La entrevista tiene lugar en el hotel Palace. "Este lugar me ha dado muy buenas fotos", dice Marisa Flórez, fotógrafa y editora gráfica acumula más de 40 años de experiencia en el mundo de la Fotografía.

Sus imágenes configuran parte de la memoria visual de este país. Y de El País, medio para el que trabajó durante cuatro décadas. Retirada del quehacer diario de la redacción, sigue vinculada a su periódico como profesora de su Escuela de Periodismo, preparando a la cantera sobre la importancia de la fotografía, de la puesta en página y de los ritmos que tiene que llevar una fotogalería en la web.

Su trabajo durante la Transición marcó una época en el fotoperiodismo español. Pero también su labor de editora gráfica, seleccionando las fotos de otros, y configurando el día a día de un periódico. Pura memoria, que próximamente publicara la editorial Libros.com bajo el título Españoles... Franco ha muerto.

Entrevista a Marisa Flórez

Flórez no habla nunca en pasado. Ni se define como "fotógrafa". Ella se dice "fotógrafo".Tiene el ímpetu de quién mañana mismo podría hacer sin despeinarse la edición de un periódico o ir al Kremlin a fotografiar a Putin, personaje al que le encantaría entrevistar. No le ha temblado nunca el pulso teniendo delante a todos los presidentes de la democracia, a dictadores de otras latitudes o actores con muchos Oscar en las vitrinas. Y todos retratados con un estilo sencillo, directo, sin florituras de ningún tipo y con pleno dominio de su principal aliada: la luz natural.

¿Cuál es su primer recuerdo fotográfico?

A mí la imagen me ha fascinado desde pequeña. Anteriormente a la televisión, me encantaba ver el álbum de fotos antiguas familiares que tenían mis padres. Me pasaba tardes enteras viendo fotos. Me gustaba muchísimo las fotos antiguas porque utilizaban mucha ornamentación, con columnas, con falsos decorados pintados. Como niña te gustan esos oropeles. Todo me parecía glamuroso. Era muy cinematográfico.

Es curioso porque luego en sus retratos como fotógrafa has prescindido de cualquier tipo de ornamentación.

Es verdad. No es que haya huído de eso. Me interesa el entorno donde hago el retrato, pero no me interesa que el entorno domine sobre el personaje. Con mi abuela iba al cine por lo menos una vez a la semana, todas las semanas del año. Desde muy pequeña. Esa cultura cinematográfica ha influido mucho en mi forma de hacer fotos. Y mucho cine en blanco y negro, claro.

Es una pregunta manida: ¿es mejor el blanco y negro o el color? 

Ni mejor que peor. Es como cada uno se encuentre más a gusto o con qué se puede transmitir mejor un tema concreto. Y a mí el blanco y negro me gusta mucho.

¿Hay que pensar antes de hacer la foto si va a ser en blanco y negro?

Desde mi punto de vista, sí. Aunque cada maestrillo tiene su librillo. Hay reportajes que yo los veo en blanco y negro desde el principio. Indudablemente. Por ejemplo, un reportaje que hice sobre mujeres en las cárceles. Ese reportaje en color hubiera transmitido mucho menos. En retratos pasa lo mismo. No es que vea la vida en blanco y negro, pero es verdad que creo que soy mucho más directa, con esos grises, con esos matices, porque no todo es blanco o negro. Hay una serie de tonalidades intermedias que es la que da el punto que buscas. Eso no soy capaz de darlo con el color.

¿Qué te parece el hecho de poder ver inmediatamente la foto en la pantalla de la cámara?

[Suspira] Todo eso a mí me alucina. ¿Sabes cuándo me alucina más? Siguiendo en la tele una rueda de prensa o cualquier hecho informativo y enfocan a los fotógrafos. Hay uno que ha hecho la foto, le da un codazo al que tiene al lado y comentan la foto que acaba de hacer. ¡Se me ponen los pelos de punta! ¡Es que en ese momento puede estar ocurriendo la foto! ¡La foto! ¿Cómo puedes estar comentando? Trabaja y después, cuando acabes, ya tienes la posibilidad de verlo y comentarlo con quien quieras. Hay algunos fotógrafos que de cada foto hacen un regodeo personal…

¿Cómo se educa el ego?

