Hay un hombre en España que le cae bien a todo el mundo: como Gila, como la tortilla de patatas, como el vermú de la una y media o el quejío de la guitarra de Paco de Lucía. Como el sexo, el sol y la siesta. Se llama Carlos Sobera y tiene el súperpoder de la transversalidad -qué valor, armado sólo con una ceja juguetona-. Una vez fue profesor de Universidad y ahora el alumnado se le ha venido arriba: ya es legión y le observa con afecto desde los sofás del país y desde las butacas del teatro.

Entrevista a Carlos Sobera.

Tiene en la voz y en el gesto eso de lo que adolece la clase política: convicción. Los años nuevos se nos abren en flor cuando Sobera recita los cuartos; Sobera nos busca novios en la tele y nos pregunta, ¡como prometedor!, si queremos ser millonarios. A ver quién es el guapo que rechaza ese menú suyo. Está tan en su salsa en el escenario del Reina Victoria -los ojos haciéndole chiribitas ante el patio de butacas-, que dice que con ese paisaje podría sacarse hasta la notaría. 

Me preguntas que cómo se hace para caerle bien a todo el mundo. Bueno, yo también le caigo mal a unos cuantos, lo que pasa es que el secreto de esta profesión radica en que caigas mejor al mayor número de gente (risas). Yo soy muy natural para todo, para lo bueno y para lo malo, enseguida se me ve en la cara lo que pienso. Lo que llevo dentro lo suelto, y creo que eso a la gente le gusta en general.

Yo recuerdo más los efectos de la dictadura que la dictadura. No hablo tanto de libertad de expresión como de la España realmente pobre que vivimos los niños de los años sesenta. Viví una España en blanco y negro. Tenía 3 años y mi cocina era de carbón. Se iba la luz cada dos por tres y había que cenar a la luz de las velas. No teníamos agua corriente en casa y hasta el año 65 mis padres iban a la fuente de Barakaldo a recoger el agua con baldes. ¡Yo eso lo he vivido! Era complicado. Tengo muy claro que era un niño sensible, que le gustaba mucho el rollo de la interpretación. Recuerdo un día en el que paseaba con mis padres por Barakaldo… yo tenía como seis años, y me dio un ataque de angustia, un bolo histérico. Paseábamos por la noche, en noviembre o diciembre, frío en la ciudad, sin farolas, una sensación de… llegué a mi casa y me faltó la respiración. Mi madre había hecho chuletas y empecé a hacer bola, no podía tragar.

Aquello pasó, y al cabo de 10 años tuve otro fenómeno igual. Ahí ya nacía la democracia. Pero vaya, que me fui al hospital y el médico me dijo “esto es un fenómeno de angustia”. Y comprendí que lo que me había pasado con 6 años era lo mismo. De mayor fue por estrés, pero de niño fue por la enorme tristeza que me causó aquel paseo con aquella falta de luz, de oxígeno, en un pueblo tan industrial, contaminado… es el síndrome de Stendhal pero al revés. Yo sufrí por la extrema fealdad de la España que me tocó vivir. A los años sacaron en Interviú “los tres pueblos más feos de España”, estaba Baracaldo, y ahí cerré el círculo (risas). Tuve una educación nacionalcatólica, estaba en un colegio de curas y los curas arreaban estopa, pegaban capones… me daban con las reglas en las nalgas y en las manos. ¡Lo he vivido! Incluso alguna vez me he quejado públicamente. Ahora está pasado ya, el trauma.

El sexo era muy importante en Euskadi, porque no había forma de catarlo. Siempre este mito de que los vascos no follan… no es un mito, es una realidad absoluta. Pasa, pasa. En nuestra época entre que salíamos del nacionalcatolicismo y entrábamos en una época en la que todavía no existía ese carácter tan liberal que ahora tienen los jóvenes… El sexo para ellos es importante pero también es natural; pero en aquella época todo era muy forzado, no te atrevías ni de coña a entrarle a una chica, y la chica tampoco se atrevía a entrarte a ti, claro. En Euskadi, además, siempre se va en pandilla, la famosa cuadrilla… yo recuerdo que me peleé con mis amigos del colegio justo cuando entré a la Universidad. Un día les dije “lo siento, chicos, os voy a dejar, es que me aburro mucho con vosotros; me vais a perdonar, pero a mí este rollo de la cuadrilla, la partida de mus y tal… debe ser que tengo una edad tonta, pero me apetece mogollón estar con chicas”. Y nos enfadamos (risas).

