El padre de Raúl Arévalo tuvo un bar hasta que se jubiló, y allí testaba el niño de Móstoles el debate de la nación: eso tan ibérico, ya lo saben ustedes, como charlar con los taxistas para auscultarle el pecho al país y acertar siempre. Arévalo arrastra algunas de esas verdades en el gesto: una humanidad contagiosa, un cordón umbilical que le ata con idéntica pasión a cada historia que engancha. “Por amor a la memoria llevo sobre mi cara la cara de mis padres”, dice. Y es justo eso. Se sacude el resfriado y se entrega de buena gana a la conversación, pestañeando sobre las diminutas ojeras que requiere el arte obsesivo

Entrevista a Raúl Arévalo

Le queremos por Primos, por Gordos, por AzulOscuroCasiNegro, por series como Velvet o La embajada, pero sobre todo por protagonizar La isla mínima y por dirigir Tarde para la ira, donde dio definitivamente el estirón y pasó de ser una promesa del cine español a una de sus más aplastantes realidades, Goya a la Mejor Película incluido: se atrincheró tras la cámara por primera vez para demostrar que su mirada es una de las más talentosas y sugestivas del panorama patrio. 37 añitos. Y espérense.

Ahora regresa oscurísimo y críptico -como uno de esos hombres de dignidad silenciosa- en Oro, una película de Díaz Yanes basada en un relato de Pérez-Reverte: finales del siglo XVI y un grupito de conquistadores españoles que patean Latinoamérica matándose entre sí para llegar a la riqueza prometida. Rotos, como ahora. ¿Como siempre?

Oro, sí. ¿Que qué relación tengo yo con el dinero? (Ríe). Yo con el dinero soy bastante bolsillo roto cuando lo tengo, y cuando tengo menos, pues me acostumbro a vivir con menos. No le doy importancia en mi vida, aunque estoy mejor cuando lo tengo, como es normal. Nunca he sido muy ambicioso… nunca ha sido mi prioridad. Incluso cuando he tenido que hacer trabajos, no he priorizado el sueldo, por lo general. Vivir cómodamente es mejor, claro, pero nunca he entendido esto de familias que se rompen por el dinero, o por las herencias, o los amigos peleándose por dinero… es muy común pero cada vez que lo escucho alucino. Yo jamás me pelearía por dinero.

Se ve en la película. En España siempre ha sido muy típico lo de la lucha entre comunidades. Cada uno muy de su región… es una cosa que siempre ha pasado y que en aquella época, como retrata aquí Arturo Pérez-Reverte, ya pasaba. Los navarros con los aragoneses, con los madrileños, con los extremeños… y cómo había piques entre comunidades o regiones de un mismo país. Lo que sí que creo, ya fuera de la película, es que todavía desgraciadamente hay dos Españas. ¡Y ojalá no llegue esa violencia que ha llegado en otras ocasiones…! No, nada de Cataluña: las dos Españas siguen siendo las de la Guerra Civil. Ésa es la distancia más cruda. Respecto a lo otro pues no sé cuántas generaciones tendrán que pasar para que se sane la herida: está claro que hay ya una ruptura con Cataluña y con determinados catalanes. Cuando yo veo esa exaltación del nacionalismo, tanto catalán como español… cuando voy por Madrid y veo la necesidad de sacar tanto una bandera… veo todavía esas dos Españas, ¿sabes? Son las de siempre.

Es un síntoma del momento en el que vivimos. Suena un poco frívolo lo que voy a decir, pero mira la era Trump. Antes había también gente afín al Ku Klux Klan, pero con Obama estaba feo decir que eres racista. ¡Y ahora, con Trump, con un presidente así… vamos, racistas, salid con orgullo, que no nos pasa nada! Como todos estos que me hacen mucha gracia… estos que dicen “No, yo soy apolítico”. “Pero, ¿cómo apolítico?”. “Que no me gusta la política”. Pues mira, todos los apolíticos que he conocido son de derechas. Cuando rascas a un apolítico, te das cuenta. Empieza diciendo “me carga la política”, luego dice “son todos lo peor”, y si sigues rascando llegas a la derecha. Esa gente es la que ahora está aplaudiendo el endurecimiento del Gobierno con el tema de Cataluña y con el problema nacionalista… y han sacado todos la bandera, de golpe. “Soy español”. Me demuestran de alguna forma que sí, que las dos Españas existen, con matices, sin dramatizar de más, pero es lo justo decirlo.

¿Que qué me parece que Junqueras y siete exconsellers estén en prisión, que si se va a solucionar algo así…? No, evidentemente no. Es una medida que ya me olía que iba a pasar, por la línea en la que estaba avanzando el Gobierno. Pero si con eso se pretende acabar con el problema de Cataluña… todo lo contrario. Todas las acciones que han tomado los dos Gobiernos han sido de una irresponsabilidad tremenda. Torpísimos los dos: el catalán y, por supuesto, el español. Es preocupante. Luego, inevitablemente, aunque esto sea un poco demagogia barata, cuando veo a Junqueras en la cárcel, pienso: “¡Qué rápida la ley cuando les interesa! Y qué difícil es meter en la cárcel a otros”. Pero ah, en 24 horas, todos estos duermen en la cárcel. No me jodas, tronco.

