Son expertos en dar golpes de efecto y éste ha sido uno. A poco más de una semana de la coronación de Carlos III (74 años) y cuando todas las miradas están puestas sobre ellos, el príncipe Harry (38) y Meghan Markle (42) han aparecido por sorpresa en el estadio Crypto.com Arena de Los Ángeles para ver desde las gradas el partido de baloncesto que enfrentaba a los Lakers con los Memphis Grizzlies y que acabó con la victoria del primer equipo. Aunque fueron de manera privada, los asistentes al evento no tardaron en reparar en su presencia y las redes se llenaron de fotos de ellos.

Sobre todo porque la pareja real fue 'víctima' de la popular kiss cam, que enfoca a los forofos y espera a que se besen mientras el resto del público observa la escena en las pantallas gigantes del lugar. En un momento dado, los duques de Sussex fueron enfocados y ella, riendo abiertamente pero algo nerviosa, no acabó de animarse a cumplir con esta tradición y se limitó a agarrar cariñosamente a su marido. Harry sí parecía más dispuesto a besarla, aunque finalmente no se produjo. 

Ocuparon un lugar Vip dentro del estadio, como corresponde a su posición, y se convirtieron en protagonistas. Todo el mundo les miraba. Felices y relajados, dieron una imagen de unidad y amor mientras en Inglaterra los rumores sobre el papel del príncipe en el día más importante para su padre continúan.

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Los medios británicos aseguran que no habrá reunión familiar para limar asperezas y que Harry ocupará una fila de atrás en el templo, al menos la número diez, dejando claro que hay malestar de la Familia Real. Habrá que esperar al 6 de mayo para ver cómo suceden las cosas, pero mientras los Sussex continúan con su rutina.

A esta aparición sorpresa se suma la que hizo Meghan Markle el día anterior al participar en una charla en vídeo de su amigo Misan Harriman (46), el fotógrafo de muchos de sus retratos oficiales.

Para ir a ver a los Lakers, la exactriz de la serie Suits eligió un estilismo sencillo pero elegante y bastante asequible, teniendo en cuenta que suele lucir prendas de grandes y carísimas firmas como Dior. Llevaba un traje rosa compuesto por una blazer y unas bermudas de lino, de la marca americana Staud, cuyo precio ronda los 550 euros y salones nude de tacón alto. Su marido, camiseta básica blanca y americana. Esta vez, los niños se quedaron en casa y el matrimonio pudo disfrutar de una noche solo para dos, durante la que no pararon de animar a su equipo y derrochar ternura y complicidad.