El fenómeno de ETA nunca lo he vivido de manera directa. Quiero decir, Euskadi en aquella época igual era Vietnam, pero era dificilísimo que escucharas un tiro o vieras una detención policial o un conflicto en la calle. No caían obuses. Pero las noticias todos los días te machacaban con secuestros y asesinatos. Yo era un chaval y me afectó terriblemente lo del ingeniero Ryan. Hipercor… me pilló en época Universitaria. Un día estaba con una amiga tomando algo en un bar y acababa de aceptar una oferta para irme a Madrid a hacer Al salir de clase. Estábamos tomando una copa, celebrándolo, y de repente interrumpen la programación en el bar porque acababan de encontrar el cadáver de Miguel Ángel Blanco. Nos pusimos a llorar los dos.

Me acuerdo de un compañero de colegio que dejó el cole en octavo de EGB, y cuando aún estábamos en el colegio, con 16 para 17, nos enteramos de que la policía le había detenido porque era un confidente de ETA. Se dedicaba a perseguir gente y a pasarles información. Te dicen el nombre y tú… te acuerdas de tu compañero. Y dices “a ver, si por lo menos fuera un hijo de puta, alguien a quien tú has concebido como a un hijo de puta siempre...”. Pero era un compañero que se caracterizaba por todo lo contrario. Majo, amigo de sus amigos, etc.

Tuve un profesor en Derecho Penal, en segundo de la carrera, en Deusto, que se llamaba José María Lidón, fue el que me enseñó, entre otras cosas, que había que enjuagarse la boca bien antes de un control de tráfico. Aunque hubieras bebido sólo una copa, porque el alcohol se queda en la lengua y es posible que des positivo. Así que te puedes enjuagar la boca. Fíjate por qué me acuerdo de él. Era un tipo simpatiquísimo, una persona excelente. Y era magistrado al mismo tiempo que profesor. Bueno, pues le mataron a la salida del garaje, de un tiro en la sien. No le mataron porque fuera alguien relevante, sino porque era magistrado y ocupaba ese cargo. Vivir en Euskadi en aquella época era una cosa… al final es verdad que en el día a día acababas concentrándote en tu novia, en tu cine, tus estudios, en “tengo que aprobar este examen”, en irte a Londres a aprender inglés…

Carlos Sobera. Moeh Atitar.

Tengo la impresión de que en Cataluña no van a llegar a la violencia. Ellos han elegido un modo de política muy duro, pero exento de violencia. Esto también conviene apreciarlo, ¿eh?, porque se pueden hacer las cosas de maneras bien distintas. Aprietan el acelerador y a fondo, ponen en solfa a todo el Estado y todo el sistema democrático si quieren… pero sin violencia física. ETA en Euskadi… la historia que hemos tenido ahí, hará que eso no se repita en Cataluña. En el corto plazo. En el largo plazo, seguro que se repite porque la Historia se repite siempre.

El público de la televisión y del teatro son muy diferentes. Hubo una época en la que estaban más integrados. Cuando era chaval yo veía mucho Estudio Uno, en la española, era la única cadena que había, claro. Por eso me aficioné mucho a ir al teatro, a ver los Marsillach, a los Rodero, a los Bódalo… ahora los chavales ven monologuistas. Y van a ver monologuistas. Vienen a un espacio como éste (señala el patio de butacas del teatro Reina Victoria) y se pone hasta la bandera con Agustín Jiménez y con Miguel Lago igual. Ahora, es un público más reacio a ver Cyrano de Bergerac, pero es cuestión de tiempo integrarlo. Te vienen compañías a decirte “mira, que está con nosotros Juanita de no sé qué, que tiene dos millones de seguidores en Instagram”. Y le digo: “Pues como si no tuviera ninguno”. A efectos de que sus seguidores pasen por taquilla… no. Son públicos distintos. 

Comprar un teatro emocionalmente es una suerte. Yo nunca soñé con tener un teatro, pero cuando lo tienes te das cuenta de que te puedes convertir con el tiempo en el fantasma de la ópera. O habitar por aquí, en algún lugar, y morir… Pero desde el punto de vista financiero, es un desastre. Los teatros no son negocios boyantes en absoluto. Se sufre mucho haciendo teatro y manteniendo un teatro, pero a los que lo llevamos en la sangre nos da igual ese sufrimiento. Jamás tuve seis millones y medio, que es lo que cuesta esto. ¿Que tú habías leído siete? Pues esa información la dieron, y yo intenté desmentirla, pero no hay forma. Pero sí, prefiero gastarme el dinero (aún pidiendo un crédito) en un teatro que en un jet privado.

No he conocido ningún Harvey Weinstein, te soy sincero. No dudo que los haya, pero yo apostillaría que esto pasa en la industria cultural y en cualquier otra industria. El mundo cultural tiene más glamour y también más morbo para este tipo de cosas. Al final, si esto se descubre en IBM, no le importa a nadie, pero en una serie americana o española, imagínate. Yo no he conocido nunca a nadie. Yo hago el papel en la función de 5 y acción de un dueño de canal que utiliza de alguna manera su puesto de trabajo para ligar, pero no es un acosador.

