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A media mañana, cuando suena el timbre del recreo en el Colegio de Educación Especial Virgen del Castillo, Ana Isabel Lanseros ya ha recorrido varias veces los pasillos. Observa, escucha, prepara material y supervisa menús en el comedor. Como enfermera escolar, su jornada está llena de pequeñas intervenciones que marcan grandes diferencias. Es una de las cinco profesionales con este perfil en toda la provincia de Zamora. Y, para cerca de 20.000 estudiantes, es un número tan simbólico como insuficiente.

"La enfermera escolar es una figura imprescindible en los centros educativos, no un lujo", subraya Lanseros, también vocal del Colegio de Enfermería de Zamora. Su afirmación no es una opinión: es una evidencia respaldada por datos. La mitad de los accidentes infantiles se producen en horario escolar. Más de un tercio del alumnado padece alergias, intolerancias o enfermedades crónicas como asma, diabetes o epilepsia. Y uno de cada tres niños tiene sobrepeso u obesidad.

Una respuesta urgente donde más se necesita

En muchos colegios, ante una crisis alérgica, un ataque epiléptico o una herida grave, los primeros en actuar son profesores sin formación médica. Con suerte, cuentan con instrucciones básicas o la ayuda de un protocolo. En otras ocasiones, simplemente improvisan. La presencia de una enfermera en el centro no solo da tranquilidad, sino que puede salvar vidas.

Pero su función va mucho más allá de la atención de urgencias. “Supervisamos dietas en el comedor, preparamos y administramos medicamentos, acompañamos en el seguimiento de tratamientos, realizamos talleres de primeros auxilios y lideramos programas de educación afectivosexual o prevención de adicciones”, explica Lanseros.

La figura de la enfermera escolar es tan transversal como invisible. Integra salud y educación, cuida del bienestar físico, mental y emocional de los estudiantes, y contribuye a la formación integral de la comunidad educativa. “Tener una enfermera en el centro es un valor añadido a la calidad de enseñanza”, resume.

Un mapa desigual

Zamora no es una excepción, sino el reflejo de un problema nacional. Según el mapa de la enfermería escolar en España, elaborado por el Consejo General de Enfermería y diversas asociaciones profesionales, en el país hay una enfermera escolar por cada 6.368 alumnos. Castilla y León apenas cuenta con medio centenar de profesionales, de las cuales solo cinco están en Zamora. La media europea recomienda una por cada 750 estudiantes. La comparación duele.

Frente a este panorama, Madrid se posiciona a la cabeza con alrededor de mil enfermeras escolares. Otras comunidades ni siquiera han iniciado un camino estructurado hacia su implantación. En la mayoría de los casos, como en Zamora, el servicio se limita al alumnado con necesidades especiales, relegando su valor preventivo y educativo a un segundo plano.

Mapa de enfermeras escolares en España

El modelo que no llega

“El modelo ideal es el de una enfermera presente durante toda la jornada escolar, integrada en la comunidad educativa y con capacidad de decisión sanitaria”, detalla Lanseros. Ese perfil, asegura, permite atender tanto a los niños como a las familias y el profesorado. “Es una figura de referencia, de confianza y de acción.”

Mientras tanto, en los colegios sin enfermera escolar, la educación se enfrenta sola a la salud. Y los docentes se ven obligados a actuar como sanitarios improvisados. En una sociedad que dice preocuparse por la infancia y por la prevención, la ausencia de esta figura clave evidencia una deuda pendiente.

Zamora, como tantas otras provincias, sigue esperando. Esperando a que los datos, la evidencia científica y el sentido común se traduzcan en políticas públicas que den respuesta a una necesidad urgente. Porque educar también es cuidar. Y cuidar bien empieza por estar.