Escuchando hablar a Fermina Álvarez Viñuela cualquiera diría que acaba de alcanzar los 100 años el pasado 18 de noviembre. Esta vecina de Mayalde se expresa con una dulzura que enamora, pero también tiene un desparpajo que ya quisiera algún jovenzuelo.
Y no es de extrañar, ya que a lo largo de un siglo, ha visto cómo la vida y el mundo han cambiado por completo, pero mantiene el carácter de quien ha vivido una vida "muy dura", como ella misma recuerda, pero que ahora es muy feliz con haber alcanzado el centenario. "Nunca pensé que llegaría a esta edad porque trabajé mucho, pero las cosas son así", añade.
Desde muy joven comenzó a trabajar en una finca cuidando cabras con sus hermanos mayores. Dormía en una cama de paja y aprendió pronto lo que significa el esfuerzo.
Aunque, sin duda, ser madre ha sido lo que ha marcado su vida de manera profunda. Fermina tuvo nueve hijos y recuerda aquellos años como "muy duros". Aun así, nunca dejó de trabajar. Compaginaba la gestión de un bar en su pueblo con las tareas del campo, ayudada por los hijos mayores, mientras su marido trabajaba en Alemania y Suiza.
La familia vivía en una casa humilde en la parte baja del pueblo, con "una cocina y poco más", explica. Con el dinero que traía su marido, compraron una casa en la plaza y, años después, montaron un bar que pronto se convirtió en un punto de encuentro, sobre todo para aquellos que también tuvieron que emigrar a Europa y que "se juntaban en verano" en su negocio.
"Con el bar nos fue muy bien, porque yo era muy buena y muy formal", recuerda con orgullo Fermina. Y es que su trato atento con todos contribuyó al éxito del negocio.
Pese a su buen hacer tras la barra, la mayor preocupación de Fermina siempre han sido sus hijos. Orgullosa de todos ellos, la vida también le trajo pérdidas dolorosas: tres de sus hijos fallecieron, incluido Luisito, que murió con 14 años, tras ahogarse en una charca. "La vida es muy dura", recalca entre lágrimas al recordar ese duro episodio de su centenaria vida.
Hoy, de sus nueve hijos solo viven cinco. Aunque tiene nada menos que 17 nietos y 14 bisnietos. Así que con semejante prole, se dan circunstancias familiares tremendamente curiosas. Y es que su hijo menor tiene la misma edad que su nieta mayor, un reflejo de generaciones muy cercanas.
El secreto de la eterna juventud
En estos cien años de vida, Fermina ha visto cambiar el mundo ante sus ojos. De hecho, recuerda con especial nitidez la llegada del primer televisor a su vida. Esta entrañable abuela explica que fue en un viaje a Salamanca donde, al entrar en una casa, reparó en tan moderno aparato. Fue entonces cuando decidió que "yo tenía ganas de tener una de esas", explica.
Mujer de ideas fijas y pionera de su tiempo, se compró el primer televisor del pueblo, que colocó en su bar, ante la fascinación de los vecinos de la época, que se arremolinaban en su negocio a disfrutar de tan moderno aparato.
Pero antes de eso, Fermina vivió sin lavadora, sin televisión y sin móviles. Así que le llama mucho la atención cómo ha cambiado todo, pero en especial "la vida y la gente, su manera de ser, y sobre todo la juventud". Tampoco le duelen prendas en afirmar que, en estos tiempos, "nos preocupamos por cosas que no son importantes".
Y algo de razón tendrá esta vecina de Mayalde si está hecha toda una moza a sus cien años. De hecho, Fermina ha compartido cuál es su secreto para vivir nada menos que un siglo y estar así de estupenda: comer de todo y disfrutar de los platos que más le gustan.
Esta abuela confiesa que su plato favorito es el cocido, y "lo que más me gusta son los garbanzos y el tocino", recalca. Así que, aunque ahora no le dejan comer demasiado de tan apetecible manjar, cada vez que se sirve este tradicional plato pide que "me dejen un cachito".
Así que en esta era de ácido hialurónico, antioxidantes y algún que otro secreto del bisturí, parece que el secreto está en un buen cocido, bien cargado de garbanzos y, cómo no, de tocino.
