Tras el reciente fallecimiento de la infanta doña Pilar de Borbón (83 años), que renunció a sus derechos dinásticos al contraer matrimonio morganático (con una persona inferior a su rango y que no era miembro de la Familia Real) con Luis Gómez-Acebo en 1967, JALEOS recupera algunas de las grandes historias de amor del último siglo que conllevaron la pérdida del trono o, al menos, estar a la espera en la línea de sucesión.

Sin duda, la relación más mediática que cambió el curso de la historia, sobre todo, para Inglaterra, fue el tórrido romance entre Eduardo VIII y Wallis Simpson, una plebeya americana divorciada en dos ocasiones. Corría el año 1936, el príncipe de Gales no fue coronado y renunció a los derechos sucesorios en el hipotético caso de que hubiera tenido descendencia.

Este momento crucial hizo que el hermano de Eduardo, subiera al trono como Jorge VI y, tras su muerte, lo hiciera su hija, Isabel II (93). Los duques de Windsor, como eran conocidos internacionalmente, fueron la pareja más cool de la jet set internacional, pero de puertas para adentro, su vida amorosa distaba de ser ejemplar. Cada uno tuvo sus propios amantes, llegando a participar en orgías con hombres y mujeres.

Luis Gómez-Acebo y Pilar de Borbón, la infanta que pudo ser Reina.

Qué duda cabe que, en décadas venideras, sobre todo tras la reestructuración europea tras la II Guerra Mundial que conllevó la erradicación de varias casas reales, las leyes del Gotha cambiaron sustancialmente. Por ejemplo, el rey Harald V de Noruega (82) se casó con la plebeya Sonja Haraldsen (82), como también hizo Carlos XVI Gustavo de Suecia (73) con Silvia Sommerlath (76). Ninguno de ellos tuvo que renunciar a nada. Como tampoco lo tuvieron que hacer el rey Felipe VI (51) cuando eligió a Letizia Ortiz (47) por esposa; el rey Guillermo Alejandro de los Países Bajos (52) cuando se unió a Máxima Zorreguieta (48) o el príncipe heredero de Dinamarca, Federico (51), que se casó con la australiana Mary Donaldson (47).

En Luxemburgo, el príncipe Louis Xavier se casó en 2006 con Tessie Antony, por lo que perdió sus derechos al trono, pero conservó su título. La pareja se separó hace tres años. Sin embargo, en los Países Bajos, el príncipe Friso de Orange-Nassau –segundo hijo de la entonces reina Beatriz (81) y del príncipe Claus van Amsberg- perdió su rango y el derecho al trono en cuanto se casó con la empresaria Mabel Wisse-Smith en 2004. Ocho años después del matrimonio, el joven sufrió una avalancha en la estación de esquí de Lech (Alemania) que le provocó un estado de coma irreversible. Murió en 2013.

El príncipe Luis y Tessy Antony, en 2015 Gtres

En Asia, cuyas monarquías son unas grandes desconocidas para los europeos de a pie, también ha reinado el caos en más de una ocasión. Quien se lleva el récord de renuncias en la línea de sucesión es Japón. La princesa Sayako (50), única hija del emperador Akihito (86), renunció a sus beneficios imperiales tras sus esponsales en 2005 con Yoshiki Kurada, funcionario de Urbanismo del Gobierno metropolitano de Tokio. Su prima, la princesa Noriko (31) dejó el palacio imperial en cuanto se casó con el sacerdote sintoísta plebeyo, Kunimiaro Senge. También la princesa Mako, nieta de Akihito y sobrina mayor del actual emperador, Naruhito, se casará este año con el abogado Kei Komuro, por lo que también perderá sus privilegios heredados del Trono del Crisantemo.

En Tailandia, la princesa Ubol Ratana (68) –hija del rey Bhumíbol y de la reina Sirikit- dijo adiós a la pomposa corte para casarse en 1972 con Peter Ladd Jensen. En la monarquía rotativa de Malasia, Mohamed V de Kelentan (50) abdicó para casarse con miss Moscú 2015, Oksana Voevodina (27), de quien se separó siete meses después.

Mohamed V de Kelentana y la miss Moscú 2015, Oksana Voevodina, en su boda. Gtres

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