"Represento la fe y no he rezado jamás", dice Andrés Suárez en El corazón me arde. Es un cantautor de médula, esa raza olvidada por las radiofórmulas en la era del chunda-chunda, del trap y la tarima. Queda poco tiempo para el verbo caliente, ya saben ustedes. Mejor la lobotomía. "Sonaba Sangre española, bebía por no llover". El imaginario del artista gallego habla de mares y aldeas, de bocas que sangran, de un concierto de Serrat donde sonaba Lucía, de la niña que en aquel recreo sólo le besó en la mejilla y se fue con el guapo, vaya por dios. Hay aquí mucho de dolor confundido con humor; cierto patetismo ilustrado rayano en la poesía. 

Andrés Suárez empezó tocando en bares vacíos y ya ha llegado a llenar el Palacio de los Deportes. Va acariciando las texturas del éxito, sigue explorando las movidas de la carne y la sentimentalidad sin sacudirse la retranca. Es hondo y beligerante, enérgico incluso a través de la línea telefónica. Con Desde una ventana, su último trabajo, ya llenó el Teatro Gran Vía dos días en octubre, y ahora renueva fechas: para mañana, 24 de enero, ya ha agotado entradas en el Circo Price. Otra oportunidad: el día 25. 

¿Qué es ser cantautor?

Escribir música y letras sobre esa música. Estar muy concentrado en estar vivo. Ser cantautor no es más que ejecutar el estilo de música que desees. Yo hago varios: folk, rock, blues… historias besadas y vividas.

¿Por qué a muchos les suena a rancio el bautizo de “cantautor”? ¿Qué tópicos hay que sacudirse?

Sí que les suena a rancio, te miran con cara de “esto es pasado, esto es añejo y aburrido, vaya tío triste...”. Pero es que Robe Iniesta o Iván Ferreiro son cantautores y llenan estadios enteros. Ser cantautor es saber describir el mar. Casi nada. Yo creo que la palabra nunca pasa de moda. La música clásica del futuro será Aute, Milanés, Serrat, Sabina… mira, esta semana escuché en la voz de una chica joven, en Operación Triunfo, una canción de Víctor Jara…

Amaia.

Sí. Pues esa canción me la cantaban mi abuelo y mi madre. Claro que estamos en la era de la tecnología, de la imperiosa moda, del poderoso márketing, pero la palabra nadie la va a silenciar. Tiene poder por encima de todos los millones del mundo. Se trata de darse cuenta de eso. A mí me apena, me hace llorar que en las radios no suene Juan Luis Guerra, sólo reguetón y música electrónica. No hay un espacio mínimo para Los secretos, para Extremoduro, para Antonio Vega… me mata de dolor que un chaval de 15 años no sepa quién es Silvio Rodríguez. La evolución como cantautor viene de eso, de saber que la palabra es indestructible y que se debe crecer en ella. Si no evolucionas estás perdido. Si no te dejas querer, si no pruebas un buen vino, si no vives…

¿Hay poesía en sus letras?

Yo no soy poeta. Ahora está de moda la poesía… si alguien quiere llamarme poeta, allá cada uno (risas). Lo que quiero decir es que trato de ser humilde. Hoy abres cualquier red social y hay no sé cuántos poetas por centímetro cuadrado, gente que se autodenomina poeta, que dice que tiene siete libros de poesía, que ha vendido miles de ejemplares de su obra maestra… Es una falta de humildad. Y es una falta de respeto a Machado, a Karmelo, a Wilde, a Elvira Sastre. Ser aficionado a la poesía no te convierte en poeta. Escribir canciones tampoco. Es cierto que la poesía se puede acariciar en horizontal en algunos momentos, pero ¡es que es la mayor expresión de la excelencia humana…! Es el arte en su máximo exponente, es todo a cuanto puedes aspirar como ser humano. Yo escribí un libro, Más allá de mis canciones, y mucha gente se lo tomó como poesía, pero era un libro autobiográfico de memorias con lenguaje poético.

¿Cuánto hay de verdad en que el cantautor está jodido?

Los cantautores no estamos tan jodidos. No estamos tristes 24 horas al día, durante diez años seguidos… ni los más melancólicos como Enrique Urquijo o aquellos a los que etiquetaban de depresivos como Antonio Vega están tan tristes. ¡Si Antonio Vega era un tío que se descojonaba de la vida! De depresivo no tenía nada. Lo que sucede, opino, es que a las canciones les sienta bien la melancolía, y eso a nosotros nos encanta. Todo esto de “joder, vamos a llorar porque él o ella nos dejó en la vía del tren y jamás lo olvidamos...”. Compartimos ese dolor, le damos a repeat, ahí, para que nos marque y nos destroce (ríe).

