El Dioni (Madrid, 1949) es mejor que cualquier protagonista del fenómeno del momento, La Casa de Papel, por una razón escueta y profunda: él es real.

Cantante. Campeón de ajedrez. Vendedor en una papelería. Actor porno. Caradura carismático. Tirador brillante. Conductor suicida -pero evasivo-. Currito herido. Concursante de realitys. Villano aclamado por el pueblo. Villano que es como el pueblo. Empresario. Creyente. Bandolero posromántico. Lazarillo de Tormes. Superviviente. Escritor. Reliquia folclórica nuestra.

Hace treinta años, mosqueado por haber sido relegado -de escolta de la crème de la crème a segurata-, robó un furgón blindado con casi 300 millones de pesetas del Banco Hispano Americano mientras tarareaba la melodía de ¡Ay!, Jalisco, no te rajes. Y nunca volvió a mirar atrás. Huyó a Lisboa. Luego voló a Brasil, peluca rubia mediante, y vivió como si el mundo fuese suyo. Yates, helicópteros, mariscadas, whiskys carísimos -que ni su propio paladar entendía-, prostitutas de lujo. Era -por fin- la vida gourmet, la que siempre sintió, calladamente, que merecía.

"Mi canción favorita es de Julio Iglesias. La de Quijote, ¿sabes?". Sí. 

Fue capturado en Río y hoy, en sus memorias recogidas en Yo robé un furgón blindado (editorial Mueve tu lengua) cuenta que también torturado. Dice que le metieron la cabeza en el mar para que confesase dónde estaba el dinero -la Policía había encontrado 157 millones, pero faltaban otros 140... que aún hoy no aparecen-. Dice que le pusieron un revólver en la boca. Fue condenado a tres años y cuatro meses de cárcel.

Entrevista a El Dioni Carmen Suárez

El Dioni cree que la santidad de allá arriba entendería las razones de su golpe. "Cuando me llevé el furgón y aparqué, le dije a Dios: mira, no me ayudes si no quieres, pero tampoco me jodas la marrana. Eso fue lo que pensé: 'Dios me va a mandar a tomar por culo'". Pero está visto que no lo hizo. Hoy exhibe un idéntico gusto por la vida. Ríe con voz aguardientosa y fuma después de un cáncer. "Desobedezco", comenta. Mejor dicho: sigue desobedeciendo. Pero con mucha gracia. 

¿Es usted un pícaro español, Dioni?

Pícaro, sí. Total. No me vale otro adjetivo ni mejor, ni peor. Pícaro es exactamente lo que soy. Por carácter, por forma de ser. Por simpatía, también. Pícaro. Has dado en el clavo.

¿Por qué parece imposible que en la España de 2019 existan personajes como Jesús Gil, o como Lola Flores, o incluso un Dioni moderno?

Bueno, porque la historia cambia. Las situaciones económicas, sociales, laborales… cambian. Y el personaje se queda anticuado. No sé, un ladrón con teléfono móvil no es lo mismo que sin él. Y un ladrón que tiene que llevar un saco con el dinero… pues ahora le daría a una tecla de un ordenador y mandaría el dinero a Isla Caimán. Ese encanto se ha perdido. Esas situaciones creaban personajes que hoy no podrían existir.

¿También porque ahora somos más cobardes, o, quizá, más correctos políticamente?

Bueno, influye mucho el nivel de educación de una persona. Yo te puedo hablar por mí: gracias a dios me considero educado, soy un hombre creyente, y soy una especie a extinguir, pero es porque soy natural. Le hablo a todo el mundo igual, y me da igual quien tenga un cargo, o quien tenga más dinero, o quien viva en una zona… no hago distinciones entre La Castellana y Vallecas. Mi trato siempre es exactamente el mismo: respetuoso. Y así te ganas a la gente.

¿Cree que su robo fue un triunfo de la clase obrera? ¿Una rebelión contra las empresas que explotan a sus trabajadores; contra el maltrato de los superiores jerárquicos?

Bueno… no sé si se puede llamar triunfo.

Fue un golpe sobre la mesa.

Fue un buen golpe porque fue contra un banco. Ese Dioni no roba a ningún español. ¡A ninguno! Roba a un banco, y está demostrado que los bancos son los primeros ladrones que hay en el país. Son tan ladrones que encima tienen la suerte de que un Gobierno les da 60.000 millones de euros que tienen que pagar todos los españoles, como ha pasado con el resurgir de la banca. Y ves que los personajes como Blesa y como Rato están paseando por la playa, están viviendo de una forma muy suntuosa… y no han pisado la cárcel para nada. Diciendo el rey que la justicia es igual para todos. Eso es una mentira gordísima.

