Arcadi Espada es un hombre finísimo, irónico, inusitadamente bronceado en los días de lluvia. "¿Ha estado tomando el sol?", le pregunto. "Estuve jugando al rugby", concede, muy sonriente, mientras vuelan bajo los cuchillos. Es un tipo divertido, de una exquisita mordacidad que se canjea, a ratos, en crueldad bien explicada -mejor dicho, bien escrita-: una chuchería para los que creen que una prosa brillante justifica siempre su fondo. Ahora presenta Un buen tío. Cómo el populismo y la posverdad liquidan a los hombres (Ariel), una defensa de Camps y una cruzada contra la presunta mala praxis de El País al respecto del caso de los trajes.

Entrevista a Arcadi Espada Silvia P. Cabeza

Dice que el periodismo ha convertido a Camps en un cadáver."Un cadáver absuelto", puntualiza. Por ahora, habría que añadir, teniendo en cuenta que el valenciano abraza tres procedimientos abiertos. Son las nueve y media de la mañana en un hotel de Recoletos y Espada aún ensancha el ánimo para encaramarse a una batería y golpear sus platillos con dos ejemplares de su libro, como un heavy de la letra. Hasta que el camarero viene a decir que alguien se está quejando del ruido, sin que a Arcadi le achante. No conoce el sonrojo: esa es una imagen poética de sí mismo. "Todos tenemos privilegios. Tú, por ejemplo, tienes ahora el privilegio de entrevistarme a mí". Ya ven. 

A día de hoy, ¿cree más en la justicia, en el periodismo o en ninguno de los dos?

No se trata de creer. Tengo una visión siempre muy laica de las cosas, y también de la justicia y el periodismo. La justicia y el periodismo cometen errores con frecuencia, y una manera de que cometan menos es denunciarlo. El periodismo está poco acostumbrado a pedir perdón, y eso que critica con mucha afición todo lo demás. Es una de las profesiones que tiene menos capacidad de autocrítica. Y una de las profesiones, por cierto, a las que le suelen salir bastante baratos sus errores. No como a los jueces cuando prevarican o hacen su trabajo mal, o los médicos… los errores de los periodistas les suelen salir gratis. Y en contra de lo que se piensa, el periodismo es una profesión peligrosa, como muestra este libro y el caso del señor Camps, destruido básicamente por un uso muy mediocre de nuestro oficio y por el periodismo judicial, que es un grave problema de las sociedades occidentales.

¿La solución para controlar las malas praxis sería eliminar el periodismo judicial hasta que no exista una sentencia firme? ¿Cree que no habría que ir informando de los procesos? En el libro dice que en España, “ser acusado” equivale a “ser condenado”.

Más que partidario de grandes soluciones generales que estén escritas en grandes y enfáticos reglamentos, soy partidario de que los periodistas reflexionen bien sobre lo que hacen. Hay un momento del libro en el que digo que los periodistas son como niños en posesión de bombas, y creo que es así, francamente: creo que la preparación intelectual y moral de los periodistas es muy inferior a la que necesitan para ejercer un trabajo que tiene una gran responsabilidad social. Yo creo que los periodistas tenemos que publicar la verdad de las cosas, pero a veces nuestra profesión nos obliga a un work in progress.

La verdad no está todavía hecha, no está todavía acabada. Y ese momento es peligroso, porque ahí se decantan las imágenes del culpable o del inocente y cuando se tiene que tener exquisito cuidado para tratar a todo el mundo por igual, ecuánimemente. La verdad no existe aún, sólo existen versiones de ella, y todas las versiones se han de publicar. La mayor parte de las primeras versiones que se publican sobre personajes públicos son las versiones de la acusación, que ya decantan e influyen de una manera inexorable en el resto del proceso.

Habla de 169 portadas de El País sobre Camps y el caso de los trajes. ¿Qué le hubiera parecido proporcional para una acusación que a usted le parece nimia?

No tengo ni idea, pero me parece una barbaridad. En fin, que durante tres años apenas el diario de referencia de este país (en un momento en el que aún la prensa digital tenía una importancia relativa y el peso del periódico de papel era mucho más importante), y en plena crisis, se dedique a esto… en algún momento comparo: y hay noticias extraordinarias sobre el futuro del euro, y el mundo que se caía… y de repente otro día la noticia más extraordinaria para ellos es que Camps llama a Costa o que Costa llama a Camps. Qué singularidad, qué barbaridad.

Lo contextualiza en la irascibilidad por la crisis.

