Albert Pla que dice 'yo quiero que tú sufras como yo sufro', y es un tema excelente que nos permite reflexionar sentimentalmente con lo que puede ser el desear el mayor mal a alguien. Esa canción es necesaria y no incita a la aniquilación ni al odio. Habla de lo que sentimos. Y lo que sentimos a veces es terrible". Propone que la existencia de este tipo de canciones expiatorias "pueden evitar males mayores". "Caminemos hacia una sociedad mucho más igualitaria, pero también más libre. No debemos cercenar la creación en nombre de un nuevo Evangelio".

 

Al respecto del caso Valtonyc, Fidel Moreno piensa que “la mejor forma de tratar los exabruptos juveniles es pasando del asunto, no dándoles mayor importancia”: “A mí me parece una barbaridad que vaya a ir a la cárcel. Quizá una multa… no sé, se podían haber encontrado otras formas de actuar. Ahora bien, Valtonyc es un pésimo rapero, y desde el punto de vista estético no le voy a defender nunca. Debemos apostar por la concordia, porque vivimos en una época muy violenta en el ámbito de las opiniones, y echo de menos un poco de coherencia y una crítica bien fundada. Este diálogo se retroalimenta, porque estamos viendo que antes de entrar en la cárcel ha doblado la apuesta y dice de matar a guardias civiles en un concierto… mi pregunta es: ¿cuándo enterraremos el hacha de guerra?”.