Hace 30 años que Jaime Gil de Biedma se fue de aquí abajo, de esta fiesta larga y a ratos pesada llena de cuerpos jovencísimos y bellos en los que quedarse a vivir un par de noches. El escritor Juan Marsé -su amigo del alma- le recuerda siempre en su último verano, enfermo de sida en el jardín, cantando La bien pagá con lágrimas en los ojos: a su sobrina -quien después se encargaría de hacer sobrevivir su legado- le había dicho que tenía una enfermedad tropical. 

Gil de Biedma sabía de las cosas importantes: el sexo y la política. La belleza y la incorrección social. La elegancia y el hastío. La literatura y los silencios. A los siete años sus padres le escuchaban con sorpresa partirse de risa leyendo El Quijote, como un crío sabio y loco que comprendía la naturaleza del ser humano con terrible precocidad: "Este niño no es normal", decían. Algo más tarde sería la gran comidilla de su Nava de la Asunción natal. Cuchicheo, cuchicheo a su paso. El país entero murmurando.

Por sus junteras, por su homosexualidad, por su olfato inconfundible para el deseo, por su capacidad para enamorarse de forma incombustible. Unos y otros. Unos y otros: y la insatisfacción, de fondo, siempre sobrevolando. Gil de Biedma era una botella de anís chinchón seco, un sótano en Barcelona, un colchón sucio, unos muslos abiertos. En su poesía nos enseña que en la perfidia no hay vuelta atrás: nos ofrece un cigarro, nos invita a acomodarnos. En su poesía nos inyecta la idea de que la vida puede y aún debe ser un rosario de esas "noches memorables", de "rara comunión".

Un poeta rabiosamente feminista en A una dama muy joven, separada -"porque estamos en España / porque son uno y lo mismo / los memos de tus amantes / el bestia de tu marido"-, un poeta cruel en Loca -"y al dormir / te apretarás contra mí / como una perra enferma"-, un poeta concupiscente en Pandémica y celeste; un poeta apeterpanado y agónico en No volveré a ser joven y culpable en Contra Jaime Gil de Biedma. Y,  muy especialmente, un poeta burgués que cargaba los pudores de no poder pertenecer a la izquierda purísima y sufriente que él amaba -"señoritos de nacimiento / por mala conciencia escritores / de poesía social"-. Aquí sus mejores poemas. 

1. Peeping Tom 

Ojos de solitario, muchachito atónito

que sorprendí mirándonos

en aquel pinarcillo, junto a la Facultad de Letras,

hace más de once años,

al ir a separarme,

todavía atontado de saliva y de arena,

después de revolcarnos los dos medio vestidos,

felices como bestias.

Te recuerdo, es curioso

con qué reconcentrada intensidad de símbolo,

va unido a aquella historia,

mi primera experiencia de amor correspondido.

A veces me pregunto qué habrá sido de ti.

Y si ahora en tus noches junto a un cuerpo

vuelve la vieja escena

y todavía espías nuestros besos.

Así vuelve a mí desde el pasado,

como un grito inconexo,

la imagen de tus ojos. Expresión

de mi propio deseo.

2. Pandémica y celeste 

Imagínate ahora que tú y yo

muy tarde ya en la noche

hablemos hombre a hombre, finalmente.

Imagínatelo,

en una de esas noches memorables

de rara comunión, con la botella

medio vacía, los ceniceros sucios,

y después de agotado el tema de la vida.

Que te voy a enseñar un corazón,

un corazón infiel,

desnudo de cintura para abajo,

hipócrita lector -mon semblable,-mon frère!

Porque no es la impaciencia del buscador de orgasmo

quien me tira del cuerpo a otros cuerpos

a ser posiblemente jóvenes:

yo persigo también el dulce amor,

el tierno amor para dormir al lado

y que alegre mi cama al despertarse,

cercano como un pájaro.

