Lucía Etxebarría no para: en la semana de esta entrevista cursa dos exámenes de Psicología, acude a la televisión, lee y escribe, siente y piensa -que son trabajo, quizá de los más arduos-, recibe a amigos en su salón lleno de libros y cojines, de inteligencia y caos. Sobre la televisión hay cuatro láminas enmarcadas de Sobreviviré, la película que guionizó en 1999 con David Menkes y Alfonso Albacete.

Niña prodigio, feminista militante, mujer soltera y feliz -de las que lo dicen con la boca grande-. Ha peleado la libertad esa de coger trenes y no tener que decirle a nadie a dónde va. Ha escrito casi treinta libros entre novela, poesía y ensayo; ha estudiado las costuras del ser humano por dentro -y el papel de la mujer en la sociedad-, ha diseccionado el amor, el sexo, la maternidad, las pasiones tóxicas. Ha ido y viene de vuelta, hoy más valiente, hoy más brillante. 

¿Qué es el sexo para Lucía Etxebarría? 

Pf. He escrito varios libros al respecto. Pues nada, es una función fisiológica destinada a la reproducción (ríe). Para mí, particularmente… no está en mi lista de prioridades actuales, sinceramente. 

Lo estuvo.

Sí, en otro momento de mi vida sí. Yo creo que en la sociedad actual se ha convertido en un producto de uso y consumo, en una especie de clínex. Por eso ha dejado de interesarme. No me llama la atención. Es el nuevo opio del pueblo, también. 

¿Cómo era el sexo cuando sí te llamaba la atención; qué tenía de distinto a ahora?

Que tenía cierta significación, que tenía riesgo, conquista. Uno se lo tenía que trabajar bastante. Yo no tanto, porque tenía cierta suerte. Cuando yo era joven viví una sociedad muy, muy reprimida. Y encima, había sida. El sexo era de mucho riesgo: a la venérea, a que te llamaran puta, a quedarte embarazada. Tenía ese riesgo y también esa emoción. Te podían hundir la vida entre unos y otros, te podían condenar al ostracismo social. Era mucha adrenalina. Era casi jugar al póker. Ahora mismo coges Tinder como quien está viendo un catálogo de Ikea, lo usas y lo tiras, y para mí eso no tiene el más mínimo interés. Ni me apetece ser producto de consumo yo, ni me apetece consumir a otros. No me interesa en este sistema. Y en el segundo sistema, que sería “el sexo es una gran expresión de amor entre dos almas que se han conocido” (pone voz con soniquete)… 

Lo dices escéptica.

Es que no me creo el mito del amor romántico. No te digo que mañana no me vuelva a enamorar… pero esto ahora no entra en mi vida. 

¿Cómo se diferencia el sexo del amor?

Es que el sexo no necesariamente incluye amor y el amor no necesariamente incluye sexo: yo tengo muchísimas relaciones de amor ahora mismo en mi vida que no incluyen sexo. A veces coinciden, a veces no.

Hay un momento, igual en la adolescencia, en que te nublas y parece que se confunden, como en un ojo cíclope, ¿no?

Puede ser, pero para cada persona es distinto. Hay cierta gente que siempre tiene claro que no. La idea de que el sexo va junto al amor es muy reciente y es occidental. La idea del amor romántico se la inventan los trovadores; pero cuando el trovador se enamoraba de esta señora, quiero decir… ¡ella estaba casada, con otro señor! No se concebía que se fuese a casar con el trovador que le dedicaba estas cosas. En tres cuartas partes del mundo, a día de hoy, la gente se sigue casando en matrimonios concertados. Pero es que nos olvidamos que en mil novecientos treinta y pico la gente se seguía casando en matrimonios concertados. 

¿Tú te acuerdas de Bodas de Sangre? ¿O Bernarda Alba? El tío se estaba liando con la jovencita, pero se fue a la mayor porque era la que iba a heredar. ¡Ni se plantea a la otra…! Y en Yerma igual: la han casado con este señor, y se ve que es una chica muy joven. Nadie se ha planteado si se ha enamorado o no. En tres cuartas partes del mundo, aún hoy nadie se plantea algo tan absurdo como “te vas a casar con alguien porque te has enamorado”. ¿Qué locura es esta? Ni en Pakistán… pero es que en Inglaterra, una familia pakistaní hoy casa a sus hijos así. Y en España, en el instituto de mi hija, hay una chica de 16 años que se ha casado así. El matrimonio por amor es un mito nuevo. ¿Y la pasión amorosa en sentido pasión sexual? Pues existe en todas las culturas, en todos los cuentos, desde las Mil y una noches… pero se entiende como un arrebato sexual que no tiene nada que ver con el matrimonio, ojo. Creo que el mito es muy nocivo…

¿El mito moderno, dices?