Seguimos en eso. Seguimos dando a relatos acusatorios y al populismo judicial un valor exacerbado. Sólo hay que ver cómo fue tratado el caso de la infanta, para poner un caso posterior.

¿También es la infanta una víctima, una damnificada por el populismo judicial y el periodismo?

¡Por supuesto! Una víctima de primer orden, como Camps, de una cosa y de la otra. Dos grandes damnificados. Es que la igualdad ante la justicia consiste en que también los poderosos sean tratados como los débiles, no sólo que los débiles sean tratados como los poderosos. Esa es una lección que nos cuesta aprender, porque la voluntad inmediata de las personas es ponerse de lado siempre de los débiles, pero ser débil no significa tener razón.

¿Algún damnificado más de los últimos tiempos?

(Piensa).

Leí una columna suya sobre el marido de Juana Rivas.

¡Pero bueno! Claro. Ese fue un damnificado por suerte sólo del periodismo. Por cierto, hasta que yo publiqué, mal me está decirlo, una carta sobre ese asunto.

Menos mal que entró usted a poner orden, ¿no?

No creas tú que el sentido de la responsabilidad no pasa por sentirse imprescindible alguna vez.

Bueno, a partir de este caso concreto, donde se habla de Camps y El País, hay una reflexión global. Pone el foco en el mal savoir faire del periodismo, en sus “cazas” particulares y en sus herramientas para destruir a los hombres. Después de este desdeño al oficio, ¿sigue considerándose periodista?

¿Por qué me iba a dejar de considerar periodista?

Dígamelo usted. Hay un descreimiento.

Justamente, hace ya tiempo que me dedico al análisis de lo que hacemos porque creo que no se puede ser periodista en este tiempo sin incluir en tu trabajo la trazabilidad de las informaciones propias y ajenas. Es muy importante que el mensaje periodístico sea transparente en el sentido de decir “yo he obtenido esto de esta manera, con esta gente”, cuando la gente se puede identificar. En este libro hay fuentes que no han querido ser identificadas, por razones obvias, y de ahí que yo en la nota preliminar asuma la responsabilidad de lo dicho, no la endilgue a fuentes cercanas o fuentes solventes, etc. Eufemismos que los periodistas utilizamos para descargar la responsabilidad en supuestos sujetos presuntamente existentes. Yo soy un periodista.

¿Cree que puede haber una mirada reprobatoria por parte de algunos compañeros de oficio?

Yo esto lo tengo muy amortizado. Llevan mucho tiempo los compañeros quejándose cuando alguien, no yo, les critica. Pero son gente que… ¡es sorprendente!, insisto, porque acostumbrados a pulverizar la vida de los otros con gran frialdad, asumen muy mal la crítica. En estos últimos tiempos observamos grandes discursos de la posverdad. Desde el punto de vista abstracto, el periodismo siempre es autocrítico, utiliza grandes palabras… ahora, cuando se le encara ante un hecho concreto, sean los trajes de Camps, el 11-M o lo que sea, ¡bueno! ¿Qué pasa? ¿Todas estas grandes palabras no hay que bajarlas al pasto, y analizarlas? Yo creo que sí y trabajo sobre ese asunto: “Bajemos al pasto, veamos lo que pasa y cuáles son nuestros comportamientos”. Lo que se infiere de Un buen tío no es sólo una práctica profesional dudosa y negativa, sino francamente peligrosa.

¿No cree que la naturaleza del periodista es estar más del lado de la sospecha que del lado de la defensa del sospechoso? ¿No es así como se avanza, como se levantan alfombras; no es ese el impulso genuinamente periodístico?

Mira, está bien hecha esa pregunta porque es uno de los grandes, grandísimos errores de nuestro oficio.

Ah, mire qué bien.

(Risas). Sí, efectivamente. Es porque la sospecha tiene un gran prestigio. Porque mueve a la acción, es intelectualmente muy agradecida. Distrae. Nada más que las teorías de la conspiración son extraordinariamente seductoras, porque tienen una parte de ficción que embellece la realidad. Yo tengo una discrepancia con mi personaje que se pone de manifiesto a lo largo de la lectura del libro bastantes veces. Él cree ser víctima de una conspiración política y tal. Yo no he encontrado pruebas de eso. Creo que es víctima de otras cuestiones más jodidas y dañinas: la pereza, la inercia, el sectarismo, el mal trabajo, etc. Y luego el azar, que trabaja a favor del mal muchísimas veces.

