Pedro Cuartango ya era nostálgico de niño, y eso que los niños apenas tienen nada que añorar. Pedro Cuartango es nostálgico desde que tiene memoria, y porque tiene memoria.

Nació en Miranda de Ebro, en 1955, en una familia católica y cohesionada. Fue feliz. Hundió los pies en la pequeña ciudad de provincias, bebió de la escuela, del río, de los partidos de fútbol, de las escapadas con los amigos.

Su padre, dice, era "de derechas" y tuvo "muchas diferencias con él", pero siempre le respetó y le admiró porque era "una persona íntegra, un hombre extraordinariamente recto y honesto": esa es su mejor herencia ideológica y emocional. 

Este veterano periodista -toda la vida en El Mundo, de editorialista y hasta de director; toda la vida pensando, que es un arte, y escribiendo con reposo, con mirada lúcida, con hilo fino y gusto literario- cuenta que siempre ha experimentado "cierta sensación de agobio por la irreversibilidad del tiempo": "¿Por qué el tiempo no será reversible?", chasquea.

"Estamos hechos de tiempo, y el tiempo se nos acaba. No he salido nunca de esa perplejidad". Esa es la nuez de sus bellísimas columnas, el paso de la vida, la vida que se agota, que expira a cada segundo, mientras usted lee esto, sin ir más lejos: se va, se va lo bello, lo bueno, lo puro, lo verdadero. 

A Cuartango le interesa el deleite, el detenerse en mitad de la jungla y del ruido. Respirar, salvaguardar la independencia. La dignidad. Le interesan los grandes autores, las viejas certezas, los misterios del alma: justo ahora, cuando lo urgente no nos deja tiempo para lo importante.

Toda esa sensibilidad valiosa la despliega en Elogio a la quietud (Círculo de Tiza), un rosario de sus mejores reflexiones humanistas para no perdernos entre la turba iracunda. 

Dice que la literatura le ayudó a comprender a sus semejantes y yo me acordaba de lo que escribía Rubén Darío, que “no hay mayor pesadumbre que la vida consciente”. ¿La literatura hiere más que cura? ¿De qué cura?

La literatura hiere y cura. La literatura es la vida. Leer es vivir. No hay ninguna contraposición entre leer y vivir. Cuando yo leo, vivo. Y vivo para leer también.

Sobre todo, siempre he reivindicado a los clásicos porque cuando lees a los clásicos (a Homero, a Dante, a Cervantes, a Shakespeare) nadie mejor que ellos ha descrito los misterios del corazón humano. Todo lo que somos está en esos libros, y por lo tanto he defendido la necesidad de leer a los clásicos y, por supuesto, la necesidad de leer.

¿La literatura es necesaria porque la vida no nos basta? La vida, al final, es más ingrata, más sórdida, tiene menos relieve.

No, yo no creo que la literatura sea una evasión, una forma de huir de la realidad. Esencialmente es un placer. ¿Hay algo mejor que pasar una tarde de verano bajo un chopo leyendo Anna Karenina, o leyendo La cartuja de Parma? La literatura es conocimiento y es vida, pero sobre todo es placer. Coger un libro, tocar las páginas, acariciar el papel.

¿A qué autor siente más amigo suyo?

Tengo varios. Siempre digo que me fascina La montaña mágica, de Thomas Mann, un libro que he leído y releído. Me gusta mucho Proust, los siete tomos de En busca del tiempo perdido, son realmente una obra maestra de la literatura. Stendhal. Balzac. Esas cuatro referencias son las que más me han marcado.

¿Cuál fue su primer amor?

Pues siendo niño. Siempre me han gustado mucho las mujeres. Nosotros, ¿sabes qué pasa…? Yo tuve una educación con separación de sexos. Casi era tabú. Veíamos a las mujeres como algo divinizado, inaccesible.

