El misterio sobre la evolución humana que más inquieta al paleoantropólogo José María Bermúdez de Castro (Madrid, 1952) no es el origen de bipedismo o cómo fue posible que nuestra especie poblase el continente americano, sino el inminente futuro que nos aguarda y si seremos capaces de enmendar un escenario crítico.

El doctor en Biología por la Universidad Complutense de Madrid, codirector de las investigaciones en el yacimiento de Atapuerca, primer director del Centro Nacional de Investigación de la Evolución Humana (CENIEH) y Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica en 1997, acaba de publicar Dioses y mendigos (Crítica), un libro que ofrece un iluminador repaso por los orígenes del hombre, la historia de la evolución y sus múltiples teorías. Un viaje científico y erudito en el que los interrogantes desbordan a las certezas.

El subtítulo del libro habla de "la gran odisea de la evolución humana". ¿Es realmente un milagro que nuestra especie haya llegado hasta la actualidad?

La verdad es que sí. Hemos pasado una odisea, siete millones de años de evolución de nuestra filogenia, y ha habido muchos momentos críticos en este larguísimo recorrido. Sencillamente, podíamos habernos quedado en el camino porque ha habido cambios climáticos, de ambiente, enemigos predadores en los ecosistemas… Muchas vicisitudes complejas y la última la tenemos en este momento.

La actual pandemia evidencia la debilidad del ser humano frente a la naturaleza ¿Está en riesgo de desaparición nuestra especie?

Sí. Pero por ejemplo, cuando hablamos del lince ibérico decimos que está en peligro de extinción. De acuerdo, pero si lo protegemos, le damos espacio para poder reproducirse, esa especie se va a recuperar sin ningún problema. A nosotros nos pasa lo mismo. Estamos en una situación de riesgo como marca este reloj del Apocalipsis. Ahora bien, dependerá de nosotros si ese riesgo lo eliminamos o no. Naturalmente que estamos en peligro: imaginemos que las grandes potencias empiezan a lanzar bombas nucleares… A pesar de los millones de personas que somos nos vamos todos a la porra.

Bermúdez de Castro, a la derecha, durante una rueda de prensa en Atapuerca.

¿Qué soluciones propone para revertir esta coyuntura?

La única manera es que todo el mundo esté un poquito más cuerdo, y me refiero fundamentalmente a quienes tienen las riendas del planeta: gobernantes, personas con poder, con capacidad… Hay mucha gente que tiene una situación privilegiada para poder actuar y deben estar bien asesorados. Y el único asesoramiento correcto es el que les puede proporcionar la ciencia. No es infalible, pero es la mejor aproximación que tenemos a la situación. Es nuestra tabla de salvación.

No obstante, la ciencia parece estar siendo relegada en esta sociedad líquida actual…

Sí, un poco sí porque hay una serie de intereses económicos que la relegan. Hay países en los que no se hace casi ciencia y en España no estamos muy bien posicionados en este momento, aunque lo intentamos.

La ciencia es nuestra tabla de salvación

Quedan aproximadamente 43.000 años para la próxima glaciación. ¿Este fenómeno llegará a producirse a pesar del gran cambio climático y el calentamiento de la Tierra que se están registrando?

Sí, se va a producir por una razón muy sencilla: estos cambios climáticos, según investigó [el ingeniero civil y geofísico Milutin] Milanković, obedecen a cambios en inclinación la órbita de la Tierra y a una serie de factores que no podemos corregir. Va a suceder sí o sí a menos que llegue un meteorito enorme y desaparezca el planeta.

Destaca en el libro que en los últimos años se han registrado hallazgos de gran importancia que han provocado conmoción en la comunidad científica. ¿Cuál cree que han sido los más destacados?

Siempre digo que la evolución humana es un edificio bien construido, no hay que destruirlo cada vez que se registre un nuevo descubrimiento. Tiene bases sólidas, pero a lo mejor hay que añadir un piso, hacer reformas en la cocina o en una habitación. Hay que ir cambiando cosas porque la ciencia avanza y van apareciendo nuevas cuestiones.

Portada de 'Dioses y mendigos'. Crítica

Ahora mismo hay varias cosas importantes: se está produciendo un incremento de hallazgos que nos están diciendo que la biodiversidad de la filogenia humana es mucho mayor de lo pensado. Antes se pensaba que éramos muy uniformes y ahora estamos revirtiendo la situación. Desde 1950, cuando [el biólogo] Ernst Mayr dijo de reducir todo lo que hay a tres especies, han aparecido las especies Homo floresiensis, Homo antecessor, el cual nadie esperaba su presencia en Europa —aquí en Gran Dolina, en la sierra de Atapuerca—… Están apareciendo muchas cosas y se están haciendo muchas cosas relacionadas con la paleontología molecular. Diría que en conjunto va a ser la gran revolución de los próximos 10-30 años… Y no solo me refiero al ADN, sino también a las paleoproteínas que se están encontrando en dientes y otros fósiles de una gran antigüedad. Esto va a causar una cierta revolución en cuanto al ordenamiento de las distintas especies en la filogenia humana.