Camps está imputado en dos procedimientos de la Fórmula 1, por corrupción. La semana pasada se le imputó por prevaricación, falsedad y malversación en la visita del Papa. ¿Seguro que Camps es "un buen tío"?

Sin ninguna duda. Esos procesos… yo conozco bastante bien el asunto de la Fórmula 1. Quiero, de todas maneras, hacer una puntualización importante: este libro se ocupa de un caso y del hombre en la medida en la que participa en ese caso. Ahora bien, yo no tengo ningún inconveniente en poner la mano en el fuego por Camps por esos asuntos que me has dicho, esas nuevas imputaciones. Conozco el caso de la Fórmula 1 porque lo he estudiado y sé, por ejemplo, que el fiscal que lleva este asunto es un curioso personaje cercano a lo grotesco, que tiene que utilizar Google Translate para traducir una declaración, y traduce “no” por “sí”. El problema no es que utilice Google Translate, es que lo traduce ¡mal! Es un pequeño ejemplo de cómo está construido este caso de la Fórmula 1, totalmente risible. En cuanto al caso de la visita del Papa, bueno, en fin, desconozco por qué Camps está implicado en este asunto, no conozco el auto y no puedo hablar de ello, a excepción de una cosa. Cuando viene el Papa, para pagar ese viaje, la Iglesia crea una fundación y en esa fundación (para presumir, para poner lacito a las instituciones, Generalidad, Ayuntamiento…) se nombra presidente de honor al señor Camps y al señor arzobispo. Eso es todo.

Arcadi Espada tocando la batería con su propia obra. Silvia Pérez.

¿Sabe qué ocurre? El título, el “un buen tío”, se refiere a un ser humano completo. Es como decir “todo este tío es bueno”.

Si quieres… sí, Camps es un buen tío.

Me sorprende el confiar tan abiertamente en alguien, en cualquier caso.

¿Tú no confías en gente, en tu vida? ¿Nadie, nadie? ¿Una madre, un amigo, un político, alguien del mundo cultural…?

Una madre. ¿Entonces diría usted que Camps es su amigo?

No. Camps no es mi amigo porque evidentemente esa es una palabra que no se puede utilizar de manera indiscriminada, pero le he conocido profundamente durante estos años y me parece un político honrado, inteligente y trabajador. Y muy por encima de la media de los políticos españoles, y eso lo digo con toda tranquilidad.

Quizá la media no está muy alta.

Sí, es posible, pero es nuestra media, ¿sabes? Como en los periodistas.

Lo que puede ser impopular de este libro es que se haya buscado un damnificado que ha tenido acceso al poder, y, por tanto, más posibilidades de abusar de él. Si fuese un ciudadano de la calle, sin privilegios, quizá recibiría más simpatía, o menos desconfianza.

Ah, pues no sé de dónde sacas esta teoría tan curiosa, porque las personas, cada una a su nivel, son capaces de hacer las máximas atrocidades. Evidentemente, el que tiene a mano una cartera ajena de un millón de dólares, pues se la lleva, pero el que tiene a mano una cartera de cien, también se la lleva. La naturaleza es la misma, con independencia de que el grado del delito sea mayor por la cantidad sustraída. Quiero decirte: no porque las personas tengan acceso a responsabilidades importantes hay que desconfiar de ellas. Creo que las personas que tienen acceso a responsabilidades, justamente han pasado por un proceso de mérito, en general, en las sociedades, que ¡hombre!, nos tranquiliza. A mí por ejemplo que la señora Ada Colau sea alcalde de Barcelona me parece una gran sorpresa, pero sobre todo en términos de mérito. Porque los méritos de Colau para ser alcalde de Barcelona es una especie de rap que iba cantando por ahí con una capa mientras agitaba a las masas desahuciadas.

¿Podría defender a Colau en un proceso similar al de Camps, si se diera?

No podría, me encantaría hacerlo. Porque evidentemente, los periodistas tenemos que ser capaces de defender la objetividad y la verdad con independencia de nuestras convicciones. Y muchas de las convicciones del señor Camps no son las mías, no forma parte del perfil intelectual o moral que es el mío, tampoco se da en el caso de la señora Colau, a la que yo acabo de citar, qué tiene que ver. Yo no defiendo a Camps por ser una persona religiosa, porque yo no lo soy, pero defiendo a alguien que ha sido cazado por los periodistas y la justicia de este país de una manera vil e injustificada.

¿Qué hará usted si finalmente Camps sale condenado en uno de los procedimientos por corrupción que tiene abiertos?