Tampoco el rey emérito ha pasado por la cárcel.

Ni pasará. Ha pasado Urdangarín y le tienen con veinte tías alrededor. Es una forma de estar en la cárcel desigual. El Zaplana está libre por una enfermedad… y hay cientos de miles de presos con enfermedades peor que la suya y no salen a pasear por la playa. Cuando un personaje roba a un banco, si ese banco ha metido preferentes a gente que ha estado robando toda su vida, y ha quitado ese dinero a ancianos… cuando tú se lo quitas al banco, la gente se alegra. De alguna forma has dado un puñetazo en la mesa. En mi caso, el banco que yo robé era el hispanoamericano, y tenía un seguro que pagó ese dinero.

Pero lo curioso del caso es que el presidente de ese seguro era Mario Conde, al cual yo me encontré en la cárcel de Alcalá Meco. Así que lecciones de moralidad a mí no me las puede dar ni el rey. Y no es que sea un orgullo, pero de alguna forma, los remordimientos de conciencia desaparecen, porque si los que me tienen que dar ejemplo de honradez son los primeros que roban… viendo la casita del perro, imagínate cómo es la del dueño. En España roban todos y nunca pasa nada. Robaron con el gobierno de Franco: demostrado. Con el de Adolfo Suárez: demostrado. Con el de Felipe González: demostrado. Gobiernos y empresarios, ¿eh? Y siguen.

¿España perdona el robo, lo disculpa: es laxa en eso? Mire cuántas veces se ha votado al PP en las generales aún habiendo quedado constancia de sus casos de corrupción.

Sí. España es suave con eso… o la que era clase media. Quizá no les ha influido demasiado en su economía, ¿no? Dicen que al español no le toques nunca ni el estómago ni a la mujer. Ahí es cuando, parece ser, el español responde. Y va a la guerra. Mientras tanto, ¡ya veremos…! Y ya veremos, ya veremos… esperando a ver crecer la hierba, se muere el burro.

Pero usted no robó porque fuera una imagen poética contra el sistema como tal, sino porque estaba enfadado por un maltrato laboral concreto. 

Lo mío era muy gordo, ¿eh? Estaba en una situación España… había atentados de bombas, bombazos en Madrid… un día sí, otro no. Y asesinatos igual. ¡Porque el GRAPO y el FRAP…! Policía que veía en la puerta de un banco, o en Correos, policía que caía muerto. Era matarlos a sangre fría. Pasaban al lado, sacaban la pistola, dos tiros y pum. Muerto. Y secuestros. Era un Madrid que hervía en una olla donde había sangre. Y yo en aquellos momentos era guardaespaldas, y para estar protegiendo al número uno del Banco Central, para estar con Alfonso Fierro, del Banco Ibérico, y para estar con el presidente del Banco Americano… pues tenía que ser una persona preparada, ¿no? Estuve también con Fernando Castedo, que fue director general de RTVE; y estuve con el director general de CEPSA, y con el presidente de Telecinco y con el presidente de la ONCE, Miguel Durán. Yo era tirador especial, tenía cinturón marrón de taekwondo, tres años de detective privado, otro curso de conducción evasiva, conocimientos de psicología, medicina, derecho… evidentemente era un guardaespaldas de élite.

Coincidió en aquella época que me rebajaron de guardaespaldas a vigilante, con un traje azul, una porra… por una causa injustificada, una causa que todavía no sé. Y de ganar 250.000 pasé a ganar 70.000. ¿Y qué ocurrió? Me iban a embargar el piso. La parcela con la casita que me estaba haciendo, me la embargaban. Toda mi vida se vino abajo. Me quedaba sin nada: ¡sin haber faltado, ni fallado…! Sería alguna envidia por parte de la empresa. Además coincidió que seis compañeros míos se suicidaron. Y coincidió que a la número uno (yo fui número dos) de la promoción, Loli, la mataron a tiros unos atracadores en el Paseo de las Delicias. Éramos íntimos amigos. Se me juntó todo. Yo vi la injusticia… a lo mejor a lo que me hicieron, ahora le llaman ‘moving’, pero en ese momento no había apenas ni sindicatos ni nada. Yo recurrí por las buenas, durante meses… no me hacían caso. Se pasaban la pelota, tal, tal. Me afectó mucho mentalmente.

Y se rebeló.