Desde pequeño estaba enamorado de mis vecinas o las hijas de los amigos de mis padres… desde muy joven, he tenido una idea de las mujeres muy distante (ahora parece ridículo), pero para mí eran seres intangibles.

¿No hizo nada entonces para acercarse a ella?

¡Hombre, claro que hice! (Ríe). Pero cuando se tienen ocho o diez años… esos amores son puramente platónicos. No sé. Soy de una generación ingenua, incauta, no sabíamos nada del sexo. El despertar a ese mundo se produce cuando eres joven, pero hasta que no llegas a adolescente… vivíamos en un limbo.

¿Le preocupa la precocidad de los niños ahora con este tema? ¿No le parece que van muy adelantados?

No, me parece natural. No me preocupa. Me parece que la situación actual es más sana y mejor que la represión de nuestra época. Yo fui educado en una escuela católica donde todo lo relativo al sexo era pecado.

¿Qué sabe hoy del amor que no sabía con 18 años?

Hombre, con 64 años que tengo ya, la experiencia es fundamental. Uno, cuando cumple los 60 años, ve la vida con mucha más perspectiva: el amor, el trabajo, todo lo que te ha acontecido lo puedes colocar en un contexto y puedes interpretarlo con más sabiduría, más conocimiento que cuando eras adolescente.

Pero, ¿es usted un hombre romántico?

Bueno (ríe). Sí.

No lo dice convencido.

Es que claro, el romanticismo lo puedes identificar con un movimiento del siglo XIX, exaltación del amor, primacía del sentimiento sobre la razón, etc. Luego está la acepción vulgar de la palabra “romántico”. Yo me identifico más con el romanticismo decimonónico que con el concepto actual.

Pedro Cuartango. Jorge Barreno.

Se identifica con Sartre (ahí: “Un ser humano son sus hechos”) y con la idea de que el hombre es un ser condenado a la libertad. Pero, ¿qué es la libertad para usted? ¿Es posible alcanzarla en el mundo en el que vivimos?

La libertad es una condena, sin duda, es que no tenemos opción. El hombre está condenado a la libertad. Si tú decides no hacer algo, ya estás tomando una decisión. El ser humano no tiene esencia, es pura existencia, y por lo tanto está condenado a ejercer la libertad, está obligado a construirse.

Tiene un tope esa libertad.

Sí, todo tiene límites. Los límites son de tipo ético: no puedes matar, cometer un delito, no puedes hacer daño a tu prójimo. Pero es un límite que te pones tú. En el fondo es el imperativo categórico kantiano. Pero, ¡somos libres!

La prueba de que somos libres es que cometemos genocidios; hemos visto acciones monstruosas en la humanidad, hemos visto el Holocausto. Sucedió en Europa hace ochenta años. No estamos hablando de… y eso es una consecuencia de la libertad. Tenemos libertad para hacer el mal y libertad para hacer el bien.

Me refería a esa libertad que acaba condicionada incluso por la publicidad, las empresas, los jefes, la nómina, el miedo o la condena de los otros a nuestros pensamientos.

Por supuesto. La libertad no es absoluta. Naces en una familia, tienes unas necesidades materiales… pero aún así, hay un reducto en tu interior que siempre es libre.

Decía Camus que incluso un preso condenado en la cárcel y torturado es libre: su libertad está en su cabeza, y es la libertad de no aceptar esos hechos. La libertad de no aceptar ser un esclavo. Te podrán torturar físicamente, te podrán matar, pero tú siempre tendrás un reducto en tu interior de mantener tu libertad.

¿Cuándo se ha sentido usted menos libre, en su vida?

Yo siempre me he sentido libre; bueno, aunque sea una frase hecha. Hay momentos en los que estás muy condicionado por las cosas, por tu entorno, por tu familia, por tu trabajo, pero… nunca me he escuchado decir que he hecho las cosas obligadas por las circunstancias. Siempre me he sentido libre.

