José Luis Gómez, actor y dramaturgo español, miembro de la Real Academia Española y miembro de honor de la Academia de las Artes Escénicas. Ha trabajado con Chávarri, con Almodóvar, con Armiñán, con Gutiérrez Aragón, con De la Iglesia, con Losey, con Pilar Miró y con Saura, entre muchos otros.

Dirigió el CDN, el Teatro Español y el Teatro de la Abadía -a este último, también fundado por él, se dedicó durante veinticinco años: hace poco lo dejó y dice que ahora le toca "dedicarse a las cosas del alma"-. Aún tiene vibrantes en el cuerpo a Unamuno y a Azaña, dos de los personajes históricos más emblemáticos que ha interpretado en los últimos años. Mientras otros se empeñan en vencer, él sigue convenciendo. 

¿Qué ha aprendido de usted mismo en este encierro? ¿Y de los demás -del ser humano, en sentido profundo-?

De mí, que he de aprender el arte de la aceptación. De los demás, que todos debemos aprenderlo.

¿Cuál es el pensamiento más extraño que le ha asaltado estos días?

Que la presente y aciaga pandemia es una situación bienvenida, aunque dolorosa;

que el dolor es buen maestro.

¿Qué es el mundo interior; cómo se cultiva? ¿Realmente puede la cultura salvarnos de algo?

Haciendo vacío y silencio por dentro. La cultura es consuelo y nos ayuda a ser más conscientes y a disponer de juicio crítico, de criterio. Nos ayuda a buscar la verdadera sabiduría: la conducta justa.

“Para los desgraciados, todos los días son martes”, cantaban las Vainica Doble. ¿Cómo cree que afectará esta situación a nuestra concepción del tiempo, del trabajo y del placer?

Pienso que podríamos ser mejores si no fuéramos olvidadizos.

Esta crisis, ¿le ha vuelto más humanista o más misántropo?

Más que nunca necesito a los demás y, más que nunca, debo estar para los demás.

Decía Blaise Pascal: “Todos los males derivan de una sola causa: nuestra incapacidad de quedarnos quietos en una habitación”. ¿Está de acuerdo? ¿Encerrados sacamos lo peor -la verdad- de nosotros mismos, como en El ángel exterminador?

Nuestros males derivan de nuestro barullo, confusión, distracción interior y, de ahí también, nuestra deficiente conducta. El encierro está siendo oportunidad para mirarnos de veras.

¿Cree que los ciudadanos españoles han mostrado responsabilidad individual? ¿Qué valor le da a ésta?

Pienso que los españoles han mostrado, en general, inesperadas dosis de responsabilidad individual: un regalo.

¿Qué idea tiene ahora mismo de la libertad? ¿En qué se canjea?

La libertad individual es bien inalienable, pero tiene un límite: que no coarte la libertad o el bienestar de nuestros semejantes o la integridad de la naturaleza.

¿Qué lectura política y económica hace de esta crisis? ¿Qué cree que sucederá? ¿Cómo valora la gestión del Gobierno?

Sigue habiendo demasiado cainismo y malicia en la política. Mal ejemplo para los ciudadanos. El gobierno lo ha hecho lo mejor que ha podido y de acuerdo con los estándares de conocimiento disponibles en cada momento y el nivel de desarrollo del país.

¿Reforzará esta crisis nuestra idea de colectividad? ¿Empezará a estar mejor vista la palabra “España”?

Sería terrible que no hayamos aprendido e interiorizado el valor de lo público, la locura de la globalización, el carácter destructor de un capitalismo sin trabas, la importancia de una educación generalizada e igualitaria, la necesidad urgente de solidaridad social. La mayor amenaza es nuestra capacidad de olvido involuntario. España es un bien común y necesario que, sin embargo, no debe aislarnos. Otros países tienen similares grandes valores. Somos genuinos pero no únicos.

Una canción, una película y un libro para resistir en cuarentena.

Uno no, varios libros: los griegos, Lao Tsé, la Biblia, Machado, San Juan de la Cruz,

Haydn, Mozart, Joan Baez, Raimon, Aute, Leonard Cohen... benditos todos ellos y muchos mas que no cabrían.