¡Si yo no puedo desnudarme nunca,

si jamás he podido entrar en unos brazos

sin sentir -aunque sea nada más que un momento-

igual deslumbramiento que a los veinte años!

Para saber de amor, para aprenderle,

haber estado solo es necesario.

Y es necesario en cuatrocientas noches

-con cuatrocientos cuerpos diferentes-

haber hecho el amor. Que sus misterios,

como dijo el poeta, son del alma,

pero un cuerpo es el libro en que se leen.

Y por eso me alegro de haberme revolcado

sobre la arena gruesa, los dos medio vestidos,

mientras buscaba ese tendón del hombro.

Me conmueve el recuerdo de tantas ocasiones...

Aquella carretera de montaña

y los bien empleados abrazos furtivos

y el instante indefenso, de pie, tras el frenazo,

pegados a la tapia, cegados por las luces.

O aquel atardecer cerca del río

desnudos y riéndonos, de yedra coronados.

O aquel portal en Roma -en vía del Balbuino.

Y recuerdos de caras y ciudades

apenas conocidas, de cuerpos entrevistos,

de escaleras sin luz, de camarotes,

de bares, de pasajes desiertos, de prostíbulos,

y de infinitas casetas de baños,

de fosos de un castillo.

Recuerdos de vosotras, sobre todo,

oh noches en hoteles de una noche,

definitivas noches en pensiones sórdidas,

en cuartos recién fríos,

noches que devolvéis a vuestros huéspedes

un olvidado sabor a sí mismos!

La historia en cuerpo y alma, como una imagen rota,

de la langueur goutée  a ce mal d'être deux

Sin despreciar

-alegres como fiesta entre semana-

las experiencias de promiscuidad.

Aunque sepa que nada me valdrían

trabajos de amor disperso

si no existiese el verdadero amor.

Mi amor,

íntegra imagen de mi vida,

sol de las noches mismas que le robo.

Su juventud, la mía,

-música de mi fondo-

sonríe aún en la imprecisa gracia

de cada cuerpo joven,

en cada encuentro anónimo,

iluminándolo. Dándole un alma.

Y no hay muslos hermosos

que no me hagan pensar en sus hermosos muslos

cuando nos conocimos, antes de ir a la cama.

Ni pasión de una noche de dormida

que pueda compararla

con la pasión que da el conocimiento,

los años de experiencia

de nuestro amor.

Porque en amor también

es importante el tiempo,

y dulce, de algún modo,

verificar con mano melancólica

su perceptible paso por un cuerpo

-mientras que basta un gesto familiar

en los labios,

o la ligera palpitación de un miembro,

para hacerme sentir la maravilla

de aquella gracia antigua,

fugaz como un reflejo.

Sobre su piel borrosa,

cuando pasen más años y al final estemos,

quiero aplastar los labios invocando

la imagen de su cuerpo

y de todos los cuerpos que una vez amé

aunque fuese un instante, deshechos por el tiempo.

Para pedir la fuerza de poder vivir

sin belleza, sin fuerza y sin deseo,

mientras seguimos juntos

hasta morir en paz, los dos,

como dicen que mueren los que han amado mucho.

3. Loca

La noche, que es siempre ambigua,

te enfurece -color

de ginebra mala, son

tus ojos unas bichas.

Yo sé que vas a romper

en insultos y en lágrimas

histéricas. En la cama,

luego, te calmaré

con besos que me da pena

dártelos. Y al dormir

te apretarás contra mí

como una perra enferma.

4. No volveré a ser joven 

Que la vida iba en serio

uno lo empieza a comprender más tarde

-como todos los jóvenes, yo vine

a llevarme la vida por delante.

Dejar huella quería

y marcharme entre aplausos

-envejecer, morir, eran tan sólo

las dimensiones del teatro.

Pero ha pasado el tiempo

y la verdad desagradable asoma:

envejecer, morir,

es el único argumento de la obra.