Sí. Dije “les voy a dar un escarmiento”. Pero de alguna manera a mí se me ve la voluntad y demuestro que yo, aunque lo quise hacer, no lo había meditado. Porque como se comprobó en el juicio, en la Audiencia Provincial, el día anterior yo había llevado el doble. ¡Ya hay que ser tonto, pudiendo llevarte 600, para qué llevarte 300…! Pero es que además yo dejé una bolsa con 34 millones, que era la nómina de unos trabajadores que limpiaban los aviones de Iberia cuando aterrizaban. Dejé la caja de 4 o 5 pastelerías de Mallorca, e incluso de Renfe, que estaba pasando por malos momentos, y sólo me llevé lo del banco, que creo que eso dice bastante de mi forma de ser.

¿Cuándo está legitimado robar?

Está bien robar cuando veas a Urdangarín con dinero, o a Rato, o a Blesa. O a Roldán. O a todos esos de ese partido que hay 700 implicados… el robar a un millonario que ha robado no te da ningún remordimiento de conciencia. A mí no, ¿eh? Que yo no soy millonario.

A usted que no le roben.

¡Hombre…! Quien roba a un ladrón tiene cien años de perdón, dicen… Pero yo, aunque haya robado, pues no tengo para que me roben. Es preferible que me pidan y yo buenamente se lo daré.

El Dioni. Carmen Suárez.

¿Qué se siente con tanto dinero encima? ¿Qué se piensa; qué se quiere hacer?

Lo primero que haces es lo que hacen los ricos que has visto por televisión o que has visto en revistas de la alta aristocracia. Por fin puedes hacer las cosas que hacen ellos y que a ti también te gustan, ¿no?

Por ejemplo: pillar un yate.

Claro, pues yo me alquilé un yate.

Está claro.

Sí, yo es que vivía con gente más adinerada que yo. Ayrton Senna, Pelé, Roberto Carlos… yo les veía con helicóptero y yo decía “pues yo también”. Y me alquilé un helicóptero. ¿Avioneta? Pues yo también. ¿Mujeres? Pues para mí también.

Pero sabía que querían estar cerca de usted por su dinero.

No, porque eran prostitutas de lujo.

Vaya.

Yo encontré a una madame en un restaurante al que iba precisamente Julio Iglesias, ¡un restaurante de alta gama…! Y el relaciones públicas, que era un libanés, me la presentó. Y claro: habría como 150 brasileñas que eran mises. Eran portaviones. Yo le dije: “Mándame la que quieras, me gustan todas, pero no repitas”. Yo era consciente de que las utilizaba sexualmente, en el hotel o en mi suite. Siempre en privado. Porque yo entendía que siendo feo (yo me considero feo), el tener a una muchacha de esa envergadura tomando una cerveza en una terraza a mi lado… lógicamente, cualquiera iba a pensar “ella no está por él con sus encantos, está con él por pelas”. Eso haría mirar a la gente. Después, para ir para allá y para acá, tenía a una chiquita normalita, enfermera, enamoradiza… muy maja.

¿Y no se enamoró allí?

No. Ni aquí. Soy muy difícil de enamorar.

Ha dicho usted que ha tenido una gran vida sexual.

Muy buena. Mucha cantidad. Hombre, no tenía otra cosa que hacer nada más que vivir bien. Al principio iba a un gran restaurante y, como es lógico, yo no entendía de vinos. Pero iba a la carta y si uno valía 200 euros y otro 25, me iba a por el caro. Cuando lo pruebas cuatro o cinco veces, le coges el saborcillo. Empiezas con los vinos, con los champagne, bebidas alcohólicas diferentes que no conoces… y vas cogiendo experiencia, como en todo.

¿Se puede uno aburrir del lujo, de toda esa vida excesiva?

No. Porque te puedes ir de compras, puedes viajar, puedes hacerte cirugía, puedes… ¡todo! El dinero da la felicidad a la carta. Tú eliges. Hasta estando enfermo… si yo tengo dinero, mando traer un helicóptero aquí y que me lleve al Marañón. No espero a que venga el 112. Hay una gran diferencia, y es por el puto dinero. Te da el amor, te da salud…

Bueno, el amor no te lo da.

Sí, sí. Tú tienes quinientas chavalas…

Pero eso no es amor.

¿Y qué te crees que es amor: el conocerte en una terraza?

No lo sé.

¿O el ir a Supervivientes y a los 15 días ponerte a hacer el amor con un italiano…? Venga, coño.

Es un escéptico del amor.

Sí. En el amor influyen muchas cosas. Y lo que más prevalece es el coco.

¿Qué es lo que no se puede comprar con dinero?

En mi caso, el juez.

Y qué más.

No se puede comprar a una persona íntegra, que las hay.

¿Las hay todavía, de verdad?

¡Sí! Difíciles de encontrar, pero sí. Yo era íntegro.

¿Era?