Los pies en la tierra hay que tenerlos siempre. Puedes tener pequeños momentos en los que se te vaya, que también es humano y lógico. Parte de una base de educación personal, de saber lo que se está haciendo. Esta es una profesión fantástica, pero uno no inventa la penicilina. Entonces sí que podrías tener el ego que te llegara al infinito. Hay que tener medida. Y esto no deja de ser un oficio, una profesión, y qué bueno si eres capaz de transmitir a la gente lo que tú llevas dentro, lo que está pasando, saber contarlo, sobre todo en prensa, y entonces te puedes sentir orgulloso. Una cosa es el orgullo y otra cosa el ego desmedido.

¿Cómo termina con una cámara, en esta profesión de fotoperiodista?

Terminé mi carrera (Información y Turismo) y me casé jovencísima, no voy a decir la edad [ríe]. Me casé con un fotógrafo, Raúl Cancio. Me empezó a interesar mucho su trabajo. Estaba en un mundo donde el centro de todo era la imagen. Hice cursos, uno muy completo en la Complutense, fui a varios seminarios y talleres. Así es cómo empecé a hacer fotos, pero no de una forma profesional. Estaba rodeada de profesionales de la fotografía que veían mi trabajo y me animaban a hacer más. Así es cómo empecé a hacer fotos para Informaciones, dónde estaba Jesús de la Serna de director.

¿Cómo era Jesús de la Serna como director?

Maravilloso. Como director, como persona, como ser humano... impresionante. Una de esas personas que mereció la pena conocer.

Estaba de subdirector Juan Luis, sí. Estuvieron luego siempre juntos hasta la muerte de Jesús, cada uno en posiciones distintas. Jesús vino más tarde a El País y luego fue director de la Escuela de Periodismo de El País.

Me acuerdo que también hacía entonces foto fija. Mucho para televisión, los Estudio Uno, con Pilar Miró, que se rodaban en Prado del Rey, también para el grupo de Teleprograma (TP).

Estuve en Informaciones unos cuatro años, y después ya pasé directamente a El País, que salió en mayo de 1976 y yo me incorporé en septiembre de ese año.

Aguanta cuatro décadas en El País, ¿no ha tenido nunca ofertas para irse a otro medio?

Tuve una. Y la rechacé. No voy a decir de quién era la oferta [se ríe]. El País ha sido un gran periódico, donde he aprendido mucho, donde he trabajado muy a gusto, donde he tenido mucha libertad para trabajar, donde me he sentido arropada, donde había un equipo de profesionales fantásticos y tampoco había que buscar más fuera.

¿Y no se ha cansado nunca de la fotografía?

Pues no. He tenido suerte porque en esos 40 años he tenido unos trabajos y unas responsabilidades muy variadas. En una primera época era una fotógrafo de calle. No entraba prácticamente en el periódico. Y hacía todo tipo de temas. Todo el mundo me asocia con las fotos de la Transición, pero en aquella época hice muchas fotos que no eran de política. Muchos temas de problemática social, muchos temas de mujeres, mucho deporte… Viajé con el Atleti, con la Selección mucho. Me ha tocado cubrir muchos atentados. Era una temática muy variada más allá de la fotos del Congreso. Lo que no he hecho nunca es tema de sociedad [prensa rosa], quizá porque a El País no le interesaba, ni a mi tampoco. Aunque me tocó hacer con César Lucas la boda de la Duquesa de Alba. Y solo fuimos dos fotógrafos los que tuvimos acceso. En esa primera época toqué todos los palos, porque hacía mucha calle. Luego pasé a ser redactor jefe y es verdad que es otra forma de ver y tratar la fotografía. Es una forma de trabajar en equipo, estar más en la redacción. La fotografía te llega de otra manera. Tienes que tratar las fotos de otros, la puesta en página… todo eso es muy interesante. Y luego la última de época de edición gráfica, fue ya maravilloso, porque he visto todo lo que se podía ver, lo que estaba pasando a nivel informativo, lo que estaba ocurriendo. Lo veía todo todos los días. 

