En la mayoría de las ocasiones, los grandes nombres se han forjado a la sombra de las tragedias. Por ejemplo, Sophia Loren (90), Gina Lollobrigida y Giorgio Armani palparon la escasez y la pobreza de la guerra en la que, quizás gracias a sus mammas, fue un poco más liviana. Pero solo un poco.
Dicen que las penurias alimentan el ingenio, a tenor de los tres personajes mencionados. Giorgio Armani ha fallecido este pasado jueves, 4 de septiembre, a los 91 años. De no tener nada llegó a amasar una fortuna de 12.100 millones de dólares, según el último listado de Forbes.
Esto le convertía en el segundo diseñador más rico del planeta, ya que el norteamericano Ralph Lauren le gana por 1.000 millones de dólares. En lo que a la empresa se refiere, Grupo Armani s.p.a., fundada el 24 de julio de 1975, goza de buena salud.
El virtuoso diseñador en una imagen en blanco y negro.
Según Il Corriere della Sera, con los últimos datos de 2024, la facturación ascendió a 2,3 mil millones de dólares -un 5% menos respecto a 2023- con unas ganancias antes de impuestos de 74,5 millones y con unas inversiones de 332 millones. En la actualidad, la empresa tiene 8.700 trabajadores.
La repartición del pastel no se prevé complicada, ya que en vida el diseñador planificó su sucesión. En la actualidad le sobrevive su hermana Rosanna (86) que tiene un hijo, Andrea Camerana (55) y de su hermano Sergio, ya fallecido, están Silvana (69) y Roberta (54).
Siempre se ha dicho que esta última era su ojito derecho y la que ocuparía el trono, pero según lo establecido por Armani en 2016, todo va a ser completamente diferente. Así lo atestiguará cuando se abra el testamento en unos días.
Todos sus familiares están en la junta directiva, en la que también están Pantaleo Dell’Orco, su compañero sentimental en las últimas dos décadas, que ejerce como director general y está al frente del departamento de diseño masculino, y Federico Marchetti, fundado de Yoox. Entre todos se repartirán, teóricamente, el 99,9% de las acciones ya que la Fundación Armani posee el resto. Al no cotizar en bolsa es difícil calcular a cuanto asciende su valor.
Armani, durante uno de sus emblemáticos desfiles.
Tal y como publicó en su libro Per Amore (2022) "tendré que renunciar al mando y concluir mi viaje como diseñador: no sucederá de inmediato, pero lo he estado pensando durante algún tiempo, porque quiero el fruto de tanto esfuerzo, esta empresa a la que he dado toda mi vida y toda mi energía continúe durante mucho tiempo, incluso sin mí. Preparé el plan de sucesión con mi habitual pragmatismo programático y mi gran discreción, pero no lo revelaré ahora, porque todavía estoy allí". En definitiva, la transición se ha estado haciendo de forma gradual.
A Armani le gustaba el lujo, le encantaba gustar y, sobre todo, disfrutar con sus seres queridos. En verano era normal verle surcar las aguas del Mediterráneo a bordo de su yate Main, de 65 metros de eslora y 11,2 metros de manga y valorado en 60 millones de dólares.
Con una capacidad para 14 huéspedes divididos en una suite y seis cabinas y con una tripulación máxima de 14 personas, las vacaciones eran un auténtico oasis. El modisto era un maestro en el arte de recibir, pero no solo en el mar, sino también en tierra, donde poseía magníficas propiedades.
Armani junto a su gran amiga Sophia Loren.
En la remota isla de Pantelleria, al sur de Sicilia, hay dos edificios separados construidos con roca volcánica llamada dammusi (una palabra que se refiere al estilo tradicional de la isla que incorpora piedra local y techos blancos abovedados para mantener los interiores perfectos).
Están rodeados de palmeras, cactus y cícadas que convirtieron a Pantelleria en "mi refugio de verano. Vivo al aire libre cuando estoy allí. Es el único lugar donde realmente siento que puedo desconectar y escapar del estrés y el desgaste de la vida laboral", explicó a la revista Luxuo. Hace tres veranos, Giorgio se convirtió en protagonista involuntario al colaborar en la evacuación de decenas de personas acuciadas por los incendios forestales.
Otro paraíso para pasar las buenas temporadas era Saint-Tropez, donde en 1996 compró una mansión de 700 metros cuadrados rodeada por un inmenso jardín lleno de eucaliptos, cipreses o jazmines. Gracias a las piezas vintage y al mobiliario de su línea Armani Casa logró crear un espacio armonioso e íntimo. En 2006 compró otra magnífica casa sobre unas rocas mirando al mar en la isla de Antigua.
Giorgio Armani, acompañado de su sobrina-nieta, Roberta.
En contraste, le encantaba pasar los inviernos en Chesa Orso Bianco, su casa reformada del siglo XVII ubicada en La Punt, a escasos kilómetros de St. Moritz. Allí encontraba su fuente de inspiración para las colecciones de las temporadas de Otoño-Invierno.
Pero su ajetreada agenda lo obligaba a residir en grandes ciudades. Principalmente residía en Milán desde 1996 en el palacio Orsini, un edificio de tres plantas del siglo XVII decorado con los más hermosos objetos gracias a Peter Marino.
En su interior hay pinturas, bocetos y fotos de grandes amigos como Herb Ritts, Bruce Weber, Antonio López o Richard Gere (76), que tras vestir de Armani en American Gigolo (1985), la popularidad de la firma se elevó hasta límites insospechados. En París compró en 2014 un pied--à-terre de 136 metros cuadrados cercano al elitista Café di Fiore.
En Nueva York compró un impresionante ático en Central Park West, la avenida paralela a la Quinta Avenida al otro lado del pulmón verde de la ciudad, que en su día perteneció al magnate William Randolph Hearst.
Se sabe porque durante las renovaciones los arquitectos descubrieron talladas en una de las chimeneas las iniciales M.D. (Marion Davies), la amante más importante del padre del periodismo sensacionalista. La vivienda tiene algo más de 900 metros cuadrados y otros 500 metros cuadrados de terrazas que compró por 17,5 millones de dólares hace seis años.
