Raúl Cimas -tal vez nuestro cómico más bestial, más talentoso, genuino e inagotable- está pasando el encierro en una casita que tiene perdida de la mano de dios. Se escuchan hasta los pájaros al teléfono. Dice que está sentado en una mecedora limpiando su escopeta: preferimos creer que es una licencia poética, cinematográfica, pero es divertido imaginarle. Al principio salía a aplaudir a las ocho -leyó por ahí que era el nuevo ritual que ordenaba el tiempo de estos peces boqueantes que somos ahora-, pero luego se dio cuenta de que molestaba a los perros.

“Estoy estudiando a los pájaros, aprendiendo a hacer lejía con ceniza, jabón con aceite… leyendo, escribiendo, dibujando. Yo, la verdad, es que no llevo mal la soledad”, comenta. Siempre fue un poco eremita, dice, desde los tiempos viejos en los que iba por las ciudades como monologuista, sin representantes, sin colegas, sin nadie: un tipo caminando solo después del show en el que enamoró a la peña. Paseando los barrios. “Ahí hice bastante callo”.

Cuenta que lo primero que hará cuando se abra el confinamiento será “quedar mal con un montón de gente, porque he prometido muchas cervezas al acabar y tendré que dejar a gente fuera”. Vayan quitándole de sus agendas. Los amores platónicos siempre fueron los más exitosos. 

¿Qué ha aprendido de usted mismo en este encierro? ¿Y del ser humano, en sentido profundo?

Que lejos estoy bien. Lejos de los demás (ríe). Soy un misántropo. No, si te respondo en serio, creo que es muy precipitado todo… me da la sensación de que estamos un poco enfermos de prisa y que ya queremos aprender a salir del desaguisado, justo cuando nos acaban de soltar una hostia. Estamos en la lona y tenemos que pensar en cómo levantarnos en vez de sacar otras conclusiones. Quizá ese es el primer aprendizaje que me gustaría tener, no tener prisa. Si tenemos prisa echaremos de menos una realidad que nos ha traído hasta aquí y será fácil tropezar en la misma piedra. Lo que es evidente es que necesitamos una vacuna e investigadores médicos. Con comprender lo evidente tenemos bastante, de momento.

¿Cuál es el pensamiento más extraño que le ha asaltado estos días?

¿Y no te parece que “pensamiento” y “extraño” es una contradicción? El pensamiento viene de dentro y lo extraño viene de fuera. No hay pensamiento extraño. A lo que estamos acostumbrados es a no tener demasiados pensamientos o a darles salida pronto. Pero ahora que no tenemos escapatoria… no sé, igual nos enfrentamos a pensamientos oscuros y humanos como la violencia o la venganza, pero tenemos la suficiente educación para tomárnoslo con calma. Cuando vemos películas un poco idas de madre llegamos a disfrutar viendo verdaderas barbaridades: da placer. Esos pensamientos… en lugar de quitárselos de encima hay que enfrentarse a ellos. Y ver cómo los podemos solucionar. Los pensamientos que nos pueden parecer extraños en el fondo son algo propio.

¿Qué es el mundo interior; cómo se cultiva? ¿Realmente puede la cultura salvarnos de algo?

El cuerpo es un armario. Hay gente que quiere tener un armario bonito, que pegue con el salón y tal… y hay gente que lo quiere para guardar cosas. Mira, si consigues las dos cosas eres Paul Newman. Enhorabuena. ¿Cómo no te va a salvar la cultura? La cultura es una guía de todo el conocimiento adquirido en la historia por el ser humano, eso es la cultura. Si te vas de viaje a un lugar peligroso y cruel como es la propia vida, más te vale tener algún conocimiento de antemano. Tendrás más posibilidades de sobrevivir. La cultura es eso, no el actor que te cae mal o el periodista con el que no estás de acuerdo, la cultura es fundamental, lo que pasa es que en estos tiempos donde el conflicto es permanente, se duda de lo más divino. La cultura es hermana de la educación, auténticamente lo que nos hace personas y nos hace convivir. Otra cosa es que no todos los autores escriban El Quijote… es una pena. O no.

¿Y qué hay del humor?

Es algo propio del ser humano y el ser humano no tiene nada que le sobre. Siempre he pensado que el humor es un mecanismo de defensa ante el dolor y ante las cosas que no entiendes. Cuando empiezas a tomarte las cosas con humor es probable que estés superando un problema. Todos nos reímos, y nos reímos de cosas que no deberíamos en círculos privados. Si eso pasa es porque lo necesitamos.

¿Te acuerdas de El nombre de la rosa? Bueno, pues el libro perdido por el que se formó todo el lío era La comedia, de Aristóteles. Ese discurso final del asesino, del bibliotecario ciego contra la cultura, que decía que la risa era creada por el diablo… se enciende toda una teoría sobre que ese libro se perdió porque la Iglesia siempre quiso negarlo. El humor tiene mala prensa hasta en la risa de los malos de las películas, ese “hahahaha” maquiavélico, ¿no? Ese Joker. Alguien se esfuerza mucho en que la risa parezca mala. Pero son herencias de pacatos.

“Para los desgraciados, todos los días son martes”, cantaban las Vainica Doble. ¿Cómo cree que afectará esta situación a nuestra concepción del tiempo, del trabajo y del placer?

