N.M.J



Desde el inicio de los tiempos, uno de los grandes sueños del ser humano fue poder volar. A lo largo de los años fueron muchos los que intentaron desarrollar un aparato que les permitiese surcar los cielos, y aún a día de hoy existe una gran controversia sobre quién fue el primero en lograrlo. Uno de esos hombres fue el burgalés Diego Marín Aguilera, que en 1793 logró alzarse 360 metros sobre el suelo con un artefacto de su propia invención.

Natural de Coruña del Conde (Burgos), Diego Marín Aguilera nació en 1758 en el seno de una familia numerosa, siendo el mayor de sus hermanos. Tras la muerte de su padre se dedicó al cuidado del rebaño, aunque desarrolló varios inventos, como un nuevo mecanismo de moler para uno de los dos molinos que existían en la villa, o un mecanismo automático de fustigamiento a vacas y bueyes durante la trilla. Sin embargo, su mayor creación fue el de un aparato con el que logró surcar el cielo un siglo antes que los hermanos Wright.

Fue una noche de mayo, en 1793, cuando Diego emprendió el vuelo. Su objetivo era llegar volando hasta Burgo de Osma (Soria), y desde allí emprender de nuevo el viaje para llegar finalmente a la capital soriana. Esa noche consiguió recorrer 432 varas castellanas (una medida que puede traducirse en unos 360 metros), antes de que un perno de su invento fallase y cayese al suelo.

“El aparato en el que iba montado el inventor, consistía en un gran pájaro, con el cuerpo de madera y alas de dos varas de extensión cada una, compuestas de ligeras costillas de hierro, vestidas de plumas de águila”, así describe un documento de la época el aparato ideado por Diego Marín Aguilera. Para crearlo, estudió durante años el vuelo de las aves, en especial de las águilas, y trabajó en secreto para crear este artefacto, puesto que era consciente de que en la época en la que vivía no todo el mundo entendería su sueño.

Sin embargo, cuenta la leyenda popular, transmitida de padres a hijos en su Coruña natal, que su logro, en lugar de despertar la admiración de sus vecinos, suscitó burlas e incluso temor a lo desconocido. “Todos cayeron sobre el armatoste de pluma y hierro, y lo destruyeron a la vista de su autor”, recoge el periodista Eduardo de Ontañón, que en 1932 describió la hazaña del inventor burgalés en la revista ‘Estampa’.

Este artículo es una de las grandes referencias que existen hoy en día sobre el vuelo de Diego Marín, puesto que él mismo nunca dejó constancia de su invento, y pocos años después falleció sin haber vuelto a intentar volar. En su pueblo natal puede verse un monumento en su honor, que representa no solo al inventor, sino también su artefacto.

Una hazaña tan extraordinaria como desconocida



Eduardo de Ontañón no fue el único que quiso recuperar la figura de Diego Marín Aguilera, puesto que a lo largo de los años han sido varias las personas que han intentado dar a conocer su nombre, a través de varios formatos. El último un breve cómic titulado ‘Memorias del hombre pájaro’ ilustrado por el dibujante Alex Rozados y escrito por el profesor de Historia del IES Comuneros de Castilla de Burgos, Sergio Izquierdo.

“Nos pareció una figura muy desconocida en Burgos, a pesar de que en internet hay mil artículos”, cuenta Sergio Izquierdo, que destaca la importancia de esta figura y de su historia, puesto que habla también del espíritu de superación. “A pesar de que hay quien sugiere que su hazaña fue un fracaso, me produce mucho interés porque es una figura romántica y que no se desanima. Él sabía que estaba jugando con algo que no era moco de pavo”, añade.

Este libro de ilustraciones publicado en noviembre de 2020 busca “recuperar la memoria de personajes olvidados o maltratados por la historia”, y puede adquirirse en varias librerías y espacios de Burgos.

Sin embargo, Izquierdo y Rozados no son los únicos que han querido retratar la historia del inventor burgalés. En 1996, el director de cine Fidel Cordero rodó un largometraje con su historia titulado ‘La fabulosa historia de Diego Marín’. En esta película de 90 minutos relata cómo este pastor de Coruña del Conde inició el desarrollo de su aparato volador, sin encontrar el apoyo de sus más allegados, e incluso siendo acusado de hereje por lograr esta hazaña.

Fidel recuerda que fue su amiga Daniela Féjerman (coguionista de la película) quien le habló de esta historia tras leer un artículo en el que Julio Llamazares mencionaba esta proeza. Le llamó mucha la atención y pensó en crear un corto, sin embargo, con el tiempo la idea fue creciendo y se convirtió en un largometraje, el primero de su carrera. “Pensé en el argumento, y cuando me di cuenta se había armado como algo más, algo demasiado largo para ser un corto”, señala.

El director madrileño destaca la importancia de los sueños en esta película y la vinculación que tienen con la figura del protagonista. “Los sueños te estructuran la vida te hacen buscar algo, avanzar, y al mismo tiempo te destruyen porque te alejan de la realidad” apunta, relacionándolo con la historia de Diego Marín, que ve su sueño frustrado tras varios años de trabajo e ilusión.

Hoy en día esta película, que se emitió sobre todo en festivales, Canal + y Televisión Española resulta muy difícil de encontrar, y sus derechos le pertenecen al presidente del Atlético de Madrid, Enrique Cerezo. Su director espera que en algún momento esta obra pueda volver a difundirse, porque permitiría no solo conocer la historia del burgalés, sino también entender la época en la que se produjo y la relación entre una persona y sus sueños.