Mucha gente se puede aprovechar de la admiración que causa como estrella para ligar con un chico o una chica, pero si la relación es consentida no hay que poner ningún “pero”. El problema está cuando fuerzas a la persona o intentas forzarla. Y el acoso como figura jurídica tiene un plus añadido, y es que tiene que ser dentro de una relación laboral y tiene que haber ascendencia jerárquica, sino no hay acoso, lo que hay es un tío baboso que te está intentando meter mano y tienes que decirle “mira, machote, me dejas en paz o te parto la cara o llamo a la Policía”. No es exactamente lo mismo. Éste es un territorio muy difícil. La idea clara es: el sexo siempre tiene que ser consentido, sino es una mierda todo eso.

España anda mal de cultura general, estamos bastante jodidos. No está fácil, porque en esto hemos colaborado todos: los poderes políticos con su diversidad de planes de estudio absolutamente incomprensibles y cambiando cada cuatro años, que me ha parecido una tomadura de pelo general a este país, pero también hemos colaborado los padres que no queremos que suspendan a nuestros hijos; los colegios según Comunidades que pretenden adoctrinar cambiando las cosas, o los niños, que cuando somos niños no queremos hacer esfuerzos para aprender. Esto es un delito en el que todos hemos colaborado, y estamos mal. Yo he hecho muchas preguntas de cultura general y el índice de respuesta positivo es más bien escaso.

En España somos incultos, en términos generales, sí. No tenemos ni puta idea de lo que hablamos. Yo leo los libros de texto del colegio que ha tenido mi hija la mayor, que es la que ha entrado en la ESO, y en ESTO… en los últimos años. No saben lo que estudian ni cómo lo estudian. Y muchas cosas me parecen patéticas. Hay autores que no conoce, ni ella ni todo su colegio. Y músicos. ¡Si habláramos de cine clásico, ni te cuento las lagunas que existen en este país…! Campos como la literatura, el arte, la poesía, el teatro… están dejados de la mano de Dios. Si hablamos de capitales de países, nos pasa lo mismo. Si hablamos de culturas indígenas, de pueblos, de organismos estatales… nada. Somos un poco desastre, sí.

A nivel estatal, PSOE o PP han cometido los mismos errores. Todos han querido aplicar su librillo particular, dando más importancia a unas cosas, quitándosela a otras… por no hablar de la formación del ciudadano por aquí y por allá. A mí me parece todo un puñetero desastre. Y en Podemos no sé por qué debería confiar tampoco en este ámbito. Llevan un Ayuntamiento que es el de Madrid, ¿y tú crees que tenemos que estar contentos con lo que hacen en Cultura en el Ayuntamiento de Madrid? Yo creo que no. La cosa es: si Podemos llega al poder no renunciará a la tentación de adoctrinar a sus pupilos. No me lo creo, no renuncia nadie en este país a eso. ¿Cómo se explica la Historia común de España en algunas Comunidades, por ejemplo? ¿Eso cuándo lo vamos a corregir? A mí me parece escandaloso, hay que corregirlo ya. Yo recuerdo un caso de Atrapa un millón, un infantil que hicimos. Hubo una niña estupendísima de 9 años que en un momento determinado, ante una pregunta que no recuerdo ahora pero te juro que era súper obvia de cultura española, contestó “es que a mí eso no me lo dicen en el colegio”. Eso creo que no se emitió para evitar roces. Era catalana, no sé si de Barcelona o de Lleida… no lo hemos hecho bien en general. No.

Carlos Sobera. Moeh Atitar.

Yo he trabajado en la televisión pública y en la privada, sí. ¿Censura en TVE, propaganda…? Bueno, mi respuesta queda muy tamizada por el hecho de que yo hago entretenimiento, soy un bufón, no hago informativos, así que mi libertad ha sido absoluta en todas las teles en las que he estado siempre. Lo único que te pueden prohibir es que hagas publicidad encubierta o digas palabrotas, y si dices palabrotas es bajo tu responsabilidad. Jamás, nunca nadie me ha hecho una observación de ningún tipo. Pero insisto, porque soy presentador de entretenimiento, no de informativos.

