El sueño de la pintura contemporánea produce monstruos. Lo advirtió Goya en su famoso Capricho hace doscientos años: abandonar la razón hace aflorar pesadillas insoportables. Cai Guo-Qiang lo ha conseguido. El artista chino, famoso por su producto pirotécnico-televisivo en los Juegos Olímpicos de Pekín, ha logrado convertir el Museo del Prado en un calendario ilustrado de baratija, con pespuntes de crónica social cañí y machismo insoportable. El Prado, 2017.

El desaguisado contemporáneo arrancó hace dos años, cuando el exdirector Miguel Zugaza le propuso al artista reconocido por sus juegos de artificio intervenir en “el espíritu de la pintura” española, que se conserva en el Museo del Prado. Debía resumirlo desde el punto de vista del arte contemporáneo y anoche, Cai Guo-Qiang, hizo explotar su último petardo en busca del espíritu. El resultado es un políptico con varios lienzos que cubren un total de 18 metros de largo.

Foto de la creación del cuadro polémico, con 200 invitados al acto en el Salón de Reinos, entre ellos millonarios chinos.

Anoche, en la estancia principal del Salón de Reinos, donde ha estado trabajando las últimas semanas en la producción de las obras que se exponen hasta el cuatro de marzo, más de 200 personas, invitadas sobre todo por Acciona, patrocinador que Zugaza logró reclutar para la pirueta, y Silas Chou, el colaborador que ayuda al artista. Entre ellos, tal y como ha podido saber este periódico, millonarios chinos amantes del arte y curiosos dispuestos a grabar con sus móviles una noche de arte contemporáneo en vivo y en directo.

Todo por la foto

Cuenta el creador que la explosión fue más rápida de lo que él esperaba y que por eso su hija no pudo hacer buenas fotos de la performance, en la que creó la pieza central de la muestra que ampara el Museo del Prado. Esta manera tan suya de pintar es lo que le relaciona con sus patrocinadores: "Si utilizamos la pólvora en las obras de arte podemos aspirar a la belleza y Acciona busca lo mismo, la energía limpia. Buscamos lo mismo".

En tono distendido, explicó ante la prensa, que en los bares de la zona le dicen que tiene "muy buenas obras", que "los medios de comunicación me están promocionando" y que tiene que "pagarles la cuenta". "Esta exposición va a atraer muchas visitas. Entrego estas obras al museo, a los medios de comunicación y al público. Tengo que agradecer el apoyo a Acciona. Esto es meter un gol". En las Gaunas, concretamente, y por la escuadra.

Vista de la exposición del Prado.

Cai Guo-Qiang también ha tratado de indicar lo que es el espíritu de la pintura, sin los argumentos ni los hallazgos suficientes como para hacer pensar que lo que ha encontrado es lo que venía buscando: HUMO, el producto que mejor maneja desde hace años.

El artista pintando su cuadro. Museo del Prado

El pintor, tan falto de vitamina creativa, reconoce que fue Zugaza quien le marcó las ideas, “él fijó la orientación del proyecto”. Fue Miguel I quien le pidió que buscara EL ESPÍRITU DE LA PINTURA. “Yo dudaba sobre lo que debía hacer, ¿qué es el espíritu de la pintura en España?”, se pregunta. Desde entonces no ha parado de preguntar a conservadores, nos cuentan, para tratar de entender algo. “He aprendido mucho estos días. Al nuevo director le pregunté cómo podía reflejar el espíritu y me contestó que el espíritu de la pintura española surgió de manera tardía y que uno de los iniciadores fue el Greco, un artista extranjero”. Falomir le dijo -imaginamos que para salir de la encerrona- que al ser un artista oriental, podía representar el espíritu de la pintura española como hizo el Greco. “Y utilicé los colores del Greco, Velázquez y Goya”, señala el artista.

“El resultado es el rojo de Tiziano, un poco de negro, el púrpura del Greco, el verde de Rubens, el rojo y negro de Goya”, cuenta ante la prensa y la proyección de la obra en la pantalla. Resulta que el espíritu de la pintura es la superficie, los colores. Cai Guo-Qiang ha sido incapaz de explicar qué es el espíritu de la pintura, pero sí ha podido describir con detalle por qué ha hecho lo que ha hecho. “Son mis impresiones de sus colores".

Las braguitas

“Las monedas de Tiziano cayendo con paracaídas [sobre el cuerpo de Venus]. Del Greco hay un rayo desde el cielo que ilumina la ciudad de Toledo. Velázquez ha sido lo más difícil para mí, porque es tan noble”. Con sus plantillas [stencils] dibuja lo concreto, el efecto de la pólvora sobre el lienzo hace el resto, colorea. Así aparece una infanta y el rostro de Velázquez en un espejo. “Velázquez me está mirando, es como un espectador que presencia mi trabajo”, declara el artista que previamente ha presumido de entregarse a los maestros del Prado con notable “humildad”.

Otro momento de la exposición. Museo del Prado

Pero la puntilla llega en la parte dedicada a Rubens: “He puesto unas braguitas por el deseo carnal que observo en Rubens”. Ahí están, la metáfora del deseo son unas braguitas. No es de extrañar en alguien que se hace rodear de una corte de concubinas que han estado trabajando, junto con voluntarios de Bellas Artes, al albur de los caprichos creativos de un hombre que asegura que ha encontrado “sensibilidad” y “sutilidad”, en las huellas de los maestros de la colección del Prado. Conclusión: el diálogo que ha entablado entre ellos y él, entre el pasado y el presente, descubre a un artista sin sensibilidad ni sutileza.

Cai Guo-Qiang es el epítome del ideal de calendario, un maestro colorista que encaja a la perfección en los salones repletos de lujo y ausentes de arte. Por si fuera poco, el intento de legitimar su creación artificial en lienzos sólo tiene un destino, antagónico con el propósito de sus compradores: la desaparición. Basta con un soplido para hacer desaparecer la pólvora sin fijar sobre el lienzo. Y eso consta en los informes de restauración que se han hecho sobre estas piezas, tal y como ha podido saber este periódico.

Pólvora mojada

El espíritu de Cai Guo-Qiang es pólvora mojada, pero el del Prado no se puede resumir en “unas braguitas”. El director, Miguel Falomir, asegura que el museo ha firmado una cláusula con el artista que le prohíbe vender nada mientras suceda la exposición. Eso no evita que las pinturas ya estén vendidas, después del trasiego de personalidades que ha tenido el Salón de Reinos para ver cómo trabaja el chamán del fogonazo. “Esta pólvora es rápida y breve, propia del espíritu español. Y anoche sorprendió a todo el mundo”, reconoce.

También explica que no tiene galería y que su negocio es venderlo todo él directamente, sin intermediarios, y asegurarse la sostenibilidad del negocio mediante acuerdos de intervención con museos como el Prado. Los museos acceden, a pesar de ser un artista muy vivo en el mercado y de la influencia que pueden tener en su precio ahí afuera. “No sé todavía si El Prado incluirá mi trabajo en su colección”, explica. El director asegura a este periódico que no va a comprar ni una de las obras. Y la pregunta que da sentido a esta exposición: ¿cuál es el precio de El espíritu de la pintura? “No sé cuánto cuesta”, responde Guo-Qiang.