"Entre ordenador, lápiz y máquina de escribir / se me pasa la mitad del día. Algún día se convertirá en medio siglo. / Vivo en ciudades ajenas y a veces converso / con gente ajena sobre cosas que me son ajenas. / Escucho mucha música: Bach, Mahler, Chopin, Shostakovich. / En ella encuentro tres elementos, fuerza, debilidad y dolor. / El cuarto no tiene nombre". Son versos del Autorretrato del poeta polaco Adam Zagajewski, que ha sido condecorado con el Premio Princesa de Asturias de las Letras, al que optaban 38 candidaturas de 23 países entre las que figuraban las del español Javier Marías y el francés Michel Houellebecq.

La Segunda Guerra Mundial atravesó la vida de Zagajewski (Lwów, 1945) como una estaca: vivió en Silesia y en Cracovia, y este lazo entre los primeros lugares en los que existió y algunos de los episodios más tenebrosos de la contienda hizo que su membrana sensible se volviese para siempre permeable al calvario del Holocausto. Esa lente no se la ha arrancado jamás. "De niño paseaba con mi abuelo por un parque de Lvov y había unas barracas que, me dijeron, habían sido una filial de Auschwitz. Era un lugar muy oscuro y yo sentía que tocaba algo muy terrible".

Disidente y poeta político

Estudió Filosofía y Psicología y con poco más de 20 años se unió al grupo de disidentes de Cracovia llamado "Teraz". Ahí activismo y poesía. Colaboró en la revista clandestina Zapis -uno de los principales medios de la oposición democrática polaca-, escribió el manifiesto Un mundo no representado y su rabia y su dolor se canjearon en Carnicerías, un poemario que fue como un puñetazo político sobre la mesa. Es un autor social, un animal poético implicado. Fue el principal referente de la llamada generación del 68: movimiento cultural de humanos rebeldes y valientes. Los dos principales lemas de este grupúsculo fueron Powiedz prawde -Di la verdad- y Mow wprost -Habla claro-

El régimen comunista prohibió su obra en Polonia y él se exilió en 1982, durante dos décadas, en Alemania, Francia y Estados Unidos. En Canción del emigrado, escribía: "En ciudades ajenas venimos al mundo / y las llamamos patria / mas breve es / el tiempo concedido para admirar sus muros y sus torres (...) En ciudades extrañas / contemplamos las obras de viejos maestros / y, sin asombro, en añejos cuadros vemos / nuestros propios rostros (...) En la iglesia ortodoxa de París, los últimos rusos blancos, / encanecidos, rezan a Dios, varios lustros / más joven que ellos, y, como ellos / impotente. En ciudades ajenas / permaneceremos, / como los árboles, como las piedras".

Me estremece solo pensarlo: somos tan débiles, dependemos tanto de lo que quiera decirnos por lo bajo nuestra época, de lo que quiera proponernos –ordenarnos– el espíritu de nuestro tiempo

Zagajewski siempre dejó claro que su personalidad era más bien la de un disidente de los disidentes, y acabó descubriendo que "la poesía está en otra parte, más allá de las inmediatas luchas partidistas, e incluso más allá de la rebelión -aún la más justificada- contra la tiranía". Ese aprendizaje cristalizó en Plótno (1990), un libro que parió mientras trabajaba como profesor en la Universidad de Houston (Texas), ya residente de Estados Unidos. Esos versos ya habían mutado en un campo de contemplación poética, rayana en el misticismo. "El tiempo arrebata y devuelve la memoria". Claro.

Adepto a Machado

Y la nostalgia. "Me estremece solo pensarlo: somos tan débiles, dependemos tanto de lo que quiera decirnos por lo bajo nuestra época, de lo que quiera proponernos –ordenarnos– el espíritu de nuestro tiempo". Dice que la ideología lo aleja a uno de la verdad y que no aspira a ser historiador, ni siquiera de Cracovia -los historiadores lo defraudan por su falta de estilo-.

No soy hijo de la mar, / como escribió sobre sí mismo Antonio Machado, / sino del aire, la menta y el violonchelo

Un dolor antiguo, palpitante. "Soñé con mi antigua ciudad, / hablaba la lengua de los niños y de los humillados (...). Entonces oí unas palabras de todo diferentes: / 'Pero los milagros existen, no todos creen en ellos, / pero los milagros ocurren...'. Y al despertarme, / cuando salí lenta y penosamente del búnker de aquel / sueño / entendí que todavía duraban las disputas, / que todavía no se había solucionado nada". 

Candidato al Nobel desde 2007, el poeta galardonado, que se confiesa admirador de la obra de Antonio Machado, se convierte así en el primer autor en lengua polaca que obtiene el Premio Princesa de Asturias de las Letras en sus 37 ediciones. "Mi país se libró de un mal. / Quisiera que le siguiera aún otra liberación. / ¿Puedo aportar algo para ello? No lo sé. / No soy hijo de la mar, / como escribió sobre sí mismo Antonio Machado, / sino del aire, la menta y el violonchelo, / y no todos los caminos del alto mundo / se cruzan con los senderos de la vida que, de momento, / a mí me pertenece". 

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