Cuando no le interesa abordar una cuestión espinosa -como si es cierto que El Corán permite pegar a la esposa- dice que la pregunta de la periodista "no eleva el debate". Si se le señala el machismo del islam, arremete con el del cristianismo, pero no aclara el que le compete. Es Saphia Azzeddine, una escritora musulmana que acaba de publicar un libro sobre la humillante situación de la mujer en el mundo integrista islámico -El viento en la cara (Grijalbo)-, aunque no parece encontrar dificultades en pintarle a su libro sagrado igualdad de géneros.  

En su anterior trabajo, Confesiones a Alá, describió el sufrimiento de una prostituta marroquí. Sin embargo, dice que reivindica su "derecho a no tener opinión" sobre la legalización de la prostitución. Tampoco la problemática del velo la aborda más allá del pasotismo. Azzeddine es una feminista light, una autora que no se embarra, que no se implica, que aborta la discusión intelectual cuando sospecha que su postura no va a llegar a buen término.

Es normal que sea best-seller en Francia, donde vive desde los nueve años (nació en Marruecos): entre la islamofobia alentada -tristemente- por el terrorismo y el buenismo de la izquierda -que no se atreve a criticar las grietas del islam-, su discurso, que no aterriza en ninguna conclusión, está en apogeo. En El viento en la cara cuenta la historia de Bilqiss, una joven viuda musulmana que se enfrenta a un juicio en el que está en juego su vida por haberse atrevido a ocupar el lugar del muecín a la hora del rezo. Cuenta con dos bazas: una, la de una periodista estadounidense obsesionada con su caso; y dos, la del juez, que acaba empatizando con la víctima. 

¿El islam y el feminismo son compatibles?

Evidentemente sí. Primero, porque el islam es laico, porque no hay clérigos en el islam y, por tanto, es absolutamente posible interpretar el islam como uno quiera. A partir de ahí, lo que lo convierte en peligroso, entre comillas, es que si cae en oídos malintencionados de hombres a los que les conviene denigrar a mujeres… llegamos a lo que estamos viendo hoy, por eso es muy importante, como en el caso de Bilqiss, reapropiarse de la religión y de Dios.

Supongo que con “el islam es laico” se refiere a su deseo de que se separen mezquita y Estado, porque de otra manera es contradictorio.

Me refiero a que no hay clero en el islam, no hay limitación de ningún tipo ni constreñimiento en el islam. Hay tantos islams como musulmanes hay. Es decir, todo depende de quién hace la interpretación de ese islam. Por eso todavía puede suceder que los musulmanes y musulmanas de hoy se reapropien del Corán y lo adapten a la época en la que vivimos, y lo reformen.

Entonces reformulo la primera pregunta. ¿El islam mayoritario y el feminismo son compatibles?

Yo soy un ejemplo de eso.

Los detractores del islam siempre citan el mismo versículo del Corán, el 34 de la Surah An-Nissa, que dice, respecto a las mujeres “aquéllas cuya rebeldía temáis, amonestadlas, no os acostéis con ellas, pegadles; pero si os obedecen, no busquéis ningún medio contra ellas. Alá siempre es Excelso, Grande”. ¿Es cierto que el Corán permita pegar a la esposa?

Una vez más es una cuestión de interpretación. Yo podría decir un montón de frases tremebundas de la Biblia, pero no voy a entrar en esa competición. En la Biblia, si buscas, puedes encontrar algo muy parecido, y eso no nos va a ayudar en el debate.

¿Qué opinión le merece el velo? ¿Es compatible con la libertad?

Me importa tres pimientos. No me hables de eso… me importa tres pimientos porque una mujer puede ir como quiera, si no es algo impuesto, el velo es una cuestión de la libertad de cada cual. Pero, a ver, vamos a tomar los dos extremos: Madonna medio en pelotas es tan machista como una mujer con velo, porque en ambos casos encuentras la huella del hombre. Ambas cosas responden a un deseo masculino. En un caso o en otro, esa imagen nos remite a una visión del hombre.

¿Cuál es, a su juicio, el punto medio que hay que alcanzar en una sociedad igualitaria?

Yo, a priori, no tengo ningún problema con los extremos desde el punto de vista de la vestimenta. Me da igual el punto medio. Si alguien viste de modo extremo porque le da la gana, estupendo. Quiero decir, no tenemos que ser todos iguales ni estar todos normalizados. Las diferencias me parecen bien.

La escritora musulmana Saphia Azzeddine. Grijalbo.

A usted la presentan como “musulmana y enormemente crítica con el integrismo islámico”.

Mi trabajo no trata en absoluto de la lucha contra el integrismo islamista, a mí lo que me interesa es la sociedad en su conjunto y el integrismo forma parte de la sociedad. He escrito tres libros y no todos hablan de eso. Mi trabajo consiste en contar historias, pero no en denunciar. Si quisiera denunciar, escribiría ensayos.

Pero estará de acuerdo conmigo en que desde la novela se pueden señalar grietas del integrismo, o, como usted dice, de “la sociedad”.

Por supuesto. Eso lo asumo totalmente.

¿Qué le parece el hecho de que cuando las mujeres occidentales vamos a ciertos países musulmanes se nos exija vestir cubiertas, e incluso llevar velo, pero no suceda así al contrario?

