Eran otros tiempos cuando los albañiles ganaban más por hora trabajada que, por ejemplo, un médico de la sanidad pública cuando hacía una guardia en un hospital de cualquier provincia.
Eran los años de bonanza del sector de la construcción. Esos que se hicieron llamar del boom inmobiliario que llegó a emplear en nuestro país, entre los años 2003 y 2004, a un total de 1,4 millones de personas para realizar estas labores.
En la actualidad, el sector necesita mano de obra. La logra encontrar en el extranjero ya que no es capaz de encontrar personal que esté cualificado a la hora de, por ejemplo, arreglar una gotera o alicatar un baño, por poner algunos ejemplos.
EL ESPAÑOL de Castilla y León charla con Ildefonso Gutiérrez Franco. Albañil con más de 30 años de experiencia en el sector, que nació en París por circunstancias de la vida, pero que vive en Valladolid donde ejerce su actividad con su empresa.
Charlamos con él sobre el futuro del sector. No es muy optimista con lo que viene y habla de los jóvenes y también de su experiencia personal.
Ildefonso en la entrevista con EL ESPAÑOL de Castilla y León
Ildefonso, un trabajador nato
“Me considero una persona trabajadora. Amigo de mis amigos. Una persona trabajadora y dicharachera, que disfruta de los suyos y de los buenos momentos con una gran compañía”, asegura en declaraciones a este periódico, Ildefonso.
Amante del deporte y de pasear, nuestro entrevistado nació en París por circunstancias de la vida. Su padre, natural de Barruelo de Santullán (Palencia), y su madre, de Toral de los Vados (León) tuvieron que salir de España para trabajar.
Allí nacieron él y sus dos hermanos que pronto tuvieron que volver a nuestro país después de que la familia encontrara trabajo en Michelin, en la ciudad del Pisuerga donde nuestro protagonista ha estado toda la vida y donde recuerda su infancia “feliz y divertida”.
“Se me daban mal los estudios. Mis padres me mandaron a trabajar con mi tío para que viera lo que era ser albañil. Nunca me ha dado miedo ningún trabajo por lo que me lancé a ello. A final de mes vi el jornal y pensé que era mucho dinero. Desde entonces no me he dedicado a otra cosa”, explica Ildefonso.
Eso fue hace más de 30 años, cuando comenzó a desarrollar la labor. A sus 51 sigue haciéndolo después de completar la EGB y de auxiliar de electrónica.
Lo más duro de ser albañil
Fue hace 23 años cuando nuestro protagonista decidió, tras trabajar en dos empresas, hacerlo por su cuenta y crear su compañía en la que cuenta con un empleado más. Entre ambos intentan sacar adelante todo el trabajo, que no es poco.
“Nos dedicamos a la instalación de placas de pladur, reparación de fachadas, de goteras, trabajamos el ladrillo y muchas cosas más. Lo más duro de ser albañil es el frío. El calor lo soporto bien. También, muchas veces, el aguantar a la gente y la presión”, confiesa.
Ildefonso tiene claro que se quiere jubilar en la profesión. Es una de esas personas que disfruta con lo que hace. “Me gusta ser albañil”, afirma convencido. Aunque no es muy optimista con el futuro que viene.
Una imagen de Ildefonso
“El futuro lo veo complicado. Sobre todo, para los jóvenes. Nosotros nos jubilamos y ya veremos si tenemos dinero para las pensiones. Los oficios de toda la vida, no sé quién seguirá con ellos. En el mundo de la albañilería no hay gente. No sé quién lo hará en unos años”, añade.
1.200 euros, los jóvenes y las paguitas
“Cobro 1.200 euros al mes. Es un salario escaso viendo cómo se está poniendo la vida. Hay altibajos. Cuando hay boom se cobra bien, algunos años. Después, baja la cosa y se cobra poco. Se podría ganar más. Sobre todo, por el esfuerzo y el trabajo que hacemos los albañiles”, afirma el veterano profesional del sector.
Sobre los jóvenes, añade que “no hay apenas ninguno que quiera trabajar en el mundillo”. Sin embargo, añade, que “no le gusta meter a todas las personas en el mismo saco”, por lo que no hay que generalizar.
Ildefonso durante la entrevista
“Los jóvenes no quieren trabajar por las paguitas. No tienen incentivos. Mientras sigan dándolas y los jóvenes y no tan jóvenes tengan para tomarse cuatro copas y comer, no se van a esforzar en trabajar. El dinero y las pagas, al final, se acaban”, añade nuestro protagonista.
Ildefonso es claro. En unos años, según su opinión, “no va a haber ningún oficio”. Mientras tanto, él seguirá trabajando como albañil para “vivir, o sobrevivir” hasta que decida jubilarse.