El mito de equiparar una fascinación sexual con una relación que va a durar más de tres años (que va a durar toda la vida) es una cosa peligrosísima. El mito de casarse cuando uno está en plena tormenta hormonal y pensar que te va a durar toda la vida. Yo no me planteo casarme otra vez, pero si lo hiciera (que sería con Clive Owen y en gananciales), me lo plantearía como lo que es: una sociedad de bienes destinada a un proyecto común. 

¿Nos encaminamos hacia una sociedad de relaciones abiertas?

No creo. A ver: yo he escrito un libro llamado Más peligroso es no amar: poliamor y otras muchas formas de relación sexual y amorosa en el siglo XXI, que fue un best-seller en México, nadie se explica por qué. Ahí entrevistaba a mucha gente. En España tenemos muchos matrimonios abiertos pero que no se hacen públicos. En España pasa una cosa: aquí cualquiera que le ponga los cuernos a su mujer está bien visto, incluso en las series de televisión. En Aquí no hay quien viva, y estas cosas… es una promoción de la infidelidad enorme. Esto no lo puedes hacer en Inglaterra ni en una serie americana. Un personaje le pone los cuernos a la mujer, baja al bar, la gente le alienta, todo el mundo aplaude… (risas).

Lucía Etxebarría. Jorge Barreno.

Esto es muy ibérico.

Sí. Aquí se hace. Tengo una amiga que vive en Noruega y me contaba que un compañero suyo le pidió que le cubriese para engañar a su mujer. Bueno, pues los noruegos no lo podían comprender. Los americanos tampoco. “¿Cómo haces esto? Esto es inmoral...”. Yo estuve casada con un canadiense y parte de mi familia es americana. Eso sería impensable en un entorno así. 

También engañan allí. 

No se podría ni pensar que tú les cubrieras. Él puede ser infiel, pero es algo muy mal visto. Terriblemente mal visto. Allí no se le jalea, no se le apoya. En las series americanas no se le recompensa, se le castiga. Aquí los amigos cubren al infiel, sea él o sea ella. En España lo que hay mucho es parejas de infieles aplaudidos, mientras lo mantengan en una estructura de matrimonio con dos infieles, bien, pero que la estructura se mantenga. Pero si llegan estos dos a la cena de nochevieja con los cuñados y dicen “somos una pareja abierta”, estaría muy mal visto. Lo que se lleva es la hipocresía. Lo que se lleva es mantener la estructura. Lo que pasa en que en España, 7 de cada 10 matrimonios se separan antes de los 10 años. Y de esos tres que quedan, dos se mantienen porque son infieles. Evidentemente, es una estructura que no funciona.

Lucía Etxebarría. Jorge Barreno.

¿Somos demasiado cobardes para asumir nuestras hipocresías?

Bueno, lo que pasa es que esa estructura estaba basada en varón proveedor, mujer distribuidora. Y de repente se ha convertido en dos personas que trabajan, pero una trabaja más, la mujer. Lleva la carga del trabajo fuera de casa y el de casa. Soporta la carga mental. Y claro: no aguantan. Él, dicen, a veces “colabora”, pero la mujer es la que tiene que llamar a la asistenta, organizar la lista de la compra, tal… a mí me ha pasado, siempre fui yo, porque al otro no le han enseñado a hacerlo. Acabas hasta el coño, acabas resentida, acabas amargada. Hay un estudio muy conocido de un economista que habla de niveles de felicidad: las primeras, las mujeres solteras y divorciadas, seguidas por los hombres casados, seguidos por los hombres solteros, y finalmente van las mujeres casadas, que son las más infelices de todas. Pero el tío del estudio decía: “Si se lo preguntas a la gente en público, no te lo reconoce. Te lo reconocen en privado”. La soltera no reconoce que es feliz así porque está mal visto. 

Yo vivo en ese estado: vivo como quiero. Trabajo como una perra, pero el dinero es mío y no doy cuentas a nadie de a dónde voy, cuándo vengo, y si mañana quiero coger un tren, lo cojo, y si me quiero emborrachar, me emborracho. Es el estado ideal, pero la gente llega y dice “¡pobrecita!”. Constantemente oyes lo de: “Una chica tan guapa como tú...”. Aduciendo que si fueras fea, tendrías que estar fatal. Las mujeres casadas, en definitiva, tienen que fingir felicidad, y las solteras tenemos que fingir infelicidad. 

¿Cuál es la mejor experiencia sexual que has tenido?

