Juan Soto Ivars (Águilas, 1985) es uno de los escritores y columnistas más mordientes, lúcidos e incómodos del panorama patrio, con un punto de ternura y otro más rotundo de masoquismo: es el niño que sonríe y se encoge de hombros después de haber hecho añicos una vajilla milenaria. Como miembro de la Fundéu, sabe que el lenguaje sirve para asir el mundo y no piensa dejar ningún rincón sin barrer: no hay tabúes aquí, no hay obligaciones políticas ni diplomáticas, no hay absolutamente ninguna cuestión de la que se aleje con prudencia sentimental.

Ha venido a tamborilear los dedos sobre el testiculario de la opinión pública, como un gamberro ilustrado; pero el punkismo que vuelca sobre la tecla choca con el hombre cándido y plácidamente elocuente que sujeta la tercera cerveza en el Pepe Botella. Será que la vida virtual nos afila los rasgos, ya lo contó él en Arden las redes (Debate). Nuestra mejor versión está en los bares. 

¿Qué importancia tiene el sexo en la vida?

El sexo se ha convertido en el punto central. La política ha traspasado el límite de la alcoba, por ejemplo. En los periódicos y las cadenas todos los días salen noticias sobre sexo, a veces sobre sexo violento. Pero en las redes sociales también hay gente continuamente diciendo cómo hay que follar y cómo no, cómo hay que acercarse y cómo no. Está por todas partes. Cuando yo estaba en edad más de follar, de ligar…

Lo dices como si estuvieras en el ascetismo y tuvieses 100 años. 

No, pero es que llevo casado ya unos años. 

¿Cuántos?

Casado dos y pico, y con mi pareja casi siete. Entonces, antes de retirarme del mercado, no recuerdo que hubiese tanto discurso sobre sexo.

¿Qué está pasando, por qué una esfera tradicionalmente privada ha pasado a ser pública?

Yo creo que los tíos habían hecho de su capa un sayo y ahora tienen un susto del copón con esto. Hablo con estudiantes (me invitan a dar una clase en bachillerato y en universidad) y los chavales hace un par de años estaban como asustados y ahora están cabreados. Claro, la bronca ha sido merecida, pero ha sido enorme. Uno a veces echa la vista atrás y rememora episodios de la noche madrileña del año 2005, o así, y piensa “joder”. 

¿”Era un capullo”?

No, yo nunca fui un capullo, era más bien tímido. “Joder” en el sentido de que aquello era un libertinaje en el que nadie se paraba a pensar. Si en una de esas fiestas burras a las que íbamos en aquella época la gente un poco de este rollito una chica se hubiese sentido mal, yo creo que casi nadie se hubiese dado cuenta. Había una falta de atención muy normalizada que ahora se ha roto. Y se pasan de frenada, porque estamos reajustando. Pero esa frivolidad alegre en la que si alguien se sentía mal le pasaban por encima, ya no existe. Esto no quiere decir que violaran a nadie, pero era un “estamos de fiesta, ¿por qué se pone a llorar?, qué amargada”. He visto estas escenas en bares. Y no sé ahora qué pasa, porque ya no salgo. No salgo a discotecas. 

¿Cómo fue el primer contacto con el sexo de los niños de la generación del 85? ¿Qué estímulos había? La era de las revistas, ¿no?

Sí, eso era guay, porque como no había internet… a mí me dan pena los de ahora, porque con el porno tan cerca están perdiendo todo el misterio. Se van a quedar sin imaginación. En mi época estaba el Canal Plus, que nadie lo pagaba, pero veíamos los muñecos desfigurados porque estaba descodificado, ¿no?, y no recuerdo haberme puesto nunca tan cachondo como con los monigotes esos difuminados. Le tenías que echar mucha imaginación y seguramente no estabas ni viendo lo que creías que estabas viendo. En mi generación jugábamos a juegos muy guarros: la botella…

La botella no era tan guarro. Era un piquito ahí absurdo. 

Era un piquito, pero con 13 años aquello me parecía… con un piquito podía alimentar tres meses de pajas. ¡Que te tocaran el brazo…! Es que había muy poco contacto entre niños y niñas. Tenía un amigo. Su padre era camionero y murió en la carretera. Le dejó en herencia a unas películas porno. Porno de camionero. Y me acuerdo que íbamos a verla a su casa, con otro vecino, y nos tocábamos allí. 