La fotoperiodista, Marisa Flórez. Moeh Atitar

Y la edición gráfica en la web, de la que fuiste prácticamente pionera en la época de Borja Echevarría…

Sí, eso se destaca poco.

¿Hay muchas diferencias entre la edición gráfica de la web y la que se hace en el papel?

Bueno, hay diferencias, pero hay una regla de oro: que tanto en el papel como en la web hay que dar lo mejor. La web no es ningún basurero, no es ningún lugar donde se meta todo, donde todo valga. En prensa, ya sea web o papel, siempre hay que moverse por la veracidad, la información, noticias…¡eso es la prioridad! Me da igual que sea en la web o en papel. Lo que pasa es que el tratamiento es distinto. Un periódico [de papel] está mucho más limitado de espacio, mientras que la web tiene otro tipo de espacio. La edición gráfica es distinta, desde los formatos, hasta cómo contar una historia. Un periódico, son una, dos, tres fotos, como mucho, y en una web puedes elegir desde una primera imagen que va en la home hasta un relato en una fotogalería, en un álbum... es completamente distinto.

¿Ese espacio ilimitado de la web no genera sobresaturación? Muchas veces se hacen en los digitales álbumes de 340 fotos…

Es que eso es una barbaridad. Contar historias no es poner 38.000 fotos una detrás de otra. Las historias tienen un relato, un ritmo. Y este relato se acaba. Es como si un director de cine se pone a rodar y hace 32 horas de metraje, de filmación. Usted las 32 horas comáselas, porque si no es capaz de hacer una buena edición, realmente no sé quien va a ir a ver esa película. Pues esto es igual. Las historias tienen su relato. Y el relato puede ser de 5, de 10, de 40 fotos…¿de 40? Hay veces que puede ser, no es lo normal. Porque sobre todo la gente no tiene tiempo para sentarse y tirarse 20 horas viendo fotos. Hay que saber también a qué público va dirigido. Esto es como las comidas: siempre dicen que hay que levantarse con un poco de hambre, para que te quedan ganas de más. También los tiempos son distintos, eso sí que es verdad, entre la web y el papel, pero yo pido la misma calidad, la misma información y pido, en prensa, sobre todo noticias. ¡Noticias!

¿Se han perdido las noticias?

La web va en muchos casos, y lo comprendo, a buscar el pinchazo. Hay veces que la web lleva una serie de temas que a mí me interesan poco, pero claro, no es solo para mí. El problema es solo buscar que la gente vaya pinche, pinche y pinche. En la selección de los temas es donde una web puede generar cierta fidelidad y que la gente la siga de verdad, porque le das algo diferente, le das algo interesante y le das cosas que sean capaces de llamar su atención. Si todos los días das morralla, es que ya llega un día que pasas por delante y no lo miras. Esto es así. 

Su Transición, sus fotos de ese periodo histórico, ¿están más vista que el TBO?

[Ríe] Efectivamente. Más vista que el TBO es una expresión que yo uso mucho.

¿Por qué ya no hay esa épica en las imágenes que producimos en un momento de convulsión política que muchos califican como otra Transición? ¿Estamos los fotógrafos marcando un relato de este tiempo?

La clase política, ni peor ni mejor, es bastante diferente. Los personajes que han intervenido, a nivel político, tienen diferencias entre unos y otros. Y además ahora estás viendo en tiempo real lo que ocurre. Lo ves todo al minuto. Antes había un tiempo. Estabas esperando el periódico del día siguiente como agua de mayo, porque había cosas que no se televisaban. Ni había la misma cobertura a nivel global. Estabas al día siguiente esperando ver la foto, para ver qué había ocurrido. Hoy en día todo es más directo, más inmediato. Vives la vida informativa en tiempo real. Al día siguiente todo se ha quedado viejo.Quizá lo que falte es esa revisión que yo digo de cómo tratar la información. Y creo que los periódicos están tratando la información gráfica cómo hace 40 años. Hay que cambiar. ¿Yo qué quiero dar al lector? Voy a intentar al día siguiente darle algo diferente a lo que ha estado viendo todo el día de ayer. Pero llega un momento que es muy difícil. Que me sorprenda una foto del señor Puigdemenot, o de lo que ocurría en el Parlament, que lo estoy viendo minuto a minuto, es muy difícil. Pero sin embargo ha habido alguna imagen que sí que me ha sorprendido. 