De todo este tema, lo que me flipa es que ni se habla de Pujol, ni se habla de la corrupción en Cataluña, ni se habla de la Gürtel… esto me alucina. Las tramas de corrupción se tapan completamente. Y que con todo ese morro digan “la justicia es igual para todos”, “la ley está para cumplirla”, y se les llene la boca de decirlo… te lo juro, transito entre la ira, la rabia y la tristeza. Tarde para la ira, sí (risas).

Raúl Arévalo. Jorge Barreno.

Es verdad eso que dice usted de que, mientras todo esto sucede, el PP vuelve a reducir el gasto en Educación y Sanidad. Es acojonante. Lo peor es que el PP, con todo esto, está subiendo en votantes. ¡Que es una cosa que yo ya no doy crédito…! Y cuando de repente puedo hablar con algún votante del PP, yo le digo: “Me da igual, yo te respeto, vota al PP, pero, ¿tú no ves mal todo esto? Ya no hablo de Cataluña, sino de la Gürtel, por ejemplo”. Y esa puta mierda de contestación de “si es que al final son todos iguales, pues anda que los otros...”. Y ahí de nuevo vuelvo a ver las dos Españas.

Que qué es ser español, me pregunta usted. Mi concepción de ser español es que he nacido en España. No sé cómo era exactamente, pero Fernando Fernán Gómez, que hablaba tan claramente todo, decía “a mí me gusta España porque he nacido aquí y vivo bien, y me gusta Madrid porque vivo aquí… y sí, amo Madrid más que Lugo porque a Lugo no he ido en mi vida”. De alguna forma es eso: me gusta mucho España, es un país donde vivo muy bien, aceptando todas las cosas malas que tiene y que no me gustan, pero con otras muchas cosas buenas… a mí la raíz me tira, y estar aquí es estar en casa. También hay algo del clima, de la comida, que aunque suena a tópico, me hacen sentir bien. Vivo cómodo en España. Luego, cuando tienes la suerte de viajar, vas a países y dices “viviría aquí un año”, “viviría aquí seis meses” o “estaría viajando por toda Latinoamérica”… pero mira, ahora mismo, a mis 37 años, me gusta tener mi casa en España. Me gusta España, pero no tengo ningún sentimiento patriótico ni me sale ningún tipo de sentimiento nacionalista.

En Oro también está presente, como usted señala, la figura del rey: al principio, los componentes de la expedición van en busca del oro también en su nombre, luego le rechazan. ¿Que qué creo que tenemos que hacer nosotros con el nuestro, que para qué sirve? Pues es una buena pregunta, porque yo no tengo ni puñetera idea de para qué sirve el rey. No termino de entender. Yo si pudiera (chasquea los dedos) haría desaparecer la Monarquía, sin duda. De una forma realista, de verdad, ¿cómo se lleva a cabo eso? No tengo ni idea, ni cuánto tiempo tendría que pasar, ni cómo sería si el país lo deseara.

La religión. Sí, otro factor latente en la película. Mi familia es católica. Yo fui bautizado e hice la comunión. Respeto todo tipo de creencias. Cualquier fe. Pero no puedo con las estructuras de la religión católica y de El Vaticano… no puedo, no puedo. Por supuesto, con el paréntesis de que claro que hay gente buena dentro de la Iglesia. Pero la institución en sí me parece un horror y un cáncer, y ¿que es el opio del pueblo? En gran medida, sí lo es. Yo soy el primero que critica la religión pero el primero que la sufre: yo soy muy culposo, muy culposo, con todo. Y claro, cuando he ido a terapia y hablo de ello, ¡claro!, me viene de la religión. “Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa”. Vivimos en una sociedad en la que la religión católica está muy instaurada y es difícil salir de eso. Y en el sexo igual: arrastramos una represión y una culpa que se ven en pequeños detalles del día a día.

Me pregunta usted que si hay Harveys Weinstein en el cine español. Pues yo no los conozco al extremo de Harvey Weinstein y espero que no los haya, pero creo que casos así van saliendo y habrá muchísimos. Lo jodido de estos casos es cuando de repente pasa como con Weinstein: me perturba que hubiese tanta gente alrededor que lo sabía y no dijese nada. Porque luego, hablando con amigos míos que tienen trato con gente de Hollywood -sin decirte Robert De Niro, no hacía falta llegar a esas estancias-, me dicen que era un secreto a voces desde hace muchos años.

Raúl Arévalo. Jorge Barreno.

Lo jodido de esto, que esto ya es otro debate, es que siendo algo tan horrible y un tema tan sensible, imagino que en algún momento habrá justos que paguen por pecadores. Esto da para muchas películas: se señala a alguien y se siembra la duda. Recuerda usted la peli de La caza, de Thomas Vinterberg. Es una de mis favoritas de los últimos años. Y La duda, con Meryl Streep y Philip Seymour Hoffman, que es de un cura al que le acusan de tocar a un niño. Hay una cosa ahí que me alucina. En un momento dado, en una homilía en la iglesia, cuenta una historia: “Un señor se subió a la torre más alta de la ciudad en un día que hacía mucho viento y rajó una almohada, la abrió y salieron con el viento todas las plumas de la almohada. Ahora intenta ir por la ciudad, recoger todas las plumas y volverlas a meter en ese cojín y volverlo a cerrar. Es imposible”. Pues eso es la duda. Una vez que señalas a alguien… igual al día siguiente se ve que es mentira, pero ya está en Internet. Hay que quedarse con la parte positiva: que ahora está saliendo todo Cristo, y es necesario, ya era hora.