Esto es una cosa que no sucede entre mujeres. Los hombres, siendo críos, quedáis para masturbaros en grupo. 

Cuando eres muy pequeño, sí. No sé, hay algo medio maricón en esto. Yo mucho antes de haber tenido algún escarceo homosexual, para probar…

¿Sí? 

Claro, todo el mundo debería hacerlo. Para saber. Siempre tienes algún amigo que te gusta. El caso: mucho antes de esto, cuando iba a casa de mi amigo a ver la película, creo que los dos estábamos atentos a ver el pene del otro. No era por competición, es que lo otro era la tele y esto lo estabas viendo, y te ponía un poco… tú no sabías muy bien lo que te pasaba, pero era muy excitante. Estábamos descubriendo. 

El escritor Juan Soto Ivars. Jorge Barreno.

¿La masturbación es la mejor amiga del hombre?

No sé. Qué sería del perro. Tenía un amigo que tenía un perro que supuestamente se la chupaba. O eso contaba con 12 años. Estábamos todos muy hormonados, vivíamos en un pueblo de Murcia y no había mucho contacto entre chicos y chicas más allá de pelearnos o mandarnos cartitas. El perro se llamaba Bobby y él presumía: “Mi perro me la chupa”. Nosotros decíamos “nos encantaría verlo”. Y él “no, no, porque a los extraños les muerde”. Creo que secretamente creíamos que si fuéramos no pasaría nada.

Zoofilia, y de todo, los niños de pueblo de Murcia.

Sí, pero eres un niño, no sabes lo que es la zoofilia ni nada. Lo dicen los psicoanalistas: los niños sienten deseo hasta por su madre y no se les puede reprochar todo esto. Muchos de los hombres que van a leer esto han tenido alguna excitación culpable o rara con algún amigo. Estoy seguro. A ver qué dicen luego los comentarios. 

¿Cómo fue tu primera vez?

Fue con una chica de la que estaba muy enamorado. Teníamos 14 o 15 años. Tan enamorados. Estuvimos tres años juntos.

Esto es como perfecto, ¿no? Es como el deseo que tiene la gente de su primera vez. Bueno, especialmente las mujeres, por todo lo que nos han inculcado. 

Sí, pero ahora te voy a contar el detalle malo: yo me follé a la cama. Y ella no me dijo nada. Me lo dijo después, a la segunda. Es que para mí aquello era el paraíso. Tenía tanto miedo a hacerle daño, porque habíamos visto películas de estas americanas de “mi primera vez”… y para mí era como si fuera de cristal. Y ojo, fue en un confesionario. Ella vivía en una iglesia abandonada en Tánger, con su abuela, y su habitación era el confesionario. Tenía para apoyar las rodillas así. Y la cama. El confesionario está en la calle Sevilla, ahora se puede visitar. Queda como muy guay decirlo, pero no dejaba de ser su cuarto. 

¿La religión ha sido importante a la hora de crear culpa, y, consecuentemente, a la hora de crear morbo?

No, la represión es superior a la religión. Venimos de una época en la que la religión ha sido la gran creadora de culpa. El deseo es muy difícil de manejar para la mente, porque a veces deseas cosas que no puedes tener. Deseas a la mujer del vecino… todo eso es anterior a la religión, aunque esté en los mandamientos. En los pueblos siempre decían que las más guarras con las del colegio de monjas. 

Ojo con el colegio de curas para ellos: llegaban desatados al fin de semana.

Total. Mira los de La Manada, que son medio capillitas. Van como pollo sin cabeza. Y los curas pederastas. Es lógico: la represión. Si no estuviese el psicoanálisis tan denostado… ahora hablar de psicoanálisis es como hablar de argentino pirado, pero ya lo avisó hace mucho. Es como las leyes de Newton. Una fuerza en una dirección recibe una respuesta de la misma magnitud en la otra dirección, y la represión no puede aguantar demasiado tiempo, por algún sitio sale.

Cronología de tus mitos sexuales: ¿cómo ha ido evolucionando el canon de tu deseo?