¿Por ejemplo?

La foto de La Vanguardia, en la que está Artur Mas viendo como Puigdemont comparece en el Parlament. El planteamiento tiene que ser buscar el relato distinto, y ese día La Vanguardia lo logró.

¿Falta en los medios españoles dirección fotográfica? ¿Los jefes de Fotografía no guían ni dan instrucciones a los fotógrafos?

Creo que el fotógrafo debe responsabilizarse de su trabajo. Está muy bien que tengas un jefe que te dé pautas. Siempre he dicho que el fotógrafo que va a hacer un reportaje a las Cortes no tiene que coger la cámara e irse a tirar fotos sin más. Tiene que prepararlo antes. Tiene que ver los temas que se van a tratar, los personajes que están implicados...Hazte un guión antes de ir. Eres un periodista. Déjate de que eres un fotógrafo o no eres un plumilla. ¡Tú eres un periodista! Tú tienes que saber qué vas a hacer, por lo menos con qué te vas a encontrar. Un fotógrafo no puede ser un mandao, un fotógrafo es un periodista. El relato hay que buscarlo. Yo veo que lo que falta es eso. Todos siguen la corriente. Y seguir la corriente nunca es bueno. La intención hay que llevarla desde la redacción.

Un fotógrafo no puede ser un mandao, un fotógrafo es un periodista

Varios fotógrafos captaron Suárez y González fumando en unos sillones, y sin embargo la suya es de las que más se recuerda ¿Cómo un fotógrafo compite y logra imponerse a otros?

Creo que como todo, la suerte es un factor. Yo no hablo de fotógrafos buenos y malos. Cada uno hace su trabajo. Sí es verdad que lo que diferencia a unos de otros es la forma de mirar y eso es algo muy personal. Cuando uno busca lo que quiere hacer, ya parte de esa base. No siempre se consigue, es complicado, pero cuando sabes lo que quieres, vas a por ello. Luego te saldrá o no te saldrá. No entiendo al fotógrafo que pasa por los sitios sin plantearse lo que quiere hacer. La casualidad es un día. Pero el planteamiento tiene que ser un planteamiento de trabajo.

¿Cómo se educa al ojo?

Viendo muchas imágenes. Eso es fundamental. El fotógrafo que no ve periódicos, revistas, el que no mira más allá de lo que hace, mal asunto. Muy mal asunto. Para mí es fundamental. Yo tenía cantidad de libros de fotografía que ahora no me caben en casa, que lo único que no quiero es tirarlos… Y es fundamental mirar muchas imágenes para educar el ojo.

¿Qué libro de fotografía le ha marcado?

Hubo una colección de fotografía, americanos, anglosajones. Era unos libritos de cada uno. Una colección impresionante. Y me pasaba días enteros mirando. No significa que los copies. Pero se te van metiendo las imágenes, te van dando unas pautas que memorizas. Y luego las recuerdas a la hora de trabajar. Las fotos forman parte de mí. A través de una foto transmites cómo eres, cómo miras, tu punto de vista, porque yo pongo una parte de mí en cada foto. Esta taza, le hacemos una foto tu y yo, y la vamos a hacer diferente. Ni mejor ni peor. Pero no la vamos a ver igual. Y una fotografía siempre tiene algo de ti.

¿Y un retrato es un combate del que acabas siempre agotado como dice Alberto García Alix?

Es verdad que cualquier cosa que hagas, dependiendo de la intensidad que le pongas, te cansas más. Hay que trabajar siempre con intensidad. Dar lo mejor. Si no vas a dar lo mejor, no lo hagas. Pones tanto de ti que ya no es el tiempo que tardes, si no lo que mentalmente te supone, el esfuerzo hasta conseguir lo que quieres. ¡Y cuando lo consigues! Eso es que la verdad es maravilloso. ¡Es la remonda! Es duro un retrato, sí, no se si un combate como dice García Alix, pero si que cualquier proceso de crear te cansa, te agota, porque pones mucho de ti.

Con el digital, ¿enseñas la foto nada más hacerla al retratado?

