Era el segundo día que pretendía encontrarme con Alin. La primera vez, Cristina Ortiz, conocida como La Veneno, todavía se encontraba en coma ingresada en el Hospital Universitario La Paz. El pasado viernes recibía la trágica noticia de su muerte. Encerrado, Alín vive en el piso de la vedette ajeno a todo lo que se está comentando de él. Sin móvil ni televisión, no sabe lo que pasa a su alrededor más que por los reporteros que alguna vez se acercan a su casa o algunos amigos de la calle.

La primera vez que nos vimos, el joven de 24 años estaba algo más animado. No tenía comida ni dinero, pero conservaba la esperanza de que por aquella puerta volviese a aparecer La Veneno. Ahora ya sabe que eso no volverá a ocurrir. Su cadáver está en el Instituto Forense pendiente de una segunda autopsia. Llego al portal en el que nos encontramos la última vez, en el barrio de Tetuán. Tras aquella puerta no responde nadie.

Ante las llamadas, una vecina contesta. "Era horrible vivir en esta casa. Escuchaba todo el día gritos y me tocaba ir a abrir el portal muchas veces porque se le olvidaban las llaves". Se refería a Cristina. "Se trataban a gritos. Todo el día estaban discutiendo. No tenían dinero y ella vino muchas veces a comer a casa porque no tenía nada" asegura la vecina, cuya ventana del patio da directamente a la cocina de la pareja. "Ella me decía que a veces él la encerraba en casa, que echaba la llave por fuera. Alguna vez tuvo que llamar a los bomberos para que la sacaran de allí", declara. Efectivamente, la puerta de la casa está destrozada, sin pomo ni marcos.

En ese momento llega Alin. Llega con una bolsa de comida, con leche y algunos croissants. Detrás de él, un amigo. Junto a ellos entro a la casa en la que nos conocimos hace una semana. Ahora está algo más limpia. La han iluminado y quitado algunos de los trastos que había por el pasillo. Sin embargo, una jeringuilla sobre la mesa hace que a uno se le estremezca el cuerpo. Ahora reciben a personas en casa.

Alin, en casa de La Veneno

Vaciando una casa de reliquias

Si bien la última vez que le vi tuve que comprarle algo de comida, ahora es autosuficiente. Y es que, después de que la familia se pasase el pasado viernes por la casa para llevarse los objetos más importantes de Cristina, él se ha dedicado a abrirle las puertas a los fans de la artista para que se lleven algunas reliquias. "No lo vendo, se lo doy porque son fans. A cambio pido que me ayuden y me den algo para sobrevivir".

En ese momento aparece una pareja de chicos: "Venimos a ver si nos podemos llevar algo de Cristina". Después de pasearse por toda la casa como si de un museo se tratara, eligieron unos zapatos, un sombrero y un vestido. A cambio, 50 euros. Un bonito souvenir para este museo demasiado realista.

La casa de La Veneno.

Comienzan entonces a hablar de negocios. El amigo de Alin le convence para que vayan a las cadenas de televisión a hablar. Por supuesto, habrá que ver cuánto dinero ofrecen por este morboso testimonio. Alin, sin embargo, no quiere escuchar hablar de esto. Él prefiere estar tranquilo en su sofá y que no le molesten. El amigo insiste. Hablan en rumano. Llega incluso a bajar ante las cámaras de Sálvame para defender al novio de La Veneno.

Es en ese momento, solo, cuando Alin se abre en canal. "Quiero que me ayuden. Me van a engañar. Necesito ayuda. Me ha dicho que quiere que vaya a Sálvame para quitármelo después. Le debo dinero y quiere que vayamos a la mitad", dice sobre su amigo. Es lo que habían hablado en su idioma para que no me enterara. Lo dice susurrando, con miedo y con voz temblorosa. Su amigo vuelve a subir y la cara de Alin vuelve a mirar al suelo. Parece que ha perdido el habla. El amigo actúa de representante y coordina a los invitados. Ahora está cabreado: Sálvame le ha acusado de vender los objetos de La Veneno y ya no quiere hablar con ellos a menos que paguen.

Alin acepta hablar

Acepta hablar conmigo. Alin dice pocas palabras y su amigo actúa como interlocutor. Lo que el novio de La Veneno dice en pequeñas frases su amigo lo traduce en 30 segundos de conversación. "Yo no la maté. Nunca le puse una mano encima", asegura Alin. Insiste y pregunta por el resultado de la segunda autopsia. "Todo el mundo me quiere acusar y yo sé que soy inocente", repite.

Alin con un cuadro de La Veneno.

El pasado viernes, Alin y la familia tuvieron un tenso enfrentamiento en la casa. El piso está a nombre del padre aunque lo pagase Cristina, lo que provocó una gran bronca entre los hermanos de Cristina y Alin en el rellano del domicilio. Ellos quieren que haga las maletas y se vaya. Él, ante la visión de verse en la calle, ha decidido quedarse en la casa y esperar a que haya una orden judicial para marcharse de allí. "No me dejan verla. No me dejaron despedirme de ella. ¿Por qué no vinieron en todos estos años cuando Cristina estaba mal? Nunca vinieron", dice, acusando a la familia.

"Me siento triste, con ganas de…", dice Alin. "Con ganas de drogarse, de suicidarse", sigue el amigo terminando la frase. "Él la quería mucho y se entendía bien con ella. Dicen que él le daba pastillas y no tenía ni dinero para comer. Cogía cosas de la basura para comer los dos. La gente habla mucho, pero lo importante es que él es libre", declara su nuevo compañero, que asegura haberle metido en un centro para que se desintoxique. De nuevo, a solas, Alin vuelve a declarar susurrando: "No es amigo. Se quiere aprovechar".

De momento, el caso está bajo secreto de sumario y a la espera de que se le practique la segunda autopsia. El cuerpo de La Veneno está todavía en Madrid. "Sólo queremos descansar ya", dice Francisco, el hermano mayor de Cristina. Ahora hablan mucho menos de lo que hacían antes para respetar la investigación policial: "Cuando podamos hablar, lo contaremos todo".

Noticias relacionadas