Que por lo adusto debieron lamer grama y parecer salitre puro.



Así arranca el autor en su segundo libro sobre Raso de Portillo. Y debajo, refleja la procedencia de la frase:  

Romance de Diego Serrano sobre la corrida de toros del cuarto día de las célebres y grandes fiestas que la ciudad de Valladolid consagró al Santísimo Sacramento, en la Translación al nuevo templo, en veintiséis de agosto de 1668, de cuya fiesta fueron héroes D. Fernando de Tovar y D. Vicente Portocarrero, rejoneando 20 toros del Raso de Portillo.



Son 260 páginas llenas de historia, donde Julio Olmedo busca afanosamente los orígenes de este legendario hierro, que pasa primero por rastrear en su propia historia, ya que sus antepasados fueron ganaderos primigenios en la zona.

Prologado por uno de los actuales gestores de la ganadería de Boecillo (Iñigo Gamazo Garrán), la obra merece toda credibilidad porque aporta abundante documentación para atestiguan sus escritos.

La portada (letra blanca y luminosa con un fondo verde botella) es como un jeroglífico por lo que supone comprender el originario hierro del Raso: una especie de “O”, -o de corazón que fuera en la noche de los tiempos-, adornado con acento circunflejo y con el título del libro en letra cervantina.

“Nada ha sido casualidad -nos comentó Julio cuando tomamos un café y tuvo la generosidad de obsequiarnos con un ejemplar-, todo ha venido rodado, poco a poco han ido encajando las piezas del rompecabezas”.

La cronología de la marca arranca en junio de 1586, cuando dos ganaderos, vecinos de Aldeamayor y de La Pedraja, venden dos toros a un paisano de la villa de Aguilar de Campoo. Luego prosigue en 1603 cuando otro vecino de Portillo vende dos toros a otro vecino de Vertavillo (Palencia) para sus fiestas del 1 de agosto.

Julio Olmedo aporta un documento curioso sobre la muerte de Pepe Illo (Madrid 1801) por un toro del Raso, ya que en el anca aparece con claridad el hierro.

Y así hasta el final de la interesante obra donde Olmedo refleja, con fechas y datos recabados en archivos y bibliotecas, las vicisitudes de un hierro emblemático en el mundo del toro como es Raso de Portillo.

Seguro que nuestro amigo Gonzalo Santonja estará deseoso de leer esta obra con pasión de investigador. Pero será cuando pase todo este trasiego de virus y Julio pueda enviarle un ejemplar. Enhorabuena, Julio Olmedo.

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