Pero vamos a ver, primero: yo no hago una causa general de bondad, ¡já!, sobre el señor Camps. Yo creo que el señor Camps es un hombre bueno, pero este no es el objetivo…

Pero el título.

Si a ti el título te cuesta tragarlo, te lo soluciono inmediatamente. Si el señor Camps es condenado en algún proceso de los que conocemos, Arcadi Espada dice que será injustamente. Ya está. Más claro, el agua.

Me ha quedado clarísimo, sí.

No tengo nada más que decir. Yo dudo mucho, dudo profundamente, por el bien de la justicia, digamos, que alguno de estos procesos lleguen ni tan siquiera al procesamiento. Pero si llegaran y fuera condenado, te lo digo: yo digo que será injusto.

Ojalá alguien confiara en mí como usted confía en Camps.

Vamos a ver, Lorena, si nos explicamos, porque esto, como comprenderás, me pone en una situación complicada si no se entiende lo que quiero decir. Yo no hablo nunca de cosas inmateriales, porque no hay nada inmaterial en la vida. Yo no hablo de la confianza que yo le tenga al señor Camps. Yo hablo de hechos: yo conozco el caso de la Fórmula 1 por los hechos, no porque yo confíe en el señor Camps. Eso es completamente secundario. Mi experiencia, basada en los hechos de los que se acusa en estos momentos al señor Camps, me lleva a decir por deducción lógica de la inteligencia humana, que no hay nada que pueda condenar en ellos al señor Camps. No es una creencia, ¿eh? Es una derivación lógica de componentes perfectamente materiales del asunto. Insisto: Un buen tío no se ocupa de esto, porque ni siquiera es la biografía del señor Camps.

El 26 de septiembre de 2009, El País publicó el informe policial que detallaba conversaciones grabadas entre miembros del PP y de la trama, con autorización judicial. Hay algunas muy esclarecedoras entre David Serra, vicesecretario de Organización del PP, y Álvaro Pérez (“amiguito del alma”, apodado “El Bigotes”), donde parece que Camps está informado de la financiación ilegal del PP. ¿Qué le dicen a usted estas conversaciones?

El Tribunal Superior decide que esas sospechas no pueden incorporarse a la causa, porque no pertenecen al mismo racimo de hechos y causas. Pero son investigadas, y el resultado se está dirimiendo ahora en la Audiencia Nacional. El caso está perfectamente investigado, junto con esas conversaciones a las que te refieres, concretamente ésa de David Serra y Álvaro Pérez (al que yo prefiero no llamar “El Bigotes”, porque no me gusta llamar a la gente por los alias que les ponen los otros). Son unas conversaciones que si quieres nos podemos extender sobre ellas, porque son una de las maravillas del periodismo transcriptor. ¿Te interesa esto?

Por supuesto.

Esa conversación se produce en un momento en el que el señor Álvaro Pérez está desesperado porque no puede cobrar, porque tal… esas cosas. Entonces le han pedido que lleve unos documentos al Tribunal de Cuentas (que investiga la financiación del Partido Popular). Entonces “El Bigotes”, como tú dices, le dice a David Serra: “Es que tal, pues que sepas que le voy a decir al presidente que...”, más o menos. Y dice: “Por si alguna hija de puta le calienta la cabeza”… Álvaro Pérez tenía dos hijas de puta. Una se llamaba Nuria Romeral, que era la jefa de prensa de Camps, y otra era Ana Michavila, que era su jefa de gabinete. Estas dos impedían, a decir de Álvaro Pérez, su penetración franca en el entorno de Francisco Camps y en el entorno de la Generalidad, para hacer negocios. Entonces les tenía una ojeriza tremenda, porque eran como dos aduanas firmes. Y se refiere a ello: “¡Ya verás cómo le van a calentar la cabeza, pues yo por si acaso se lo voy a decir…!”.

Y David Serra le dice: “Che, pero si ése lo sabe todo”. Ese “lo sabe todo” es equivalente a: cómo no va a saber Camps, por Ana Michavila y por Romeral que el Tribunal de Cuentas le ha pedido la documentación. Pues ese “lo sabe todo” se convierte, en el diario El País, en que Camps está al tanto de toda la financiación ilegal y de todo. Es una cosa tan absolutamente burda. Si esto lo hiciera el Mirror, o algún tabloide, digamos… pues diríamos: es normal, en fin. Pero que lo haga el periódico que en teoría actúa como el periódico de referencia de este país, que interprete de esa manera torticera y absolutamente pueril esa conversación… me parece que habría que pedir responsabilidades. Ese “lo sabe todo” significa que el señor Camps es el jefe de la banda, señalan. Pues no. Significa, precisamente, todo lo contrario. Es que hay que escribir libros, Lorena. Porque cuando uno escribe libros, llega a las cosas de una manera abierta, ¿no? No por los titulares.