La prueba de que somos libres es que cometemos genocidios: tenemos libertad para hacer el bien y también el mal 

Qué complicado, con todos los editoriales que usted ha escrito.

¡Bueno…! Eso es otra cosa (ríe). Yo los calculé, me salían como tres mil o cuatro mil. Creo que soy el periodista que más editoriales ha hecho. Pero cuando yo escribo un editorial, no estoy dando mi opinión, sino la del medio. Eso no es una negación de la libertad. Lo mismo que un sacerdote o un militar. Un militar tiene que cumplir órdenes. Un sacerdote tiene que respetar el derecho de confesión. Yo soy periodista y tengo determinadas obligaciones, pero siempre he mantenido mi libertad y he dicho lo que pensaba.

¿Cuántas veces ha escrito algo que no pensaba?

En algunas ocasiones sí, pero no en muchas… no te puedo decir…

Un gran tema político o social flagrante del que usted haya dicho “esto me duele, me duele ponerlo”.

Te voy a poner un ejemplo, aunque yo estaba de acuerdo. Pero el editorial de El Mundo del aborto lo pensamos, lo discutimos durante meses. Con Pedro J., con Javier Ortiz, con el staff del periódico. Y yo lo redacté. Pero yo escribía una opinión colectiva.

Defendíamos en ese editorial el ordenamiento legal que existía, que era una regulación legal del aborto, sea mediante plazos o supuestos. Defendíamos el derecho a abortar en última instancia respetando la conciencia de cada individuo. Ese editorial tuvo una enorme contestación. Yo era jefe de Opinión y me llegaban protestas por carta en cajas de zapatos. Me subían todos los días cajas de zapatos llenas de protestas…

Uy, me estaba imaginando amenazas en las cajas de zapatos. Una ardilla muerta.

No, no. Quiero decir que venían 200 cartas todos los días, durante 10 días, o 12. Uno, cuando un medio se posiciona sobre la eutanasia, o el aborto, o sobre temas relacionados con la conciencia… tú no das tu opinión, la da el medio.

Cuartango. Jorge Barreno.

¿Le da la sensación de que ahora los lectores tienen mucho más poder sobre lo que se publica en los medios que antes? Incluso sobre la nómina de los periodistas. Boicots por todas partes, las redes ardiendo…

Hay más cercanía del lector, una relación más inmediata. Antes tenían que tomarse el trabajo de escribir, meter la carta en el buzón…

Y argumentarlo bien.

Exacto. Ahora la reacción es inmediata y eso es un gran peligro para el periodismo. Siempre he defendido que el periodismo no se tiene que hacer en función de los lectores, o de los ecos que recibes de los lectores. Tú tienes que hacer el periodismo de acuerdo a tus principios. Y eso al final acabará sumando, pero tú no puedes estar pendiente de complacer a nadie. Es una trampa. Ya lo estamos viendo ahora.

¿Cuál ha sido el peor director de El Mundo?

Uy, yo no… no puedo decir eso. Te voy a decir quién ha sido el mejor.

Eso es trampa.

Lo otro no te lo voy a decir, obviamente tengo una opinión, pero comprenderás que sería una falta de respeto… no lo puedo decir. El mejor, lo he dicho mil veces, y es obvio. Está cerca de donde estamos ahora. Pedro J. Ramírez.

Y lo otro… es que… vamos a ver, ha habido directores en circunstancias dramáticas. Por eso me parecería injusto decir un nombre. Yo soy muy comprensivo con la gente que ha estado detrás de mí porque he visto su sufrimiento y sus problemas con la empresa.

¿Qué opinión le merece el libro de David Jiménez destripando a una redacción?

Bueno, a mí el libro me parece que tiene una parte muy positiva, que es la denuncia de la complicidad de los medios con el poder. En eso es impecable. Creo que sobran, y se lo he dicho a él, alusiones personales.

Los motes, se refiere.