Hasta que me llevé el furgón. Antes no había entrado en una comisaría para nada, nada más que para renovar el carné de identidad. Yo era un majete. Mis amigos me tenían si me necesitaban. Si veía a una señora mayor, la ayudaba; a los niños les compraba caramelos. ¡Un tío normal!

Diríamos que la vida nos empuja a dejar de ser íntegros.

En cierto modo, sí. Depende del pecado que te atosigue o el cebo que te pongan. Por dinero cae mucha gente. Por vicio, también. Y por esnobismo.

¿Quién es para usted el mayor delincuente de este país?

Los bancos, claro. Echan a la gente a la calle. Engañan. Desahucian. Masacran a los obreros. 

¿Qué pasaría si todos los obreros se rebelaran de repente? ¿No cree en una revolución?

No pasaría. Habría que preguntárselo a Julio Verne. Eso es imposible.

¿Por qué la gente no se pone de acuerdo para rebelarse?

Porque ya se ocupan los que tienen poder y dinero de tocar a unos para que no se junten con los otros. Los separan. Hay intereses. Lo ves en los partidos políticos. Y en los equipos de fútbol. Está el Madrid y el Atleti, está el Espanyol y el Barcelona, el Betis y el Sevilla… pues en España pasa lo mismo: el PP y el PSOE. Y se han puesto de acuerdo hasta que nos hemos dado cuenta.

El Dioni. Carmen Suárez.

¿Y usted a quién vota?

Voté a la izquierda por primera vez este año. Pero no para que Pablo Iglesias saliera presidente, sino para que rebuscara lo que los otros estaban haciendo mal y lo diera a conocer. ¡Pero se me ha comprado un chalé en Galapagar y ahora quiere ser ministro…! Le pueden dar por culo. No es mi ideal. Mi ideal es que haya un Estado que administre para todos: buena educación, buena sanidad…

Pero si usted se compró también sus yates y sus cosas cuando tuvo dinero.

¡Nos ha jodido…! Mi trabajo me costó robar el furgón. Pero es que a él no le ha costado trabajo. Él se ha apoyado en la gente que ha confiado en él. A mí me dieron un dinero y en vez de llevarlo pallá, me lo traje pacá. En él han confiado para hacer política y lo primero que ha hecho ha sido pedir una vicepresidencia, comprarse un chalé, con su piscina… que él vivía en Vallecas. Yo le veía de vez en cuando. Yo, en su caso, a lo mejor uno de los mejores pisos de Vallecas me lo hubiera comprado. Pero no en Galapagar. Parece que quieren sillones porque sí.

¿Dónde escondería usted 140 millones? Los 140 millones que nunca se encontraron, por ejemplo. 

Pues pensaría que en la tumba de mi madre. ¿Te parece una idea buena, o no?

Sí, sí. Lo que no sé es dónde está la tumba de su madre.

No te lo voy a decir por si los dejo ahí (ríe). A ver si me los vas a quitar.

¿Hay algún lugar seguro? No sé, yo nunca he tenido que esconder 140 millones, pero…

Hay mil sitios, pero para pensar como un ladrón tienes que saber también pensar como una persona normal. Saber a dónde ir.

¿Pero tiene los 140 o no los tiene?

¡Yo qué voy a tener! ¿Tengo cara de tener 140 millones…? Si yo tuviera 140 millones estaría en Brasil, no estaría aquí.

Oiga, ¿y España, qué le parece, qué piensa de ella? 

Pues mira, me parece que deberíamos ser la envidia del mundo. Tenemos de todo. Para comer, para disfrutar, para trabajar… lo que pasa es que no lo explotamos como dios manda. Nos da por ser camareros a todos los españoles ahora que viene el verano. El chico de mi hija es químico y está trabajando en Carrefour. ¿Cómo un químico está repartiendo alimentos; cómo un actor está de becario en una oficina…? ¿Por qué tanta juventud que tiene estudios no realiza trabajos mientras hay muermos, sin formar, que se los ocupan?

Enchufismos. Falsa meritocracia.

Sí, los intereses. Nada, es una mierda. Aquí o nos calentamos todos, o jodemos la estufa: eso es lo que deberíamos decir.

¿Volvería a dar un golpe hoy: qué tipo de golpe sería?

Pues mira, me he quedado siempre con ganas de dar un golpe como Spaggiari en el banco de Niza. Se metió por un subterráneo hasta llegar a la caja fuerte, cogió el dinero y se lo robó. Y dejó escrito: “Sin odio, sin sangre y sin violencia”.

Quiere usted hacer un túnel.

No, no, yo no. Que lo haga otro. Yo quiero ser el que pase por él.