Mario Vargas Llosa ya ha sido despedido como él quería: en la más estricta intimidad. Los restos mortales del Premio Nobel de Literatura han sido incinerados y sus cenizas han sido repartidas en dos urnas que se han entregado a sus tres hijos, Álvaro, Gonzalo y Morgana.
El escritor perdía la vida en su casa de Lima (Perú) el pasado domingo, 13 de abril, justo dos semanas después de celebrar su 89 cumpleaños rodeado de sus familiares y amigos más cercanos. Son precisamente ellos quienes lloran ahora esta profunda pérdida. "No tengo otra cosa que decir que el Perú ha perdido a uno de sus mejores hombres y nosotros a un ser infinitamente querido, a quien vamos a echar mucho de menos", ha asegurado su primogénito a la salida del velatorio.
Justo el mismo día que el novelista fallecía, se producía una distendida reunión de la que un día fue también su familia. A 9.500 kilómetros de la capital peruana, en Puerta de Hierro en Madrid, los Preysler disfrutaban de un domingo primaveral en la mansión de la socialité.
Álvaro Vargas Llosa abandonando el velatorio de su padre.
Tamara Falcó (43 años), Ana Boyer (35) y Julio José (52) dejaban constancia de ese encuentro entre hermanos con una fotografía de los tres juntos en la vivienda de Isabel Preysler (74).
Muy sonrientes y sin presagiar la noticia que horas después entristecería al mundo, posaban con la mejor de sus sonrisas en una fotografía de lo más cotidiana en el salón de la casa. "Reunited", es el título que acompaña a la fotografía junto a un icono de unas manos dibujando un corazón.
Están sentados en la mesa, por lo que todo parece indicar que el momento es justo después de comer junto a su madre. Según se ha publicado, Preysler se enteró de la muerte del que fue su pareja durante casi ocho años en su casa junto a sus hijos.