Lo decía Mae West: "El buen sexo es como el buen bridge. Si no tienes una buena pareja, mejor que tengas una buena mano". Con esta cita arranca El placer (Lumen), el último trabajo de la ilustradora María Hesse, un recorrido sensual, delicado, honesto y reivindicativo sobre el gozo femenino, ¡esa abstracción!, ese animal que ha sido mitológico durante siglos. Aquí hay mensaje político y poético. Hay vergüenza, hay culpa, hay complejos. Y después, por fin, hay autoexploración, lucidez y liberación. Hay un hacer las paces con una misma: con los pechos, con el clítoris, con la menstruación, con los cuentos terribles de la costilla y la manzana.

Es un libro hermoso, natural, directo y sin moralismos, siempre enfocado desde la óptica feminista. La relación de la mujer con su cuerpo, y, aún más, con su sexo, ha sido un romance espinoso: ¿qué hay ahí abajo? ¿Es hermoso, es horrible? ¿Por qué me siento sucia cuando disfruto? ¿Cómo ha influido en esto mi educación? ¿Por qué me han enseñado que el sexo siempre debe ir acompañado de amor? ¿Por qué Instagram censura mis pezones? ¿Qué tengo de malo; por qué se demoniza mi búsqueda del orgasmo? Cuenta Hesse a este periódico que después de publicar Frida. Una biografía (Lumen) andaba rumiando la idea de publicar un libro erótico, pero no sabía por dónde abordarlo.

Entonces, después de que varias de sus ilustraciones fueran censuradas en redes sociales -porque versaban sobre sexualidad y masturbación femenina-, se le encendió la bombilla: "Me cuestioné que algo ocurría. Además, Instagram no te borra las imágenes porque sí, sino porque alguien las ha denunciado. Por tanto, esas imágenes ofendían a cierta gente. Claro: yo tengo 37 años y pensaba que estaba ya súper liberada, por mi círculo, porque hablo sin problemas de este tema... pero cuando sales de ahí no es así. Y además, me ha costado trabajo llegar hasta aquí", reflexiona. 

María Hesse.

Su descubrimiento de sí misma llegó gracias a su persistente curiosidad y a la inquietud de beber de la experiencia de otras mujeres, como Anaïs Nin, Simone de Beauvoir, Anne Sexton, Mata Hari, Betty Dodson, Marilyn Monroe o Erika Lust. Gracias a sus lecturas y a sus vidas, Hesse fue hilvanando poco a poco el mapa de su propio placer. A todas las dibuja y las describe: todas forman parte de su imaginario.

Especial mención a la bellísima descripción que hace de la Pulitzer Anne Sexton: "Leer su poesía es como sumergirse en distintos líquidos, ninguno de ellos frío; ella habló de la sangre caliente de sus abortos, del semen caliente de sus amantes; del flujo caliente que desprendía su propio sexo después de las enfermedades que superó; de sus vinos tintos, calientes, con los que perdía la noción del tiempo (...) Escribió también sobre el líquido amniótico caliente que aún cubrí el cuerpo de su hija al nacer. Y de cómo sentía calor al ser 'la otra', porque creía que el amor era libre y que los cuerpos no tienen dueño".

Hesse sostiene que "nuestro cuerpo ha sido cosificado hasta la saciedad, hemos sido siempre objeto de placer, nunca sujeto, se nos ha hipersexualizado y luego se nos ha hecho sentir mal con vergüenza". Cree que ese pudor aún no ha desaparecido. "Aún hay muchas mujeres que lo sienten. Mientras hacía el libro hablé con muchas, hice encuestas... Hay mujeres que piensan, por ejemplo, que si tienen pareja no se tienen por qué masturbar. Esto sucede así porque es una forma de dominación: se nos ha ocultado la masturbación por eso, para que nuestro placer dependiese sólo del hombre. No se nos ha contado que podemos dárnoslo solas", lanza. 

Una de las ilustraciones de El placer, de María Hesse.

La autora se refiere también a la vergüenza "por nuestra vulva": "Hemos llegado a decir ¡qué fea es!, pero es porque ¡no la conocemos! Hemos tardado mucho en mirarla. Los chicos, además de tener el pene muy expuesto, lo miran y lo tocan mogollón, porque a ellos les han dicho que eso es lo más", chasquea. "Tendemos a ser muy crueles y duras con nuestro cuerpo y es por culpa del canon. La que no tiene culo, porque no tiene, la que tiene, porque tiene. Con el pecho, igual. Siempre estamos cuestionándonos físicamente, pero ellos, ¡ah!, ellos son muy intelectuales y valen por eso...", ironiza. "Nada, nada, nosotras tontas".

A su juicio, la educación sexual en España "no ha mejorado nada": "En los colegios no se enseña, y cuando se hace algo, viene algún padre o madre a decir que están ofendidos... la educación debe ser compartida y llevada con naturalidad. Fíjate que el clítoris ni aparece cuando se explica sexualidad a los niños porque no es necesario para reproducirse, porque 'sólo' da placer. Por eso el orgasmo femenino se obvia. Se cuenta sólo la sexualidad como sistema reproductivo, cuando es mucho más amplia. Empieza desde la propia higiene".

Safo.

Dibuja coños. Y pechos. Y consoladores. Y vibradores. Y parejas entrelazadas en pleno cosmos. Y bragas manchadas de sangre. Y espigas y flores y serpientes y arañas y cerebros. Por cierto, ¿qué hay del porno? ¿Abolicionista o regulacionista? En el libro insta a conocer el trabajo de Erika Lust, aunque reconoce que la industria sigue estando dominada por hombres y diseñada para ellos: "El porno no lo aboliría, pero evidentemente hay que cambiar cosas. Hay un porno que trata otro tipo de sexualidad, como el de Erika, pero enseguida se le pone la etiqueta de 'porno para mujeres'. ¡Ya les vale! Con lo bien que le vendría a ellos verlo para entender por fin lo que nos gusta", guiña. "Mientras la industria esté controlada, los trabajadores y trabajadoras tengan derechos y libre elección y sea un porno variado, me parece bien. Claro que el porno predominante sigue siendo muy heteropatriarcal". Y más ficticio, dice, que El Señor de los Anillos.