Al cumplir 16 años, el siglo XIX estalla en una voluptuosa y rebelde adolescencia. “Como el joven que ha sido maltratado por sus padres en la infancia y en cuanto alcanza raciocinio suficiente se rebela contra ellos, abandona el hogar y marcha en busca de los placeres que la vida le negó”. Cristina Morales (Granada, 1985) no estuvo allí, pero recrea el fango en el que quedó España tras la invasión napoleónica y el plan que en 1816 urdió un grupo de españoles para hacer de un reino un Estado liberal. La mayoría eran militares degradados.

Su tercera novela, Terroristas modernos (Candaya), no es una novela histórica. Tampoco lo fue Malas palabras (Lumen), con la que recreó un supuesto diario personal escrito por Teresa de Jesús, en 1562, mientras la autora del Siglo de Oro redactaba Libro de la vida. Entonces subrayó las virtudes feministas de una mujer valiente, ahora señala los defectos del Estado liberal en el que convivimos desde hace dos siglos.

“Esas admirables ansias de libertad necesitan, no obstante, de unos buenos tutores que las encarrilen, porque si algo podemos decir en descargo de los franceses es que nos han enseñado que la fuerza de la libertad es tan grande que puede acabar con ella misma”. Advertimos que no es un libro amable ni complaciente, que es un paso importante en la maduración de una de las trayectorias literarias con más margen de crecimiento. Que leer Terroristas modernos es un acto terrorista.

¿Por qué?

Porque es un deseo de indagación del Estado liberal burgués a finales del XVIII en España. Empecé a escribir esta novela hace diez años, cuando era estudiante.

¿Qué ha pasado en estos años?

He ganado en lucidez y he vivido un proceso de politización. Cuando empecé a escribirlo, la alianza indisoluble del Estado y el capital era sólo una sospecha, y a lo largo de la escritura de la novela se ha confirmado.

¿La escritora crece con la escritura?

Para mí la escritura es un acto de creación y de indagación. Pienso con los dedos, que dicen. El razonamiento lo hacía desde la misma indagación. Nunca dejé de investigar la documentación hasta que puse el punto final, y lo puse varias veces. Hace un año se la entregué a la editorial.

¿Qué tipo de archivos y documentos?

He consultado sobre todo la prensa de la época, que está digitalizada. La época de las Cortes de Cádiz fue muy rica en los pasquines y prensa.

¿Ha sido un proceso similar a 'Malas palabras'?

En este caso he acudido a interrogatorios de los individuos apresados, careos, hasta el boletín de la asociación de los Amigos de la agricultura para ver cuáles fueron las cosechas buenas y las malas. Me he preocupado más por los detalles. Debido a tantos personajes ha requerido más investigación.

¿Y qué es lo que ha confirmado?

A los estudiantes de Derecho y Ciencias Políticas nos enseñan que el Estado es una construcción política. Y hoy está tan naturalizada que perdemos de vista eso, que es una construcción. Nos quieren hacer creer que existe un divorcio entre los mercados y las instituciones democráticas. No es cierto y no estoy descubriendo América, pero parece que hay que descubrirlo cada día porque nos dicen que desde su creación están separados y no es así.

Cristina Morales publica su tercera novela: Terroristas modernos. Candaya

No se libra ni el comunismo.

El comunismo era capitalismo de Estado. El sistema estatal está determinado desde su nacimiento, ni el comunista más pintado puede presumir de vivir al margen de las reglas del capital.

Esta novela también forma parte del capital.

Sin duda. Los días que estoy de buen humor quiero pensar que es un artefacto que se ha insertado en la producción de la cultura y del canon establecido en el siglo XIX. En días de buen humor pienso que todas mis novelas participan de la novela, de ese lugar de prestigio, como artefacto y mercancía que es, pero que al ser consumida como toda mercancía produce un amargor inesperado. Eso cuando pienso que lo he hecho bien

¿Un artefacto terrorista?

Artefacto terrorista es la guillotina, no una bomba. Artefacto terrorista es el DNI. Esta novela está envenenada de lo no complaciente y del hecho histórico que retrata. A las novelas históricas que me acerco me doy cuenta que sobre el hecho histórico tratado suele haber cierto enaltecimiento o complacencia de hechos históricos reseñables. En Terroristas modernos nada de eso, hablo de patanes y pobres diablos. La novela también está mal escrita, no respeta la gramática y la sintaxis, los personajes no se dejan hablar. Cuestiona la propia estructura de la expresión, cuenta la historia a trompicones e interrumpe la transmisión del mensaje.

La novela habla de una fiesta.

La novela se transforma en una desacralización del Estado. Es una fiesta alcohólica, drogadicta y de ahí salen los prohombres que dirigirán la nación. La novela habla de jerarcas militares que se ponen en contacto con otros militares degradados. Uno de estos conjurados cree que es una buena ocasión para hacer pasta, y qué mejor que aprovechando el dinero que viene de las colonias. Con ese dinero comprar armas y hacer un fiestón.

¿De ahí la idea que la democracia moderna es un acto terrorista?