Bueno, eso… mejor hubiera sido que utilizara los nombres, porque todos sabemos a quiénes se refiere. Cuando habla de La Digna, todos sabemos a quién se refiere. Pero el libro, como toda obra humana, tiene reparos, cosas que se podrían haber hecho de otra forma… insisto, sería quedarnos en la anécdota, tiene una parte positiva y valiente de denunciar la dependencia de El Mundo de las grandes empresas del Ibex.

¿Escribiría usted un libro de ese tipo?

Lo he pensado y tal vez lo haga en el futuro, pero hay que dejar pasar tiempo. Yo no quiero que un posible libro mío, que lo podría hacer, se convirtiera en una vendetta personal. Por lo tanto, si lo hago, dejaría pasar unos años.

Yo siempre me he declarado republicano, pero la monarquía en España nos ha traído prosperidad y libertad

¿Quién es Pedro J. Ramírez?

Yo le tengo un gran respeto y una gran admiración, he trabajado con él muchos años. Para mí ha sido el gran director de la España de después de la Guerra Civil, y no digamos después de la muerte de Franco. Y ha sabido crear proyectos como Diario 16, como El Mundo y como El Español. Es un periodista, sin duda, de referencia, de gran coraje y talento.

¿En qué periódico jamás trabajaría?

¡Tampoco lo puedo decir…! Son cosas que…

Hombre, la respuesta tiene sentido si hay una razón de peso.

Hay periódicos (y me refiero a algunos digitales, no a éste, que es un periódico muy respetable) que cultivan el amarillismo y hacen un periodismo basura. En esos periódicos nunca trabajaría aunque me pagaran un sueldo astronómico. No soy de los que cree que todo el mundo tiene un precio, yo lo digo: yo no tengo un precio.

La gente a lo mejor lo interpreta mal, pero no tengo precio. Para mí son más importantes mis convicciones y nunca trabajaría en una empresa informativa que fuera contra mis principios. Hay límites que no se pueden cruzar y en España se están cruzando, pero no te puedo decir nombres.

¿Quién gobierna realmente en España? ¿Quién nos controla?

Bueno, necesitaríamos horas para hablar de eso. Claro, es cierto que los gobiernos han perdido poder en las últimas décadas, sobre todo por el creciente peso de los mercados, por la globalización; incluso por las nuevas tecnologías de la información. Pero los gobiernos siguen teniendo poder y los parlamentos hacen las leyes, existe el poder judicial, la separación de poderes… sería peligroso extender la idea de que vivimos en una falsa democracia. Yo creo que no.

La democracia española es perceptible, se puede mejorar, pero es una democracia real. Y yo creo que quien nos gobierna es el Gobierno, lo cual no quiere decir que el Gobierno no esté muy condicionado por los mercados, por la globalización y por su pertenencia a la UE.

¿Es usted monárquico?

No, no soy monárquico, pero vamos a ver, lo voy a explicar… porque esto la gente se puede llevar las manos a la cabeza. Yo siempre me he declarado republicano, pero la monarquía en España nos ha traído prosperidad y libertad. Evidentemente, prefiero ser monárquico en España que republicano en Botsuana. Es evidente.

En España la monarquía ha sido votada casi por el 90% de los ciudadanos que votaron la Constitución en el 78, por lo tanto estoy a gusto con la monarquía. Ahora, si yo tuviese que elegir, me parece más justa la forma de gobierno republicana.

¿Se volverá a hacer en algún momento esa pregunta a los españoles?

Pues en algún momento lejano, sí, pero ahora, con los gravísimos problemas que tenemos, abrir esta cuestión sería una locura.

Siempre va a haber problemas.

Ya, pero vamos a ver… ahora estamos viviendo un momento crítico. Hay un choque entre izquierda y derecha, la amenaza del independentismo en Cataluña… plantearse ahora mismo la forma de gobierno sería un despropósito.

Cuartango. Jorge Barreno.

¿Qué relación tiene usted con Dios?

