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Sergio Dalma, nacido como Josep Sergi Capdevila Querol en Sabadell en 1964, jamás imaginó que su voz terminaría conquistando a millones.

Antes de ser el intérprete de baladas inolvidables, fue un niño reservado, apasionado por la música y con un deseo silencioso: cantar.

Su historia, lejos de los focos, está marcada por la perseverancia y el amor genuino por la música.

En su infancia, Dalma era un chico tranquilo. No era el más extrovertido de la clase, pero sí uno de los más sensibles.

Años después reconocería que la música se convirtió en su refugio. En su habitación, cantaba frente al espejo, imitaba a sus artistas favoritos y empezaba a construir, sin saberlo, la identidad emocional de su futura carrera.

Su familia, aunque no estaba ligada al mundo artístico, apoyó pronto su inclinación musical.

En casa se escuchaba de todo: desde boleros hasta canciones italianas. Esa influencia mediterránea marcaría su estilo para siempre.

Dalma sentía una conexión especial con las melodías emotivas, aquellas que contaban historias.

La adolescencia fue su laboratorio musical. Mientras otros soñaban con motos o fútbol, él soñaba con micrófonos.

Empezó a participar en festivales locales, pero sin grandes expectativas. Lo hacía por pasión. Fue entonces cuando descubrió que su voz tenía algo diferente: calidez, profundidad, sentimiento.

A los 17 años, comenzó a cantar en orquestas para eventos y fiestas. Aquello, según él, fue su verdadera escuela.

Aprendió a conectar con el público, a cantar en distintos estilos y a mantener los pies en la tierra. No había glamour, pero sí mucha verdad.

Años después, recordaría esa etapa con cariño y humildad: "Yo cantaba en orquestas y hacía cancioncillas de publicidad. Un día se nos ocurrió hacer unas maquetas para presentarlas a las compañías de discos".

"En aquella época, ser solista era algo raro, porque lo que funcionaba eran los grupos. Y solo hubo una compañía nacional, pequeñita, que mostró interés", explicaba.

"Estaba especializada en discos de flamenco y tenía dos discos de María del Monte en el número uno y gracias a eso había dinero para hacer el mío", relató en una entrevista para El País.

Los orígenes de Dalma

Ese momento fue decisivo. Dalma pasó de ser un cantante local a tener su primera gran oportunidad en la industria musical.

No fue un camino rodeado de luces, sino de esfuerzo y paciencia. Presentó su música en oficinas modestas, sin representantes, sin estrategias comerciales. Solo su voz y sus canciones.

A finales de los años 80, la industria comenzaba a fijarse en voces solistas que transmiten emoción.

Y ahí estaba él, con su estilo mediterráneo y su timbre inconfundible. La compañía pequeña apostó por su talento y Sergio Dalma empezó a grabar su primer disco.

En su juventud se debatió entre la estabilidad y su vocación. Dalma incluso se planteó profesiones distintas, estudios universitarios, una vida tranquila.

Pero la música ganó. En sus propias palabras: "Para mí ya había triunfado el día que me di cuenta de que estaba haciendo lo que me gustaba".

Hoy, Sergio Dalma sigue más activo que nunca. Este noviembre, presentó su nuevo álbum Ritorno a Via Dalma -el número 23 de su carrera-, un ambicioso homenaje renovado a la música italiana que le inspiró desde sus inicios.