Entre las provincias de Zamora y Salamanca, donde el río Tormes esculpe desde hace milenios las gargantas de los Arribes, se alza una de las obras de ingeniería hidroeléctrica más espectaculares de Europa: la presa de Almendra, también conocida como Salto de Villarino.
Con 202 metros de altura, es la más alta de España, la tercera por capacidad, un pilar fundamental del sistema energético nacional y una de las más imponentes de Europa. Su silueta monumental y su funcionamiento visionario no solo transformaron el paisaje, sino también la forma de entender la energía hidráulica en el siglo XX.
Inaugurada en 1970 tras seis años de obras titánicas por Francisco Franco, la presa de Almendra marca un antes y un después en la historia de la ingeniería española.
Embalse de Almendra
Su diseño es de tipo bóveda, curvada para resistir la inmensa presión del agua embalsada. Para su construcción se emplearon nada menos que 2.188.000 m³ de hormigón, levantando un muro de 3.036 metros de longitud y una coronación de 567 metros por la que transitan la SA-315 y la ZA-315.
Su embalse abarca 8.650 hectáreas, con una capacidad total de 2.648 hectómetros cúbicos (hm³) de agua, de los cuales 2.475 hm³ son utilizables para producción energética. En capacidad, solo la superan los embalses de La Serena y Alcántara, ambos en Extremadura.
Un túnel de 15 kilómetros para multiplicar la energía
Lo que realmente distingue a la presa de Almendra no es solo su tamaño, sino su ingenioso sistema de aprovechamiento hidroeléctrico. En lugar de instalar las turbinas al pie de la presa, como es habitual, se diseñó una solución revolucionaria: el agua se capta casi desde la base del embalse y se conduce por un túnel excavado en la roca de 15 kilómetros de longitud y 7,5 metros de diámetro hasta la central hidroeléctrica de Villarino de los Aires, ubicada a varios kilómetros de distancia, ya cerca del Duero.
Este diseño permite aprovechar un salto hidráulico de 410 metros, más del doble de la altura de la presa. A través de un complejo entramado de bifurcaciones, el túnel se divide hasta alimentar seis grupos turbina-alternador: cuatro en Villarino I y dos más en la ampliación Villarino II, que desembocan finalmente en el embalse de Aldeadávila, en el Duero.
Gracias a este sistema, se consigue una producción media anual de 1.376 GWh, que se complementa con una reserva energética equivalente a 1.900 GWh, regulada por el sistema Duero.
Túnel de 15 kilómetros entre la presa de Almendra y la CH Villarino
Un milagro técnico al servicio de España
El proyecto fue ideado por el ingeniero Pedro Guinea, y su desarrollo supuso una revolución tecnológica para la época. En 1963, Iberduero (hoy Iberdrola) adquirió un ordenador IBM 1401, que permitió realizar en tres horas los cálculos estructurales del complejo Almendra-Villarino, que para la presa de Aldeadávila habían requerido seis meses de trabajo manual.
En total, la presa costó 4.000 millones de pesetas de la época, y se convirtió no solo en un emblema del desarrollismo franquista, sino en una joya de la ingeniería admirada dentro y fuera de España. Junto a Aldeadávila y Saucelle, la central de Villarino forma un tridente salmantino que genera más del 40% de la energía hidroeléctrica de Castilla y León y más del 15% de toda la producción nacional.
La presa de Almendra no es solo un embalse; es una catedral hidráulica, una obra que combina la grandeza del diseño con la astucia tecnológica. Su historia es la de un país que apostó por la innovación en un tiempo de transformación energética.
Plano de la construcción de la presa de Almendra
Hoy, más de cinco décadas después, sigue en pleno funcionamiento, alimentando a miles de hogares y empresas, y ayudando a España a transitar hacia un modelo energético más sostenible.
La huella de Almendra, visible desde el satélite y audible en cada interruptor encendido, seguirá fluyendo con el Tormes. Porque donde hay agua, hay vida; y donde hubo ingenio, hay futuro.
Costes sociales
Si bien, la construcción de la presa de Almendra no estuvo exenta de costes sociales. El más simbólico fue el desaparecido pueblo de Argusino, en Zamora, cuyos cerca de 400 habitantes fueron desalojados antes de que sus casas quedaran sepultadas bajo las aguas. Hoy, en recuerdo de aquel sacrificio, se levanta la Ermita de Santa Cruz, donde cada año se celebra una romería.
Otros pueblos también vivieron con incertidumbre la subida de las aguas. Carbellino y Salce, por ejemplo, vieron el embalse acercarse peligrosamente a sus calles. Paradójicamente, con el paso del tiempo, sus riberas se han convertido en zonas turísticas y de recreo, con playas fluviales y actividades como la pesca, el senderismo o la observación de aves.
Durante su construcción, surgieron también núcleos nuevos como Los Ramajales, una auténtica ciudad que llegó a tener 9.000 habitantes, cine y pistas de baile. Hoy solo queda el restaurante La Choza, como testimonio mudo de aquel enclave.
Energía reversible: cuando el agua sube para volver a bajar
Uno de los mayores logros técnicos del complejo Almendra-Villarino es su funcionamiento reversible. Durante las noches, cuando la demanda eléctrica cae pero siguen produciendo las centrales nucleares, térmicas o eólicas, el sistema se invierte.
Y es que las turbinas actúan como bombas y devuelven el agua del embalse de Aldeadávila al de Almendra, elevándola nada menos que 400 metros.
Este sistema de bombeo hidroeléctrico convierte a Almendra en una gigantesca “batería natural”, capaz de almacenar energía sobrante y liberarla en momentos de alta demanda. Puede cambiar de un modo de funcionamiento a otro en cuestión de minutos.
Patrimonio turístico de gran belleza
Además de su valor energético e histórico, el entorno del embalse forma parte del Parque Natural de Arribes del Duero, una de las joyas paisajísticas de la península. El cañón del Tormes, las playas fluviales, los cortados graníticos y enclaves como el Pozo de los Humos, una cascada de 50 metros, hacen del entorno un destino cada vez más valorado por turistas y excursionistas.
Desde lo alto de la presa, la panorámica es sobrecogedora: el Tormes se transforma en mar, y los acantilados custodian un paisaje que mezcla lo salvaje y lo humano, lo natural y lo construido. Por ello, la Junta de Castilla y León e Iberdrola han firmado un acuerdo de colaboración para poner en marcha un nuevo mirador en la presa de Almendra.
Una ventana al Parque Natural Arribes del Duero, que busca ofrecer una experiencia única a los visitantes, que podrán disfrutar de la riqueza paisajística, la fauna local y algunas especies de "aves únicas" de la zona, todo ello, "de una forma sostenible".