Javi Giner es un ser humano -y un artista- chispeante, deslenguado, hilarante: el cineasta y escritor estudió en la escuela de cine de Los Ángeles y trabajó durante dos años en los estudios MGM. Más tarde pasó a formar parte del equipo de El Deseo, la productora de Pedro Almodóvar, y ahora también ejerce de representante de Penélope Cruz

Ha publicado una novela, El dedo en el corazón (Ático ediciones), y varios relatos y cuentos; dirigió algunos episodios del Antivlog de Celia De Molina, además de documentales -varios de ellos, premiados-, y hace nada se lanzó al teatro con Taxi Girl, en el Centro Dramático Nacional: una defensa de la libertad sexual y una bofetada sin mano a las masculinidades tóxicas. Hoy charlamos con él sobre los flecos del Covid-19.

¿Qué ha aprendido de usted mismo en este encierro? ¿Y de los demás -del ser humano, en sentido profundo-?

Que sé cómo cuidarme, cómo sobrevivir. Que he aprendido, a base de mucho trabajo personal, herramientas que me mantienen a flote, en las peores condiciones. Que puedo confiar en mí. Que las exigencias y la presión individual que nos echamos sobre los hombros no sirven de nada, porque la vida es incontrolable. Que soy una persona social y cariñosa. Que me gusta ayudar. Que pienso en los demás. Que me gusta sentirme cerca, incluso en la distancia, de las personas que quiero y valoro. Que me gusta querer y que me quieran.

Del ser humano he aprendido que necesita una nueva redefinición, profunda. Que necesita entender que nos necesitamos. Que pasar por la vida con los escudos del cinismo, la prepotencia, el narcisismo, la vanidad y el ego no sirven de nada. Que necesitamos una estructura que nos haga solidarios, compañeros, que veamos al otro. Que los sentimientos y las emociones deberían ser los reyes de nuestra vida. No el dinero, ni el estatus social o laboral, ni el aspecto físico. Que, cuando nos cuidamos y nos atendemos, somos mejores.

¿Cuál es el pensamiento más extraño que le ha asaltado estos días?

¿Por qué todo el mundo se está poniendo fino a comer y a mí me ha dado por hacer dieta y deporte? ¿Por qué siempre voy a la contra que todo el mundo?

¿Qué es el mundo interior; cómo se cultiva? ¿Realmente puede la cultura salvarnos de algo?

El mundo interior es una de las herramientas más necesarias y salvadoras que existen. Es lo que nos permite subsistir, crecer, relacionarnos, todo desde la salud. Las personas sin mundo interior pasan por la vida de puntillas, automatizados, aplicando fórmulas, como robots. El mundo interior es lo más bonito y preciado que tenemos cada uno. Y es algo necesario para poder relacionarnos desde el cariño, la empatía, el compartir, el escuchar.

Se cultiva mirando hacia dentro, analizándose, expresando asertivamente las emociones, hablando, compartiendo. Se cultiva desde la escucha a uno mismo y desde la paciencia. Es como ir al gimnasio: se entrena. Pero en este caso en silencio y sin pesas, en soledad. Estar en silencio con uno mismo da mucho miedo. Pero es necesario. Es la única forma que los seres humanos tenemos de crecer. Es fundamental saber quién eres, conocerte, para poder respetarte y respetar.

Por supuesto, la cultura, en todas sus formas, es esencial. La cultura es un espejo de nosotros mismos: nos hace preguntas, nos refleja, nos obliga a pensar, fomenta nuestras emociones, nuestra empatía. La cultura construye relatos, nos acompaña y nos muestra lo mejor y lo peor de nosotros mismos. La cultura es fundamental en la construcción de una sociedad con capacidad de comprensión y cuidado. La cultura nos explica y nos reconforta. Una sociedad sin cultura es el desierto. Un lugar árido, difícil, donde no existe el crecimiento.

“Para los desgraciados, todos los días son martes”, cantaban las Vainica Doble. ¿Cómo cree que afectará esta situación a nuestra concepción del tiempo, del trabajo y del placer?

Pues espero que de manera positiva. Que nos conciencie de la importancia del tiempo, del placer, de la compañía. Que destruya todas las concepciones de vanidad, logros, exposición, egocentrismo y que nos convierta en más humildes, más sanos, más humanos.

Esta crisis, ¿le ha vuelto más humanista o más misántropo?

Yo, en general, soy muy poco misántropo. Tengo mis momentos, como todos, pero en general me gustan las personas. Me gusta hablar. Me gusta relacionarme. Me gusta conocerlas. No sé si soy un humanista, creo que sí, pero si no lo fuera, desde luego esta crisis me conecta con mi parte más humana. Sin lugar a dudas. Tengo unas ganas de dar abrazos, de besar, de compartir, de estar cerca, que me muero.

Decía Blaise Pascal: “Todos los males derivan de una sola causa: nuestra incapacidad de quedarnos quietos en una habitación”. ¿Está de acuerdo?