No hay nada que podamos hacer desde el cine contra esto en concreto: es una cuestión de la sociedad. Concienciar y educar desde que los niños empiezan a tener uso de razón. Me pregunta usted cómo separar el talento profesional de alguien de su catadura moral. Se refiere a Luppi, a Polanski, a Spacey, a Weinstein. Yo creo que eso es muy personal. A lo mejor alguien es capaz de ver una de sus películas y puede pasar por alto lo que hayan hecho en la vida, pero también habrá gente a la que no se le quite de la cabeza mientras consume su obra. También te digo: si yo hubiese conocido a una de estas personas y hubiese visto la parte mala, sin pelos en la lengua hablaría de quien sea y diría lo que debiese decir, pero no lo sé, no lo puedo saber. Compañeros míos amaban a Luppi y han hecho cartas preciosas sobre su muerte, y hay gente que dice “maltratador”. Yo no puedo saber hasta qué punto una cosa u otra.

Me pregunta usted qué debe hacer el cine español ante el poder, ante el Gobierno, y que por qué se despolitizaron los últimos Goya. Este debate es único en España, ¡y también absurdo!, y eso te demuestra el país que somos en algunos sentidos. Mira EEUU, con todo lo que tienen de malo y todo lo que tienen de doble moral: pues esto no pasa. Ellos hacen películas y hablan de política y nadie les boicotea. Me acuerdo de esa película de Kathryn Bigelow, Zero Dark Thirty, ganó un Oscar y era sobre torturas en Guantánamo, y mientras salían las torturas ponían en la pantalla, en la película, unas imágenes reales de Obama diciendo “en Guantánamo ya no se tortura”.

¡Esa película no sólo se estrenó, sino que ganó un Oscar que entregó Michelle Obama, con dos cojones! Eso es doble moral americana total, pero más allá de eso, en Estados Unidos George Clooney puede ser muy político y nadie deja de ver películas de George Clooney. Clint Eastwood es republicano y puede ser muy facha y no dejan de ver películas de Clint Eastwood. Nadie le boicotea. Te puede caer mejor o peor. Eso sólo pasa aquí en España, que alguien dice algo político y ¡boicot! Es algo que… bueno, yo quiero pensar en positivo y no entrar en la guerra, y así no llegamos a buen puerto. Pero lo positivo es que en los últimos años creo que hay gente, de los que estaban peleados, que se empiezan a reconciliar con el cine español. Poco a poco. ¡O eso quiero pensar yo!

¿Ve usted lo estúpido que son este tipo de boicots? Mire, mi padre tenía un bar hasta que se jubiló y yo testaba un poco el debate de la nación allí, en lo que es el café (risas). Y entonces yo veía a gente que decía “estos de los Goya, estos rojillos, estos actorcillos… boicot, boicot, boicot”, pero si el mismo actor salía en la serie de turno, era como “oye, ¿tú no conocerás a éste que sale en La que se avecina, que yo me parto el culo con él? Para que me consigas una foto”. ¡Si sale en La que se avecina o en la serie de turno, le admiras y quieres una foto con él, si hace una película, es un hijo puta rojo! Con las series hay algo… es como que te vienen a casa.

Lo que quiero decir es que si las críticas fueran coherentes de verdad, a ese actor que supuestamente te cae mal tampoco lo verías en la serie. “No, es cuando hacen cine, porque esos son los que van a los Goya y hablan de política”. Es un mecanismo tan simple y tan manido que no tiene ningún sentido, no se sostiene. El caso es que sí. Yo presentando Tarde para la ira por Francia o Italia, les hablaba de esto y no lo entendían. Fíjate: países vecinos. Esperemos que no vuelva a haber un caso como el de Trueba, y si lo hay, pues no sé, nos ha tocado vivir en este país.

Yo a todo lo que sea para echar al PP, me apunto. No me acuerdo del manifiesto del que usted me habla, del que dice que más de 450 intelectuales suscribieron el aunar fuerzas de todos los partidos de izquierda contra el PP. Hay que hacer lo que uno quiera, no sé. Yo de todo esto, me quedo con que me gustaría encontrar la manera de echar al PP, con esto me quedo. Deseo que cada uno opine lo que quiera y diga lo que quiera decir. Un tópico, pero que es real: si eres fontanero y te viene un reportero de Madrid Directo a preguntar, ¿por qué no vas a responder? Pero ojo, ¿y si eres actor? ¿O cantante? Defiendo que cada uno diga lo que le apetece. Pero, ¡sí!, ojalá echemos al PP.

Raúl Arévalo. Jorge Barreno.