5. Noches del mes de junio 

Alguna vez recuerdo

ciertas noches de junio de aquel año,

casi borrosas, de mi adolescencia

(era en mil novecientos me parece

cuarenta y nueve)

porque en ese mes

sentía siempre una inquietud, una angustia pequeña

lo mismo que el calor que empezaba,

nada más

que la especial sonoridad del aire

y una disposición vagamente afectiva.

Eran las noches incurables

y la calentura.

Las altas horas de estudiante solo

y el libro intempestivo

junto al balcón abierto de par en par (la calle

recién regada desaparecía

abajo, entre el follaje iluminado)

sin un alma que llevar a la boca.

Cuántas veces me acuerdo

de vosotras, lejanas

noches del mes de junio, cuántas veces

me saltaron las lágrimas, las lágrimas

por ser más que un hombre, cuánto quise

morir

o soñé con venderme al diablo,

que nunca me escuchó.

Pero también

la vida nos sujeta porque precisamente

no es como la esperábamos.

6. Resolución 

Resolución de ser feliz

por encima de todo, contra todos

y contra mí, de nuevo

-por encima de todo, ser feliz-

vuelvo a tomar esa resolución.

Pero más que el propósito de enmienda

dura el dolor del corazón.

7. Noche triste de octubre 

Definitivamente

parece confirmarse que este invierno

que viene, será duro.

Adelantaron

las lluvias, y el Gobierno,

reunido en consejo de ministros,

no se sabe si estudia a estas horas

el subsidio de paro

o el derecho al despido,

o si sencillamente, aislado en un océano,

se limita a esperar que la tormenta pase

y llegue el día, el día en que, por fin,

las cosas dejen de venir mal dadas.

En la noche de octubre,

mientras leo entre líneas el periódico,

me he parado a escuchar el latido

del silencio en mi cuarto, las conversaciones

de los vecinos acostándose,

todos esos rumores

que recobran de pronto una vida

y un significado propio, misterioso.

Y he pensado en los miles de seres humanos,

hombres y mujeres que en este mismo instante,

con el primer escalofrío,

han vuelto a preguntarse por sus preocupaciones,

por su fatiga anticipada,

por su ansiedad para este invierno,

mientras que afuera llueve.

Por todo el litoral de Cataluña llueve

con verdadera crueldad, con humo y nubes bajas,

ennegreciendo muros,

goteando fábricas, filtrándose

en los talleres mal iluminados.

Y el agua arrastra hacia la mar semillas

incipientes, mezcladas en el barro,

árboles, zapatos cojos, utensilios

abandonados y revuelto todo

con las primeras Letras protestadas.

8. En el nombre de hoy 

(...) 

Para ti, que no te nombro,
amor mío -y ahora en serio-, 
para ti, sol de los días
y noches, maravilloso
gran premio de mi vida, 
de toda la vida, ¿qué puedo
decir, ni qué quieres que escriba
a la puerta de estos versos?
Finalmente a los amigos
compañeros de viaje
y sobre todos ellos 
a vosotros, Carlos, Ángel, 
Alfonso y Pepe, Gabriel
y Gabriel, Pepe (Caballero)
y a mi sobrino Miguel,
Joseagustín y Blas de Otero, 
a vosotros pecadores
como yo, que me avergüenzo
de los palos que no me han dado
señoritos de nacimiento
por mala conciencia escritores
de poesía social, 
dedico también un recuerdo,
y a la afición en general. 

9. Contra Jaime Gil de Biedma 

De qué sirve, quisiera yo saber, cambiar de piso,

dejar atrás un sótano más negro

que mi reputación -y ya es decir-,

poner visillos blancos

y tomar criada,

renunciar a la vida de bohemio,

si vienes luego tú, pelmazo,

embarazoso huésped, memo vestido con mis trajes,

zángano de colmena, inútil, cacaseno,

con tus manos lavadas,

a comer en mi plato y a ensuciar la casa?