No te creas, siempre he tendido a tener mis mitos sexuales entre gente cercana, entre gente con la que ha pasado algo o puede pasar. Nunca me he puesto un póster. Hay tías que me parecen alucinantes, pero ni siquiera me darían para una fantasía porque me asustaría. Ayer estuve en casa de un tipo de 85 años que lo tenía todo empapelado con Marilyn Monroe. Y yo no lo entendía: como cosa pop, bueno, pero… ¿la gente que desea a Marilyn Monroe realmente puede imaginarse algo con ella?

Tengo una sensación: ¿por qué los hombres no se masturban nunca pensando en la persona en la que aman, o en la persona con la que están, sino con otra, siempre una mujer ajena? 

A otros les pasará, no es mi caso. Yo he sido muy díscolo, pero monógamo siempre. Me podía enamorar de una tía en un after, pero mientras estaba ella no había otra cosa. He sido siempre muy corderito.

¿Se folla como se escribe?

Eso creo que se lo pregunté hace mil años a Jabois en una entrevista. Y me dio una respuesta muy buena que no recuerdo. A ver: mi primera novela va de eso. Va sobre un tío que quiere ser escritor y no puede escribir y tampoco puede enamorar a la tía por la que está colado, y acaba violando a otra. Y huye como una rata. Este no folla no como no escribe. Y conozco algunos casos más de los que no daré pistas, pero… la impotencia afecta al escribir y al follar de una manera parecida. Tengo la impresión de que un impotente (no que esté viviendo una fase con poca lujuria y tal, sino un impotente real, que sienta algo castrado) va a tener problemas para escribir. 

Dalí diría lo contrario. Pensaba que al eyacular perdía creatividad y genio. 

Pero Dalí era un salido, no era un impotente. Lo que pasa es que tenía la lujuria sublimada, pero era un puto cerdo.

El escritor Juan Soto Ivars. Jorge Barreno.

¿A la larga, en una relación monógama y estable, hay que amoldarse a vivir sin sexo durante algunos meses?

Espero que sí. Yo espero que cuando seamos viejos Andrea y yo ya no nos haga falta follar. Para qué tanto, ya está bien. Mira, yo siempre he sido un pringado, y para mí el sexo ha sido algo difícil de conseguir, y nunca he sido un buen seductor, y nunca me ha gustado la primera vez que follas con alguien. A mí me gustan las relaciones, conocer a alguien… y una de las cosas buenas de esto es que es una liberación poder ir con mis amigos y amigas a una fiesta, ponernos del revés, y que en ningún momento llegue esa prisa por intentar algo con alguien. Otros amigos que tienen pareja no son monógamos, porque en esas circunstancias se lanzan con cualquiera. Pero para mí la monogamia es la liberación, no la poligamia, como lo venden ahora.

Poliamor es capitalismo.

Sin duda, y monogamia es comunismo. Mira, en el libro de Svetlana Aleksiévich El fin del homo sovieticus, sale una mujer soviética (ya ha caído la Unión Soviética y están en el capitalismo loco) y dice: éramos más libres con la Unión Soviética, ¿cómo es posible, si no podíamos tener prensa libre, y no podíamos votar? Bueno, éramos libres porque no teníamos que preocuparnos de dónde dormir o de cómo conseguir comida. Nos daban lo básico. No podías hacer muchas cosas: no podías leer algunos libros, pero la libertad no es elegir, la libertad es no tener que luchar por lo básico. Es un concepto de libertad muy interesante. Con el sexo pasa lo mismo. No sé lo que está buscando el poliamoroso, pero a mí me parece un esclavo de la búsqueda, que es lo que nos pasa a nosotros cuando entramos en un centro comercial.

Escribiste un artículo sobre los agaporni contando la historia de tu abuela y tu abuelo: ellos eran un núcleo duro. 