Es muy complicada (ríe). Me considero agnóstico. Siempre fui una persona muy religiosa: he sido monaguillo en una iglesia católica. Mi familia es católica. Y yo, en cierta forma, también, porque he asumido los valores del catolicismo. Digamos que soy un católico escéptico. Pero he llegado ya desde hace mucho tiempo a una especie de agnosticismo.

No se puede afirmar que Dios existe ni lo contrario, no sabemos, lo mismo que no sabemos todavía el origen de la materia, no sabemos el porqué de determinadas leyes de la Física. El mundo está lleno de misterios, y uno de esos misterios es Dios. Yo he escrito mucho sobre el silencio de Dios, porque Dios no nos habla.

Y tampoco tiene pinta de que nos escuche. 

Bueno, si vemos el Holocausto, en el que los nazis asesinaron a ocho millones de judíos, podemos llegar a la conclusión de que Dios no nos escucha, sí. Es muy doloroso, pero es así, hay que admitirlo honestamente.

¿Y alguna vez reza?

No.

¿Ni en momentos críticos?

No. No rezo, no.

Y piensa usted que con la muerte acaba todo.

No lo sé, si tuviera que apostar, apostaría por eso, pero no lo puedo afirmar categóricamente.

¿Le da miedo?

¿La muerte? No sé, no me aterra, digamos. Bueno, algo me da miedo, claro, no creo que haya ningún ser humano al que no le dé miedo, pero asumo que nuestra condición es perecedera. La idea de Heidegger de que somos “seres arrojados al mundo”.

Somos contingentes, somos frágiles y ahí tenemos el caso de Gistau, que era muy amigo mío. Mira, con 49 años. Yo estuve con él, estaba perfecto, y al día siguiente estaba en el hospital, inconsciente, debatiéndose entre la vida y la muerte.

¿Uno puede sentirse español o meramente lo es?

No, es un sentimiento el pertenecer… jurídicamente claro, tú llevas un pasaporte que dice si eres español o eres francés, y luego está el sentimiento. Yo me siento cómodo diciendo que soy español, pero no se lo impongo a nadie.

Soy español porque me gusta este país, me gusta su geografía, me gusta su cultura, me gusta su historia, admiro su gran capacidad creativa: desde pintores como Goya o Velázquez a escritores como Galdós o Baroja, pasando por grandes poetas. En fin, es un país que no es mediocre. España es un país trágico, es un país cainita, es un país que ha pasado épocas realmente olvidables.

¿Qué es lo que más le avergüenza de España?

Bueno, lo que no me gusta, pero no “me avergüenza”. Yo no soy quién para avergonzarse de nada, pero sería el cainismo. España es un país cainita, mira nuestra historia desde Fernando VII y calcula los golpes de Estado, las guerras civiles… todo lo que ha habido.

El periodo que hemos disfrutado desde la muerte de Franco es excepcional, hay que preservarlo. La gente joven no tiene memoria histórica. La gente de tu generación no tiene memoria histórica porque no ha vivido el franquismo, yo sí. Pero el concepto de “memoria histórica” es una falacia, una simplicidad. No existe una memoria histórica.

¿No cree que se deba legislar sobre ella, quiere decir?

Sí, claro, pero yo lo cuestiono. Vamos a ver: existen las memorias históricas.

Individuales.

Sí. Existen las miradas sobre la historia, pero la historia es múltiple y cada uno tiene su interpretación. Convertir la historia en algo de buenos y malos es una puerilidad. En la Guerra Civil no ganaron los malos sobre los buenos, eso es infantil, y es lo que se quiere decir ahora. O imponer una memoria histórica. ¡Que cada uno tenga su memoria!

Yo he vivido en una familia, como millones de españoles, donde había gente del bando republicano y gente del bando nacional y he visto ese desgarro en mi propia familia. Yo no quiero que eso se repita, porque yo tengo mi memoria de esos hechos y mis abuelos estuvieron en esa guerra.

