“Yo no nací para esto, pero era lo que tenía que hacer para sobrevivir”. Así arranca la historia de Carmen (nombre ficticio) de esta colombiana que ha logrado salir de la prostitución tras muchos años de ejercer en diferentes ciudades de España. El Escorial fue su primer destino, “me trajeron engañada”, luego llegó Toledo “fue un infierno” y finalmente, Valladolid “donde logré ser libre”. En todas las ciudades tuvo que vender su cuerpo, pero siempre con la intención de salir, buscando trabajo porque lo tiene claro: “hay trabajos dignos y la que quiere salir, sale”.  

Carmen llegó a España hace 26 años cuando tenía 27. Le dijeron que venía a un bar de copas, “no tenía que hacer nada más”, pero pronto se dio cuenta de que había sido engañada. “En mi primer día llegué muerta del susto, y solo me preguntaba qué había para allá al fondo”. Pues al fondo, en ese cuarto oscuro, estaba el pago de una deuda por viajar desde su tierra. La primera noche no hizo nada. Pero su jefa, la 'madame', le advirtió de que tenía que “arrimarse más”.

Cada recuerdo de aquella época es una puñalada en su memoria. Sobre todo el día que llegó la dueña del burdel y le entregó un condón. “No sabía ni lo que era, era demasiado risueña, salí de una finca para venir a España”, recuerda. Su primera vez en ese cuarto del fondo, (al menos queda ese consuelo), fue con un “señor muy formal”. Su cuerpo y su mente estaban paralizados y no paraba de llorar. No hizo nada, pero pagó. “Se lo agradezco”, apunta. Pero no todos eran así. “Te vas a encontrar uno bueno y 50 malos”, por eso los siguientes ya quisieron más. “Unos te piden unas cosas… es asqueroso”, lamenta con un rictus demoledor.

'La Llorona'

Hasta que un día llegó un hombre preguntando por ‘la llorona’. Curiosamente la pregunta se la hizo a ella misma. “Yo no sabía quién era”. Su jefa sí: “Eres tú”, la espetó. Las lágrimas de dolor de Carmen ya eran conocidas en el burdel. “Me sentía mal cada noche y encima no llegaba con una moneda. Para ganar dinero hay que estar con 50 tíos a la noche”.

"Odio a morir la palabra puta porque no somos putas, puta es la mujer que está casada y se la juega al marido”, asevera

Si hay algo que duele tanto como las secuencias físicas, (sufre de fibromialgia), es cuando escucha la palabra puta. “La odio a morir porque no somos putas, puta es la mujer que está casada y se la juega al marido”, asevera.

Manos de Carmen

Como en un cuento de hadas o como en un Pretty Woman a la española, una noche llegó un ganadero. Iba todas las madrugadas y tomaba copas, hasta que le dijo “tú no volverás a estar con nadie”. Y así fue durante cinco años. La colombiana vivió su sueño y olvidó durante este tiempo el ejercer la prostitución. Se fue a un piso y encontró trabajo de interna. Había logrado salir de una vida “que no se la deseo a nadie”. Sin embargo, un lustro después despertó del sueño y la pesadilla regresó.

Violencia e intento de violación

Por suerte la deuda con sus ‘dueños’ estaba pagada, “en esa época el dinero volaba” por lo que decidió empezar de nuevo. Toledo fue su destino. Allí conoció el lado más salvaje de este mundo. “Todos los días la misma historia y yo no quería esa historia. Intentaron hasta ahogarme, incluso violarme a la fuerza”. Aunque Carmen relata los hechos con frialdad, aún se pone nerviosa cuando recuerda con temor “a los borrachos”. Su sacrificio por salir de este túnel siempre se ha visto reflejada en su búsqueda de trabajo. Ha sido camarera de restaurante, pero lo que más le gusta y llena es trabajar con las personas mayores.

Han pasado ya muchos años y Carmen no ha vuelto a ejercer. “Rezo a Dios para no volver porque es algo que no se lo deseo a nadie, entraba y salía llorando”. Y manda un mensaje a muchas mujeres que se encuentran en el terror que ella vivió. “Se puede salir de esto, hay que buscar trabajo porque aunque la cosa está muy mal, cualquier cosa es mejor que ejercer. Yo entiendo que para muchas sea plata fácil, pero hay muchas más formas de ganarse la vida”. Y es que conoce a muchas compañeras que “les gusta”, en este caso, “las respeto pero no las entiendo”.

En Valladolid ya lleva once años, donde ha podido salir “por completo” de la prostitución. Un mundo que no quiere para nada y manda un mensaje a los hombres que solicitan estos servicios. “Que nos respeten, nos tratan como un trapo sucio y no se dan cuenta que una mujer les dio la vida”.

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