Pero menos cuentos: el héroe de este siglo es la madre o el padre de familia que tiene tres hijos, que no llega a fin de mes y que es capaz de reírse de sí mismo. Decimos que estamos hechos una mierda, que no podemos pagar la hipoteca, que nos echan de casa, que nos desahucian, que hemos pillado a nuestra pareja con otro en la cama… pero los héroes son otros. Yo en este disco no quería seguir regocijándome en todo ese dolor, ya bastó de canciones hablando de la madrugada de Madrid… me interesaba más hablar en otro tono. Como en Dama que pinta en el sur, que es una canción sobre un encuentro cerca de Cádiz. O en Desde una ventana, otra canción de amor y puramente de amor. Hay otras que hablan de sexo, pero con humor…

¿Ha encontrado formas nuevas para escribir sobre sexo, sin caer ni en la cosificación, en lo banal, lo fácil… ni en la cursilería?

Bueno, es que no hay nada por encima de la palabra. Por encima de la palabra sólo está el sexo. Con la palabra y con el sexo nos reproducimos… hay veces que hablo de sexo en tono no jocoso, sino sincero, como exponente real, como síntoma verdadero de lo que somos, y la gente se violenta y dice: ¡joder, lo que ha dicho…!

¿Mojigatería?

Sí, algo de sorpresa. El otro día leí en Facebook una cosa y me descojoné. Era algo así como “Gente que se ruboriza al leer ‘pene’ y que tiene nueve hijos”. Pues eso pasa, hay gente que en Galileo pone cara rara cuando canto Una noche de verano y describo una noche de sexo genial. ¿Por qué no rendirle homenaje? En España la gente no se ruboriza ni se escandaliza cuando arde Bagdag o cuando hay atentados en Europa o cuando desahucian a una persona de 75 años, pero sí con un pene, sí al describir el sexo. Nos hemos ido a la mierda… al auténtico carajo.

El cantautor Andrés Suárez. Sony.

¿Los cantautores tienen responsabilidad social?

Absolutamente. El cantautor debe ser la voz del pueblo, ésa es la definición más hermosa que he escuchado nunca. Hay que reivindicar el panorama social, contar cómo en este país se lo están llevando crudo y a nadie le pasa nada, nadie va a la cárcel… reivindicar la sanidad pública, la educación, contradecir el abuso de poder. Pero sucede que hace no tantos años los cantautores se jugaron la cara y el cuello, literalmente, en los años del franquismo. Amigos míos tuvieron que irse o los echaron de España, que es muy duro. Me afecta o me jode cuando alguien dice “ah, qué putada, un cantautor”. Un mínimo respeto social y artístico, ¿no? Ha sido gente muy valiente. Gente que ha dicho “oigan, señores, es que nos están matando”. Aquellos cantos de libertad hermosísimos… Es verdad que igual ahora no tenemos la misma carga social porque no vivimos tiempos tan agresivos y violentos.

¿Y en su caso, contra qué poder o qué agentes del poder ha decidido ir?

Yo es verdad que debo reforzar mi aspecto social de la canción. En mi libro hay una llamada Con las cuentas aparte donde cito desahucios y abuso de poder, y me quedé a gusto. Pienso mucho en un caso real. Una pareja que venía a verme a los conciertos y que fueron expulsados de su casa por el abuso de poder bancario. Tengo pendiente esa canción, más canciones… pero tampoco tengo prisa, porque voy a componer durante toda mi vida.

En uno de sus conciertos en el Palacio de los Deportes de Madrid apareció Serrat y cantasteis Lucía. El público lo sintió como un apadrinamiento. ¿Le entregó la corona de sucesor?

Joan Manuel Serrat es un señor de los pies a la cabeza. Me ha demostrado tanto cariño… es un tío que está de vuelta. Lo ha hecho todo, lo ha vivido todo, ha llenado estadios de fútbol a lo largo de todo el mundo. Y decidir a apoyar a alguien que empieza, como yo, sólo demuestra corazón.

No sé qué le parecerá el cuestionamiento al que está siendo sometido con el tema de Cataluña. Hasta le han llamado “facha”.

Yo, como decía aquel, “he venido aquí a hablar de mi disco”, y prefiero no entrar demasiado porque el tema de Cataluña me toca familiarmente. Tengo muchísima familia allí, y amigos íntimos, y 15 años de mi historia tocando allí. Cataluña para mí es palabra santa y no puedo querer más a ese pueblo por la cantidad de cosas que le debo. Jamás pensé que iba a escuchar en mi vida que Serrat era un facha. Pensé que iba a vivir cualquier tipo de barbarie, pero eso no. Cuando lo oí, creí que era una broma. Me cayó una lágrima… es un tipo que se ha partido la cara por defender la libertad. Es un amigo.

En cuanto al otro gran referente de la canción de autor en España, Joaquín Sabina, ¿cree usted que la monogamia es incompatible con la mejor creación artística? Lo digo por lo bien que funciona el canallismo ilustrado.