En la Guerra Civil no ganaron los malos sobre los buenos, eso es infantil, y es lo que se quiere decir ahora

¿Sigue existiendo la lucha de clases?

No, eso es un concepto marxista que creo que tiene su justificación en el movimiento obrero, en el siglo XIX, y las primeras décadas del XX. El capitalismo hoy es mucho más complejo y no creo que exista lucha de clases, y ya tampoco existe el proletariado tal y como Marx lo definió.

Pero existe el precariado.

Existe el precariado: correcto, me parece muy inteligente, porque obviamente sigue existiendo desigualdad e injusticia. Pero el concepto de lucha de clases, ese concepto de la toma del poder por parte del proletariado… todo eso es absurdo, sobre todo porque hemos visto el fracaso de la revolución del 17, el fracaso del comunismo soviético, y eso ya no tiene sentido. Lo que no significa que no haya muchas injusticias en este mundo, que no haya aumentado la desigualdad, que haya todavía muchas cosas en las que avanzar. En el feminismo, en temas sociales, ¿no?

Hay mucho por hacer, no vivimos en una sociedad perfecta. Pero plantearlo como un “asalto a los cielos”, como dice Iglesias, está fuera de lugar.

¿La vida nos vuelve de derechas?

Pues no lo sé… pero creo que a mi generación sí que la ha vuelto de derechas. Mi generación luchó contra Franco. Yo luché contra Franco, modestamente, no fui un héroe. Hemos vivido un desengaño respecto a la izquierda, sobre todo ante el comunismo, que nos ha hecho tomar posiciones más próximas al centro político. Me considero una persona de centro, si esa referencia significa algo.

Ahora está como mal visto ser de centro, ¿no? Se ha creado el concepto de “extremocentrismo”. Hay una crítica a la equidistancia. Antes era de valor ser una persona mesurada, con templanza.

Efectivamente, la palabra “centro” está maldita, está contaminada por el desplome de Ciudadanos, el fracaso de Rivera… pero las encuestas del INE revelan que en España entre el 60% y 70% de la población se considera de centro, centro derecha o centro izquierda. Y lo decía Felipe González y tenía toda la razón: “En España las elecciones se ganan en el centro”.

Cuartango. Jorge Barreno.

Usted escribió una columna contando que antes se sentía como Pablo Iglesias ahora -ideológicamente-, que comulgó con esas posturas durante su juventud, y ya no.

Sí. Me alejé de esas posturas tan radicales. En la universidad, en mi juventud, estábamos muy cerca del marxismo. Cuando empezamos a conocer lo que ocurría en la Unión Soviética y se desplomó el muro de Berlín, evidentemente, eso nos obligó a cambiar. A asumir que estábamos equivocados en muchas cosas.

Yo creo que ha sido la realidad la que nos ha hecho cambiar. Cuando era joven yo creía en un ideal socialista, con tópicos como la nacionalización de los medios de producción. Todo eso se ha desmoronado. Yo creo ahora que el mejor sistema de gobierno es la democracia parlamentaria, y que Europa ha tenido desde 1945 hasta la crisis reciente una gran prosperidad y una gran democracia. Defiendo ese modelo. Es el mejor modelo que ha tenido la humanidad. Una democracia con sensibilidad social y protección de los derechos civiles.

¿Cuál es el mayor error hoy de la izquierda?

El arrogarse la superioridad moral frente a la derecha. Eso me parece, en cierta forma, indecente. Es indecente. Cuando se convoca una manifestación feminista, decir que determinados partidos no pueden ir, no pueden sumarse, me parece indecente. Las causas no son de nadie.

La izquierda está demonizando a la derecha y eso me parece muy mal. Lo que tiene que hacer Pedro Sánchez es explicar lo que hace, explicar sus decisiones, explicar a la sociedad española qué quiere hacer, pero no no dar explicaciones y culpar a la derecha de todos los males. Porque al final la oposición no tiene la culpa: la culpa de lo que pasa, para bien o para mal, la tiene el Gobierno.

