Era uno de los rostros más conocidos del Partido Popular y estaba inmersa en una investigación judicial por blanqueo de dinero. Su vida pública estaba en el ojo del huracán, sin embargo su parcela más privada era algo que Rita Barberá, quien acaba de fallecer tras sufrir un infarto, protegía con uñas y dientes. Nunca en tantos años de cara a la galería se escribió nada sobre la vida privada de la política. Hubo muchas especulaciones, pero pocas certezas. Su biógrafo, Salvador Barber, autor de La dama de rojo de la España azul (Ed. La Esfera) en 350 páginas olvidó mencionar nada sobre su intimidad. Quizás de forma intencionada. 

Una de las últimas imágenes públicas de Rita Barberá. Gtres

Oficialmente Rita vivió siempre en una casa alquilada en el centro de Valencia con su madre, que se quedó viuda en 1993. Siempre estuvo rodeada de sus hermanas, Asunción, conocida cariñosamente como Totón (que fue jefa de su gabinete), Carmen y María José. A ellas se unen su amiga María del Carmen García-Fuster (hermana del exsenador popular José Rafael García-Fuster) secretaria del Grupo Municipal Popular, la mano derecha, los ojos y los oídos de Barberá. Ahora imputada por la presunta financiación ilegal por la que se investiga al PP de la ciudad. Y María Miguela Carpi, consejera de Corporación F. Turia, S.A., el holding de la familia valenciana Carpi, propietaria de la antigua cementera Turia en Burjassot. Estas dos han sido las mejores amigas de la ex alcaldesa. De la primera hay imágenes entrando en el juzgado junto al cuñado de Barberá, José María Corbin, que la defiende legalmente.

Carmen García Fuster

La 'reina' del cemento en la Comunidad es muy reservada con su vida privada y la conexión con Rita la ha llevado a ser tan precavida, que es casi imposible encontrar una foto suya. Su chalet de Benicassim fue el refugio de Rita desde hace muchos años. Tanto es el cariño que se tenían que unos terrenos de propiedad de la familia Carpi en Paterna eran los elegidos para levantar IKEA en la provincia.

Barberá siempre presumió de no haber utilizado la política para enriquecerse. Ahí está publicado su patrimonio para quien quiera verlo. Según su declaración de bienes presentada en el Senado en 2015, no tiene ningún tipo de bien inmueble y declaró 111.136 euros en planes de pensiones, casi 67.000 euros en acciones de siete empresas, 172.535 euros en cuentas corrientes y depósitos a plazo y debe 26.900 euros de dos créditos. Y cuando el caso de los trajes de Camps no se cansó de defender la idea de que los regalos en su cargo eran habituales. Lo decía por ella, que estaba siendo investigada también por unos guantes y bolso de Bulgari y unos broches de Hermés que supuestamente recibió de Feria Valencia.

Durante un pleno en el Senado hace unas semanas. Gtres

Lo cierto es que la ex alcaldesa de Valencia siempre fue una mujer de gustos austeros. Nada de grandes lujos ni marcas para vestir. Los fines de semana y las vacaciones solía recalar en Jávea, en el chalet de su hermana Asunción. Siempre fiel al rojo a la hora de vestir, popularmente conocido como 'rojo alcaldesa', mismo collar de perlas, unas gotas de Chanel Nº 5 y peinado de su peluquero de siempre. Cuando estaba en el poder se negaba a tener asesor de imagen. Para ella era importante pero no para tanto.

De carácter extrovertido y discurso directo y sin filtros. Fue periodista antes que alcaldesa. En 1964, se incorporó como locutora a Radio Valencia y al periódico vespertino Jornada. A partir de 1968 pasó a encargarse de la información institucional en Radio Valencia. De 1975 a 1978 trabajó para el diario Levante, en el que fue redactora de tribunales y responsable de una sección semanal de urbanismo.

En los premios ELLE en 2006. Gtres

La temida y respetada Rita  pasará a la posteridad por algunas de sus míticas frases. El "caloret", una versión musical del cual se convirtió en 'hit' del verano, fue el momento más parodiado de la alcaldesa. Un discurso en catalán en el que no paró de dar patadas al diccionario.

"No dimito, es que ni me lo planteo" era su contundente respuesta ante la batalla legal que se le avecinaba. "Hemos puesto a Valencia en el mapa" es lo que respondía para defender el derroche indefendible. "Rita creyó que ella era Valencia y que Valencia era ella", decía su biógrafo. 

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