La de 2.150 no parece una cifra muy redonda sobre la que establecer una conmemoración, pero ha sido el cumplimiento de ese número de años desde la caída y destrucción de Numancia a manos de las tropas romanas comandadas por Publio Cornelio Escipión Emiliano, el vencedor de Cartago, en el año 133 a.C., el elegido por el Gobierno para lanzar una comisión conmemorativa del hecho bajo el nombre de "Numancia 2017".

Según el texto del Real Decreto, se justifica la constitución de esta comisión en que la conquista de Numancia se convirtió en un "auténtico símbolo de las esencias que conformaban la nación española para la historiografía romántica española del siglo XIX". La efeméride, pues, debe servir para "destacar y dar relevancia al hecho histórico numantino", "uno de los máximos hitos de nuestra historia".

Imagen de las ruinas de Numancia.

Resulta inevitable pensar que, en momentos de zozobra de la conciencia nacional, vuelve Numancia al rescate. En este caso, no por la variante de resistencia frente a un invasor extranjero (faceta que fue convenientemente explotada durante la Guerra de la Independencia), sino por la lectura que indicaría que los casi veinte años que necesitó Roma para someterla (aunque no de guerra continua) se debieron a la unidad de sus habitantes celtíberos ("se mantuvo invicto gracias a la concordia; la discordia fue su ruina", escribió Paulo Orosio ya en el siglo V). Además, la gesta de Numancia, frente a otras de la Antigüedad hispana, como la de Viriato, carece de grandes nombres fácilmente reconocibles por la mayoría de quienes la estudiaron. Es ese carácter popular, y en cierta forma anónimo, el que ha servido para marcar lo que, con el paso de los siglos, terminó definiéndose como la virtud máxima de lo "español".

El hecho histórico indiscutible (la resistencia heroica de los sitiados, hasta el extremo del sacrificio total) comenzó a transformarse en mito ya en época romana. Los primeros historiadores ya mostraron discrepancias sobre si todos los numantinos se mataron para no caer en manos de los romanos, o si hubo supervivientes vendidos como esclavos, entre ellos cincuenta que habrían desfilado en la celebración del triunfo en Roma. La referencia a las murallas, a pesar de que las crónicas hablaban con detalle de ellas, también fue desapareciendo con el tiempo, hasta el punto de que se generalizó la idea de que la ciudad no tenía defensas, y que a las embestidas romanas los habitantes de Numancia ofrecían tan sólo sus pechos.

El hecho histórico indiscutible (la resistencia heroica de los sitiados, hasta el extremo del sacrificio total) comenzó a transformarse en mito ya en época romana

La misma localización de la ciudad se perdió, lo que permitió, en la Edad Media, vincularla con Zamora, como forma de reforzar la hegemonía de esa ciudad, de ese obispado y luego de Castilla en el tablero de juego de la Reconquista. Ya en el Renacimiento, Numancia se convirtió en el hito fundamental que preconizaba la llegada de la monarquía de los Habsburgo, que encarnaba los mejores valores españoles frente a las difamaciones de las potencias extranjeras, tal y como recogería Cervantes en su obra teatral El cerco (o La tragedia) de Numancia (1585), que por cierto también ha vuelto recientemente a nuestros escenarios.

Los siglos XVIII y XIX vieron la devolución de Numancia a su lugar original (en el soriano municipio de Garray, lo que también fue enarbolado por la provincia para exigir una mayor consideración por parte de Madrid) y una intensificación de su uso como símbolo, bien de la "raza" española capaz de echar a los franceses; de la legitimidad de Isabel II pero también de las pretensiones carlistas; de la Restauración; como faro para superar el desastre del 98, como instrumento del regeneracionismo... hay pocos hechos históricos que hayan servido para tantos contextos diferentes.

Mapa antiguo de la población de Numancia.

Entre medias, las excavaciones del alemán Adolf Schulten, que a principios del siglo XX había trabajado en Numancia financiado por el káiser Guillermo II, y que se llevó muchos de los objetos encontrados a Alemania, desencadenaron una tormenta nacionalista por declaraciones en las que llegó a afirmar que España sólo sería europea cuando los castellanos fueran colonos de los catalanes. Se le retiró el permiso para seguir excavando sobre la ciudad (permiso que fue transferido a la Real Academia de la Historia), y tuvo que limitarse sólo a los campamentos de los invasores romanos.

Numancia entró con fuerza en el XX en los libros de texto, tanto con Alfonso XIII (Marquina llegó a incluir una mención a ella en su proyecto de letra del himno nacional, que finalmente no llegó a entrar en vigor), como durante la dictadura de Primo de Rivera, la Segunda República, la Guerra Civil (Alberti representó la obra de Cervantes en el Madrid sitiado), y por supuesto durante el franquismo, donde se retomó con aún más fuerza su simbolismo de los mejores valores de la España nacionalcatólica. Todo parece indicar que soplan vientos para una nueva encarnación.

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