Mejor y peor presidente de la democracia.

El mejor fue Adolfo Suárez, creo que en eso casi habría consenso general. El peor, Zapatero. Tuvo una manera de gobernar muy demagógica y no supo atajar la crisis: esa es su gran responsabilidad. Negó la crisis y no hizo una política de ajustes de la economía, se lanzó a un programa desmesurado de gasto público que tuvo consecuencias dramáticas. Luego tuvo que retroceder.

Ha bajado el nivel de los políticos españoles.

Sin duda. En la Transición, a la política se dedicaban los mejores.

¿Y ahora quién se dedica a la política? ¿Los guapos?

(Ríe). Los partidos se nutrían de la meritocracia. Antes eran abogados del Estado, catedráticos, médicos, etc. Ahora hay mecanismos de promoción inversa. Los que promocionan en los grandes partidos son los peores, los más fieles.

Además se inventan los currículums.

Eso… antes era inimaginable. Es un pecado venial, pero demuestra el culto que tenemos a la apariencia. Esa idea de la política como espectáculo. Aquí todos tenemos que tener un gran currículum… y eso es una tontería, hubo un primer ministro en Gran Bretaña en los años setenta que no era ni licenciado.

El feminismo tiene un enorme mérito pero corre el peligro de convertirse en una secta, en un dogma excluyente

¿Y el político o política que le resulte más ridículo? Que diga usted: no me puedo creer que este tipo esté en el juego nacional.

No, no voy a caer… no, que me titulas. No, no. Hay muy malos políticos. No me vas a llevar a esos caminos.

En el libro cuenta cómo se enteró de la muerte de Franco estando en París, en la biblioteca. ¿Qué vicios franquistas quedan en la sociedad, si es que cree usted que queda alguno?

Hombre, las sociedades tienen inercia, no cambian de la noche a la mañana. Pero yo creo que la sociedad española no tiene prácticamente nada que ver con la del franquismo. Ese es otro señuelo de la izquierda.

Podemos dice que la Ley de Amnistía fue una ley de punto final, que vivimos en una sociedad heredera de Franco, que hay que hacer una segunda Transición… falso, rotundamente falso, y el que dice eso no ha vivido el franquismo, y a mí eso me molesta. Eso es pura demagogia. España es una democracia como cualquiera de nuestro entorno. Yo sí viví el franquismo y me parece un insulto a la inteligencia decir eso.

No se le aparece tampoco Franco cuando habla Vox.

No, sinceramente no. Vox es un partido con posiciones muy extremas, a mí no me gusta y evidentemente no les voy a votar, pero a mí no se me aparece Franco, ni se me aparece Stalin cuando habla Iglesias. No. Es que no.

Pin parental, ¿sí o no?

No. Yo no lo pondría. Es innecesario. Yo no estoy de acuerdo con lo que dijo Isabel Celáa de que los hijos no pertenecen a los padres, es una frase muy peligrosa, pero pin parental, no. No hace falta para nada. Nadie hasta ahora se lo había planteado en la educación en España. Creo en los centros públicos, en la enseñanza concertada, en la autoridad de los profesores. No en ningún pin.

¿Qué opinión le merece el movimiento feminista; cree que tiene excesos?

Sí. Veamos. El movimiento feminista es enteramente respetable, el mayor avance en el siglo XX ha sido la conquista de derechos de las mujeres. Esa ha sido la gran revolución social del siglo XX. El feminismo tiene un enorme mérito pero corre el peligro de convertirse en una secta, en un dogma excluyente. Si no rectifican las líderes del movimiento feminista en España, acabarán convirtiéndose en una secta.

¿Y quiénes son las líderes del movimiento feminista en España?

