“Realmente te aíslas, tu dolor no te permite nada, ni dar una vuelta al barrio, pequeñas actividades se convierten en muros, y eso va mermándote y aislándote, porque la gente tiene su vida, hay un ritmo marcado, y pues... Mucha desesperación”.
Esto es lo que siente una mujer que le ha tocado convivir con el dolor durante el resto de su vida. Durante meses, Beatriz Rodríguez se despertaba cada día con la misma pregunta: “¿Por qué me pasa esto? ¿Por qué no puedo?”.
A sus 40 años, esta vallisoletana había visto cómo su vida cambiaba por completo tras un accidente de tráfico en diciembre de 2022. Iba camino al trabajo, como cualquier otro día, sin imaginar que ese instante partiría su vida en dos.
“Yo hacía vida normal, estaba contenta… y ese accidente lo cambió todo”, recuerda. Lo que vino después fue un viaje doloroso y lleno de dudas. Comenzaron los médicos en Valladolid, en Madrid, en León, pruebas, diagnósticos contradictorios, opiniones enfrentadas sobre si operar o no. Y un dolor que no se iba. “El dolor colapsó toda mi vida. La puso patas arriba. Ya no podía ser yo”, cuenta Beatriz.
Durante más de un año, el dolor cervical se convirtió en su sombra constante. Apenas podía caminar una calle sin sufrir. Aparecieron vértigos que la dejaban paralizada. “Pequeñas actividades pasaron a ser muros”, explica. También llegó el aislamiento: “La gente sigue con su vida. Tú no puedes. Y acabas apartándote de todo”.
Y la incomprensión. “A veces oyes eso de: ‘No te dolerá tanto’, ‘tómate algo’, ‘si te veo pasear…’. Es muy duro”, confiesa.
Aun así, siguió buscando. “Estaba desesperada por recuperar mi salud. Madrid, León, Salamanca… llamé a miles de puertas”.
Hasta que un día, un médico de familia que la atendía de forma puntual, Rodrigo Enríquez, vio con claridad lo que otras consultas no habían detectado. Esto no era un dolor puntual, sino un dolor crónico.
Y fue él quien la derivó a la Unidad de Afrontamiento Activo del Dolor de Valladolid, un recurso del que Beatriz había oído hablar como su “último cartucho”.
Un lugar donde por fin la escucharon
“Llegué sin muchas esperanzas. Con tanto recorrido, ya venía reacia”, admite. Pero poco a poco empezó a entender que aquel era “el lugar adecuado”.
En las primeras sesiones, ni siquiera soportaba que le rozaran las cervicales o los brazos por la anodinia. Su fisioterapeuta, Isabel, trabajó con ella con paciencia, con ejercicios muy suaves, respetando sus tiempos. “Aquí no eres una paciente pasiva, formas parte de tu recuperación”, subraya.
Más adelante llegó la educación en dolor, un pilar fundamental de la unidad. Fue ahí cuando todo empezó a encajar.
“Comprender qué es lo que ocurre en tu cuerpo fue una luz. Nadie me lo había explicado así. Aquí te enseñan que el dolor crónico no se va, pero puedes volver a ser funcional. Puedes vivir”, cuenta.
También trabajó la parte emocional con Irene, profesional de salud mental. “Te hace reflexionar, indagar… y encuentras ese equilibrio que te permite volver a la vida”.
El cambio no llegó de un día para otro, pero por suerte, llegó.
Hoy Beatriz ha recuperado su trabajo. Sale, cena con amigos, corre a coger un autobús, algo que llegó a ser impensable—y vuelve a disfrutar de la vida con un ritmo más amable, más suyo.
Y además, afronta un reto que durante meses creyó imposible: Beatriz va a ser mamá. El milagro de la vida. Será una niña y su madre se encargará de contarle lo que ha supuesto esta batalla.
“Ha sido una alegría inmensa. Siento que mi sistema nervioso ha recuperado el equilibrio. Todo lo que he aprendido aquí me ha ayudado muchísimo”, cuenta emocionada. Es normal.
La palabra que más repite Beatriz durante la entrevista con EL ESPAÑOL Noticias de Castilla y León es humanidad.
“De verdad, no he encontrado mejores personas que las de esta unidad”, afirma. “Pierdes la esperanza y piensas: ‘¿Qué van a hacer conmigo?’. Y entonces te enseñan que hay salida, que no vas a vivir así para siempre”.
Recuerda con emoción que llegó “rígida como un palo, con miedo a moverme. Hoy sé qué pasa, por qué pasa y cómo gestionarlo”.
Beatriz lo tiene claro: “Recomendaría esta unidad al 100%. Aquí comprenden tu situación y te ayudan. Pero también es importante que uno esté preparado para ese cambio, porque hay salida y hay esperanza”.