Nunca, a no que ser alguien me lo pida, por una razón de bloqueo o por una inseguridad terrible y llega un momento en el que le tienes que explicar: "mira, vamos a ir por aquí, tranquilízate". De forma que mantienes un diálogo fotográfico entre esa persona y tú, como terapia, como relax, si no, no.

Marisa Flórez, en los años 80. Chema Conesa

La cámara da mucho poder durante el retrato. Manda en esa persona. ¿Cómo gestiona ese poder?

Siempre empiezo intentando conocer todo lo que pueda del personaje que voy a retratar. Hay veces que puedes estar en una entrevista un tiempo, incluso hablar un poco con el retratado, y hay otras en las que solo tienes 5 minutos y tras esos cinco minutos se acabó. En las entrevistas estoy siempre presente. Eso de que venga el redactor y diga: ·haz unas fotos, te vas y ya nos quedamos". ¿Cómo que me voy? ¿Cómo que nos quedamos? No nos quedamos nada. Tú empieza a hablar que ya se me ocurrirá qué hacer. Me interesa estar presente en la entrevista por el comportamiento del individuo, su forma de expresarse, porque eso te enseña cosas del personaje. Y siempre mantener una relación de diálogo. Yo no he sido de las que me gusta mucho mandar en las sesiones. Prefiero más el diálogo, a no ser que te toque un personaje insoportable, que tengas que decirle "mire usted"...

¿Cuál ha sido el más insoportable al que te has enfrentado?

[Se lo piensa, ríe, y mantiene el silencio]

Fraga, por ejemplo, tenía fama de no soportar a los fotógrafos

¡Uy, no! El trato que tenía con él era fantástico. Pero es verdad que yo nunca he ido tanto al posado como a intentar transmitir al personaje, sus gestos, con pequeñas producciones mías, pero no tanto al posado. Yo nunca le decía, "¡Eh, don Manuel, póngase así!" No me gusta esa relación de estar encima del personaje, de mandarle continuamente. Prefiero mantener la distancia física y emocional. Forma parte de mi carácter. Aunque se me vea con cierto arrojo, soy tímida.

¿Con objetivo trabajaba?

A mí me gustaba mucho el 70-200. Es un objetivo que he usado mucho. El 300 lo he usado también muchísimo.

¡Eso ya es mucha distancia!

Hablo para información, no para retratos.

¿Y para retratos?

El 85 mm me gusta muchísimo. Y el 70-200 también, porque tienes más opciones.

¿Más allá del 100 mm no lo ve falso para un retrato, que aplana demasiado las figuras?

Bueno, también depende mucho de las condiciones, de las circunstancias. Te puedes encontrar con que el compañero que ha hecho la entrevista se ha pasado horas preguntando al entrevistado, que ya está agotado, y por eso tienes que mantener una distancia.

Flórez ha trabajado 40 años como fotoperiodista en El País. Moeh Atitar

No me hascontestado cuál ha sido el peor entrevistado...

Pues me ha tocado retratar a alguna persona tonta. Tonta, pero yo en eso soy bastante cortante. ¿Cómo? ¿Qué no quiere hacerse las fotos para la entrevista? Si usted no quiere la entrevista yo no hago la entrevista. Pero no me he encontrado a muchos así. La persona cuanto más importante, no por cargo, si no intelectualmente, menos problemas da. Luego hay una cosa que se repite mucho. Nadie quiere salir en las fotos. A nadie le gusta posar para hacer fotos. "¡Qué horror, fotos! ¡fotos no!" Pero luego están encantados. ¡Encantados! En el fondo a todo el mundo le gusta. Si he tenido algún problema ha sido con actores de medio pelo. Porque luego, los grandes, Anthony Quinn, Gary Grant, han sido gente fantástica. Bueno, un personaje que me pasé toda la entrevista de rodillas porque me querían echar fue con Ceaucescu. Fui a hacerle una entrevista junto a Juan Luis Cebrián, que era entonces director [de El País]. Se sentó en una sillón y detrás tenía una especie de ramas de palmeras que nada más verlo me recordó a la película erótica Emmanuelle. Era como si tuviera delante a un pavo real. Alucinante. Hice unas fotos al principio, y entonces me dijeron : "ha terminado usted". Yo les dije que no me iba, que me quedaba de rodillas, detrás, en ese salón inmenso del palacio presidencial. A mí me producía risa: "¡Es Emmanuelle con plumas!", me decía. Yo con mi tele (objetivo). Allí, esa cosa pequeña, hierática, haciendo de Emmanuelle. 

