En 2018, por primera vez en su historia, la edición británica de la revista GQ ha galardonado a una mujer con su premio “Hombre del Año”: la homenajeada es la actriz Rose McGowan, pionera en denunciar a Weinstein por violación, paso adelante que la ha condecorado como una de las activistas más férreas y discursivas contra el machismo y los abusos de poder en Hollywood. McGowan se ha ido sacudiendo todos los pelos de la lengua para, además de arremeter contra la misoginia, hacerlo contra la hipocresía.

Ya es célebre su respuesta a Meryl Streep, cuando a la veterana le dio por contar que vestiría de negro en los Globos de Oro como protesta silenciosa. “Actrices como Meryl Streep que felizmente trabajaron con el cerdo monstruoso van a vestir de negro (…) Vuestro silencio es el problema. Desprecio vuestra hipocresía. Quizá deberíais vestir todas Marchesa”, señaló, en alusión a la firma de moda fundada por Georgina Chapman, ex mujer de Weinstein.

Su lucha no ha tocado techo en su caso personal con Weinstein: ha defendido a sus compañeras, les ha dado alas para seguir denunciando, ha acudido a manifestaciones -acompañada también de Asia Argento, de la que ha distanciado a partir de las acusaciones de abuso sexual- y ha dado la cara contra sentencias españolas como la de La Manada. Ahora es también la persona que inspira a la revista masculina GQ, gracias a “su valentía como una de las primeras mujeres en hablar abiertamente sobre los abusos sexuales y las violaciones en la industria cinematográfica”, como ha explicado el editor de GQ en Reino Unido, Dylan Jones.

¿Masculinizar para premiar?

“Su sinceridad sobre su experiencia ha sido una de las fuerzas detrás del movimiento #MeToo, que ha logrado una enorme atención global, con hombres y mujeres compartiendo sus propias vivencias”, ha subrayado el responsable del galardón. Es un aplauso a la “fuerza y valentía” de McGowan, pero, ¿ha sido una buena idea? Parece que, al mantener el nombre del premio como “Hombre del Año”, la revista masculiniza a una mujer para poder auparla, redundando en esa idea tradicional y misógina de que la excelencia está reservada a los hombres. ¿No hubiera sido más acertado homenajearla como “Persona del Año”, activista más reconocida entre el total de hombres y mujeres?

Parece uno más de los lavados de cara feministas que ahora contagian a concursos, premios e instituciones, no más que un maquillaje social que no actúa en el fondo de la problemática. ¿No sería más interesante aplicar una medida medular, como aumentar el número de redactoras de GQ, o el número de directivas y responsables de la publicación, para demostrar cuánto apoyo se presta a la igualdad? ¿O por qué no desarrollar un sistema de detección de acosos en el ámbito laboral? ¿Por qué subirse a un movimiento tan serio como el feminismo -de hecho, el más arrollador del siglo XXI- para convertirlo en una reivindicación pop, superficial, bienqueda? Su propuesta recuerda a la performance de los Premios Feroz: este año la organización decidió que los galardones fuesen entregados sólo por mujeres.

Lavados de cara de la industria

No hay duda de que las intenciones eran buenas, pero, ¿es, en el fondo, sólo un teatro? Recuerden las palabras de Leticia Dolera en aquella misma gala. La actriz y cineasta agradeció a la organización “el honor de hacer esta noche de azafatas; perdón, entregadoras”: “Nos ha sido negado durante años. Excepto en el Telecupón, el Un, dos tres, la vuelta ciclista a España, los shows de magia, las ferias, los congresos… salvo estas excepciones, estamos vetadas. Gracias a los Feroz por demostrarnos a las mujeres que somos capaces de realizar este trabajo”. Subrayó que “el año que de verdad haya paridad” -en lo referido a las películas dirigidas por mujeres, por ejemplo-, “harán de azafatos Antonio de la Torre, Álex de la Iglesia, Javier Gutiérrez… y nosotras encantadas de subir a recogerlos”.

No obstante, Rose McGowan ha agradecido el detalle y ha compartido en su Instagram la portada de la revista: celebra el reconocimiento “considerando que ninguna revista de mujeres y ninguna organización han dado un paso adelante” y subraya que esta apertura hacia la igualdad y hacia la oxigenación del pasado “es un nuevo amanecer, un nuevo día en el que todos podemos celebrar el cambio social positivo”. Ojalá la revolución no sea sólo estética.