En mi infancia he visto a mujeres occidentales que no respetaban en absoluto la cultura marroquí haciendo, por ejemplo, topless en la playa delante de familias que no están acostumbradas a eso, o llevando shorts… y eso choca mucho a gente que no tiene esas costumbres. Así que… en fin, estas preguntas no elevan el debate, porque en realidad hay gente tonta en todas partes.

Entiendo. ¿Cree que las críticas de la sociedad occidental hacia el islam son injustas? Usted, para defenderse, ataca el machismo del cristianismo.

Olvidamos que España es un país donde mueren muchísimas mujeres por violencia doméstica, y es un país católico, y eso no se oye a menudo fuera. Para que olvidemos las cosas de aquí nos muestran o nos enseñan cosas peores fuera… tenemos que estar de acuerdo en esto, porque no es una cuestión de yo musulmana contra tú, no musulmana.

Estoy de acuerdo en que la situación de España respecto a la violencia de género es muy preocupante. Hablemos de la prostitución en Marruecos, un tema que aborda en su libro Confesiones a Alá. ¿Por qué se juzga a la mujer y al hombre, al cliente, se le absuelve o se es más benévolo con él?

Sí, eso es así, pero no debemos ceñirnos a la prostitución en Marruecos. En general es así en la prostitución en el mundo.

Entiendo, pero no es lo mismo que se dedique a la prostitución una mujer musulmana, como en el caso de su libro, que una desvinculada de la religión. Los conflictos serán diferentes.

(Silencio).

¿Cree que habría que legalizar la prostitución?

Yo soy escritora y novelista y no tengo soluciones. No es un tema que haya estudiado. Yo puedo sentir lástima por la suerte de las prostitutas y también de los clientes, porque viven en una miseria sexual total. Creo que todo el tema de la prostitución tiene que ver con el tema de la miseria. Pero, desde luego, si los políticos no han sido capaces de encontrar soluciones, no voy a ser yo quien las tenga.

¿Es una cuestión cultural? ¿Podemos revertirla mediante la educación?

Los hombres buscan simplemente esposas y madres. El hombre escoge entre la madre y la puta, y deberían aceptar que sus esposas también son mujeres sexuales. Si asumiesen esto, pues igual irían menos a las putas.

¿Cuál es el papel de la periodista estadounidense que ayuda a Bilqiss en la novela?

Leandra es una mujer llena de buenas intenciones, con una emoción demasiado inmediata y poco reflexiva… esas emociones que no exigen demasiada inversión por su parte, aparte de llorar. Leandra no tiene ni siquiera la humildad de comprender que en realidad no puede hacer nada por Bilqiss. Ella no es la heroína. Y no podemos hacer nada a corto plazo en pro de esas mujeres que sufren, y por eso Bilqiss rechaza su ayuda y además se niega a responder a la obsesión mediática que su caso genera.

¿Es inútil que se haga eco en las noticias?

Sí. Bueno, es que las mujeres musulmanas oprimidas son la obsesión mediática occidental… son como los pobres merecedores de nuestra atención. Hace diez años eran los negritos necesitados, y ahora hemos pasado a las mujeres oprimidas musulmanas. Por eso Bilqiss no quiere participar en su propio juicio-farsa y no quiere participar en la otra farsa, que es la ayuda occidental, la caridad occidental. Si Leandra realmente quisiera ayudar, debería impedir a su propio país que fuera a destruir el país de Bilqiss con falsas razones.

¿Cuál es la posición del juez del caso?

Es una posición estúpida, porque es un hombre enamorado y eso es lo que le hace humano. A mí me gusta el personaje por eso, porque tiene ese punto de humanidad, y oscila entre el respeto a la ley (que son leyes escritas por hombres y él es consciente de que esas leyes por definición son falsas e injustas) y entre el amor que él siente, que es justo y auténtico.

¿Cree que esa es la forma de efectuar el cambio? ¿Sobreponerse a las leyes? ¿Habrá una revolución feminista?

Habrá una revolución que será sanguinaria. Se hará mediante la violencia, porque seguro que mediante manifestaciones pacíficas y huelgas no se conseguiría nada.

¿Tiene posibilidades de vencer?

No tiene opción. No tiene otra alternativa.

¿Cómo vive, como musulmana, los atentados del Estado Islámico? ¿Ha sufrido islamofobia?

Yo no me veo, de entrada, dentro de la sociedad como musulmana. Yo me veo como ciudadana, con lo cual es como si estuviese mirando por una cerradura. No tengo anécdotas “como musulmana”. Para mí no significa nada la etiqueta de “musulmana”. Creo que vivo la islamofobia como tú, supongo, con rabia e indignándome con el racismo institucional. No quiero parcelar las indignaciones. Esto no se puede fragmentar.

¿Por dónde cree que hay que empezar a pelear contra este terrorismo? ¿Ve soluciones?

Hay que reaprender a hacer política más que a hacer guerras. Aceptar que Daesh o el Estado Islámico es el hijo monstruoso de Occidente y que a corto plazo no hay solución. No vamos a llegar a la paz, y, sin embargo, deberíamos reaprender a hacer la paz, entendiendo que la paz uno consigue hacerla con su enemigo, no con un amigo.