Sale a colación Cebrián en esa entrevista, ¿cómo es él en relación a la fotografía?

Es un gran periodista. Y entiende perfectamente la fotografía.

¿Cómo se sobrevive a cuatro directores de El País?

He trabajado con todos los directores, menos con Antonio Caño, el actual. Ese ya no me ha tocado. Me he llevado muy bien con todos los directores, la verdad, desde mi puesto de trabajo y asumiendo mi papel.

¿Cómo eran esas reuniones de primera en la que se decidía el contenido del periódico?

Ese momento es fantástico. Uno de los logros del que me siento orgullosa, como fotógrafo, a lo largo de todos esos años en El País, es que la fotografía en la reunión de primera tenía el mismo tiempo de discusión que podía tener cualquier otra sección del periódico. Eso es fantástico. Antes, años atrás, la fotografía la elegía el de turno, el redactor jefe del turno de cierre. La fotografía es una careta más de primera, es una información más. Y había grandes discusiones sobre qué imágenes se daba.

¿Has enseñado las fotos de manera distinta dependiendo del director?

Allí no me adapto a quien esté de director de turno. Creo que es mucho más interesante qué noticia es la del día. Aporto al director lo que yo creo y luego cada director, por la razón que sea, elige la foto. No puedo vender la foto dependiendo del cliente, del director que tenga delante. Tengo que vender calidad. Y la calidad es la imagen que yo creo. Luego la decisión final la toman ellos. Con este director le voy a meter esta, y con este otro, esta otra. No. Le digo que esta es la foto. Si luego usted quiere dar otra es su problema. Lo que marca es cuál es la noticia del día. Esa ha sido mi forma de trabajar.

¿Ha dejado de hacer alguna foto?

No. Yo fotos hago todas las que tenga que hacer. Luego publicarlas ya es otra historia. Pero hacerlas hay que hacerlas siempre. Ir a hacer morbo es que no te planteas nunca. Haces información. Otra cosa es si luego se publica o no.

¿Se han quedado muchas fotos sin publicar?

Sí, bastantes. Era un planteamiento ético, no de censura. A lo mejor mostraba algo que era muy crudo. Y yo discutía mucho. Hay una frase mía que repetía mucho: "¡Que no va ser siempre todo el ballet de Montecarlo!".

Repasas los reportajes y las fotos que se publicaban en El País en los años 80 o 90, de atentados, de guerras, y ahora esas fotos son inconcebibles ¿Tenemos ahora la piel más fina?

Repaso la trayectoria de todos esos años y se ha tenido mucho cuidado, tanto por parte de la dirección como del propio del equipo de fotografía. Nos hemos podido confundir, pero yo no he visto a nadie ir a hacer un tema con ánimo de morbo. Se ha tenido muy en cuenta a las víctimas, pero sobre todo a lo que rodea a las víctimas, a las familias. Es cierto que ahora hay otro código. Se muestra de manera distinta. Y sin embargo hay unas imágenes de intimidad, personales, que sí se ve lícito dar, pero de una guerra no. Y yo creo que todo el mundo merece un respeto. Hay que ser muy respetuoso. No solo en la sangre, en la muerte, en la masacre, hacen daño las imágenes. Hay otro tipo de fotos que hacen daño, que son menos virulentas, y que dejan un poso en los individuos.

¿El respeto es una línea roja?

Sí, siempre. E informar siempre. Hasta el fondo, y de lo que sea. Pero sin faltar al respeto. Porque además el que queda mal no es el personaje. El que queda mal sobre todo el fotógrafo. ¿A qué viene eso? No hay más ridículo que el que quiera ridiculizar.

Siempre hay que dar la mejor foto. La firme quien la firme

Siendo la redactora y editora gráfica de El País se acumula mucho poder en el mundo de la fotografía ¿Cómo se gestiona?