He tenido muchas muy buenas, es difícil. Pero hay una como muy pintoresca que fue en Sudáfrica. Estuve en un edificio, típico hotel de no sé cuántas plantas que tenía un ascensor por fuera. Y se me ocurrió la feliz idea de “¡ah, vamos a hacerlo en el ascensor mirando…!”. Con tan mala fortuna, que el ascensor se paró de golpe en una planta, se abrió y se nos quedó mirando un grupo enorme de japoneses… puedo decir que gracias a dios yo era joven y bella, así que al menos vieron algo bonito (risas). Se detuvo, el otro se empezó a poner nervioso… hasta ese momento, había sido muy bonito. Fue atropellado. Pero divertido. De esas tengo un montón. Siempre fui muy dada a hacerlo en lugares públicos, en sitios abiertos. Seguro que esa filia tiene un nombre. Teleféricos, piscinas (en el agua he estado a punto de ahogarme mil veces)… una vez en México me pilló la policía y pensé: “Este es el fin”. Pero no, el otro pagó religiosamente y ya está. Siempre era: “¡Ah, un sitio nuevo!”. 

¿Qué sabe Lucía Etxebarría de los hombres hoy que no supiese con 18 años?

Es que no trato el mismo tipo de hombres hoy que con 18 años. Yo soy bisexual y nunca lo he negado. Es cierto que de joven tenía más experiencia con hombres que con mujeres, y ahora al revés. Pero ahora veo un nivel de agresividad en los hombres que nunca viví en mi juventud. Me trataban muy bien, muy bien. Siempre hubo el típico gilipollas, por supuesto, pero recuerdo ser muy amigos, tratarnos muy bien, acostarnos entre nosotros… éramos amigos-amantes. La idea del “follamigo” para mí no existía, porque éramos amigos y nos queríamos y follábamos, pero no nos tratábamos como un objeto sexual. La auténtica idea del poliamor la viví muy joven. Tenía muchos amantes y muchas redes. Este nivel que se vive ahora de egoísmo salvaje, de utilizar a la gente desde la psicopatía más bestia… eso no. No lo había visto nunca antes. 

Los noventa en Madrid fueron increíbles. Y soy consciente de que viví en una burbuja de arte, música y literatura, pero jamás viví las burradas de la era Tinder. Ahora hay muchos depredadores sexuales, muchos estafadores emocionales. Nadie debería tolerar esto: ni hombres, ni mujeres, ni gays, ni nadie. 

¿Cómo se distingue a un machista durante el sexo?

No he estado con muchos machistas, gracias a dios. Esta respuesta puede ser teórica. Bueno, a mí por ejemplo me ha pasado de estar con un individuo y de que él no me hubiera informado de que tenía pareja. Estar ahí, sonar el teléfono, coger y decir “hola, Nuria, cariño”… ¡ponerse a hablar con su mujer estando conmigo en la cama! Y le dio una explicación de lo más enrevesada. Me daban ganas de decir: “Hola, Nuria, ¿qué tal?”. Y pensé: “Qué sangre fría se puede tener”. No sé: creo que el hecho de que un tío llame a su mujer estando contigo puede ser un gran indicativo de lo machista que es. Lo que sí sé bien es cómo es un narcisista.

Esas categorías aparecían en el libro de Ya no sufro por amor.

Sí. Lo de “Esa gente que sólo se preocupa porque tú llegues al orgasmo, qué maravillosos...”. Error. Error. Si están preocupados porque llegues al orgasmo, es un puto narcisista. Ten cuidado. La gente normal al principio es torpe, y al principio, lógicamente, quieren llegar al orgasmo (él o ella), porque es lo normal. Si después tienes una súper relación, ya se encargará de que llegues al orgasmo, tú, claro. Pero si nada más conocerte va a eso… es un narcisista, tenlo claro, y va a pillar. Dos: si es buenísimo en el sexo desde el primer momento, desconfía. Le interesas cero. Es peligroso. Si saca un sinfín de trucos… adiós. La gente que verdaderamente es empática no tiene un repertorio de trucos que aplica con cualquiera, más o menos se va adaptando a la persona que conoce y el primer día no lo hace tan bien. Si saca tantos trucos es que los usa con todo el mundo, y lo mismo le das tú que la vecina de enfrente. Lo tiene muy estudiado, lo tiene experimentado y ese es su sistema de depredador. Yo no me fío de la gente buena en el sexo: todo el mundo sabe que los depredadores son buenísimos en el sexo, porque además es su arma de caza y captura. Ellos y ellas. 

También está la gente que te “clona”. De repente la persona que acabas de conocer sabe todo lo que te gusta, y también le gusta a él, y además le gusta más que a ti. Lo lleva todo al extremo: tu diseñador favorito, lo que comes, tu grupo de música favorito; y si te gusta escalar, escala… hay que desconfiar mogollón. Te han clonado y van a por ti. Tercera cosa: la triangulación. Cuando hablan de sus ex. ¿Por qué te lo dicen? Para que no te sientas segura, para despertarte una competición. Hay gente que se las llega a inventar. Un tío con el que eché dos polvos malos le dijo a una chica con la que al tiempo estuvo que había tenido una relación tórrida y larga conmigo… ¿pero perdona? Porque ella quería escribir. Entonces así triangulaba. 

