Barcelona

A Duane le habría gustado ser Peter o, en su mínima expresión, Pet. Porque Duane Michals (Pittsburgh, 1932) siempre ha sido otro: un fotógrafo que no hace fotos. Ni de calle, ni de actualidad, desde hace seis décadas pasa de la realidad todo lo que puede. Nunca sale con la cámara de casa, ahora mismo tampoco la lleva. Le indigna lo real, él se dedica a lo que no ves. Prefiere lo que está a este lado del visor, es decir, la imaginación. Es el legado del antifotógrafo que resucita la fotografía cada vez que la mata: sin imaginación sólo obtendrás una foto, es decir, melancolía.

“He tenido mucha suerte, porque la fotografía me ha dado un vehículo para investigar sobre la naturaleza de la vida”, explica el fotógrafo, hijo de obrero siderúrgico y nieto de migrantes (checoslovacos). Por eso la palabra más templada que dedica a Donald Trump es “ignorante”. “Utilizo la fotografía como herramienta de investigación del tiempo. La uso con el mismo deseo de un escritor. Soy un cuenta cuentos”, se reconoce en entrevista con este periódico. Sí, definitivamente, su obra habla de él de forma literal. Es un fotógrafo muy verbal, como queda patente en la exposición retrospectiva que la Fundación Mapfre le dedica en su sede de Barcelona, comisariada por Enrica Viganó (hasta el 10 de septiembre).

Utilizo la fotografía como herramienta de investigación del tiempo. La uso con el mismo deseo de un escritor. Soy un cuenta cuentos

Es un extenso recorrido por su imaginación en papel. La ha pintado y destruido, ha escrito sobre ella, ha finiquitado el disparo único con secuencias que componen un relato corto de cinco o seis vistas, como el del abuelo que muere y se escapa, con sus alas, por la ventana ante la mirada del nieto. “La fotografía siempre será un arte menor si no amplía sus conceptos”, dice. Pide más ideas que fotos bonitas. Más intención y menos instantes decisivos. Pide que se olviden de lo que tienen delante de sus ojos: “El fotógrafo es su peor enemigo, la falta de imaginación es su muerte. Los fotógrafos saben hacer mejores fotos que yo, pero no tienen imaginación”, asegura.

La perfección es tu enemigo. En tus defectos es donde está tu poesía, tu virtud

Su trabajo demuestra que la fotografía no es el destino, sino el trayecto. Que entregarse a la vida es vivirla arriesgándose y asumir el fracaso. Que la perfección no existe. “La perfección es tu enemigo. En tus defectos es donde está tu poesía, tu virtud”, cuenta a este periodista. Si en este momento se le presentara un joven fotógrafo pidiéndole consejo -no ha ocurrido- le diría que no hiciera lo que ya sabe hacer con facilidad. “¡Estate preparado para fracasar!”.

Toneladas de fracaso

Gracias al fracaso, Michals ha llegado a fórmulas tan propias como esos pies de foto en los que hace crecer el contexto de lo retratado, con escritos de intenciones filosóficas. La caligrafía cierra el significado de la fotografía, pero la imagen amplía la metáfora de lo escrito. Así sucede en la dolorosa imagen titulada El hombre desdichado (1976), cuenta la historia de quien tenía prohibido tocar a quien amaba. “Había sido declarado ilegal por ley. Poco a poco sus dedos de sus manos se convirtieron en pies. Comenzó a usar zapatos en las manos para ocultar su dolor. Nunca se le ocurrió violar la ley”, se lee.

El trabajo de Michals -camisa hawaiana y pantalón a rayas- es, sobre todo, el de un curioso. Cuenta, entre la vehemencia y el lamento, que se ha hecho muy melancólico sobre la condición humana. “Es tan complicada... Una experiencia dificilísima. Creía que aprendería algo, pero no he aprendido nada”. ¿Y sobre el amor, qué? “El amor es la recompensa humana esencial por el hecho de ser humanos. En toda vida debe haber un gran amor. Mi gran amor fue Fred, vivimos juntos 55 años. Él ahora está falleciendo, después de seis años con Alzheimer”, dice. Ha templado su alegría con lágrimas. Decidió venir a Barcelona en el último momento.

Mi plan era hacer lo que me encantaba y que alguien me pagara por ello. Así pues, no he trabajado en cincuenta años

“Nacemos solos y morimos solos. Es la condición humana, la soledad. Pero cuando alguien te quiere, te salva de nuestra tragedia. Basta con una caricia. Independientemente de las recompensas que uno tenga en su vida, si no hay amor no hay nada. Sin amor, nos marchitamos”. Dice el gran mirón que, con el amor, cuanto más te miras con la persona amada, menos hay que decir.

Animal en libertad

La obra de Michals es la de un curioso insaciable de ironía infinita. Insiste con el fracaso: “Mis fotos son sólo una aproximación de lo que quiero. Es como la poesía, una gran niebla. Cuanto más densa, más poesía”. Pero no ha sido poeta a tiempo completo. Nunca tuvo el más mínimo interés en tener un estudio, contratar personal o comprar el equipo necesario para tener un gran éxito comercial. Siempre vivió como un “profesional amateur”. “Mis ambiciones eran modestas. Mi plan era hacer lo que me encantaba y que alguien me pagara por ello. Así, no he trabajado en cincuenta años”, sonríe.

Hace años, andar de un lado para otro, esperando atrapar ese momento perfecto se consideraba la única manera de hacer una foto

Ha trabajado por encargo con revistas como Mademoiselle, Esquire, Harper's Bazaar, Vogue, con empresas como Eli Lilly, Energizer, IBM, Microsoft, sin olvidar la portada del disco Synchronicity de The Police. Ha retratado a Truman Capote, René Magritte, Andy Warhol, Marcel Duchamp, Pasolini, Giorgio de Chirico, Marguerite Duras, Truffaut, Clint Eastwood, Scorsese, Madonna, Richard Gere, Sean Penn… “Los fotógrafos de alto nivel tienden a hacer el mismo retrato una y otra vez. Básicamente, siempre es la misma fotografía, sólo cambia la cara… El fotógrafo debería abordar cada sesión como si nunca hubiera hecho un retrato antes. Debería sorprenderse de lo que ha hecho”, cuenta a la comisaria, en el catálogo de la exposición de Mapfre.

Eso es lo que ha hecho toda su vida, imaginar como sería una fotografía lejos de la fotografía. Asaltar todos los axiomas, romper los mandamientos, inventar formas para ver temas que a menudo son “no fotografiables”. Con cada trabajo se ha liberado de los clichés, para ser más libre. Así pasó con las secuencias. “Eso me liberó de la tiranía del instante decisivo. Hace años, andar de un lado para otro, esperando atrapar ese momento perfecto se consideraba la única manera de hacer una foto. Así que cuando enseñaba las secuencias, la gente no sabía de qué se trataba. ¡Todo lo que hago es una liberación!”.

Michals y su sentido del humor. Martí E. Berenguer