Con el margen de que te vas a confundir muchas veces, lo tienes que asumir, tienes que empezar con ser honrado con uno mismo y siguiendo la línea que tú crees que tienes que seguir. Yo siempre he dicho que lo que tiene que llegar al lector es lo mejor. Y lo mejor tiene que estar en mi periódico. Aunque esa foto no sea hecha por los fotógrafos del periódico. Si yo trabajo con agencias, les pago para eso. Yo entiendo al fotógrafo que se ha tirado 24 horas en un lugar, en unas condiciones a veces pésimas y terribles, intentando hacerlo lo mejor posible y llega al periódico pensando que lo tiene, y se encuentra que por otros medios ha llegado el mismo tema con unas fotos fantásticas y después de ese tiempo, lo ves, lo miras y dices, ahora tengo que elegir, porque esto no es el museo del Prado con muchas galerías y paredes para colgar fotos, y hay que elegir la mejor foto, y la mejor foto, desde mi punto de vista es esta, y yo la voy a presentar a la reunión de primera. Y si el director, que es quien decide, está de acuerdo, va a ir esta. El fotógrafo allí tiene que tener la suficiente humildad como para decir, esta vez es esta y no la mía.

 ¿Le ha pasado como fotógrafa verte en esa posición de que tu foto era sustituida por una de agencias?

Por supuesto. Y me cabreaba y me recabreaba. Y uno de los cabreos más grandes que he tenido en mi vida, porque no fui lo suficientemente hábil como otros, fue el día del golpe de Estado [23F]. Mis fotos no las podía publicar porque me las quitaron.

¿Pero esos carretes no los velaron allí mismo?

He estado años intentando localizar esa fotos. No sé si alguien las tiene o las tiraron, porque aquello era un desmadre. Ya no por mi trabajo, si no por el trabajo de todos los compañeros. Hubiera sido muy bonito haber revelado todos esos carretes, y verlo desde las distintas posiciones en las que estábamos cada uno. Tiramos todos fotos. Pero tú imagínate que yo salvo el carrete, llego ese día a la redacción con una foto peor que la de Barriopedro o la de Manolo de León y hubieran dicho en el periódico que como no es una foto de Marisa Florez...Yo misma hubiera dicho:¿Pero estamos tontos o qué? ¡Hay que dar la mejor foto! Yo como editor gráfico no me planteo quién firma una foto. No me lo planteo. Si luego tenemos la suerte de que la persona a la que hemos mandado la ha conseguido, pues chapeau. Y si conseguimos tener algo nosotros que no tienen los demás muchísimo mejor. Dar la mejor foto nunca me ha preocupado. Ni tampoco los adjetivos que me hayan puesto después de publicar la mejor foto por no ser de un fotógrafo del periódico.

 ¿Cuál es la portada con foto ajena que más le ha gustado publicar, la portada redonda por así decirlo?

Grandísimas fotos no se hacen todos los días y hay muchos días. Pero me sentí muy satisfecha de la información que nos llegó el 11-M, el horroroso día de los atentados. Las fotos de Pablo [Torres Gurerrero], de aquel tren que llegó hasta la estación, y unas imágenes que nunca pudimos publicar, del tren que explotó dentro de la estación [de Atocha], que no ha habido nunca foto... Yo tuve esas fotos que me llevó una persona que nunca quiso ni firmarlas. Solo se publicaron dos en una primera edición. Aquellas imágenes fueron las peores. Esas diapositivas tenían fotos tremendas, que no se podían publicar. La labor del editor gráfico es tragar con muchas fotos que tienes que descartar. En la segunda edición mantuvimos una foto. Y luego ya quitamos las fotos de todas las ediciones. Ese día era todo tan impactante que no nos lo podíamos creer. La primera foto que se publicó en la primera edición, sobre las 12 de la mañana, era la del tren. Vimos la foto que nos llegó para publicar y la dimos en la primera edición. Pero luego nos fijamos que había una mujer, que no se la reconocía y decidimos quitarla en segunda edición porque por la vestimenta sus familiares sí la podían reconocer. Y la levantamos inmediatamente. Los primeros momentos fue todo confusión. Fue todo tremendo. A nivel de fotos era un cambiar continúo. Pero pese a lo trágico del momento, estoy orgullosa porque esas fotos, a través de Reuters, se distribuyeron en el mundo entero, se publicaron en el New York Times, en el Paris Match, en el mundo entero. Fue un trabajo difícil, pero fantástico. También conseguimos la última imagen de Pinochet antes de salir de Londres. Son tantas imágenes. Que no te podría decir una sola. El suplemento de Domingo con Jan [Martínez Ahrens] que se hicieron cantidad de reportajes muy interesantes...antes, el terremoto de México... ¡Tantas veces, tantos días luchando por encontrar la mejor imagen del día!