Sí. Ellos eran una unidad y no necesitaban andar con neuras ni romances tórridos ni traiciones. Quizá yo lo idealizo, pero siempre me parecieron más libres que yo: cuando ya era adulto y me hice amigo de mis abuelas, cuando empecé a verlas como personas con historias que contar y no sólo como abuelas, yo estaba en la disolución absoluta. Follando cada vez con una, loco por no sé quién, teniendo experiencias homosexuales, droga, cocaína por un tubo todo el rato… yo estaba en ese momento, y yo pensaba: ¿yo soy libre? ¡Si no puedo parar quieto, si no puedo sentarme y pensar, y leer, no puedo establecer una relación que crea que tiene algo para mí, y yo para esa persona, ¿dónde está mi libertad? Si he quedado hoy con una y mañana con otra y mejor que no se enteren de que existen, ¿dónde está la libertad ahí, si era como una persecución absurda?

No sé, no quiero sentar cátedra, pero en mi vida ha sido así. Fui libre cuando dije “a partir de ahora todo va a ser para que esta otra persona esté bien, y vamos a intentar que esto sea lo único”. Creo que hay mucha gente que cuando ya ha conocido el cuerpo de su pareja, empieza a fantasear con lo siguiente. Eso es lo que les pasa a los niños mimados con los regalos. “Es que este móvil ya no huele a nuevo”. 

¿Para toda la vida basta un solo cuerpo? 

No lo sé. No sé si mis padres siguen follando ni hasta qué año follaron mis abuelos. En algún momento dejarían de follar para siempre y eso no creo que fuese una despedida, sino colmar una necesidad para siempre, que me parece maravilloso. 

Sientes el sexo como una carga. 

Las necesidades son una carga. Y yo necesito el sexo, y es una carga en cuanto que es una necesidad. Me encantaría ser frugal y comer poco, también.

¿Qué es una zorra? Generaste polémica con aquel tuit de “no finjamos que no existen las zorras”. También quería preguntarte si existe el homólogo en masculino.

¡Claro, hay muchísimos!

¿Existe el zorro?

No. 

¿Cómo lo denominamos? El lenguaje es importante.

Sí. A ver, cuando yo dije eso me cayó la del pulpo. Yo sabía que se iba a liar la de dios cuando lo puse, pero luego fui viendo que amigas, incluso Andrea, mi mujer, o mi editora Olga, me decían “es que esa palabra nos la han dicho tanto, la tenemos tan connotada que es una mala palabra”. Y era gente que entendía lo que yo estaba queriendo decir: lo que yo quería decir es que estamos en esta cosa de que las mujeres son gacelas y los hombres son leones y hay cada línea de puntos… yo no me refería a “casquivanas”.

¿Te referías a perversas?

Sí. Una perversa puede ser divertida. Las Vulpes, cuando dicen “me gusta ser una zorra”, se refieren a ser una perversa pero guay, y nos han caído muy bien, y nos gusta tener a esa amiga zorra según las Vulpes que te lo pasas bien, que es una cabrona. Pero a veces en la intimidad, el hombre dice “vaya zorra” y no se refiere a una mujer libre sexualmente, sino a la mujer que es capaz de hacer algo absolutamente cruel contra alguien absolutamente indefenso. Y eso es lo que hicieron las chicas que pusieron capturas de pantallas de Izal. Pero ni sabemos si eran chicas, ¡puede ser inventado todo!, nunca se supo. La gran desgracia de esto es que yo entiendo que el hecho de que esa palabra esté tan connotada me convierte a mí en un insensible por usarla en un artículo. Le molestó a mi mujer, a mi editora, que usase esa palabra. Pero se está produciendo una distancia tan grande entre la forma de hablar de la gente y lo que se puede y no decir en público… el contexto es importante, y es evidente que yo no estaba hablando de la vida sexual de nadie, sino de la perversidad. Soy un anormal. No debería hacer esas cosas.

El escritor Juan Soto Ivars. Jorge Barreno.

¿Hay algo masoquista en ti cuando escribes eso?

Con Twitter tengo una relación masoquista a veces. Sé que me voy a buscar problemas y no lo puedo evitar.

¿Es como el abismo de Nietzsche: hay una atracción hacia la caída?

Es que cuando empecé en Twitter, aún era el lugar donde todos podíamos decir lo que nos diera la gana. Y no había hipocresía. Ahora mucha gente se finge escandalizada, cuando a veces son los mayores cerdos (“cerdo” sería el homólogo a “zorra”).

