Hace dos años, un Gobierno pasmado en la desidia gubernamental hizo de un centenario histórico, un cementerio lapidario. Los cuatrocientos años de la muerte de Cervantes camparon por la dejadez de Rajoy y Méndez de Vigo y desaparecieron por el desagüe del ridículo cuando a Patxi López se le ocurrió colocarle anteojos (típicos de Quevedo) a los leones del Congreso, Daoiz y Velarde. Los animales de bronce daban a entender que los ocupantes de la Cámara Baja eran muy de leer el Quijote, y no como apunta el CIS, donde se dice que sólo dos de cada diez españoles reconocen haberlo leído.

Aquel homenaje de chiste ha sido revivido esta semana gracias a María Dolores de Cospedal, en campaña de primarias, que subió a su perfil de Twitter una cita falsa del Quijote para agradecer la confianza a sus votantes. “Hoy es el día más hermoso de nuestra vida, querido Sancho; los obstáculos más grandes, nuestras propias indecisiones; nuestro enemigo más fuerte, el miedo al poderoso y a nosotros mismos; la cosa más fácil, equivocarnos; la más destructiva, la mentira y el egoísmo”. Sí, la mentira. El fragmento no aparece en ninguna de las dos partes de la obra.

Patxi López ha propuesto los anteojos de los leones. Efe

La ex presidenta de Castilla-La Mancha y reino de Cervantes, se excusó con un clásico “me lo mandó por Whatsaap un amigo”. Y de ahí dice que lo agarró y lo colgó. Para arreglar el esperpento, Cospedal aclaró que no importa Cervantes, que importa que “lo que dice sigue siendo válido, incluido lo de que la coa más fácil es equivocarnos”. A la integrante del PP le interesaba el mensaje, Cervantes sólo era envoltorio. A la mitad de los que mencionaron al CIS don Quijote les debió pasar lo mismo que a Cospedal, y no supieron que el nombre del personaje por Cervantes es Alonso Quijano.

Apropiarse del alma

La política española usa continuamente como marca de referencia al Quijote, aunque no lo defienda ni lo haya leído. ¿Por qué trata de asociarse el político a la marca de Quijote? ¿Qué aporta esta novela a sus intereses?

“Todos los políticos se acercan a él porque es fuente de sensatez y de se sabiduría popular, aunque no se haya leído”, explica el escritor Andrés Trapiello a este periódico. Cuenta que creemos en el libro como mediación intelectual. ¿Creen que si lo hubieran leído creeríamos más en ellos? “Lo que emana del Quijote e impregna los que se acercan a él es la excelencia literaria. Saben que el Quijote contiene las tres grandes virtudes de la ilustración en su personaje: un hombre libre, un hombre solidario y un hombre fraternal. Nadie duda de que don Quijote fue el hombre más libre y generoso. Como tampoco del oportunismo de muchos políticos en pasar por lo que no son y decir que han leído lo que tampoco".

El símbolo cultural recicla y regenera que da esplendor. Un libro como éste es capaz de convertir a alguien que lo posee por un tuit en una persona culta y sensible. “Lo único que se quiere es alardear de ello y convertirte en autoridad por unos instantes”, cuenta el novelista Gustavo Martín Garzo. Sin embargo, señala la contradicción que supone hacer gala pública de una actividad tan íntima. “Parecer que has leído el libro de uno de los autores pilares de nuestra cultura es demostrar que la cultura te sostiene. Citar al Quijote es decir que es tu libro de cabecera, aunque la mayoría no lo haya leído”, añade.

Más preguntas, menos respuestas

El autor de La ofrenda (Galaxia Gutenberg) o No hay amor en la muerte (2017), asegura que las obras maestras no son manipulables, porque son complejas, críticas y porque escapan de los lugares comunes. “Además, hacen contradecirse al lector. Son inagotables por eso, porque cuestionan lo que pensamos”. Dice Martín Garzo que vivimos en un mundo de respuestas inmediatas, pero que la gran literatura es un mundo de preguntas. “Ahora todo el mundo quiere saberlo todo y de inmediato y los grandes libros como El Quijote te hacen ver que todas esas respuestas son del todo insuficientes. Citar a Cervantes en tu beneficio es un error, porque las citas sirven para cuestionar las certezas”, apunta. “Las citas son salteadores de caminos, que irrumpen para imponer sus condiciones”, las comillas son de Walter Benjamin.