Entiendo.

Me parece muy bien.

Arcadi Espada. Silvia Pérez.

En la introducción del libro también hace referencia a las declaraciones de Ricardo Costa y de Álvaro Pérez ya en 2018, durante el juicio por la financiación ilegal del PP. Dejaron recadito para Camps.

Vamos a ver, hay un párrafo en el prólogo que da cuenta de los últimos incidentes respecto a la declaración del señor Ricardo Costa en la Audiencia Nacional. En esa declaración, Costa asumió que él estaba haciendo cosas irregulares… asumió de una manera curiosa pero que no viene el caso explicitar porque está juzgándose… y dijo que el señor Camps estaba al tanto de eso, de la financiación irregular del partido. Y ya está, ¿no? Y eso, ¿cómo se llama en periodismo?

Dígamelo usted, ¿no? Que para eso sabe más.

Pues es periodismo de declaraciones, y siempre clamamos contra ella. “El periodismo de declaraciones está infectando nuestro oficio”, decimos, siempre y cuando no hablemos de declaraciones concretas, ¿eh? Los periódicos le dieron un gran espacio simbólico al tratamiento que había hecho Costa de su jefe, pero lamentablemente Costa no aportó una sola prueba de que eso fuera cierto. Como el periodismo siempre sabe distinguir entre valencianos y madrileños, que es una cosa muy interesante de este libro. Cuando lo leas te darás cuenta de hasta qué punto influye en la médula de esta historia… pocos días después, el señor Granados dijo algo parecido de Cifuentes, presidenta de la Comunidad de Madrid. Dijo que también estaba al tanto. Y entonces los periódicos de Madrid reaccionaron de una manera muy distinta, diciendo “el señor Granados acusa a Cifuentes sin pruebas”. ¡Amigo!

Cree que hay ahí una suerte de xenofobia.

¡Hombre! Es evidente. Igual xenofobia es una palabra muy grande, pero es esta especie de cosa del valencianito, ¿no? El valenciano tiene un doble problema: tiene a los madrileños, que son así: “Estos de provincias…”. Son mucho más arrogantes y menos simpáticos de los que parecen; y luego tiene a los otros, a esa panda de corruptos institucionalizados que son los catalanes, ¿no? ¡Oiga! Entonces el pobre valenciano dice: “no soy ni catalán ni madrileño, que son las dos únicas cosas serias que se puede ser en España, al parecer”. Y pasa lo que pasa. A Camps se le machaca de manera vergonzosa cuando Costa hace esa declaración, por cierto, desmentida por su número dos pocos días después, sin que ningún periódico pusiera esas declaraciones al mismo nivel que las de Costa… también merecían crédito, al fin y al cabo era el número 2 del señor Ricardo Costa, ¿no? Digo yo. Parece elemental. En fin, así podríamos estar toda la vida.

¿Qué hay de la amistad entre Camps y el juez de la Rúa?

Una buena amistad institucional.

Y el Consell de Camps regalándole electrodomésticos a de la Rúa.

¿Electrodomésticos?

Sí.

Eso sí que sería… ¿qué le ha regalado, una nevera al señor de la Rúa?

Obras de climatización y electrodomésticos. Lo publicó El Mundo, el periódico en el que usted escribe, en 2016.

¿Pero que Camps fabrica neveras?

No, es un detalle pagado con dinero público.

No tengo la menor idea. Neveras… ¡a ver! O un microondas (risas). A ver, el señor Camps lo único que ha hecho con el señor de la Rúa es una cosa un poco fea… para algunas mentalidades, pero te la voy a decir. Ha comulgado. Han comulgado juntos.

Muy íntimo.

Ya ves. Son los dos clientes y han coincidido en la iglesia. ¡Ahora, no sé si saliendo de la iglesia fueron a mirar una nevera…! (Risas). O tenían las hostias en la nevera para climatizarlas.