“Hay que creer a las mujeres siempre, pero luego bien que fingís orgasmos”, escribiste. 

Eso era un chiste.

¿Cuántas han fingido contigo?

Eso es bonito que lo preguntes. Estamos en un momento ‘Carmen Calvo’ donde hay que creer a las mujeres siempre, y muchos hombres (no hablo por mí aquí) están siguiendo el juego y asintiendo con la cabeza a todo lo que dicen las feministas, pero son absolutamente hipócritas, porque saben que su mente no funciona así, y que no se lo creen realmente. Esa es mi sensación. Un problema que le veo al feminismo actual es que habla mucho del hombre, pero hablan del hombre mujeres.

Y los hombres que hablan son estos de las nuevas masculinidades, que no son sinceros, o que se han convertido en elfos. Pero los hombres en realidad nos parecemos mucho más a lo que cuenta Louis C. K. en los monólogos. Hay muchas miserias. Igual que en las mujeres hay más miserias de las que dice que hay el feminismo hegemónico. Somos más asquerosos, y contradictorios y sucios. Una preocupación que tienen los hombres vanidosos (y yo soy vanidoso) es que hayan fingido orgasmos con ellos.

Vale, pero ¿han fingido o no?

Supongo que sí. 

Pero, ¿lo has notado?

A veces he notado que una tía gritaba mucho y era todo muy de peli porno y no me ha gustado. Me ha parecido falso. A mí lo que me excita es que haya una comunicación. Al hombre vanidoso le excita que la otra persona esté respondiendo. Un vanidoso nunca va a ser un empotrador. Un egocéntrico sí (el que quiere verse a sí mismo follando y disfruta). Pero el vanidoso quiere ser adorado, quiere gustar, quiere recibir lo que está dando de manera gratificante. A la mínima duda durante un polvo sobre si la mujer está fingiendo, el vanidoso se cae, porque piensa “no es verdadera esta adoración, esta comunicación está fallando, me está mintiendo, me está haciendo ver que lo estoy haciendo muy bien pero me engaña”. 

¿Es cierto que los hombres sentís cierto desapego después de eyacular?

Sí. Está muy bien lo de “un cierto desapego”, porque es verdad, pasa hasta con la persona más amada. Es como la comida: te llenas con algo que te gusta y pasa otro plato por delante y te da desapego. Se rompe el deseo totalmente. Después del sexo sólo quieres que te dejen en paz. Enseguida se pasa. No se rompe ninguna estructura, pero sí se está en otro sitio de pronto. Para un hombre eyacular tras el sexo es como ser degollado. Es algo cercano a la muerte. 

¿Cómo vamos a conocer las mujeres ese viaje vuestro?

Eso es muy interesante. Yo daría un año de mi vida por saber lo que es ser una tía y salir una noche y follar. No me lo puedo imaginar. Y me encantaría, porque a mí que me gusta probar drogas, creo que esa sería una droga muy interesante. ¿Cómo será esa parte del cuerpo tan intensa que nosotros no tenemos…? Nosotros tenemos la paja del estrés. Estás nervioso, tienes que entregar un artículo, te masturbas y ya. No tiene nada que ver con el sexo, se parece más a jugar una partida del FIFA. Las mujeres, tengo la sensación, cuando se masturban son más sensuales, están teniendo un contacto más íntimo consigo mismas.

¿Y qué hay del sexo oral?

A mí no me gusta, porque soy vanidoso, te lo dije antes. Soy tan vanidoso que no puedo soportar que me sacien y no saciar. Prefiero dar placer. 

¿Cómo se sabe que alguien está enamorado de ti?

No lo sé, me han engañado muchas veces. Me han puesto los cuernos y la persona que pone los cuernos se siente culpable y maltrata a la otra para que la otra le deje. Esto es muy común. Luego te enteras dos años después de que te estaban poniendo los cuernos en ese momento tan difícil y te ríes. Me han engañado mucho zorras, tías muy pérfidas, pero yo como soy monógamo doy mi confianza a tope, y jamás me he follado a una tía que no sea mi novia. No soy capaz. 

“Los ojos, chico, ellos nunca mienten”. Creo que lo decían en Scarface

Eso es una película. Claro que mienten.