“Comprendí / que cada edad / produce un exceso, / una esperanza / hecha de mínimos / que asciende o fracasa / por el resto, / y que la familia socialista / ya contaba con mi decepción”. Son los últimos versos del poemario La familia socialista (La Bella Varsovia), en los que Fruela Fernández (Asturias, 1982) reflexiona sobre el mayor espacio de conflicto: la familia. Pero el autor se interesa en la decepción política. Trata de ponerle poética al desencanto político, sin caer en la decepción mortal.

“La decepción siempre estará presente”, cuenta a este periódico. “No hay que dejarse llevar por el entusiasmo sin freno ahora que están en el Gobierno. Hay que pensar que el PSOE siempre ha tenido ese componente de decepción con sus votantes y simpatizantes”. Fernández desvela la distancia insalvable que lo separa de sus abuelos. Ellos creen a ciegas en la política, en la lealtad a un partido y en la fidelidad. Él, no. “Debemos permanecer siempre conscientes en la autocrítica, que impide caer en el entusiasmo”.

Aunque hay claves que no se ven alteradas, como la ética de la redistribución de la riqueza y la igualdad, su generación demuestra que “la fidelidad al partido se ha roto”. “Nuestra visión de partido es muy distinta a la de nuestros padres y abuelos. Hemos desarrollado desconfianza ante la política. No creemos en ellos. En muchos aspectos morales sí estamos de acuerdo, pero no en cómo llegamos a ello. Creo que ellos confiaban más en que la sociedad iba a funcionar por sí misma, pero nosotros ya asumimos que las decisiones del poder no son infalibles ni exentas de interés. Además, sabemos que la sociedad no sólo no funciona, sino que está a punto de romperse”, añade.

El poeta asturiano Fruela Fernández. Laura Rosal

Esto no convierte a Fruela Fernández y su poemario en un punto muerto. Simplemente es el desencanto de un proyecto que precisamente ahora vuelve a auparse, con nuevos gestos. “¿Sacar a Franco del Valle de los Caídos? Es una decisión valiente y necesaria. Es un buen tanto en las guerras culturales. Pero no es suficiente ser valiente en las guerras culturales, hay que ser valiente en las guerras económicas, que son las que nos matan”. Avisa de no perderse en el entusiasmo de abanderar y aplaudir las guerras culturales, porque los tantos se marcan en otro campo.

Lamenta el complejo de superioridad que la nueva generación política ha tenido con sus padres, que han sido considerados un error. “Se equivocaron y nos equivocaremos, pero hay que dejar registro de lo que acertaron”. El desencanto es obligatorio, pero no definitivo. Por eso Fernández reclama seguir, continuar y aprender para mejorar, no para renunciar a todo. “El 8M ha sido la mayor movilización política en este país desde el No a la guerra”.

Mientras hubo PP y crisis hubo movilización, pero ¿qué pasará ahora? ¿Desmovilización? “Hay que tener mucho cuidado con el PSOE porque te camela. El equipo de Sánchez ha tomado toque claros del ideario de Podemos, como la feminización. Ahora hay que ver si la feminización es equiparable a feminismo”.