Su voz es simplemente inconfundible. También imponente. Quizás sea por su particular y grave tono al hablar. O igual porque comunicar ha sido lo suyo desde que tiene uso de razón. Y es que así es Pedro Piqueras (69 años), el presentador que si volviera a nacer lo haría siendo periodista.
51 años de carrera respaldan su laboriosa faceta profesional, de los cuales 34 han sido en la pequeña pantalla. Fue el 21 de diciembre de 2023 cuando, tras pronunciar un "Buenas noches y hasta siempre", el albaceteño dejó de acompañar a los espectadores de los Informativos Telecinco en su edición nocturna.
Piqueras se despidió de la que había sido su casa emocionado, poniendo en alza que los presentadores de los informativos también son humanos y empatizan con lo que ellos mismos están relatando. Pronunció un hasta siempre, como si su trayectoria profesional se hubiese acabado en aquel momento. Nada que ver. Cuando ya nada es urgente, su primer libro desde que abandonó la pequeña pantalla, ya está a la venta para el gran público este miércoles, 2 de abril.
El título de la obra no es asunto baladí. Pedro Piqueras disfruta ahora de una vida tranquila y lejos del directo. Han tenido que pasar más de 50 años de carrera para que el de Albacete caiga en la cuenta de que realmente nada es tan urgente y preocupante como parece. Es más, el propio titular se convierte en una muletilla recurrente que marca el inicio de un nuevo capítulo.
Más de medio siglo dedicado al mundo del periodismo y la comunicación tenía que quedar plasmado de alguna forma. Piqueras ha informado de los atentados del 11M y 11S. También ha relatado la crisis económica que sacudió a España en 2008 y en los últimos años ha sido uno de los encargados de actualizar los datos de la pandemia sanitaria de la Covid-19 o la devastadora DANA de Valencia sucedida el pasado mes de octubre.
Los millones de espectadores que antaño cenaban con él estaban acostumbrados a escuchar tal característica voz -a veces resquebrajada- informando cada noche. Pero cuando se apagaban las luces y los focos de la televisión, como cualquier mortal que pone fin a su jornada laboral, regresaba a su casa. Y así cada día. Una pasión -la de Pedro por el periodismo- que fue puesta en alza por su padre desde bien pequeño.
Pedro Piqueras, en un evento en septiembre de 2022.
"Es curioso, pero mi padre no puso ningún inconveniente a mis intenciones de matricularme en la Facultad de Ciencias de la Información". Así comienza uno de los 30 capítulos que componen Cuando ya nada es urgente. Una frase que a priori puede pasar desapercibida, pero que refleja la importancia de contar con el apoyo de un progenitor para dar rienda suelta a uno mismo.
No es el único momento en el que Piqueras aprovecha su buen hacer con las palabras para desenvolverse en halagos hacia su padre. Aunque el libro recorre principalmente su trayectoria y vínculos profesionales, lo cierto es que la figura de su progenitor supuso un punto de inflexión importante para él.
"Mi padre era justo, a veces con exceso. Era un gran aficionado de los toros y yo empecé a ir por él. Para mí era el mejor", confiesa el periodista y escritor en uno de los párrafos de la obra. Qué duda cabe que fueron unos referentes para él. No solo en los momentos de calma, también cuando había que remar aunque la marea fuera en contra.
"Me gustaría volverme invisible y retroceder en el tiempo para observarlos y, sobre todo, para sonreír viendo a mis padres en los que fueron algunos de los años más felices de su vida", se lee. En esta línea, Pedro se abre en canal para recordar uno de los acontecimientos más aciagos de sus casi 70 años de vida: el empeoramiento de salud de su progenitor. "Como consecuencia de los problemas de salud de mi padre, me tuve que convertir temporalmente en el hombre de la casa, era el cómplice de mi madre; conocía dónde guardaba el dinero o dónde estaban los papeles más importantes", apunta el que fuera conductor de Informativos Telecinco.
Pedro Piqueras.
Su padre era justo y taurino. Su madre, por su parte, religiosa y cuidadosa con el lenguaje. De hecho, Piqueras confiesa en su libro la importancia de tal doctrina en la vida de su familia. "Mi madre me apuntó a los jueves eucarísticos, que fueron muy importantes en aquellos tiempos", relata. "Teníamos que acudir muy temprano a la iglesia, adonde llegaba pletórico sintiendo que era el mejor de los niños porque tenía a Dios dentro de mí", continúa diciendo.