¿No era agotador?

He tenido la suerte de desconectar bastante cuando llegaba a casa. Bueno, siempre te estaban llamando porque había que decidir a quién mandar a hacer cosas que había pasado, y tenías que coordinar a la redacción.

¿Y cómo usa la cámara en el ámbito familiar?

Pues fíjate nunca he sido muy aficionada a hacer fotos fuera del trabajo, por ejemplo, en vacaciones. Para eso Raúl [Cancio] sí. él sale con la cámara todo el día. Yo no. Yo la fotografía la veo sobre todo desde el punto de vista profesional, no como aficionada. Ni siquiera con el móvil. Yo no soy de esos que están en Instagram subiendo fotos todo el día, continuamente. Tengo otro concepto de la imagen. No soy tampoco de esos que tiran miles de fotos, que saturan haciendo un tema. Para mi la fotografía es una profesión. 

Como fotógrafo no me planteo si soy hombre o mujer 

¿Se puede hacer arte en prensa?

Claro que sí, se puede hacer arte en cualquier sitio. Pero Primero es la información. Como periodista voy a hacer información, pero a veces tienes la suerte de conjugar las dos cosas, el arte y la información, la plasticidad, la luz, que al final compone un marco que dices: ¡qué maravilla, qué bonito!. Pero como fotógrafo de un medio me considero más periodista. Busco más la información, lo que está ocurriendo. Hay otro tipo de reportajes en el que se te influyen más cosas, pero en el día a día no.

¿Te ha marcado ser mujer?

No me ha marcado ser mujer. No sé si he tenido suerte. Ser mujer y vivir una serie de situaciones, quizá sobre todo cuando empecé, en una sociedad muy machista, en una sociedad donde la mujer no tenía ni se le daba el lugar que le correspondía, puede que influyera, pero a mí no me ha marcado. He podido trabajar siempre a la par que el resto de mis compañeros. Yo de entrada, como fotógrafo, no me planteo que soy hombre o mujer. Las circunstancias, te repito, te condicionan. Es cuando dices: ¿Y eso por qué? Por ejemplo, en la Expo 92, en Sevilla, coincidió con la Feria de Abril, y fui a hacer los toros en la Maestranza. Me bajé al callejón, como hacía sin problemas en Las Ventas. Pues allí, en Sevilla, año 92, me dijeron que no. “Las mujeres aquí no entran”, me dijeron ¿Cómo que no entran? Pues yo voy a entrar. “No, usted no va a entrar”. Sí que yo voy a entrar, porque yo soy mujer, pero aquí soy fotógrafo de El País, que no va a mandar a otro fotógrafo para hacer esta corrida, así que usted verá si quiere vetar al medio, pues perfecto. Se lo debieron plantear y pensaron que no era bueno vetar al medio y con lo cual entré. Y creo que fui la primera mujer que entré en el callejón de la Maestranza.

¿Tenía que estar muy respaldada por El País? Porque otros hubieran llamado o mandado a un hombre…

Por supuesto, en eso me he sentido muy respaldada por El País. Durante muchos años fui la única mujer en el equipo de fotografía.

¿No ha habido muchas fotógrafas en El País?

Bueno, sí, he trabajado con María Moreno, que estuvo una época con nosotros, con Morgana Vargas Llosa, que estuvo otra época...Pero si que es verdad que no muchas más. Colaboradoras sí, y a nivel de suplementos muchas, pero a nivel del equipo habitual no.

Marisa Flórez posa delante del Congreso de los Diputados. Moeh Atitar