Los rebeldes de Núñez de Balboa están dando que hablar: salen cada día negligentemente al barrio, sin orden ni concierto, sin respetar la distancia de seguridad, para manifestarse contra el Gobierno de Sánchez. Les irrita su gestión. Quieren que Madrid pase a la fase uno a toda costa y se quejan de que esta inmovilidad es "una ruina" económica mientras se arriesgan, con su protesta, a seguir propagando el virus. Hasta Almeida les ha tirado de las orejas afeándoles la "irresponsabilidad" de no seguir las recomendaciones sanitarias. Ayuso, por su parte, les alienta. "Libertad", gritan los vecinos mosqueados. "Comunistas".

El portavoz de Unidas Podemos en el Congreso, Pablo Echenique, se ha referido a los manifestantes como "cayetanos" de "la clase alta". Y ese nombre propio, ahora sustantivado, se ha vuelto trending topic en todo el país: no por la mención del dirigente de la formación morada, sino por ser un concepto cada vez más inserto en la cultura popular gracias a la banda Carolina Durante.

Sabíamos de sus éxitos: primero lo reventaron con Perdona (ahora sí que sí) -más conocido como 'el Amaiazo'-, luego arrasaron con su primer disco, llamado como ellos, y siguieron hilvanando conquistas hasta llenar dos noches consecutivas La Riviera en este pasado noviembre prepandémico. Fue un broche poético a una etapa genial.

Esta cuarentena, además, lanzaron La canción que creo que no te mereces con Jota de Los Planetas: se puede decir que están en estado de gracia, que todo lo que tocan pasa a incorporarse con solidez a un relato generacional que andaba más bien tiritando. En Joder, no sé hablaban de la insatisfacción moderna, de esa extraña edad de la desidia, de ese llegar mal y tarde a las cosas que uno ama. "No tengo treinta años y ya estoy casi roto, apenas siento algo, tal vez me sienta solo (...) Todavía no decrezco, sólo como persona, estoy perdiendo brillo, ¿no lo notas?". 

En No tan jóvenes siguen en esa línea: "La generación vacía, no estaban altas las expectativas, cómo cojones hemos llegado aquí, lorazepam y vitaminas". Los chicos de Sonido Muchacho ya venían fuertes, pero ahora han conseguido algo inédito, una verdadera demostración de influencia: colar el título de su primer tema viral, Cayetano, en el vocabulario sentimental de un país. 

Todos mis amigos se llaman Cayetano

Zapatillas Pompeii, alguno tiene barco

Siempre tres botones desabrochados

Menudo pelazo, CEU San Pablo

Joder, cómo mola el verano

Ibiza, Marbella, todos gaditanos

Ojo a mis amigas del voluntariado

La finca en Segovia, el puestazo. 

Fue un dibujo satírico perfecto porque sirvió para hilvanar a las dos Españas: no tenía mala leche como para que nadie se enfadara pero gastaba el punch necesario para que sirviese también como crítica. Los pijos cantaban Cayetano, orgullosos de su foto. Sentían que salían favorecidos. De hecho, contaba Diego Ibáñez -vocalista y compositor del grupo- a este periódico que algunos amigos suyos, que son muy "de ese rollo", se habían "partido el culo escuchando el tema". Y los chavales normales -sin barco, sin vacaciones a todo plan y sin una agenda densa de contactos poderosos- la entonaban con ese puntito divertido de la revancha.

Todos mis amigos se llaman Cayetano

No votan al PP, votan a Ciudadanos

Morat, Taburete, ¡qué grupazos!

En sus conciertos, cómo lo pasamos

En las Big Four, cien mil contactos

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Salir de fiesta, el reservado

No pasa nada, está to' pagado

En uno de sus últimos conciertos, para actualizar el retrato a los tiempos, cambiaron un verso: "Todos mis amigos se llaman Cayetano, no votan al PP, votan a Ciudadanos" pasó a decir "ahora votan a Vox, antes a Ciudadanos". El partido de Abascal recogió el guante y les dedicó un tuit: "Vox sigue avanzando en pequeños detalles, Carolina Durante cambia la letra de la canción para adaptarla a los nuevos tiempos". Parece que no pillaron la ironía. 

Cómo nació 'Cayetano'

La idea surgió así: los jóvenes estaban en el FIB de hace un par de años -en esa era loca en la que se celebraban conciertos- cuando les estalló en la cara el paisaje poético que acabarían convirtiendo en canción: “Había cerca de nosotros un grupo de chavales con su guitarrita… y con la bandera de la Comunidad de Madrid. Estaban todo el rato ahí y no sabíamos cómo se llamaban, así que alguien dijo ‘seguro que se llaman Cayetano’, y de ahí empezamos a describir a ese prototipo de persona”, relató en su día Martín, el bajista del grupo. 

“Además, la exnovia de Diego había empezado a salir con un tipo así”.“Sí, subió un par de fotos con su círculo de pijerío madrileño. Selfies en el barco con sus amigos… y lo vimos claro”, bromeaba Diego. Andaban felices porque “nos ha escrito mogollón de gente diciendo que se sienten muy identificados con la canción y se la toman con humor, y eso es un logro y nos gusta”.

Ahora la palabra se ha consolidado, como ellos mismos comentaban hoy en sus redes: "Se podría decir ya que el término #Cayetano ha superado al grupo. ¿Se podría considerar un logro? ¿Es, a su vez, algo triste?". Es un triunfo: nada más poderoso que crear lenguaje. El siguiente paso, su aceptación en la RAE. Vamos viendo.