Te acompañan las barras de los bares

últimos de la noche, los chulos, las floristas,

las calles muertas de la madrugada

y los ascensores de luz amarilla

cuando llegas, borracho,

y te paras a verte en el espejo

la cara destruida,

con ojos todavía violentos

que no quieres cerrar. Y si te increpo,

te ríes, me recuerdas el pasado

y dices que envejezco.

Podría recordarte que ya no tienes gracia.

Que tu estilo casual y que tu desenfado

resultan truculentos

cuando se tienen más de treinta años,

y que tu encantadora

sonrisa de muchacho soñoliento

-seguro de gustar- es un resto penoso,

un intento patético.

Mientras que tú me miras con tus ojos

de verdadero huérfano, y me lloras

y me prometes ya no hacerlo.

Si no fueses tan puta!

Y si yo no supiese, hace ya tiempo,

que tú eres fuerte cuando yo soy débil

y que eres débil cuando me enfurezco...

De tus regresos guardo una impresión confusa

de pánico, de pena y descontento,

y la desesperanza

y la impaciencia y el resentimiento

de volver a sufrir, otra vez más,

la humillación imperdonable

de la excesiva intimidad.

A duras penas te llevaré a la cama,

como quien va al infierno

para dormir contigo.

Muriendo a cada paso de impotencia,

tropezando con muebles

a tientas, cruzaremos el piso

torpemente abrazados, vacilando

de alcohol y de sollozos reprimidos.

Oh, innoble servidumbre de amar seres humanos,

y la más innoble

que es amarse a sí mismo!

10. A una dama muy joven, separada 

En un año que has estado

casada, pechos hermosos,

amargas encontraste

las flores del matrimonio.

Y una buena mañana

la dulce libertad

elegiste impaciente,

como un escolar.

Hoy vestida de corsario

en los bares se te ve

con seis amantes por banda

-Isabel, niña Isabel-,

sobre un taburete erguida,

radiante, despeinada

por un viento sólo tuyo,

presidiendo la farra.

De quién, al fin de una noche,

no te habrás enamorado

por quererte enamorar!

Y todo me lo han contado.

¿No has aprendido, inocente,

que en tercera persona

los bellos sentimientos

son historias peligrosas?

Que la sinceridad

con que te has entregado

no la comprenden ellos,

niña Isabel. Ten cuidado.

Porque estamos en España.

Porque son uno y lo mismo

los memos de tus amantes,

el bestia de tu marido.

11. Canción de aniversario 

Porque son ya seis años desde entonces,

porque no hay en la tierra, todavía,

nada que sea tan dulce como una habitación

para dos, si es tuya y mía;

porque hasta el tiempo, ese pariente pobre

que conoció mejores días,

parece hoy partidario de la felicidad,

cantemos, alegría!

Y luego levantémonos más tarde,

como domingo. Que la mañana plena

se nos vaya en hacer otra vez el amor,

pero mejor: de otra manera

que la noche no puede imaginarse,

mientras el cuarto se nos puebla

de sol y vecindad tranquila, igual que el tiempo,

y de historia serena.

El eco de los días de placer,

el deseo, la música acordada

dentro del corazón, y que yo he puesto apenas

en mis poemas, por romántica;

todo el perfume, todo el pasado infiel,

lo que fue dulce y da nostalgia,

¿no ves cómo se sume en la realidad que entonces

soñabas y soñaba?

La realidad -no demasiado hermosa-

con sus inconvenientes de ser dos,

sus vergonzosas noches de amor sin deseo

y de deseo sin amor,

que ni en seis siglos de dormir a solas

las pagaríamos. Y con

sus transiciones vagas, de la traición al tedio,

del tedio a la traición.

La vida no es un sueño, tú ya sabes

que tenemos tendencia a olvidarlo.

Pero un poco de sueño, no más, un si es no es

por esta vez, callándonos

el resto de la historia, y un instante

-mientras que tú y yo nos deseamos

feliz y larga vida en común-, estoy seguro

que no puede hacer daño.