¿Sabes lo que pasa? Que vivimos en una sociedad tan enferma que tendemos más al cotilleo que al arte. Nos importa más el momento Telecinco que la canción, nos importa más qué hizo Sabina que qué escribió Sabina. Por eso nos fuimos a la mierda como sociedad. La gente quiere saber qué hizo tal noche, en qué hotel estuvo, con quién se acostó, en lugar de hablar de su rima y de su verso. ¿A mí qué cojones me importa lo que ha hecho Sabina por las noches? Por el amor de dios, dejemos de ver Gran Hermano de una vez. ¿Ustedes han visto lo que ha escrito? En un país serio, Sabina sería estudiado en los libros de texto como uno de los mejores escritores de todos los tiempos. Pero nada: aquí a la gente le interesa cuánto consumió, cuánto bebió, si bebía en domingo o si se acostaba con 17 chicas en una noche.

El cantautor Andrés Suárez. Sony.

No sé qué opinión le merecerá la postura de la musicóloga Laura Viñuela, que decía que en la canción de Contigo se reproducían roles patriarcales. ¿Está de acuerdo en que existe esta herencia o le preocupa la corrección política en el arte?

Bueno, mi postura es que cualquier elemento artístico que defienda a la mujer es un acierto. El otro día comencé a escribir algo que ojalá sea un atisbo de canción, un boceto… y hablaba como hombre que soy y me disculpaba ante la mujer por las cosas que están sucediendo. El otro día leía que un hombre corría tras una mujer gritando “¡te voy a matar!”, y ella fue a refugiarse… es terrible, terrible. Mi canción decía algo como “soy un hombre y te regalo una bañera de nube para que duermas sonriendo” o “te traigo el mundo, que es suyo, una rosa, un vino a medias, una risa y un paseo”… Mi padre es hombre, mi hermano es hombre, mi mejor amigo es hombre y ninguno de ellos corre detrás de una mujer diciendo “te voy a matar”.

Por supuesto que hay animales que no deberían salir jamás de una celda, pero no todos somos así. ¡Bueno, pobres animales, comparados con estos tipos…! La mujer ha de ser venerada. Para mí mi madre es palabra santa, mi hermana es palabra santa y mi pareja es palabra santa. Yo soy hombre y, como muchos otros, adoramos por encima de la vida a las mujeres. Tal vez tengamos que reforzar las leyes, porque aquí al político que roba y pide perdón no le pasa nada, y un hombre golpea a una mujer, paga no sé cuánto y está haciendo una semana trabajos sociales y nada más… no puede ser. Tenemos que ser más implacables.

¿Cómo se hace para pasar de tocar en el Libertad 8 a llenar el Palacio de los Deportes?

Pues no tengo ni idea de cómo se hace, de cómo se crece… si tuviese el botón del triunfo, le daría siempre. Pero qué bonito es, sin embargo, cuando uno tiene curiosidad por hacer cosas, no por ver si vende o no. Yo me dedico a la palabra, a hacer buenos discos y buenos libros. Si me preocupase por cuánto vendo y por si gusto, la gente lo notaría, porque la gente no es idiota y ve cuando un autor va buscando la fama y el dinero. Yo persigo el arte.

Pero sabe usted lo que es empezar desde abajo. ¿Ha conocido la precariedad?

No he vivido debajo de un puente, no te puedo dar ese titular…

Suponía que no.

Me refiero a que hay mucha gente lastimera con este tema, pero mi posición es que en cualquier búsqueda de un sueño lo vas a pasar mal. Ya sea en la hostelería, en el periodismo o en la música. Lo vas a pasar como el culo, fatal, vas a estar solo. Yo soy un tipo de aldea y me vine a Madrid. Cuando vi cuatro carriles en la misma dirección me volvía loco. Si no sufres, no conocerás el éxito. Es una maravilla haber sufrido. Fue una maravilla cantar en bares para nadie. Cuando cantas en el metro y tienes que luchar duro para ganarte unas monedas, valoras todo mucho más.

¿Qué tres medidas culturales implantaría desde el Ministerio para apoyar a la industria? Si tuviéramos una varita mágica.

Pero, ¿tenemos Ministerio? En serio, sin bromas ya. En España no tenemos ministerio de Cultura: nadie nos protege, nadie nos está defendiendo. Muchos amigos míos, músicos, tuvieron que irse de España a Latinoamérica cuando subieron el IVA. No podían vivir aquí. En Santiago de Compostela, hace 17 años, un lunes había más de 60 conciertos. En Madrid, donde antes había 400 bares de poesía, quedan 4. Te invito a hacer zapping en la televisión pública o privada, me da igual. ¿Cuántas entrevistas se le hacen a escritores, a directores teatrales, a escultores…? ¿Y en la radio? Hoy día no existe ninguna defensa oficial a la cultura. ¿Cómo puede ser que a los teatros se los esté machacando con leyes, con normas de más camerino, más seguridad…? No se lo pueden permitir, acaban cerrando. Si fomentásemos las bibliotecas, la lectura, los libros… habría menos dolor y sangre.

¿A quién haría usted ministro de Cultura, para empezar a tener uno?

Hablaría con algún poeta. El ministro tiene que ser alguien sumamente sensible. Yo no sé bien a quién poner, pero a los que hay los oyes hablar y te llevas las manos a la cabeza. Tiene que ser alguien que esté a cuidado del pueblo. Alguien que no se encargue de mandar, sino de cuidar.