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Este martes, 8 de abril, se cumplen doce años del fallecimiento de la última gran leyenda del cine español: Sara Montiel. La diva de Campo de Criptana murió en brazos de su hija Thais (44 años), mientras preparaba un viaje a Asturias, donde tenía una cita agendada en la clínica oftalmológica Fernández-Vega, propiedad de la familia de Aruca, esposa de Emilio Aragón (65)

Uno de los amigos más íntimos de la protagonista de El último cuplé es José Aguilar, uno de los escritores y periodistas más exitosos de los últimos tiempos, autor de una de las biografías de la manchega. Las veladas en su ático, valorado en tres millones de dólares, con 250 metros construidos y otros 150 de terraza con piscina, eran interminables. Montiel tenía duende y le encantaba pasarlo bien.

Tal y como asegura Aguilar: "Fue una adelantada a su tiempo en muchas cosas. Hacía lo que quería, sin importarle lo que pensaran los demás. Eso, en aquellos años, era 'ponerse el mundo por montera'. Siempre fue muy libre y disfrutó intensamente de los placeres de la vida. Era soberana de sí misma".

Jose Aguilar, amigo íntimo de Sara Montiel. Cedida a EL ESPAÑOL

El escritor ha asegurado que Sara Montiel se llevó muchos secretos consigo y que, si hubiera hablado, se habría revolucionado España. Con motivo de la efeméride, JALEOS ha hablado con José Aguilar, amigo íntimo de la folclórica, que la recuerda con entusiasmo y mucho cariño.

¿Cómo fue su primer matrimonio con el director hollywoodiense Anthony Mann?

Fue feliz durante mucho tiempo, pero, tras varios abortos, no pudo volver a tener hijos y tuvo que medicarse durante años. Lo que peor llevaba de él era que no valoraba su carrera ni el cine español. Tony quería que Sara siguiera haciendo cine en Hollywood, pero después del éxito de El último cuplé le daba igual. Con el paso de los años, me dijo que tendría que haber compaginado las producciones.

¿Continuaron llevándose bien tras el divorcio?

Sí. Tony siempre la tuvo en cuenta para todo, la quería de verdad. De hecho, fue una de sus dos herederas, ya que le dejó 50.000 dólares, acciones, joyas, un Mercedes, algunos inmuebles y los derechos de algunas de sus películas.

Rodó Dos pasiones y un amor con Joan Fontaine, hermana de Olivia de Havilland. ¿Hubo algún problema entre ellas?

¡Jamás! La americana decía que admiraba la belleza de Sara. Le ayudó bastante, porque le presentó a algunos productores. Sara era muy simpática y no tenía problemas para relacionarse con las estrellas. Estaba muy segura de sí misma. Durante el rodaje, Mario Lanza quiso tener un romance con ella, pero no le hizo caso. Estaba fagocitada por Anthony Mann, que no la dejaba ni a sol ni a sombra.

Sara Montiel.

¿Es cierto que iba a rodar La esclava libre con Clark Gable?

Sí, pero tuvo un incidente con Clark Gable por haber intentado propasarse con ella. Le pegó una bofetada y, tras aquel encuentro, no la volvieron a llamar. Yvonne De Carlo fue finalmente la protagonista, ya que tenía un perfil muy parecido al de Sara.

¿Hubo o no hubo romance con James Dean?

Jamás tuvo un romance, aunque fueron amigos. Solía decirme que físicamente no le gustaba nada, porque era muy bajito y muy dejado. Me insistía en que comía muchas veces con él y que se reía mucho, porque tenía un gran sentido del humor. Me comentó que el día de su accidente la había llamado para que viajara con él, pero ella no pudo porque, finalmente, le cambiaron la convocatoria de rodaje.

Uno de sus grandes amores fue Giancarlo Viola.

También le conocí. Tenía un gran cariño a Sara y a sus hijos, Thais y Zeus (41), que también le adoraban. Después del fallecimiento de Sara, Giancarlo vino a mi casa en varias ocasiones para que escribiéramos su biografía. Pero yo aquello no lo veía, y no seguimos adelante.

Recientemente un amigo de Severo Ochoa negó que el premio Nobel hubiera tenido un romance con Sara. ¿Pasó algo entre ellos?

Ella insistía mucho en que había tenido un romance muy intenso con Severo. Es más, me aseguró que si aquella relación no se consolidó fue por ella, porque no quiso que él rompiera con su familia. Así que todo se fue difuminando lentamente.

Qué duda cabe de que Pepe Tous fue el hombre de su vida, con quien quiso ser madre. ¿Cómo era en las distancias cortas?

Era un caballero, con buenos modales, sabía escuchar, era amable, inteligente, muy detallista con su esposa y un empresario fuera de serie. La entendía muy bien en todos los sentidos y sabía cómo llevar su carrera. En Brasil, por ejemplo, le consiguió unos contratos fabulosos con los que ganó mucho dinero. Uno de los hombres más ricos del país se obsesionó con ella, por lo que Sara tuvo que ponerse muy seria para que terminara aquel acoso.

Sara Montiel con José Aguilar en un acto público. Cedida a EL ESPAÑOL

Hubo una época en la que Sara disfrutó de las noches marbellíes. ¿Cómo era salir de fiesta con ella?

Lo hemos pasado muy bien. Los días eran interminables y hacíamos de todo: comer paella en el Coral Beach, jugar en el casino de Benalmádena, tomar el sol en la playa, navegar en yate, etc. Era muy generosa con la gente a la que quería y siempre estaba dispuesta a ayudarte en todo lo que podía. Recuerdo que me decía: "¿Cómo quieres que me arregle hoy?". Yo me quedaba impactado. Sara también me presentó a estrellas internacionales como Gina Lollobrigida y Sean Connery.

Era muy amiga de sus amigas, ¿verdad?

¡Por supuesto! Adoraba a Rocío Dúrcal. El director Luis Sanz se la presentó antes de que hiciera cine, cuando era una niña, y le cogió un gran cariño. Cuando detuvieron a Rocío durante la huelga de actores, Sara levantó el teléfono muchas veces para ayudarla. Cuando falleció, tuvo un gran disgusto.

Es cierto que su hermana Elpidia, que fue un pilar fundamental en su vida, la vigilaba constantemente.

Era única (entre risas). Se llevaban muchos años. Parecía que Sara era su hija. Cuando iba a su casa en el barrio de Salamanca, Elpidia siempre nos preguntaba a qué hora volveríamos y que fuéramos sensatos. ¡Sara ya había cumplido los sesenta!

¿Alguna anécdota que se le ocurra de repente?

Recuerdo un día que, en una fiesta en un conocido hotel de Madrid, alguien -vamos a pensar que por descuido- se quiso llevar mi abrigo. Sara lo vio desde el salón y fue hasta el ropero para decir que era nuestro. Era absolutamente espontánea. Además, tenía un sentido de la justicia muy marcado. Sinceramente, en España no se la ha valorado en su justa dimensión. Su belleza parece que era su única carta, pero eso no fue así. Sara ha pasado a la historia del cine de habla hispana con letras de oro.