A principios de julio de 1876, Robert Louis Stevenson, quien aún estaba lejos de convertirse en el exitoso escritor que crearía a John Silver el Largo o al desdoblado doctor Jeckyll/Mr. Hyde, llegó a la hora de la cena a una comuna de artistas en la pequeña localidad francesa de Grez-sur-Loing. Inmediatamente se quedó hipnotizado por una de las dos únicas mujeres del grupo, que además eran madre e hija: la primera se llamaba Fanny Vandergrift Osbourne, y su biógrafa Alexandra Lapierre la definió como "la primera mujer moderna".

En el libro Huellas (Turner), Richard Holmes da respuesta a de dónde venía su capacidad de fascinación: "Fanny Vandergrift se saltaba las reglas, casi todas, y ese era su principal y duradero encanto". Había nacido en Indianápolis (Estados Unidos) en 1840, y crecido en un ambiente de gran libertad en los ranchos de su familia, montando a caballo, disparando rifles, haciendo vino y liando cigarrillos. También se sintió atraída desde muy pronto por la pintura. Aunque de aspecto rudo y poco femenino, era capaz sin embargo de mostrar un arrojo y una determinación que hacían que, en palabras de su hermana, apenas hubiese un árbol en el lugar "que no llevara en algún sitio el nombre o las iniciales de Fanny Vandergrift".

A los diecisiete años se casó con un joven teniente, Samuel Osbourne, y ambos buscaron fortuna en varios pueblos de Nevada, donde Fanny se desenvolvió con total seguridad en aquel ambiente de frontera aparentemente vetado a las mujeres. Cuando el boom del oro se terminó, en 1866, se instalaron en San Francisco, pero su marido se ausentaba frecuentemente, bien porque acudía con el ejército a luchar contra los indios, haciendo prospecciones en Montana, o directamente sumido en líos de faldas. Eso sí, volvía regularmente, y con cada regreso fueron naciendo sus tres hijos, Isabel ("Belle"), en 1858; Lloyd en 1868, y Hervey en 1871.

Fotografía en Samoa, Fanny Stevenson aparece detrás de su marido. Robert L. Stevenson Museum

Las peleas eran constantes pero, lejos de amilanarse, Fanny fue convirtiéndose en la figura fuerte de la familia. Cuando Belle se fue a San Francisco para estudiar en la Escuela de Diseño, ella también se matriculó, y allí entró en contacto con los círculos artísticos de la ciudad. Mejoró su técnica, aprendió francés y alemán y, en 1875, cruzó el océano y se instaló en Amberes con sus tres hijos, un ejemplo de independencia muy raro en aquel momento. Allí descubrieron que la academia no admitía a mujeres, y además el pequeño Hervey enfermó y murió poco después en París, a donde se trasladaron buscando ayuda médica. Para huir del dolor fue por lo que habían acudido a Grez-sur-Loing.

Cuando regresó a París, Stevenson se las arregló para mudarse a una habitación cercana, también en Montmartre. Ambos comenzaron una relación que sólo dos años después empezó a convertirse en algo serio, a partir de que Stevenson cayera enfermo de conjuntivitis y ella le instalara en su piso para atenderle. Como no mejoraba, en 1877 se lo llevó a Londres, donde se integró en su círculo literario. Cuando por fin mejoró, Stevenson regresó a Edimburgo, con sus padres, y ella retornó a París. Sin embargo, un año después, el idilio se rompió: Fanny, que aún estaba casada con Osbourne, tuvo que retornar a San Francisco para enfrentar una solución a su fracasado matrimonio.

Fanny Stevenson, en la época de su matrimonio con Stevenson.

El padre de Stevenson le negó el dinero para cruzar el océano en su búsqueda (no les gustaba su independencia, que fuera una mujer norteamericana, que estuviera casada con tres hijos y que tuviera diez años más que él). El escritor se pasó tres años ahorrando hasta que finalmente emprendió el viaje y, tras un período de dudas, logró casarse con ella en 1880. El matrimonio volvió a Gran Bretaña, donde Fanny hizo de mediadora para restañar la relación entre su marido y su suegro, pero la salud de él, que sufría de tuberculosis, empeoró y, buscando climas más benignos, retornaron a California y, poco después, a Samoa Occidental, donde el escritor murió en 1894.

Los años de relación con Fanny marcaron el momento en el que Stevenson logró centrarse en la escritura y conocer el éxito. Los consejos que le daba le eran muy valiosos: al parecer, la misma El doctor Jeckyll y Mr. Hyde fue reescrita cuando ella mostró sus dudas con respecto a la primera versión. A la muerte del escritor, y tras un período de duelo, Fanny mantuvo una nueva relación con el periodista Ned Field, 38 años menor, y que, cuando murió en 1914, se encargó destrozado de llevar sus restos a descansar a Samoa, junto a los de Stevenson, bajo el nombre de Aolele ("Nube Voladora"). Field se casó luego con Belle, y dejó una frase que bien podría servir de epitafio para su extraordinaria vida: "era la única mujer por la que merecería la pena morir".