Dos cajas rojas, impregnándose de polvo y de olvido, han permanecido ochenta años ignoradas en una esquina, en el fondo de un garaje de una casa de Sant Cugat del Vallès, Barcelona. En su interior escondían un tesoro visual, un trozo de la historia cainita de España: más de cinco mil negativos que inmortalizaron los efectos de la Guerra Civil en Cataluña, desde la destrucción que golpeó al pueblo en forma de bombas hasta los desfiles victoriosos de las tropas franquistas. Su autor fue Antoni Campañà (1906-1989), y muchas de estas instantáneas ilustran ahora el libro La capsa vermella, publicado por la editorial Comanegra y rescatadas por el historiador Arnau González Vilalta, el reportero Plàcid Garcia-Planas y el fotógrafo David Ramos.

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    Salida de los primeros voluntarios republicanos hacia el frente. Plaza de Cataluña de Barcelona, 28 de agosto de 1936

    Campañà era un hombre de ideas republicanas y catalanistas, pero también un católico practicante al que la guerra sorprendió en Barcelona. Desde los primeros instantes de la sublevación militar de julio de 1936, el fotógrafo agarró su Leica y comenzó a retratar las postales de enfrentamientos, sangre y vida cotidiana que se encadenaban por la ciudad.

    Antoni Campañà / Editorial Comanegra
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    Maniobras del ejército republicano a las afueras de Barcelona, 1937-1938

    Durante la contienda, sus imágenes aparecieron en periódicos como 'La Vanguardia', donde seguiría colaborando durante la dictadura, o la revista 'Catalunya'. Antes, en 1934, había logrado que una de sus fotografías copase la portada de 'American Photography', una prestigiosa publicación de la época.

    Antoni Campañà / Editorial Comanegra
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    Efectos de los bombardeos aéreos italianos sobre la Barceloneta, 29 de junio de 1937

    En el seno de la CNT-FAI, sus fotografías causaron una profunda impresión: los anarquistas optaron por reproducirlas en folletos y postales con lemas propagandísticos. Campañà, incluso, llegó a hacer de chófer de la aviación republicana. Tanto esta imagen como las dos anteriores no aparecen en el libro, las han cedido en exclusiva los editores para este periódico.

    Antoni Camapañà / Editorial Comanegra
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    Un enterrador en el Cementiri Nou (Montjuïc) de Barcelona muestra al fotógrafo cadáveres de los muertos en los enfrentamientos para frenar el golpe de Estado

    Los retratos de Campañà, la gran mayoría, se centran en la vida cotidiana y el sufrimiento del pueblo catalán. Pero también se incluyen escenas escalofriantes que reflejan toda la crudeza de la guerra. Él, católico, recordemos, tomó algunas de las mejores instantáneas de la quema de iglesias por los revolucionarios.

    Antoni Campañà / Editorial Comanegra
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    Estelada e ikurriña. Hermanamiento nacionalista el 11 de septiembre de 1936

    Ante la derrota inminente de la República, Campañà, como otros tantos de miles de catalanes, se dirigió al exilio a través de la frontera francesa. Sin embargo, al llegar a Vic, decidió dar la vuelta y entregarse a las autoridades sublevadas. En el cuartel del Bruc se topó con su amigo José Ortiz Echagüe, también fotógrafo e ingeniero militar, pero del bando enemigo, quien le salvó de ser víctima de la represión.

    Antoni Campañà / Editorial Comanegra
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    Víctimas colaterales. La sublevación fracasada del 19 de julio deja coches calcinados y caballos muertos en Plaza Cataluña

    A su regreso a la Barcelona ya bajo bandera franquista, Campañà siguió a lo suyo: fotografiar con su Leica todo aquello con lo que se cruzaba, desde la miseria hasta los fastos militares. Los concentraciones de los nacionalistas catalanes dejaron paso a los desfiles victoriosos de los soldados de la Alemania nazi que apoyaron a Franco.

    Antoni Campañà / Editorial Comanegra
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    Un joven falangista sostiene una bandera española en en Festival de FET y de las JONS en homenaje al ministro de Exteriores italiano, Galeazzo Ciano. Barcelona, 11 de julio de 1939

    Y si bien al inicio de la Guerra Civil los anarquistas utilizaron sus imágenes para encumbrar la revolución, los falangistas las utilizaron con una similar finalidad propagandística en la posguerra: para reflejar las consecuencias del "terror rojo".

    Antoni Campañà / Editorial Comanegra
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    Desfile de la CNT-FAI reproducida en 'La Vanguardia' el 26 de octubre de 1936

    Al término de la guerra, Campañà quiso que el olvido se proyectase sobre su trabajo. No destruyó los negativos, que ofrecen un conglomerado de las visiones y los comportamientos que predominaron en ambos bandos, pero sí los escondió en un lugar recóndito. Y así han permanecido durante ocho décadas, hasta que el vaciado de su casa por venta las sacó a la luz.

    Antoni Campañà / Editorial Comanegra
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    Tropas franquistas en el desfile de la Victoria en 1939

    Durante los años de dictadura, Campañà siguió vinculado al fotoperiodismo, colaborando con imágenes que aparecieron en rotativos como 'Día Gráfico', 'Vida Deportivo', 'Dicen' y 'La Vanguardia'. Una de sus instantáneas fue la primera de huecograbado en color que apareció en la portada del periódico catalán.

    Antoni Campañà / Editorial Comanegra
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    Un grupo de milicianos abandona el cementerio de Montjuic (Barcelona) tras un entierro, en 1936

    Antoni Campañà murió en 1989, sin enseñar las fotos que sacó durante la Guerra Civil a nadie, pero tal vez las conservó con la esperanza de que en un futuro alguien las publicara. Y su trabajo es magnífico

    Antoni Campañà / Editorial Comanegra
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    Dos mujeres observan los efectos de un bombardeo en el barrio de la Barceloneta de Barcelona, en 1937

    Este fotógrafo fue uno de los principales exponentes del movimiento pictorialista en España. En sus cajas rojas, además, se han encontrado otros positivados de colegas de profesión como Agustí Centelles o Joan Andreu Puig Farran.

    Antoni Campañà / Editorial Comanegra