Dices que desde el entretenimiento también se pueden volcar muchos mensajes. Sí, pero nunca lo he utilizado así, sólo para hacer mensajes humanos, pero nunca de carácter político. Incluso cuando me piden mi opinión política como presentador de entretenimiento, no la doy, porque creo que no debo darla, no sea que alguien tenga la tentación de seguir mi pensamiento. Y TVE… no la sigo tanto. Yo siempre digo que cuando el río suena, agua lleva. Y a veces hasta los propios trabajadores de la cadena se quejan. No creo que sea un fenómeno exclusivo de la española, eh, creo que es un fenómeno que es contagioso para todas las cadenas públicas por Comunidades. Y las cadenas privadas todas tienen su línea editorial. Conozco pocos casos de periodistas que saquen los pies del tiesto dentro de la línea editorial de la que trabajan. Mira el refrán español: “En todas partes cuecen habas y algunas bien calderadas”. Pues es muy bueno.

First Dates. Me preguntas si ha ayudado más al colectivo gay que la ley de Zapatero. Hombre, la televisión tiene un efecto normalizador muy importante, a veces tratamos de normalizar con leyes y decretos y discursos políticos y la gente se lo cree menos. Cuando estás en casa relajado, percibiendo las cosas con naturalidad, sin que nadie te meta discursos en la cabeza… probablemente tú te formas tu propia opinión y eres más proclive y más poroso a ciertas realidades. En ese sentido, First Dates ha ayudado muchísimo a normalizar el mundo homosexual, y yo me alegro tremendamente. Hay mucha gente que aprovecha el programa para salir del armario.

¿A qué políticos sentaría a hablar en First Dates? Pues venga, sentaría a la ministra de Defensa y a la vicepresidenta del Gobierno, que dicen que se llevan mal. Para que se entiendan. Vamos a sentar a Bárcenas con Montoro, también, para que hablen entre ellos y arreglen la situación. Quiero sentar a Pablo Iglesias con el expulsado, Errejón. Le han sacado la tarjeta roja, ha desaparecido. Y vamos a sentar también a Carmena con sus responsables del Ayuntamiento, a ver si consigue entenderse cenando un poquito, ¿eh? Bueno, con la Policía municipal va a haber que organizar varias cenas.

El caso más loco que he visto en First Dates ha sido el de Platania, una persona extraordinaria con un mundo propio absolutamente maravilloso, que está loco, loco, loco, pero es un loco maravilloso. Su definición sexual sería “pansexual” y tiene una estética muy impactante. Y lo que más me ha sorprendido por tierno y por humano son varias parejas de gente mayor que ha habido. Son personajes que están colocados en… es duro decirlo, pero es verdad, por edad están en el último tramo de sus vidas. Son una muestra absoluta de la debilidad del ser humano. Y sobre todo, de cómo te afectan los problemas de la soledad, de la falta de amor, el aburrimiento, el abandono, el no tener sentido de la vida cuando estás ahí, entre los 75 y los 85… y ver cómo a esas personas se les ilumina la cara porque quieren encontrar a un compañero de viaje, a alguien que les dé amor y ternura… a mí eso me puede. Me sorprende y me encanta.

¿Que qué sé del amor? ¿Que te dé un consejo? (Risas). No hay llaves maestras. Lo que hay es actitud. Hay que tener una actitud ante el amor y es no rendirse nunca. Hay que saber que el amor no es fácil encontrarlo, en absoluto. Uno se puede conformar con poca cosa y allá, es su problema, pero el amor verdadero es muy difícil de encontrar. Hay que no rendirse jamás, hay que estar siempre ahí. Una vez que lo encuentras, el otro elemento importante es que lo cuides, que lo cuides siempre. Porque el amor, si no lo cuidas, puede acabar diluyéndose.

¡He dado las campanadas! Sí, muchas veces. Este año me he librado. ¿Que qué pienso de la mítica polémica del vestido de Pedroche? Pues mira, voy a echarle un capote a Cristina, aunque no lo necesita. Pero Pedroche nunca ha enseñado nada. El año más esperado en el que se suponía que iba a enseñarlo todo, el del vestido de transparencias, estaba conmigo y no se le veía absolutamente nada. ¡No la cosificaba! Era sugerencia, era erotismo en todo caso, glamour… y eso siempre es artístico, creativo, no la cosificaba, al contrario, le daba un plus de interés. Y creo que luego ella, en su actitud personal, trataba de ser absolutamente natural y normal, no trataba de sacar ningún tipo de provecho de ninguna clase a su atuendo físico, y eso también la dignificaba.

¿Un deseo para 2018? ¿Para España? No me jodas (risas). Pues a ver si crecemos este año un 17,3%, lo que permitirá que tengamos 1.200.000 puestos de trabajo más antes de julio, y todo el mundo pueda tranquilamente tomarse unas copichuelas en los bares, ir a los teatros, comprarse coches nuevos… a ver si de una vez acabamos con la puñetera crisis económica. Y ya del 2019 al 2025 intentaremos acabar con la crisis moral. Ésa nos va a llevar un curro…

Carlos Sobera. Moeh Atitar.