Hombre… pues en Podemos hay mujeres… mira, no voy a eludir la respuesta: las personas que forman parte del Ministerio de Igualdad que dirige Irene Montero representan un feminismo que a mí no me gusta. Esto tiene mucho peligro que lo diga, dirán que estoy contra el feminismo y tal, y no, no es verdad: el feminismo es necesario, ha impulsado tremendos avances, pero no se puede convertir en una secta ni en un arma de demonización contra los hombres. Y es lo que se está haciendo ahora.

¿Cree usted que la masculinidad debe revisarse?

Ya se ha revisado, joder (risas).

Joder, qué más queréis.

Los hombres hemos recibido un varapalo en nuestra autoestima impresionante.

¿Usted cree?

Que si creo… Ya se ha revisado. El concepto de masculinidad en el que yo fui educado en los años sesenta era este: en la escuela nos decían “los hombres no se ponen colonia y los hombres no lloran”.

¿Tampoco colonia? Pues vaya. 

Sí, eso nos decían. Eso me decía mi maestro en Miranda. Para simbolizarte el espíritu de entonces, vaya. Oye, que en mi época las mujeres iban a la iglesia con pañuelo, por Dios. Y cuando moría su marido, vestían cinco años de negro. Yo he nacido en esa España. Y era una España con valores machistas, algo tremendamente injusto para las mujeres. Era un mundo que perpetuaba la supremacía del hombre y la dependencia de las mujeres, pero ha cambiado totalmente.

En estos cincuenta años ha habido un cambio radical. Nadie discute que las mujeres sean iguales que los hombres, que tengan los mismos derechos y la misma autonomía. Yo tengo cuatro hijas y jamás se me ha ocurrido pensar que mis hijas se tuviesen que supeditar a ningún hombre. Me parece absurdo, pero ese no es el mundo en el que yo nací. Nací en otro mundo.

El concepto de masculinidad en el que yo fui educado era este: en la escuela nos decían “los hombres no se ponen colonia y no lloran”

¿Cree que España estaría preparada para tener una presidenta del Gobierno?

Por supuesto que sí. Vamos, pero, ¿no tiene una ministra de Defensa?

Parece que el mayor liderazgo sigue chocando con la llamada “feminidad”.

La sociedad española lo admitiría perfectamente, el 99% de la gente.

¿Odia usted internet?

No, yo utilizo también las redes sociales, me parecen un avance formidable. Hay cosas muy positivas.

Pero internet es el gran enemigo de la verdad y de la quietud a las que usted se refiere en su libro.

Claro, claro, vamos a ver. La tiranía de los clics, la invasión de la vida privada, la posibilidad de emitir fake news, mentiras más creíbles que la verdad… todo eso está en la red. Tiene enormes peligros y enormes ventajas, la mayor de ellas, que ha democratizado el conocimiento. Pero soy consciente de sus peligros.

¿Qué hace Pedro Cuartango un domingo por la tarde?

Normalmente, leer. Y ver los partidos de fútbol. El fútbol es la gran pasión de mi vida.

¿Un gran arrepentimiento vital y una gran victoria?

Ay, qué difícil es eso del arrepentimiento. No lo sé…

“No lo sé y tampoco te lo contaría”.

(Ríe). Me parece que es como desnudarme, me da vergüenza contestarlo. Tampoco he tenido grandes victorias. Ni grandes arrepentimientos, ni grandes victorias. He sido una persona con una vida templada. No he sido una persona desordenada que me haya dejado arrastrar por el alcohol o por la droga, evidentemente que no, siempre he sido muy disciplinado. He tenido una vida más o menos lineal.

¿Y ha tenido una vida feliz?

No me puedo quejar. En la vida de todos los hombres existen momentos felices y existe la desgracia, que nos golpea cuando menos lo esperamos. Pero la pregunta es una trampa, porque la felicidad es, en gran parte, la asunción del dolor. Y la asunción de la frustración. Esa respuesta me gusta más.

También a mí me gusta mucho.

Me alegro.