No fue su infancia un camino de rosas. Sin embargo, el albaceteño contó en todo instante con el férreo apoyo de su hermano, José Antonio, a quien dedica unas líneas en Cuando ya nada es urgente. Piqueras, así, relata los gratos momentos que ambos vivieron juntos siendo pequeños.
El periodista rompe esa especie de discreción con la que ha llevado su vida privada en este libro. De hecho, es mientras relata algunas escenas de pequeño cuando confiesa una triste realidad: el aborto de su madre. "Nosotros éramos dos, mi hermano, José Antonio, y yo, aunque podríamos haber sido tres si mi madre no hubiera perdido otro que esperaba cuando yo tenía siete años", se lee.
Paralelamente al crecimiento de su carrera profesional, Piqueras ha ido dando paso a su propia familia. Desde hace años mantiene una relación sentimental con Esther Barriga, su compañera de vida y a quien ha mantenido en una estricta intimidad. Una estela que sigue en Cuando ya nada es urgente, pues no hay referencia directa a su razón de amor actual.
Una de las últimas ocasiones que se pudo ver a la pareja en público fue en el verano de 2018, cuando ambos disfrutaron de unas vacaciones en Mallorca junto al cantante Raphael (81), su mujer, Natalia Figueroa (85), y su hijo Jacobo (51). Su relación con el intérprete de Mi gran noche y su razón de amor se remonta años atrás, tal y como confirma él mismo en la obra. "Es una de las personas más cultas y con más historias para contar que conozco", se lee.
Quien sí aparece en unas líneas del libro es Curro, su único hijo, fruto de su primer y único matrimonio con una mujer llamada Ana. El joven reside desde hace años en Londres, donde se encuentra al frente de una importante agencia de comunicación. Ambos comparten la pasión de viajar, algo que Pedro Piqueras comparte en un determinado momento del escrito.
"Por aquellos días fui a Nueva York con mi hijo, que apenas tenía ocho años. Estuvimos en la Sala Blue Note, donde cenamos en una mesa situada a dos metros de Gato Barbieri, que actuaba allí con su saxo", relata el presentador haciendo alusión a la escena compartida con el músico y su único vástago.
Pedro Piqueras y Esther Barriga durante unas vacaciones en 2018.
Un año y medio después de su salida de Informativos Telecinco el balance que hace Pedro Piqueras es positivo. No fue fácil. Pero, al igual que Forrest Gump, él también estaba cansado y necesitaba irse a casa. "Si me iba perdía un buen sueldo y unos magníficos compañeros, pero también estuve muchos años atado por unos horarios que me impedían hacer una vida como la de la mayoría", sostiene. "Necesitaba recuperar a mi familia y mis amigos. Poder pasar una tarde con las personas a las que no había dedicado el tiempo que merecían".
Pedro Piqueras alcanzará el próximo 6 de mayo la séptima década de vida. Una etapa que encara en un momento de renacimiento personal. "Pienso en cuántas cosas he vuelto a hacer desde que estoy fuera de la televisión, como acudir al teatro, ir a conciertos de todo tipo, viajar o cantar tocando un instrumento musical".
El periodista ha vuelto centrarse en vivir momentos con sus amigos, viajar, escribir y en la radio. En ese orden, anteponiendo lo personal a lo profesional. Pero también ha podido recuperar ese tiempo que anhelaba mientras dedicaba buena parte de su día al trabajo. "Ahora puedo gastar la tarde con mi hijo cuando viene de Londres. Una relación que solo podíamos tener a partir de las diez y media u once de la noche, en alguna cena que me esperaba con su mujer y la mía porque yo siempre llegaba tarde".
Cuando ya nada es urgente culmina sus 300 páginas con una llamativa anécdota que se presenta como un símbolo del tiempo irrecuperable. Una reflexión que bien podría ser el fundamento del titular. Su hijo, Curro, con apenas cinco años, le contó a un fontanero que su padre se pasaba el día durmiendo. "Entonces me hizo gracia. Pero ahora soy consciente de que me he perdido su infancia con trabajos que exigían muchas horas y en horarios muy diferentes a los de los padres de otros niños".