En fin, ¿qué tienen de malo los martes? Habrá gente que se haya enamorado un martes y se haya casado un sábado: ese es el principio de la tragedia (ríe). Cualquier día puede ser bueno. Yo me esforcé mucho siempre en intentar no tener una oficina ni un jefe, y eso es lo mejor que he hecho en mi vida. Quizá por eso no tengo ese concepto asfixiante del tiempo. Casi que trabajo más los fines de semana que entre semana. Ya te he dicho, yo estoy en el monte, si os vinierais todos tendría que irme yo a la ciudad (ríe).

Sí, claro que hay una obsesión por el triunfo laboral… ves los perfiles de las cuentas sociales y hay algunos que ponen la profesión antes que el nombre. Parece que les marca mucho. Hay profesiones muy pasionales, la tuya y la mía, por ejemplo, sí… esa angustia creo que es herencia de nuestros padres. De la generación de nuestros padres. La titulitis, aquella cosa de ser alguien… ellos también venían de tiempos oscuros. Yo hace tiempo que me aficioné a la filosofía de estar slow y creo que más que una cuestión de ocio o trabajo se trata de disfrutar de lo que estás haciendo. Hay cosas que necesitan un tiempo y otras que necesitan otro. El descanso, el placer… más te vale que lo tengas, porque si no la cabeza se te desequilibra hacia un lado. Y todo el rato de ocio… pues es Los lunes al sol. Necesitas una dedicación, algo que te interese, pero que no lo ocupe todo.

Esta crisis, ¿le ha vuelto más humanista o más misántropo?

Hago reír a la gente, o lo intento, pero lo hago con un personaje que es misántropo, y la gente creo que lo agradece. No es algo que haya inventado yo, es un arquetipo que lleva toda la vida. ¿Por qué nos pasa esto? Seguramente nos necesitamos los unos a los otros, vivimos en manada, aunque eso signifique vivir en conflicto. Y aunque signifique mandar a la mierda a alguno de vez en cuando, que tampoco pasa nada. Estamos hechos de las dos cosas.

Decía Blaise Pascal: “Todos los males derivan de una sola causa: nuestra incapacidad de quedarnos quietos en una habitación”. ¿Está de acuerdo? ¿Encerrados sacamos lo peor -la verdad- de nosotros mismos, como en El ángel exterminador?

En esa película no sabían por qué estaban encerrados. No hemos nacido para estar enjaulados pero el motivo ahora merece la pena y hay que hacerlo. Tenemos que ser lo suficientemente listos para saber que es temporal.

¿Cree que los ciudadanos españoles han mostrado responsabilidad individual? ¿Qué valor le da a ésta?

Claro que la han mostrado. Estamos haciendo lo que nos han dicho, salvo algunas excepciones que no tardan ni un minuto en hacerse virales. El pueblo siempre es lo mejor. Cerca del sitio donde estoy hay un pueblo donde los tíos del súpermercado llaman a todas las vecinas mayores, les preguntan qué necesitan y se lo llevan ellos a la puerta. Se la juegan ellos. Eso es emocionante. Como ellos hay un montón, está de puta madre, tenemos que estar muy orgullosos de eso.

¿Qué idea tiene ahora mismo de la libertad, en qué se canjea?

La libertad es un sueño imposible, no sé si la queremos de verdad. Las personas no están hechas… (chasquea). Es rara la persona que vive en libertad, te tienes que ir a una tribus del Amazonas. A las islas Centinelas. Nosotros, los occidentales, no tenemos ni puta idea de qué es la libertad. No hemos perdido porque no la hemos experimentado nunca. Nos enganchamos hasta a la relación sentimental más dolorosa, hasta al trabajo horrible en el que nos putean, hasta al grupo de amigos que no nos valora. Hasta a las redes sociales donde nos insultan.

Qué ingrato todo, ¿no?

Sí, por eso creo que… no sé, que la libertad la conocen los pájaros, como decía Calamaro. No hemos nacido en la libertad absoluta en su concepto de diccionario, ahora… dentro de a lo que podemos aspirar, estamos más libres que en otros tiempos. La libertad absoluta también lleva a la anarquía. ¿Tú eres anarquista? Yo no lo sé. A ratos. Ahora en mi casa me siento libre, algunos ratos, eso vale mucho, claro.

¿Reforzará esta crisis nuestra idea de colectividad? ¿Empezará a estar mejor vista la palabra “España”?

La palabra “España”… no sé. El otro día hablaba con un amigo que también está hasta los cojones del debate político, y bueno, no es una teoría suya ni nueva, pero decía que en nuestra historia moderna quizás nos ha faltado una guerra. Una guerra de nosotros contra otros, porque sólo nos hemos matado entre nosotros en el último siglo y pico. Evidentemente, no me gusta creer en esto, porque creo que es una pose. Luego la vida está en lo que te decía, en estos tipos del súpermercado.

En los médicos, en los limpiadores, en los que están para arrimar el hombro, ahí nadie dice “tú eres esto” o “tú eres lo otro”. Es mentira que en España estemos a la greca, a la hora de la verdad arrimamos el hombro, yo creo. Desde luego, el debate continuo no ayuda. El tomarse esto como si fuera el Madrid contra el Barcelona, parece fútbol, pero al final es lo mismo: un negocio. Ellos han montado este circo, y es culpa nuestra, porque si lo seguimos comprando nos lo seguirán vendiendo.

Una canción, una película y un libro para resistir en cuarentena.

Te voy a cambiar el paso otra vez. Yo le propondría a la gente que intentara durante esta cuarentena escribir un libro o hacer una canción o hacer el guión de una película. A mucha gente le vendría bien saber lo difícil que es.