Orgullosos, falsos, rapaces, vanidosos, marranos, crueles y sangrientos. Así veían en la Italia prerrenacentista de la Baja Edad Media a los españoles, un pueblo considerado “impuro” por su exagerada propensión a los deleites de la carne y la galantería, además de “inferior” tanto religiosa como racialmente. España era, antes del descubrimiento de América, el fin del mundo, el país de las columnas de Hércules, “el último rincón de un inmenso palacio”; los italianos, por su parte, proclamaban categóricamente su condición de “salón principal y emporio del universo entero”.

Fue ahí, en la Italia de los siglos XIV y XV, donde el historiador sueco Sverker Arnoldsson, cuyo estudio Los orígenes de la Leyenda Negra española (El Paseo), se reedita ahora en castellano, sitúa el nacimiento de ese relato propagandísitico antiespañol que se ha terminado convirtiendo en un concepto histórico. Esta visión contrasta con la mayoría de autores que han investigado sobre el tema, quienes localizan el origen de la leyenda negra en los Países Bajos durante el reinado de Felipe II, en el s. XVI.

Arnoldsson afirma que los italianos manifestaron una “actitud hostil” frente a los españoles durante la Baja Edad Media y el Renacimiento como consecuencia de las relaciones personales, económicas, políticas y culturales entre ambos pueblos. Dichas rencillas se abrieron, en primer lugar, a partir de 1300 con la irrupción de los mercaderes catalanes en los intercambios comerciales entre Occidente y Oriente en el Mediterráneo. Esto significó que las principales ciudades marítimas italianas Génova, Pisa y Venecia viesen amenazado su dominio y comenzasen a calificar a estos intrusos de avariciosos e informales, además de atribuirles una “astucia infame”.

Pero existen también otras ideas desfavorables que ayudaron a conformar la versión italiana más antigua de la leyenda negra: la intervención y conquistas de los príncipes españoles y sus bandas de guerreros en la península Apenina, la emigración de las meretrices ibéricas a Italia o la asociación de los españoles con elementos africanos y orientales y la influencia judía e islámica en su cultura. Los pontificados de Alejandro VI y Calixto III, ambos valencianos, también provocó un aumento del temor que tenían los italianos ante la posibilidad de perder esa batalla económica.

De enemigo comercial a dominador militar

Basándose en fuentes primarias y relatos de otros investigadores, el historiador sueco describe un cambio de opinión de los italianos del siglo XVI respecto a sus antecesores. En esta versión más moderna de la leyenda negra, el desprecio hacia los españoles evoluciona de la amenaza comercial a la del poderío y la dominación militar. Los saqueos de Prato (1512) y Roma (1527) son dos acontecimientos que extienden la visión de que los soldados españoles eran los más crueles y bárbaros. “De todas las partes de Italia hay noticias sobre violencias con la población, tanto durante la guerra como por asaltos nocturnos en las calles”, señala Arnoldsson; aunque, para derribar este mito, matiza: “Todo ello son faltas que han cometido en todos los tiempos soldados acantonados en un país extranjero”.

El largo dominio español en Italia durante el siglo XVI provocó una desconfianza general en los habitantes del sur de la península Apenina y las islas mediterráneas. La investigación del historiador sueco explica que el origen de esta sensación nace de un “complejo de inferioridad nacional, en el sentimiento de que ya no eran señores en su propia casa. Con Felipe II la monarquía europea de Carlos V llega a ser un imperio castellano y los italianos empiezan a sentirse vasallos, no ciudadanos”. Para Arnoldsson y otros estudiosos, sin embargo, el dominio español de Italia fue una suerte de sacrificio para proteger a los vecinos mediterráneos de la amenaza musulmana.

El humanista napolitano Antonio de Ferraris es uno de los críticos más fervientes de esta época: “¿Qué hemos aprendido de los españoles? Literatura no, arte militar o leyes tampoco, ni la navegación, ni el comercio al por mayor, ni pintura, escultura o agricultura. En cambio: la usura, el robo, la piratería, el servirse de asesinos profesionales, falsedad o la pederastia, sí”, escribía en su obra De Educatione. Pero el vicio capital que los italianos del siglo XVI atribuían con más frecuencia y unanimidad a los españoles es la soberbia.

Ya no era el temido mercader catalán quien representaban a la Península Ibérica en Italia, sino un quijotesco soldado y funcionario de nacimiento noble, en su mayor parte hidalgos con raíces en Castilla, de recursos ineficaces y ridículos. “Cataluña fue eclipsada por la Meseta y por Sevilla, la España mercantil por la España militar”, escribe Arnoldsson.

Italia y Alemania, influencia para el odio de los Países Bajos

En Alemania, el odio hacia lo español puede situarse en una época más exacta: en torno a 1550. Según el historiador sueco, la versión de la leyenda negra alemana se debe principalmente a dos motivos: la oposición de religiones protestantismo contra cristianismo y la guerra que esto desencadenó especialmente la de Esmacalda, por una parte; y la disparidad y la inquina racial entre los germanos y los latinos, por otra.

Sin embargo, hay otro factor curioso que Arnoldsson señala como “lo que más ha contribuido a dar a los alemanes” una idea desfavorable sobre los españoles: el Camino de Santiago. Las “desagradables experiencias” de los peregrinos teutones (comerciantes, mineros y turistas distinguidos) en sus andanzas hasta la Plaza del Obradoiro contribuyeron a la consolidación de un relato oral en el que los españoles eran juzgados como ingenuos, torpes y groseros. Si la hispanofobia en Italia se vincula al desarrollo del humanismo, en Alemania encontró su eje central en el nacionalismo luterano.

Tradicionalmente, la versión oficial de la leyenda negra española, cuyo principal divulgador es Julián de Juderías, se ha asociado a una serie de factores principales: el odio contra Felipe II y contra la hegemonía española durante la época de los Habsburgo; las guerras religiosas y la Inquisición; la expulsión de los judíos en 1492; la envidia producida por el oro que los españoles obtenían de América; y la creencia de que los españoles en general despreciaban las “artes útiles”.

Con su investigación, Sverker Arnoldsson aporta una visión fresca y diferente en la que se pretende demostrar “cómo todos los rasgos del carácter nacional que en los decenios próximos a 1580 se presentan como típicamente españoles, también han sido usados en la literatura italiana y alemana ya en la época de los Reyes Católicos y en la de Carlos V”. Es decir, la variante neerlandesa de la leyenda negra, la más reconocible, está fuertemente influida por Alemania y, especialmente, por Italia. La historia nunca deja de reescribirse.