A los cuatro años, Iván Ferreiro (Nigrán, 1970) tenía pesadillas con el cáncer: creía que era un gas que se colaba por su habitación. Luego llegaron los primeros amores: un tirachinas, una bicicleta, Bárbara Rey. Los poemas de Paco Ibáñez y Gloria Fuertes. La historia interminable de Michael Ende. A los quince, cuando andaba en un momento de desencuentro adolescente con su madre, ella le regaló un póster de Charlot en la cárcel que decía "me gustan mis errores; no quisiera renunciar a la deliciosa libertad de equivocarme". Aún piensa en ello.

Más tarde se convirtió en uno de nuestros artistas más fundamentales, de corte cósmico. Igual nos regalaba un Picnic extraterrestre que nos recordaba que El equilibrio es imposible. Cantó, honrado a Golpes bajos, que no mirásemos a los ojos de la gente: ahora esta nueva pesadilla, ya adulta, va de eso. Apenas se intuye ya ninguna pupila en el hueco que deja libre la mascarilla. Ferreiro, que viene de ciencias, siempre intuyó que el apocalipsis moderno tendría más que ver con los virus que con las bombas. Vive tan conectado al lado exacto de la vida como al terreno pantanoso y arbitrario de las emociones.

Ahora, desde su pueblecito, cuenta que le aterroriza -a la vez que agradece- haberse dado cuenta de que no necesita nada. Nada más que regar sus plantas, cambiar las macetas y mancharse las manos de tierra. 

¿Qué ha aprendido de usted mismo en este encierro? ¿Y de los demás -del ser humano, en sentido profundo-?

¿Sabes qué pasa? Mi cambio diario ha sido muy poco. Yo justo acababa de terminar la gira, tengo un año y medio por delante para hacer cosas… bueno, tenía, antes de todo esto. De alguna forma curiosa los primeros meses me costó un montón, acostumbrado a la actividad, y lo único que tenía que hacer era dejar de hacer cosas. Unos días bajaba al estudio. Otros días me metí a plantar pepinos y albahacas. Y cayó todo esto encima justo, así que mi vida diaria no cambió mucho. Yo estaba ya muy casero. Pero sé que lo va a cambiar de alguna forma todo. Yo vivo en un pueblo muy pequeño que es una maravilla, con sus tiendecitas, sus mercados… y aún así ya se ve todo muy raro, me recuerda mucho a mis amadas novelas de ciencia-ficción.

¿Cuál es el pensamiento más extraño que le ha asaltado estos días?

Supongo que cuando me pongo hipocondríaco. No pensaba que lo fuera tanto. Yo que, dentro de mi caos, soy bastante meticuloso… me gusta cocinar, entiendo los ingredientes, me molesta cuando alguien cocina mal… pequeñas mierdas que tiene uno. Ahora lo de quitarse los guantes para hacer no sé qué… vengo de ciencias. No sé. Estoy un poco irascible, me pone nervioso todo.

¿Qué es el mundo interior; cómo se cultiva? ¿Realmente puede la cultura salvarnos de algo?

Yo he estado ahí metido, yo estaba viviendo ahí, en la cultura. Cada vez que uno saca disco y se va de gira es un pequeño suicidio, en el sentido metafórico de que tu cuerpo va a sufrir un montón de cosas: a nivel emocional, a nivel de viajes… no es ir de cámping ni a la playa. Cuando terminas las giras estás medio tocado a nivel emocional, porque como uno es idiota se emociona en todos los conciertos. Estás agotado. Es como vivir en una canción. Desde hace mucho tiempo sé que lo que me salva a mí es llenarme la cabeza de otras cosas. Leer, ver series, escuchar charlas, ver la tele, evadirme. El arte en realidad se basa en evadirse, eso es lo que me ha salvado siempre y espero que la gente encuentre eso que le apasiona.

“Para los desgraciados, todos los días son martes”, cantaban las Vainica Doble. ¿Cómo cree que afectará esta situación a nuestra concepción del tiempo, del trabajo y del placer?

Yo sé lo que me gustaría. Me gustaría que la gente encontrase una forma de vivir más calmada. Yo tengo la suerte de vivir aquí y hace rato que me planteé el placer de la soledad, de vivir en el rural, de no estar enjaulado en un piso de Madrid o de Vigo. Hace muchos años que tomé esa decisión y es la mejor decisión que he tomado nunca. No echo nada de menos vivir en la ciudad. Me doy cuenta de que estamos acostumbrados a aglomeraciones muy bestias, a pensar que sólo en la ciudad funcionan las cosas. Aquí no tengo Just Eat y no puedo pedir una pizza a casa, pero tengo un par de sitios donde llamas y la vas a buscar. No tengo esos lujos que sí tengo cuando voy a Madrid de pediré una hamburguesa de estas… te gusta como que traigan la caja, ¿no?

