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Rossmery (30) y Alejandro (26) llegaron a España en 2024 con sus dos hijos en busca de una buena atención médica para ella y para el bebé que esperaban.

Lo hicieron tras vivir un auténtico infierno en Perú, su país natal, pero con la idea de regresar en cuanto ella diese a luz.

Sin embargo, el agravamiento de la situación en su país les llevó a quedarse en territorio español con el deseo de iniciar una nueva vida cómoda y segura tanto para ellos como para sus tres hijos, de siete, cuatro y un año.

Hoy, tras una larga temporada de mucha "desesperación" en Madrid y gracias a la Fundación Madrina, celebran el inicio de una etapa en Pesquera de Duero, un pueblo de Valladolid que les ha acogido con los brazos abiertos.

"Durante mi embarazo he sufrido muchos desmayos y sangrados. Pero cuando iba al hospital de Lima me decían que nos íbamos a morir tanto el bebé como yo y me mandaban a casa sin ninguna solución", revela Rossmery en declaraciones a EL ESPAÑOL - Noticias de Castilla y León.

"Además, nosotros trabajábamos en lo equivalente a la Guardia Civil en España, y yo llevaba tiempo recibiendo amenazas de muerte por parte de delincuentes. Me dejaban palomas muertas en la puerta de mi casa y me daba miedo que pudiesen hacer algo a mis hijos", añade.

Por todo ello, cansados de la "inseguridad" que sentían en su país y de su sistema sanitario, la joven y su pareja decidieron barajar opciones para que al menos su bebé "pudiera nacer bien" y buscando en Internet dieron con el Hospital Infanta Leonor de Madrid.

Así, tras informarse debidamente sobre la sanidad española y tras comprobar la reputación del citado centro médico, la pareja hizo las maletas y se mudó con sus hijos a la capital. Pero, contra todo pronóstico, allí los problemas continuaron.

"Nos fuimos con una reserva de hotel, pero cuando llegamos nos dijeron que era ficticia y que solo nos la dieron para poder entrar en el país. Acabamos en un parque de Vallecas y gracias a Dios una señora que se nos acercó nos acogió en su casa y nos ayudó con los papeles para poder recibir asistencia médica y matricular a los niños en un colegio", confiesa.

A cambio, estos aportaban la comida que Cáritas les dio durante tres meses junto con dinero para cubrir los gastos de luz, agua y gas.

Rossmery con sus hijos en Pesquera de Duero

Si bien, pasado un mes y medio, la dueña de la casa les comentó que tenían que marcharse porque regresaba su hijo y necesitaba la habitación, por lo que la familia se volvió a ver en la calle y sin saber muy bien qué hacer.

A través del Samur consiguieron ser realojados en el Centro de Emergencia Temporal Las Caracolas, pero allí solo pudieron quedarse unos meses.

En ese tiempo, su bebé nació sin ningún tipo de complicación y Alejandro encontró trabajo en una empresa de reparto, por lo que pudieron buscar un hogar en el que instalarse.

"Buscamos desesperadamente una habitación y encontramos una por 650 euros, pero nos acabaron echando por mi hija, porque ella padece un retraso madurativo que la hace tener un comportamiento bastante incómodo para el resto de personas", revela Rossmery.

Ante esta situación, lograron que el centro Las Caracolas volviese a acogerles, aunque durante un corto periodo de tiempo.

"Ahí ya me dijeron que si no encontraba un lugar estable para vivir me iban a quitar a los niños. Entramos en desesperación y nos vimos obligados a irnos a una habitación compartida con otra pareja en la que vivíamos siete personas y por la que pagábamos 700 euros. Era muy incómodo", confiesa la joven.

Sin embargo, después de meses de mucho sufrimiento, la suerte llegó a sus vidas de la mano de la Fundación Madrina.

"La descubrí por Instagram y, cuando se me acabó la ayuda de Cáritas, me puse en contacto con ella. Primero me llevaron a una charla, después me facilitaron alimentos y hace dos semanas me llamaron para ver si estaba interesada en irme a vivir a un pueblo de Valladolid".

Para ello, la familia debía tener toda la documentación en regla, pero Rossmery y Alejandro hacía meses que habían logrado regularizar su situación en el país a través de su bebé, que, "al nacer en España, nos permitió conseguir la residencia a todos y un permiso de trabajo de cinco años".

"En Madrid estábamos desesperados, nadie nos alquilaba una habitación porque teníamos niños y no podíamos irnos a un piso porque nos pedían 1.500 euros, más de lo que ganaba mi marido, entonces con ese precio no nos llegaba ni para comer. Para nosotros era imposible", revela Rossmery.

Rossmery y Alejandro con sus tres hijos

Así que no se lo pensó. Aceptó la propuesta y el pasado viernes la familia se instaló en Pesquera de Duero, en concreto, en una casa unifamiliar "muy amplia" por la que pagan un alquiler de 350 euros. "Esto es un lujo", confiesa la joven.

Al pueblo llegaron acompañados por la Fundación Madrina, la cual, además de tramitar todo lo necesario para su traslado y acompañarles en su viaje, les ha dejado alimentos y productos de primera necesidad para que puedan vivir cómodamente al menos durante los primeros días.

Mientras tanto, Rossmery y Alejandro ya están en búsqueda activa de trabajo y arreglando los papeles para poder matricular a sus hijos en un centro escolar.

"Ha sido todo muy rápido, pero estamos felices y muy agradecidos con la Fundación Madrina, que siempre ha estado muy pendiente de nosotros, y con el pueblo, porque nos ha recibido muy bien", expresa ella.

Ahora ya sí, la familia celebra con alivio esta "gran oportunidad" de empezar una nueva vida alejados de la pesadilla y la situación de vulnerabilidad que les ha acompañado en los últimos años.