Tampoco te fíes de la gente que nunca pierde una discusión: fatal. La gente normal pierde discusiones. Creo que con esto ya tienes todo. ¡Ah! Cualquiera que critique tu físico. ¡Esto es tan típico…! Al principio le encantabas pero cuando llevas tres meses te dice que ay, qué guapa eres pero ojalá perdieras diez kilos. Es para noquearte y hacerte sentir insegura, porque hace nada le encantabas, ¿no? Ojo, y de los sadomasoquistas hay que huir también. Una cosa es una tarde que estabas aburrida y pruebas, y juegas a un rol… vale. Pero del que tiene verdadero interés, del que realmente le pone mucho (y sé que esto queda políticamente incorrecto decirlo) yo desconfiaría. Si su única fantasía es esa y realmente le excita un juego de sumisión y poder… no me acercaría. Sé que me van a poner verde, que esto va a despertar comentarios, pero ya te digo que yo, personalmente, no me acercaría ahí. Es perverso que le excite tanto eso. ¿Jugar? A lo que queramos. Pero relaciones que se basen en eso, no.

Lucía Etxebarría. Jorge Barreno.

Decías antes que al principio tuviste más relaciones con hombres y últimamente, más con mujeres. ¿Por qué? ¿Y qué sabes de las mujeres hoy que no sabías con 18 años?

Es que para mí no hay grandes diferencias entre mujeres y hombres. He sido siempre una persona con baja autoestima y nunca he seducido yo, siempre me han seducido. Siempre me he liado con gente que era mucho más asertiva que yo y que me metía seis gintonics antes, claro (risas). He perdido oportunidades muy buenas por ese miedo (y años después me he enterado de que esas personas también querían algo conmigo). Cuando era joven, en los años ochenta y noventa, la homosexualidad no existía. Existiría en tres garitos particulares a los que yo no iba. Por tanto, eso no sucedía. Y si sucedía es que había venido una tía con muchísimos huevos a ligar conmigo. Porque tenía mucho valor o se había metido muchísimas drogas, la pobre. Tenía que atravesar muchas barreras para llegar a mí. No había tanta opción a que sucediera. Ahora con Instagram, no me quiero echar flores ni quedar de sobrada, pero tengo muchas más opciones: le levanto cada día y tengo diez proposiciones sexuales. La pobre Paula Echevarría tendrá dos mil. ¿Y por qué me escriben mujeres? Porque mi Instagram es feminista. Y luego relativizas: es porque soy visible, porque soy famosa, pero si me conocieran en la vida real… pues seguramente no sería así.

¿El gran tabú sexual de la España de 2019?

Lo que te dije: reconocer que la gente tiene parejas abiertas. Las tienen pero mienten, claro. 

¿Mitos sexuales? 

Clive Owen, Denzel Washington, Sharon Stone cuando era joven. Ay, la guapísima: Charlize Theron. 

¿Algún español o española?

No, porque cuando tengo un mito sexual español, los conozco y me caen súper bien y ya no puedes idealizarlo… o porque te digo no sé quién y me lo encuentro mañana, y me muero de la vergüenza. Mi tipo físico en hombres y mujeres es el mismo: muy alto, me da igual negro, rubio, o lo que sea, pero muy alto, y muy frío. Frío. Distante, ¿no? Intelectual. En España podría ser José Coronado de mayor, el de joven no vale. En España la gente dice “Mario Casas”: ¡bueno!, yo a Mario Casas no lo echo de mi casa si se mete, pero ya te digo que a los 20 años me entra en una discoteca y ni le miro. Ahí aún podía decir “no”. Voy a pensar más de España: la modelo Laura Sánchez. Aunque es muy simpática, así que pierde un poco el halo germánico. Vale, sí: Jaime Cantizano me encanta. Y Susana Griso. 

¿Influye la ideología en el sexo?

No tengo la menor idea. Nunca he preguntado ese tipo de cosas para acostarme con alguien. Ya lo dije en internet y me pusieron a parir: si Malú se acuesta con Rivera, no quiere decir que voten lo mismo. Meritxel Batet se casó con José Luis… con uno que fue ministro del PP. Andrea Levy estaba con Nacho Vegas. Hay mucha gente que se acuesta con gente que no es de la misma opinión. Y me parece bien. Yo no tendría el menor reparo si me lo ofrecieran, pero no me lo han ofrecido (risas).

Lucía Etxebarría. Jorge Barreno.