Hablar de narcotráfico en España conduce automáticamente a poner el foco en la esquina noroeste de la Península, en Galicia. También remite a las figuras de los míticos capos gallegos como Sito Miñanco, Laureano Oubiña o Manolo Charlín; y a una macrooperación policial que abrió el camino de la lucha legal contra el tráfico de drogas. Sin embargo, la Operación Nécora, un golpe más mediático que efectivo, tuvo un efecto inesperado: los alijos de cocaína enviados por los cárteles colombianos se multiplicaron a partir de 1991, la fariña empezó a campar a sus anchas por las Rías Baixas. Los pactos entre ambas partes se habían fraguado en las cárceles.

Las organizaciones criminales del otro lado del Atlántico descubrieron en los gallegos a unos socios fiables y en Galicia una puerta de entrada segura para introducir la cocaína en Europa. El negocio alcanzó un volumen desorbitado a principios de los años 2000, hasta que el constante empeño de las fuerzas de seguridad y los decomisos de cargamentos debilitaron las estructuras de los clanes de narcotraficantes. En la actualidad, no obstante, los niveles de cocaína vuelven a estar como a comienzos de siglo: en 2017 se incautaron 40 toneladas de droga. Los nombres de los cabecillas han cambiado, pero la fariña sigue llegando a su destino.

"Es puro negocio", explica el periodista Víctor Méndez, especializado en la información referente al narcotráfico y que ahora publica Narco gallegos (Catarata), un libro en el que repasa el tráfico de drogas desde la época de los señores do fume a la actualidad. "Mientras haya demanda siempre va a haber gente dispuesta a introducir la cocaína, que cada vez tiene más consumidores en España. De hecho, lideramos el ranking de los países de la Unión Europea. Conociendo las costas, el mar... siempre va a haber alguien en Galicia dispuesto a colar los fardos". Sobre todo teniendo en cuenta el beneficio: un kilo de cocaína procedente de Colombia cuesta 3.500 euros y se vende luego por 30.000€. Un negocio redondo. 

'Narco Gallegos', el libro de Víctor Méndez.

Pero los tiempos han cambiado. Amparados por la revolución tecnológica, los narcos han ingeniado nuevos métodos para transportar la droga, cada vez de mayor calidad, más pura. ¿El principal avance? "La utilización indiscriminada de semisumergibles y embarcaciones de perfil muy bajo, casi indetectables", apunta Méndez. El modelo tradicional de pesqueros mercantes y planeadoras sigue vigente con Galicia como punta de lanza, pero comparte cada vez más importancia con los ocultamientos de cargamentos en los portacontenedores que recorren rutas marítimas legales. Además, las bandas criminales han perfeccionado su red de telecomunicaciones para que no les sigan el rastro.

En el otro lado del tablero, los equipos policiales también golpean aprovechándose de las nuevas herramientas. La escasez de recursos, sin embargo, genera una situación de desventaja: "La Policía española en el ámbito de la inteligencia es pionera a nivel mundial. En medios técnicos ya es otra cosa, se avanza pero más lentamente. El desembarco de un solo alijo puede suponer unas ganancias de 100 millones de euros para los narcos. Para que a las arcas de la Policía lleguen dos o tres millones hay que esperar mucho. La lucha es muy desigual", apunta Víctor Méndez.

El ego del "Número 1"

El pasado mes de febrero la Brigada Central de Estupefacientes de la Policía Nacional dio otro golpe al narcotráfico de dimensiones colosales. José Ramón Parado Bugallo, alias Sito Miñanco, volvió a ser detenido en el marco de la Operación Mito cuando la reorganización bajo su mando de los principales criminales de las Rías Baixas estaba a punto de fraguarse. Los colombianos depositaban nuevamente su confianza en una persona que nunca les había delatado. Pero la ambición del narco cambadés terminó volviéndose en su contra.

"A Sito siempre le ha gustado estar en primera línea", explica Víctor Méndez, periodista en El Diario de Pontevedra. "Le sobra el dinero, tiene más del que se puede gastar, pero sigue en el negocio por la adrenalina, por la sensación de decir: 'Yo puedo meter coca cuando quiera. Soy el Número 1'. De hecho la Policía habla de él con ese sobrenombre. Es una cuestión de ego y siempre acaba cayendo por eso. Necesita mantenerse en el poder aunque sea por un tiempo muy limitado".

La red de Sito Miñanco alardeaban de comprar a vigilantes en el Aeropuerto de Barajas

En la década de los 80, durante la evolución del contrabando de Winston de batea a las drogas, Miñanco, de la misma forma que Pablo Escobar en Medellín, se convirtió en una suerte de Robin Hood de Cambados. "Puso mucho dinero en negro tanto en empresas como en deporte —véase el equipo de fútbol—, incluso también las iglesias. Y todo ello le granjeó amistades en todas las esferas", recuerda Méndez. ¿Y en qué consideración pervive la figura de Sito Miñanco en su pueblo natal en la actualidad? "Sigue estando bien visto para la mayoría. 'É un bo rapaz', dicen, 'si no se hubiese metido en eso sería una persona cojonuda'. O la gente no habla o habla bien", relata Méndez, que vive a escasos 15 minutos de la localidad arousana.

En Galicia, asegura el autor de Narco gallegos según las estimaciones de las fuerzas de seguridad, sigue habiendo en torno a 700-800 personas integradas en las principales organizaciones que trafican con cocaína. El grado de violencia se mantiene en niveles residuales, registrándose únicamente capítulos de palizas disfrazadas de robos, como le sucedió hace unos meses al patriarca de los Charlines y a su hijo Melchor. Si hay muertos se levanta mucha polvareda. La discreción se ha impuesto a la opulencia y los lujos del pasado. Tan solo en algunas comarcas de la Ría de Arousa como O Salnés, Vilagarcía o Cambados se ven a jóvenes de entre 20 y 30 años, "sin oficio ni beneficio", subidos a cochazos de alta gama. Normalmente son estos inexperimentados los que acaban siendo detenidos.

Las planeadoras siguen saliendo de Galicia pero la gran mayoría desembarca los fardos en otros puntos. Las grandes persecuciones en la ría, entre las bateas, remiten ya a otra época. Tal vez cada cuatro o cinco meses aparezca una lancha quemada, síntoma de que se ha realizado una descarga. Pero a pesar de que "el negocio no es tan explícito", explica Méndez, "muy pocos de los principales capos se han retirado". La globalización también ha llegado al mundo de la cocaína, con los productores sudamericanos adentrándose en nuevos mercados en Asia y África, pero los clanes gallegos siempre ocuparán un lugar preeminente.