La democracia moderna es un acto de terrorismo contra los gobernados y el territorio que ocupan. Es el mecanismo de control más depurado de todos. La máquina violenta que es el Estado dentro de sus fronteras y fuera es la más depurada que ha conocido la organización humana. Desde finales del XVIII a nuestros días se ha ido perfeccionado.

¿Para mal o para bien?

Para mí, para mal. Para el que maneja las riendas de ese control para bien, porque está en una posición de privilegio que la explota. La democracia es válida para el enriquecimiento de una élite. Las preocupaciones de la élite no son las mías.

¿Y qué propondría?

Acción directa y autogestión.

¿Se considera utópica?

Todo lo contrario. Si me tuviera que definir sería pesimista con respecto a los ideales democráticos. Esto la experiencia lo demuestra, sin embargo el ideal es tan poderoso que es muy difícil de tumbar. Parece que el ideal puede más que la experiencia.

¿Existen 'terroristas modernos' entre nosotros, hablamos de personas entre la razón de Estado y el Estado de derecho, como el comisario Villarejo?

Cualquier primer ministro o presidente de Gobierno. Cuando yo hablo de terroristas modernos me refiero a los que forman parte del ente llamado Estado, que no puede pasar sin el capital. Creer que el terrorista es el comisario Villarejo es un modo de banalizar el problema. No podemos pensar que un policía corrupto es el responsable de todo. Porque un policía corrupto no es una excepción, eso es la norma.

¿Quiere decir que sólo hay policía corrupta?

Por estar al servicio del Estado. La Policía sólo es útil para el mantenimiento del control de las élites y de los propietarios. Sin ningún género de duda. Yo te hablo desde la moral del miserable, que es la que me permite sobrevivir en este mundo. El que tenga propiedades y pueda explotarlas tendrá otro parecer, pero no es mi lugar ponerme en su pellejo y no puedo defender sus razones.

Entonces, ¿diría que el presidente del Gobierno es un terrorista?

No diría eso, pero es alguien al servicio de la máquina de violencia que es el Estado. Por eso no es inocente. No lo hace por sueldo, sino por ocupar una posición de poder y privilegio. Rajoy, el que estaba antes y el que venga después. Rajoy es tan despreciable como cualquier otro presidente.

¿Cuál sería la imagen democrática de España?

Según ellos, la de la estabilidad. A mí ni me interesa el país. Querer meter a todo un país en un eslogan como “Marca España” es una tarea de los escaparatistas. Es un producto del escaparatismo, del capital, dirigido al turista, el último consumidor de este país. La Marca España como lugar de estabilidad o las basuras que se quieran se inventar. No podemos combatir el escaparate, con otro escaparate. No podemos dejarnos llevar por eslóganes. Hay que tirar la piedra y esconder la mano para poder tirar la mano.

Nadie está libre de los eslóganes.

Yo no confío en ninguna fuerza política actual.

¿Algún aprendizaje histórico con el que mirar el presente?

Son los años en los que se asientan los cimientos del Estado liberal burgués. No creo que esta novela dé una lección de Historia. No tengo una finalidad didáctica como autora y menos en esta novela, que fue escrita con pasión para que no hubiera distancia entre los personajes y la autora. Y por tanto entre los personajes y el lector. No creo que nadie pueda aprender nada de esta novela. Igual le enseña a ver en sus antepasados a gente que se expresaba de manera muy parecida a la nuestra. Por entonces aparece la palabrota “gilipollas”. Igual los que hayan depositado esperanzas en el liberalismo se sienten frustrados como les ocurrió a los de antes.

¿Prefiere la definición de novela histórica o la de política?

La novela histórica se refiere a un género muy concreto editorialmente. Pero esta novela no está en una colección de novela histórica, ni llega a los lectores de novela histórica. No creo que responda al modelo. Es más una novela de revisión crítica de la historia. Y todas las novelas son políticas, pero quizá lo haga más explícito, porque todos los personajes se debaten entre modos de ver la manera de organizar el mundo. La podemos llamar novela terrorista.

¿Novela terrorista?

No es la primera vez que se secuestran libros. Secuestraron una titulada Contra la democracia, sin autoría. Y apresaron a un montón de anarquistas por haber difundido ese libro, en la Operación Pandora [en 2014]. Así que cuidadito con hablar mal de la democracia. No se puede decir nada. Esto está cada vez peor.

¿Echa en falta más libertad de expresión?

Esto de la libertad de expresión es algo que otorga alguien, una ley que emana de una constitución, y ningún derecho es absoluto, de modo que no creo que debamos juzgar hasta dónde llega la libertad de expresión. No es mi problema, porque no voy a tener libertad de expresión si el poder no quiere.

¿Entonces?

La actitud es la de fundar un nuevo lenguaje que nos permita liberarnos de este lenguaje creado por las instituciones en el siglo XVIII y XIX, el lenguaje que habla del ciudadano, de las libertades, etc. No es algo que creamos nosotros en función de nuestras necesidades. Lo crean para nosotros, como si el expresarse no estuviera aquí antes de que ellos lo otorgaran.