Desde la roca más recia hasta las estilizadas torres, coronadas con ídolos de toda índole, pasando por las más recargadas volutas, se guardan las catedrales más simbólicas de Castilla y León, en un ejercicio de memoria arquitectónica con siglos de historia, donde justas, consagraciones, coronaciones y fechas para los más ajados libros tuvieron lugar. Repartidas por todas y cada una de las nueve provincias de la región, son un imán para la visita del amante de lo desconocido, sea o no fiel a algún credo, y, para comprobarlo, basta con conocer algunos de los hechos y curiosidades más destacados que recogen sus muros, vidrieras y tapices.

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    Catedral de El Burgo de Osma

    Con una alta torre barroca de 72 metros que corona la soriana localidad, la Catedral de El Burgo de Osma cuenta con un abanico artístico que comprende desde el románico hasta el barroco. Además, en su interior cuenta con un sepulcro tallado en piedra caliza, erigido entre los años 1257 y 1285, de San Pedro de Osma. Por otra parte, destaca por ser la cuna de una localidad cuyo primer caserío surgió en torno a la propia catedral.

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    Catedral de Ávila

    El templo abulense se trata de la primera catedral gótica de España y se encuentra, también, integrada en la propia muralla, estando dotada, así, de una identidad de fortaleza en torno a la cual erigir la defensa de la ciudad en épocas beligerantes. Sigue los trazos maestros del incipiente gótico francés, dada su semejanza con su ‘hermana’, la Abadía de Saint-Denis, lo que sugiere el conocimiento que su artífice tenía del estilo arquitectónico.

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    Catedral de Astorga

    Destacan, a simple vista, las dos torres gemelas de la catedral de la localidad leonesa, maquilladas con una gama rojiza de sus losas que atraen, a su vez, dos de las rutas medievales de tránsito más relevantes durante el medievo, como son la Vía de la Plata y el Camino de Santiago. Por otra parte, el museo catedralicio que se cobija bajos sus imponentes muros presenta una de las colecciones de imágenes románicas más extensas del país. Asimismo, muestra el potencial de un total de 533 obras de pintura, escultura y orfebrería, con una importante influencia de tablas hispanoflamencas y una arqueta de Alfonso III.

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    Catedral de Burgos

    Ocho siglos contemplan la solemnidad de la seo gótica, declarada como Patrimonio Mundial por la UNESCO, que se alza en el centro de la capital burgalesa. Una de las joyas de la construcción, además de sus rosetones, es la bronceada lápida bajo la cual descansa Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador, junto con doña Jimena, su esposa. Otro de sus secretos, nunca mejor dicho, es el Papamoscas, en las faldas de la nave mayor. Se trata de una figura articulada que forma parte de un reloj que marca las horas en punto al mover un brazo con el que da un campanazo, mientras abre la boca. Junto a él, Martinillo es el encargado de señalar los cuartos de hora con el golpeo puntual en las campanas.

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    Catedral de Ciudad Rodrigo

    La salmantina localidad cuenta con una construcción que ya, desde fuera del mismo, se muestra su pórtico del perdón con cerca de 400 esculturas, tanto románicas como góticas. Mención singular merecen las marcas de cañonazos que las tropas de Napoleón propinaron sobre la estructura, durante la Guerra de la Independencia, cuando la catedral hizo las veces de polvorín.

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    Catedral de Palencia

    La Bella Desconocida, vista como un elemento arquitectónico austero y sobrio desde su exterior, contrasta su interior, bajo el cual yace, en una cripta, San Antolín. En este sentido, las capillas laterales fueron, principalmente, financiadas por personalidades relevantes de la sociedad con el fin de que sirvieran de lugar de enterramiento. Destaca, entre todas ellas, la de doña Inés de Osorio, coronada con la imagen de una doncella de cuya coleta, al tirar de ella, se conceden tres deseos, según la leyenda.

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    Catedral de Segovia

    El templo, ubicado en la ciudad conocida por su gran acueducto, presenta una serie de retablos con clara influencia barroca, así como una de las más altas torres de España, elevada un total de 88 metros sobre el suelo. Conocida como ‘La Dama de las Catedrales’, debe su pseudónimo a la altura y profundidad de sus naves, y cuenta, también con más de 500 incunables, como el ‘Sinodal de Aguilafuente’, el primer libro impreso en el país, como santo y seña.

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    Catedral de Salamanca

    Una de las ciudades universitarias por excelencia, que contó con la figura de Miguel de Unamuno como una de sus insignias, cuenta, también, con dos catedrales, siendo una de ellas, la Nueva, de estilo gótico, y la Vieja, románica. Uno de los tesoros es el coro, uno de los más importantes del barroco español, obra de Alberto Churriguera. Además, la Catedral de Salamanca y su capilla de la Virgen de los Dolores presentan una escultura del Cristo de las Batallas que porta un crucifijo portado por el Cid Emperador en sus diversas batallas, según la tradición.

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    Catedral de Valladolid

    La gran catedral inacabada de la ciudad del Pisuerga debe su condición al traslado de la corte de Felipe II a Madrid. Junto con esa corte, se trasladó el arquitecto Juan de Herrera, requerido para la construcción del El Escorial, que vio como el que estaba destinado a ser el templo más importante del Renacimiento, tras el de San Pedro, no pudo ser culminado, si bien es cierto que, posteriormente, experimentó numerosas ampliaciones, como el remate de la fachada principal, bajo la firma de Churriguera.

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    Catedral de Zamora

    La construcción cuya cúpula bizantina se oteaba desde cualquier punto de la ciudad en la Edad Media, se trata de una creación de arte medieval hispano con aura especial como pocas. También, su museo catedralicio, inaugurado en el año 1926, fue concebido a fin de dar cobijo a un sinfín de obras, tanto de la propia catedral como las venidas de otras parroquias de la diócesis. Llaman la atención los numerosos tapices flamencos, con especial mención al de Tarquino Prisco, tejido en Flandes cerca del año 1475, así como los de la Guerra de Troya, del último tercio del siglo XV, o los del rey David, de finales del XVI.

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    Catedral de León

    Un profuso crisol cromático, impulsado por las grandes fuentes lumínicas que se adentran en la edificación, a través de sus vidrieras, tiñen a ‘La Pulcra Leonina’, apodada así merced a su etimología latina que la viste de ‘hermosura’. Los amplios ‘ventanales’ sugieren la inexistencia de muros, merced a su inmensidad que, en algunos casos, se elevan hasta doce metros sobre el suelo que se extiende casi 1.800 metros cuadrados en la que se conoce, también, como ‘Catedral de la Luz’.