Desde ambos polos políticos ha tratado de apropiarse de los valores que destila, a su gusto. Para los conservadores, el valor. Para los progresistas, vivir ilusionado, el candor, hacer posible lo que parece imposible. La utopía que conquistar. La lucha que expone el Quijote es la pelea entre el idealismo (progresistas) contra el pragmatismo (conservadores). Sus extravagancias tienen que ver con su incapacidad para aceptar una vida que no sea excepcional, es decir, hacer realidad la vida de sus sueños. Quijano no soporta malvivir aburrido y amargado en su hacienda. Leer es acabar las hipotecas y entrar en el mundo de la ilusión.

Prestigiar lo desprestigiado 

El filósofo Manuel Cruz cree que tiene una universalidad tan desbordante que nadie puede apropiarse de la obra de Cervantes. “No es un autor rentabilizable, porque estos personajes deben jugar a favor de uno y en contra del enemigo. Otra cosa es que pueda lanzarse contra el conflicto lingüístico”, añade. Para la escritora Marta Sanz “las grandes obras tienen la peligrosa propiedad de que, más allá de lo que hayan querido decir en su contexto histórico, cada época y el discurso de poder de cada época puede apropiárselas como quiera”.

Cervantes tomó el Congreso por unos minutos hace dos años. Efe

El fin, para la autora de Clavícula (Anagrama), es “prestigiar un discurso político desprestigiado con referentes simbólicos prestigiosos”. “Pero todo es muy raro, porque parece que la literatura ya sólo funciona como arqueología o principio de autoridad, en lugar de funcionar como catalizador del pensamiento crítico y semillero de preguntas”, dice.

Cervantes forma parte de “los cuatro españoles verdaderamente universales”: Velázquez, Goya, Picasso y el escritor. Según este precepto patriota, leer a Cervantes es de buenos españoles, no tomarlo en consideración es renunciar a la tradición histórica. “Cervantes no es una figura arqueológica o de anticuario ni un santón para ponerse de rodillas, sino una figura unificadora”, explicaba a Lorena G Maldonado el filósofo Javier Gomá. Cuenta que el autor del Quijote es el consenso en tiempos de azote.

Cautivo de la política

En el campo nacional y lingüístico las fricciones se multiplican. Para la visión catalana, El Quijote no fue escrito por Miguel de Cervantes, fue escrito en catalán por Joan Miguel Servent, siendo la versión en castellano “una mala traducción” del original. Cinco años después, un grupo de estudiantes independentistas catalanes boicotearon un acto dedicado al escritor, en la Universidad de Barcelona, por considerarlo muy español para Cataluña.

La compañía de teatro Ron Lalá dio vida cervantina a los diputados, en 2016. Efe

Unos empleados de la Generalitat protestaron contra el “Estado maltratador” en una exposición dedicada al autor universal. Esta vez el independentismo defendía su imagen frente al 155, porque Cervantes “fue cautivo y perseguido por la justicia, crítico con el poder, tolerante con las personas diferentes y explícitamente respetuoso con los catalanes”.

Trapiello asegura que aquellos que boicotearon el acto en la Universidad de Barcelona al grito de “Fuera fascistas de la universidad” “actuaron en consecuencia". "A diferencia de Cospedal, que por lo que se ve no conoce muy bien el Quijote, pero lo admira, puesto que lo cita, los del escrache odian el Quijote. Y no es de extrañar: tras hacer el rídículo atribuyéndolo a un catalán, y ser el hazmereír del mundo, obran con el resentimniento y complejo propios del supremacistas: tratando de extirparlo de su cultura. Si pudieran lo quemarían. Les humilla ser tan poco al lado de un libro y un hombre, Cervantes, español, que son tanto y para todos. Prefieren Servent, una ficción, a Cervantes, un hecho. Y así con todo.Yo les comprendo”.

Los políticos tienen a citarlo, porque es una manera de ser españolista sin ser acusado de franquista”, dice José Luis González Quirós, profesor de Filosofía en la Complutense, y en el Instituto de Filosofía del CSIC, cree que “la debilidad de la identidad cultural y nacional española es una constante en más de un siglo y eso es consecuencia del fracaso de la ilustración”. El profesor opina que se acercan al libro porque se quieren asociar al “carácter de españolidad”.