La ciencia avanza a un ritmo vertiginoso. ¿Todas estas investigaciones y los nuevos descubrimientos que seguramente lleguen van a alterar muchas de las creencias que tenemos hoy en día sobre la especie humana?

Algunas cosas van a ir quedando obsoletas. Los paradigmas van cambiando, también es verdad. Yo ahora mismo estoy intentando cambiar un poco la idea del origen del Homo sapiens en el núcleo central de África. Estoy proponiendo el suroeste de Asia porque es mucho más correcto. Como digo, simplemente será hacer unas reformas en la cocina. El edificio es sólido.

Estamos ahora mismo en una situación crítica como otras que hemos pasado. La pregunta está en si sabremos superar esta crisis

En el capítulo de Símbolos y lenguajes escribe que no se tardará en conocer las posibilidades auditivas de los neandertales. Un reciente estudio ha confirmado que hablaban y oían como nosotros. ¿Qué valoración hace?

Cuando estaba escribiendo el libro sabía que se estaba gestando este trabajo. Es interesantísimo esto y no ha tenido demasiada repercusión, quizá porque la pandemia se lo lleva todo. Que los neandertales pudieran hablar y conversar como nosotros es impresionante, un notición tremendo. En el suroeste de Asia, que es donde yo sitúo el origen de muchas cosas, porque es un punto caliente de la biodiversidad del planeta, neandertales y humanos modernos estuvimos conviviendo, no coexistiendo, y seguramente teníamos un mismo lenguaje, y nos entendimos, hablamos e hibridamos. Eso me impresiona bastante: no es que los neandertales no fueran tan tontos como pensábamos, sino que además hablaban y se comunicaban como nosotros, y seguramente con una lengua muy similar a la nuestra. Es un gran descubrimiento de nuestro grupo de Atapuerca.

El libro está lleno de hipótesis e interrogantes. ¿Cuál es el misterio sobre la evolución humana que a usted más le inquieta?

Lo que me inquieta es no poder vivir muchos años para poder saber muchas más cosas. Me quedan 2-3 años para jubilarme y espero, si la salud me lo permite, vivir para ver más cosas. A nivel de nuestra evolución, lo que me inquietan son los próximos 50 años. Tengo hijos y nietas y no sé qué va a ser de ellos. Estamos ahora mismo en una situación crítica como otras que hemos pasado. La pregunta está en si sabremos superar esta crisis. Yo espero que sí, quiero ser optimista.

Antes era la selección natural la que ponía a prueba nuestro patrimonio genético y la fuimos superando poco a poco, con muchas especies quedándose por el camino. La situación actual la hemos generado nosotros mismos sin saberlo, porque hace 50 años se desconocía que la polución, la quema de carbón o la contaminación podían crear un cambio climático muy peligroso para la propia especie. Ahora ya somos conscientes, pero seguimos contaminando porque tenemos un modelo que no podemos cambiar de la noche a la mañana con una varita mágica. Necesita rapidez de acción, pero tiempo.

Modelo de homo sapiens (a la izquierda) y neandertal (a la derecha). Kevin Webb The Natural History Museum

También resulta muy intrigante saber cómo el ser humano se inventó una vida posterior a la muerte física. ¿Qué explicación da la ciencia a esta cuestión y cuándo se han identificado las primeras evidencias en este sentido?

Es el resultado de la agricultura y la ganadería en el Neolítico. Hemos sido cazadores y recolectores durante millones de años y el Neolítico tiene como máximo 9.000 años. En ese momento es cuando empieza el crecimiento demográfico tan impresionante que tenemos. Las cosas cambian totalmente porque no es lo mismo llevar un grupo de 15-30 personas que uno de 5.000. Empieza una estratificación social y una manera diferente de llevar a ese número de personas. Eso es muy complicado y la religión aparece en ese contexto: hay que portarse bien, ser buenos, porque nos están mirando unos dioses que están ahí arriba; y si nos portamos mal vamos a tener un castigo. No se sabe exactamente en qué momento y en qué lugar, pero empieza ahí.

En su obra también se recogen todos los avances tecnológicos de la especie humana. En esta revolución, ¿cuáles fueron los momentos clave?

Hay varios: el bipedismo, que no se conoce su origen, la fabricación de herramientas, el incremento del tamaño del cerebro, quizá por mutaciones: solo aquellos más hábiles e inteligentes en un medio hostil son los que al final acaban sobreviviendo. Cuando un homínido está viviendo en la selva, lo único que tiene que hacer para comer es alargar la mano y coger el fruto, pero si sale a la sabana la comida se mueve muy rápida. Y luego, fundamentalmente en la época homo, es el desarrollo: la aparición de la niñez, la adolescencia… Son claves fundamentales que van sucediendo y son respuestas a problemas que plantea la propia selección natural. Tenemos riqueza genética y salimos adelante. Llegamos hasta aquí gracias a eso.

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