Sí me doy cuenta de que estamos cargando mucho la mano con respecto a cuánto nos movemos, a cómo nos planteamos las horas del día. Cuántos trabajos se pueden hacer de casa. Mi sueño es que la gente empezase a plantar cosas en su casa, hay jardines hidropónicos para dentro de casa… y salen tus lechugas. Así a lo mejor dejaríamos de hacer el animal con el consumo. Igual sirve esto para pensar qué necesitamos y qué no necesitábamos tanto. Yo mismo, antes de que pasara todo esto, compara cosas por internet par el estudio que en el fondo no voy a utilizar tanto… hay que parar. Tengo glotonería de casi todo. Habrá que pensar sobre ello.

Esta crisis, ¿le ha vuelto más humanista o más misántropo?

Quiero ver aún a dónde vamos. Veo bondad, pero hasta que llegue el apocalipsis zombie algún día… ojalá esta crisis nos enseñe a mandar a nuestros hijos a estudiar ciencias y a animar a todo el mundo a las ciencias. Somos una sociedad que entiende poco de ciencias. Nos sorprende que echándole sal al hielo y al agua se te descongele más tarde la cerveza… son chorradas. Termodinámica y cuatro mierdas más. La ciencia está para explicar el mundo, no es perfecta, pero tiene métodos que puede seguir cualquiera. La ciencia, afortunadamente, nos aleja de la pseudociencia. Si a alguien le da la puta gana de saber cómo funciona algo, lo puede saber. Pero estamos tan lastrados con ese tema… es una pena.

¿Cree que los ciudadanos españoles han mostrado responsabilidad individual? ¿Qué valor le da a ésta?

Yo creo que sí. Hay algunas voces de la oposición que dicen cosas que me dejan frío. Dicen burradas los mismos que desmantelaron la sanidad pública. Últimamente estoy intentando enfadarme menos, estoy relativizando. Creo que la gente se está portando muy bien.

¿Qué idea tiene ahora mismo de la libertad? ¿En qué se canjea?

Esto es un problema muy gordo. De alguna forma siento dos cosas enfrentadas. Una es que creo que este va a ser el siguiente paso para la pérdida de libertades y de derechos desde el 11-S, cuando enchufaron unos aviones y nos cambió la mandanga a todos. Los aeropuertos fueron distintos y todo fue distinto, a partir de ahí preferimos que nos vigilen con cámaras y que no nos pase nada porque tenemos miedo a la intimidad y a la libertad. Ya nos la jugaron esa vez.

También es cierto que siempre he tenido el convencimiento de que si algún día hay un apocalipsis va a ser un virus, nada de bombas ni meteoritos. Se está demostrando la capacidad que tiene un virus para mutar, para moverse como el puto planeta… somos autobuses. Pero eso mismo me da para pensar en que espero que la gente se dé cuenta de que el planeta es sólo un planeta, que no hay fronteras reales, que sólo son mentales. No hay fronteras nacionales ni continentales. Vivimos en la puta misma finca todos. En el mismo edificio. Y todos estamos en las mismas.

¿Qué lectura política y económica hace de esta crisis? ¿Qué cree que sucederá? ¿Cómo valora la gestión del Gobierno?

Yo no me voy a meter, creo que habrá que valorarlo más tarde. No creo que haya ningún hijo de puta ahora mismo intentando beneficiarse él solo de esto. Creo que en estas situaciones tan jodidas todo el mundo trata de hacer todo lo que puede. Siempre aparece uno en la tele que llega tarde y da ideas que venían de puta madre hace cuatro horas. Mi mente científica e hipocondríaca dice que yo hubiese cerrado todo mucho antes, y nunca me reí de esto, no me salía hacer ningún chiste. Quizá porque he leído demasiadas novelas de ciencia ficción y ya es mi imaginario.

¿Reforzará esta crisis nuestra idea de colectividad? ¿Empezará a estar mejor vista la palabra “España”?

Ya va siendo hora de que nos pase y maduremos un poco todos, joder. A mí me interesa que se acaben las rencillas absurdas entre formas de pensar, siempre que sean dentro del sentido común y del respeto hacia el otro. Las mentiras son muy peligrosas, eso sí. Es un arma, una mentira. Parece un chiste pero tenemos que empezar a preocuparnos con los terraplanistas y toda esta gente. Que sí, que me encanta su saludo, que puede parecer algo de broma, pero no es una broma que haya una parte de la sociedad que cuestione si la tierra es redonda o es plana. Hablábamos de la libertad: bien, oiga, usted no puede tener una opinión sobre cosas que materialmente no son así. El agua es H2O, señora, es lo que hay. O señor, o chavalito. ¿Y los antivacunas? Hostia, dan más miedo que todo. Espero que esto sirva para escuchar a la ciencia y desterrar ya a esta gente. Vale que la ciencia no siempre acierta pero sí acierta mucho más que el decir que si metemos arroz en agua toda la noche a la luz de la luna pasa no sé qué.

Una canción, una película y un libro para resistir en cuarentena.

Estoy con Frank Sinatra, con Nina Simone. Para cocinar es lo que pongo, me da mucha alegría. Recomedaría Matar a un ruiseñor, que nos explicaría mucho de quiénes somos y cómo somos. Y La quinta estación, la trilogía. Sufrí y me encantó. Hacía mucho tiempo que no volaba.