Totalmente. Si eres capaz de estarte quieto en silencio en una habitación, contigo mismo, tienes el mundo conquistado. Porque te hará apreciar mucho más todas aquellas cosas que no valoras en tu vida diaria y que realmente son las importantes, cuando apartas el ruido. Yo, sin sonar arrogante, es algo que practico mucho en mi vida. Desconectar del mundo. Estar conmigo. Escucharme. Da muchísimo miedo y puede que las emociones se disparen y aparezca un carrusel, pero ese carrusel también forma parte de mi. Y, siempre, siempre, siempre, al otro lado, he salido más fuerte y más feliz.

¿Encerrados sacamos lo peor -la verdad- de nosotros mismos, como en El ángel exterminador?

Vaya peliculón. No necesariamente. Creo que depende de la persona y de la capacidad emocional que haya desarrollado. Y digo desarrollado porque la gestión emocional es un trabajo personal diario. Es cierto que hay muchas personas que no le dan importancia y van por la vida volcando sus frustraciones y sus mierdas por donde pasan, sin responsabilizarse de nada. Es cierto que hay personas que hacen directos de Instagram sacando rédito personal y exposición de una situación dramática.

Pero creo que son los menos y se les ve venir de lejos. También es cierto que hay mucha gente que los está haciendo para ayudar. Albert Camus tiene una frase en La peste que me encanta y que va muy al corazón de lo que está pasando: “Lo peor de la peste no es que mata a los cuerpos, sino que desnuda las almas y ese espectáculo suele ser horroroso”. Creo que este confinamiento está dejando muy claro quién es cada uno. Se están poniendo solos en su lugar. Y eso es bueno, porque caen las máscaras y podemos elegir quién nos acompaña y quién no.

En mi caso no saca lo peor. Al contrario, saca lo mejor: estar en contacto, cuidar, escuchar, compartir, amar.

¿Cree que los ciudadanos españoles han mostrado responsabilidad individual? ¿Qué valor le da a ésta?

La responsabilidad individual es fundamental. Si no te cuidas a ti mismo, no eres capaz de cuidar. Si no te quieres, no puedes querer. Y así hasta el infinito. Todo empieza en cada uno de nosotros. Creo que en general en esta crisis se ha demostrado muchísima responsabilidad individual. Y también solidaridad, valentía, entrega… Ha habido varios momentos en los que se me han saltado las lágrimas viendo el cariño y el amor del que es capaz el ser humano: los sanitarios, los vecinos, los héroes anónimos… Ojalá lo integremos en nuestras vidas cuando salgamos.

Me preocupan especialmente las personas que han perdido a algún ser querido en esta pandemia. Tengo cerca, lamentablemente, la muerte del padre de uno de mis mejores amigos y no puedo describir la pesadilla que está atravesando. Creo que hay pocas cosas más duras a las que un ser humano se puede enfrentar en su vida. Es un verdadero horror. Todas esas personas están viviendo una película de terror, digna del Kafka más tremebundo. Espero que cuando salgamos, nos acordemos de todas esas personas: van a necesitar nuestro amor y nuestro apoyo. Pienso mucho en ellas.

¿Qué idea tiene ahora mismo de la libertad? ¿En qué se canjea?

Creo que es muy importante recordar que la libertad es un sentimiento interno. Los presos pueden ser libres. Yo ahora, aunque no pueda salir a la calle, sigo sintiéndome igual de libre. La libertad no se trunca por un encierro. La libertad no entiende de una puerta cerrada. Es una posición personal.

¿Qué lectura política y económica hace de esta crisis?

Principalmente que las personas, su salud, su bienestar, están siempre por delante de cualquier otra cosa. Que la economía y la política están al servicio de las personas y no al revés. Que no podemos vivir en un mundo donde lo único importante sean los mercados y el beneficio industrial. Que el mundo, el que merece la pena, no se rige por números ni por billetes. Espero que la jerarquía de poder y de prioridades se invierta después de pasar por esto.

¿Reforzará esta crisis nuestra idea de colectividad? ¿Empezará a estar mejor vista la palabra “España”?

Quiero creer que esta crisis nos hará mejores. Ojalá.

Una canción, una película y un libro para resistir en cuarentena. 

Canción: Estoy escuchando mucho, de nuevo, The Gardener de The Tallest Man On Earth y The Ride de Amanda Palmer. Si lo que se necesita es una buena dosis de melancolía, con la que darse un festival de lloriqueo, siempre voy a por World keeps turning de Tom Waits. Y si lo que se quiere es disfrutar de la belleza en silencio, mirando por la ventana, entonces la elegida es I´d be a fool de Kat Edmonson.

Libro: Tan poca vida de Yanagihara Hanya. Es largo y magnífico. Y muy emocionante.

Película: Siempre vuelvo a París, Texas, de Wim Wenders o Hannah y sus hermanas de Woody Allen. Son dos de las películas de mi vida.