En el libro también cuenta cómo Rajoy avisa a Camps, un viernes, de que el miércoles el Supremo iba a reabrir “el asunto”. También cuenta cómo Camps llama a Dívar, presidente del Tribunal Supremo, para echarle la bronca, y después Rajoy regaña a Camps: “Así no se le habla a un presidente”. ¿Cree que los ciudadanos debemos tolerar estos conchabeos entre el poder político y el judicial, estas llamadas y estas confianzas? ¿No habla mal esto de la separación de poderes en nuestro país?

Me enternece que me digas esas cosas, siempre me enternece ver a un periodista diciendo “que haya filtraciones atenta contra la separación de poderes”… excepto si las filtraciones las controlamos nosotros, ¿no? Porque nosotros nos enteramos a veces de que un tribunal va a fallar en un sentido o en otro y le llamamos “gran exclusiva”. No creemos que estemos haciendo mal nuestro trabajo.

Pero nosotros no estamos involucrados en el proceso ni puede afectarnos. Ahí está el punto. Cómo va a ser igual de grave.

No, no, si yo no digo que no sea grave. Los periodistas nos enteramos de cosas por indiscreciones, ¿estás de acuerdo? Esta indiscreción de que Rajoy llame a Camps y le diga “me parece que van a reabrir”… de esto vivimos nosotros, ¿vale? De estas indiscreciones. Porque te digo una cosa: la mayor parte de las veces, los orígenes de las grandes filtraciones periodísticas no son judiciales, sino políticas. Viajan a través de.

Evidentemente, que el presidente del Gobierno tenga susurros como los tiene un periodista de lo que va a dictar un Tribunal, pues hombre, igual lo lleva a juicio, porque en esta España ya no se sabe exactamente qué te puede llevar a juicio… pero a mí me parece que forma parte de la lógica de las cosas. Lo que me preocuparía es que tuviéramos pruebas de que el señor Rajoy influyera sobre las decisiones de los jueces e intentara cambiarlas. Pero creo que justamente lo que le dice al señor Camps prueba que sus influencias respecto a los jefes, al parecer, no son muy poderosas.

Pero que Camps reprendiese a Dívar…

Eso es otra cosa.

Claro. Es que hay un acto de superioridad ante la justicia.

El señor Camps, desesperado por considerarse víctima de un tratamiento injusto, evidentemente, coge el teléfono y llama a Dívar. Eso está mal, seguramente. Sí, sí. Lo hace, ¿y? Lo hace no para quejarse de algo que está en trámite, sino de algo que ya se ha producido. La absolución del señor Bono por un caso parecido al que a él le ha llevado a la ruina.

Es el uso de un privilegio. Si a mí me condenaran, tal vez injustamente, no puedo llamar al presidente y decirle: “Oiga, qué pasa con usted”.

Claro, claro. Es que la gente disfruta de privilegios. A mí, por ejemplo, me invitan al teatro muchas veces. Y al fútbol. Florentino Pérez me invitó al palco de Bernabéu. Soy un privilegiado. Tú por ejemplo tienes ahora el privilegio de entrevistarme a mí.

Y además es un gran privilegio.

Claro. Imagínate la gente de la calle. ¡Todo el mundo querría tener una conversación conmigo…!

Es eso. Pero sólo yo estoy aquí ahora mismo. Tengo una suerte…

La vida es una desigualdad permanente. Ya lo dice Piketty. Una desigualdad horripilante.

¿No cree que es peligroso tener deudas con la gente? Este tipo de amiguismos...

¡Pues claro que es peligroso tener deudas! Claro que el señor Camps hace algo que no debe cuando llama al señor Dívar, y claro que todos hacemos cosas que evidentemente son cosas que, en fin, no podrían presentarse siempre delante de los demás para recibir un escrutinio permanente y profundo. Naturalmente. Esa es la vida de los hombres.

¿Cree que Rajoy está sometido a algún tipo de “caza”? ¿Se le está intentando pillar judicialmente y no acaban de atraparlo?

(Ríe). Si está sometido a algún tipo de caza, es un genio. Porque lleva tantos años en la política… debe ser un hombre que si lo tocas, resbala. Es un genio de la huida si está sometido a algún tipo de caza. No, no lo creo.

Camps dimitió aún repitiendo que era inocente. No sé si cree que Rajoy debería dimitir.

¿Por qué debería?

Quizá por todo esto del "Luis, sé fuerte". O del "M. Rajoy". 

Es que el "Luis, sé fuerte" es un SMS, no una acusación. Creo que se ha formado un gran aparato retórico en todo esto. Ha sido analizado y vuelto del revés por la policía, fiscales y jueces. Y el señor Rajoy continúa sin ser imputado por el caso Bárcenas.